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El arte de pronunciar conferencias bíblicasLa Atalaya 1961 | 15 de octubre
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de impuestos, son solo unas pocas de ellas. Los apóstoles y los discípulos primitivos de Jesús le imitaron en esto, tal como lo muestran sus escritos.
La epístola de Santiago es especialmente digna de atención en este respecto. A pesar de ser breve, contiene muchas ilustraciones: la ola del mar, la flor de la vegetación, el espejo, el freno de un caballo, el timón de un buque, la higuera, los olivos, las vides, el agua dulce y la salada, el agricultor—todas tomadas de las cosas comunes de la vida. Igualmente el conferenciante bíblico actual debe utilizar ilustraciones que les sean familiares a todos, simples y aptas, recordando que una ilustración puede ser muy eficaz para agricultores y no dar resultado alguno con gente de la ciudad y viceversa.
Las ilustraciones sirven para mantener el interés, y para aclarar y simplificar los puntos y hacer que causen una viva impresión. Ciertamente la ilustración de Jesús de la casa edificada sobre la arena hizo claro y vívido su punto en cuanto a la necesidad de actuar respecto a lo que les decía a sus oyentes. Particularmente eficaz es el uso de una ilustración llamativa en la introducción y luego desarrollarla en la conferencia, lo cual ayuda a hacer la conferencia bíblica no solo más interesante y fácil de seguir, sino que también ayuda en cuanto a coherencia—siempre y cuando se haya escogido una ilustración apropiada.
No pase por alto el hecho de que referente a ilustraciones, no hay otras más aptas y poderosas que las que se hallan en la Biblia. Jesús hizo uso frecuente de ellas; también deben hacerlo sus imitadores modernos. Así también el discípulo Santiago en su epístola ilustró los puntos que estaba exponiendo por medio de referirse a Abrahán, Rahab, Job y Elías. Sí, todas “estas cosas siguieron aconteciéndoles como ejemplos y se escribieron como una amonestación para nosotros a quienes los fines cabales de los sistemas de cosas han llegado.”—1 Cor. 10:11.
HABLE CON ELOCUENCIA—¡QUE SALGA DEL CORAZÓN!
Sin duda Jesús fue el orador más elocuente que los hombres jamás oyeron sobre esta Tierra. ¡Con razón los policías a quienes enviaron para arrestar a Jesús volvieron sin él! Este, nuestro último aspecto sobre el pronunciar conferencias bíblicas que se considerará aquí, requiere lo máximo en sinceridad y ahínco. No da lugar para contar bromas o historias tontas o de otra manera inyectar humorismo meramente para hacer reír. Las conferencias bíblicas se pronuncian con el propósito de instruir y edificar. Como bien se ha dicho, Pablo ‘no se rebajó para conquistar mediante métodos jocosos a aquellos en quienes la verdad y la sobriedad no habían logrado hacerlo,’ y tampoco debe hacerlo alguno de los que le imitan así como el imitó a Cristo.—1 Cor. 11:1.
Sinceridad intensa, convicción, ánimo, cordialidad, sentimiento y entusiasmo son el corazón mismo de toda buena presentación de conferencias bíblicas. Apolos “estaba fulgurante con el espíritu,” con entusiasmo. Hablo “con intensidad,” y por lo tanto se le describió bien como “un hombre elocuente.” De hecho, todos los cristianos deben ‘estar fulgurantes con el espíritu,’ pero especialmente el conferenciante bíblico.—Hech. 18:24, 25, 28; Rom. 12:11.
Recuerde cómo se sintió conmovido usted en una asamblea de distrito reciente o en una de las grandes asambleas internacionales. ¿Por qué nos agrada tener grabaciones en cinta magnetofónica de esas conferencias y escucharlas vez tras vez? No solo por lo que se dijo y quién lo dijo, sino debido al ardor, el entusiasmo, la elocuencia que se manifestaron. Lo que los conferenciantes tenían claramente grabado en la mente lo declararon de corazones llenos de amor y de aprecio. Se sentían—y así deberíamos sentirnos nosotros—como Eliú: “Declararé mi conocimiento, . . . porque he quedado lleno de palabras . . . Permítaseme hablar para que me sirva de alivio. Abriré mis labios para poder responder.”—Job 32:17-20.
