BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • El prejuicio... problema que atañe a todos
    ¡Despertad! 1984 | 8 de noviembre
    • El prejuicio... problema que atañe a todos

      “¿POR qué no viene mañana? —preguntó la posible patrona—. Estoy segura de que podemos proporcionarle un empleo.” Yvonne colgó el teléfono, segura de que había conseguido el empleo. El trabajo de oficina iba a ser un agradable cambio de rutina, después de trabajar haciendo quehaceres domésticos para otros desde que había dejado la universidad.

      Al llegar para empezar su nuevo empleo el día siguiente, Yvonne encontró a la señora con quien había hablado por teléfono y se presentó. Pero cuando la señora volvió a oír el apellido “raro”, y esta vez lo relacionó con las facciones evidentemente orientales de Yvonne, quedó boquiabierta. “Ella vaciló nerviosamente al hablar —recuerda Yvonne—, y finalmente me dijo que no había ningún empleo disponible.” Pero Yvonne se dio cuenta de por qué tuvo que volver a examinar detenidamente los anuncios de ofertas de empleo: era por el prejuicio racial.

      ¿A quién atañe el problema?

      Es comprensible que la mayor parte de nosotros nos sintamos un poco molestos al hablar del prejuicio. Hay pocos temas tan polémicos —o emotivos— como éste. Sin embargo, éste no se puede pasar por alto ni puede uno encogerse de hombros al respecto como si fuera un problema ajeno. El prejuicio contamina casi toda esfera de las relaciones humanas. Mitos antiguos en cuanto a la superioridad del varón sentencian a salarios bajos y a un mínimo de oportunidades de empleo a muchas mujeres. Las diferencias religiosas fomentan la violencia en Irlanda. Los canadienses de habla francesa chocan con sus coterráneos de habla inglesa. En la India, aunque el sistema de castas se ha declarado ilegal, los hindúes de casta rehúsan caminar por el mismo lado de la calle por donde caminan los “intocables”. Los niveles sociales de Europa, basados en la riqueza y el prestigio tradicional, causan conflictos entre los de las clases altas y los plebeyos. Hasta en países como Brasil, donde los negros y los blancos se mezclan libremente, algunos observadores informan que hay una corriente oculta de hostilidad racial.

      El orgullo cultural exagerado levanta barreras incluso entre miembros de la misma raza, como lo ilustra la experiencia de Kalu y Dupe. Aunque ambos eran nativos de Nigeria, la madre de Dupe (de la tribu de los yorubas) prohibió a su hija que se casara con alguien de la tribu de los ibos. El padre de Kalu rechazó igualmente a Dupe, al decir: “Si te casas con una muchacha de los yorubas, considera que ya no eres mi hijo”.

      Por lo tanto, el prejuicio es más que una cuestión de raza o un conflicto de negros contra blancos. Es una reacción aparentemente universal a diferencias de idioma, cultura y nivel social. Además, el prejuicio, sea que estalle en violencia o esté a punto de hervir, puede tener consecuencias dolorosas: pobreza, hostigamiento, pérdida de la dignidad humana de sus víctimas, y sentimientos de culpabilidad y una conciencia agitada en el caso de la mayor parte de los que lo manifiestan. Donde hay prejuicio, también hay un ambiente de temor, incertidumbre e inquietud. Zonas enteras son declaradas vedadas debido a la tensión racial. Posibles amistades son envenenadas innecesariamente por la desconfianza y la incomprensión.

      Por consiguiente, el prejuicio es verdaderamente un “problema que atañe a todos”. Pero ¿de dónde proviene el prejuicio? ¿Por qué han fracasado los mejores esfuerzos que el hombre ha hecho para eliminarlo? A fin de adquirir cierto grado de perspicacia tocante a estas preguntas, enfoquemos la atención en una clase de prejuicio muy extendida: el prejuicio racial.

  • Lo que hace el prejuicio
    ¡Despertad! 1984 | 8 de noviembre
    • Lo que hace el prejuicio

      Un investigador preguntó a un señor lo que opinaba de cierto grupo étnico. “Ellos son malhumorados y propensos a irritarse —contestó él—. Lo llevan en la sangre.”

      “¿Ha conocido usted a alguno de ellos [...] personalmente?”, preguntó el investigador.

      ‘Sí, a uno. Fue el presidente de nuestra clase en la escuela secundaria.’

      ‘¿Correspondía este “presidente de la clase” al concepto que usted tiene de ellos?’

      “No —reconoció él—, él era tranquilo y simpático.”

      ‘Entonces no podría haber llevado realmente el “mal humor y la irritabilidad” “en la sangre”, ¿no es cierto?’.

      Después de una pausa, el señor contestó: “Él era una excepción”.

      EL TENER prejuicios (el “prejuzgar”) significa juzgar a otros sin darles el beneficio de un juicio justo. Así, a una persona totalmente desconocida se le califica sumariamente de “perezosa”, “descarriada” o “peligrosa” sin ninguna prueba de ello, solo por una idea preconcebida. Esto se debe a que la persona parcial no ve a otros individualmente, sino como grupos. Para ella, los miembros de un grupo étnico son “todos iguales”, clones, sin individualidad. Y al igual que en el ejemplo de arriba, la persona que tiene prejuicios suele defender su parcialidad hasta el final, aunque los hechos prueben que está equivocada. Como se comentó en la revista Psychology Today, las personas con prejuicios “tienden a notar y recordar las maneras como [una] persona parece corresponder al estereotipo, mientras se oponen a la evidencia que contradice el estereotipo”.

      El prejuicio se alimenta con prejuicio. Las personas cortadas por un patrón desfavorable pierden con tanta frecuencia el amor propio que de hecho viven de acuerdo con lo poco que se espera de ellas. O resulta lo que dice la Biblia en Eclesiastés 7:7: “Porque la mera opresión puede hacer que un sabio se porte como loco”. Las víctimas de la opresión pueden llegar a estar carcomidas por el rencor. Pueden llegar a ser tan susceptibles al prejuicio que a veces reaccionen de manera extrema y vean prejuicio cuando en realidad no lo hay. A cualquier persona de otra raza se le considera con desconfianza indebida o como una posible enemiga. De modo que la intolerancia no caracteriza a una sola raza o nacionalidad.