Seguramente si hay alguien que tiene razón para hablar con un corazón lleno, para hablar con sinceridad intensa, convicción, ánimo, cordialidad, sentimiento y entusiasmo, es el conferenciante bíblico cristiano, que habla por amor a Dios y a su prójimo y que tiene un mensaje tan importante y urgente para dar en este día malo. Si hay una obra que merezca hacerse “con sinceridad de corazón,” y “de toda alma como para Jehová” es el pronunciar conferencias bíblicas.—Col. 3:22, 23.
No hay duda al respecto, mucho está envuelto en el pronunciar conferencias bíblicas, y en todas sus facetas Cristo Jesús puso el ejemplo perfecto. El conferenciante tiene que mantener el interés tanto de los extraños como de sus compañeros cristianos; tiene que ser exacto y dar a la Biblia el lugar principal; tiene que mantener los aspectos negativos subordinados a los positivos mientras ejerce cuidado para no atestar su conferencia con demasiado material. Debe ser generoso y no obstante juicioso en su uso de ilustraciones y, ante todo, hablar desde un corazón lleno de amor, por Jehová, por su auditorio y por su tema. Al hacerlo, ciertamente traerá honor al nombre de Jehová y edificará a sus oyentes como También a sí mismo. Y reconociendo el elevado modelo que Jesús le puso, se mantendrá modesto y humilde.
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¿Qué se necesita para hacer un cristiano?La Atalaya 1961 | 15 de octubre
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¿Qué se necesita para hacer un cristiano?
◆ Se contribuyen millones de dólares anualmente para el avance de la obra misional en los países no cristianos. Miles de personas en remotas partes del globo son ganados al cristianismo mediante los beneficios materiales que reciben como resultado de esas contribuciones. ¿Pero son tales conversos cristianos verdaderos? ¿Es su motivo para profesar que su religión es el cristianismo un motivo correcto? ¿Es lo suficientemente fuerte para mantenerse íntegro en un tiempo de aflicción y de prueba? Un incidente que se informó en el Journal de Ottawa, Canadá, del 28 de mayo de 1960, arroja luz sobre la respuesta a estas preguntas.
◆ En una sección remota de las islas Filipinas un médico misionero notó en una ocasión a un igorrote muy desconsolado sentado a la vera del camino. El pobre nativo parecía tan completamente miserable que el médico se detuvo y le preguntó qué pasaba. Con desaliento el hombre contestó que se sentía muy mal. El doctor le preguntó por qué. Cuando el igorrote dijo que el obispo vendría el día siguiente, el misionero quiso infundirle confianza, y le dijo que el obispo era un buen hombre, que no heriría a nadie.
◆ El nativo concordó de inmediato, y dijo con afecto que le agradaba el obispo. “Entonces,” dijo el médico, “¿qué pasa?” La respuesta fue: “Cuando estuvo aquí la última vez me dio un sombrero y me hice episcopal.” “Eso es excelente. Es una religión buena,” aseguró el médico.
◆ Entonces el nativo comenzó a explicar que un poco después llegó un sacerdote católico y le dio un par de pantalones y él se hizo católico. “Bien,” dijo el doctor, “el catolicismo también es una religión buena.” Con melancolía el nativo dijo que el sacerdote ahora se había ido y que el obispo volvía de nuevo, y no quería entristecer al obispo. El anciano lucía tan triste mientras meditaba su problema que el misionero le preguntó finalmente qué grupo elegiría. “Creo,” dijo el nativo, “que devolveré el sombrero al obispo y los pantalones al sacerdote, y simplemente volveré a ser pagano.”
◆ Quizás esto solo parezca ser una historia humorística; no obstante, subraya este hecho penoso: muchos han aceptado el cristianismo no debido a aprecio de corazón sino debido a su popularidad y a los beneficios materiales que trae. Esto es cierto no solo en países no cristianos sino también entre las naciones que profesan ser cristianas. Si se enfrentaran con una situación similar, ¿cuántos de los cristianos actuales se asemejarían al anciano igorrote que quiso devolver el sombrero y los pantalones y simplemente volver a ser pagano?
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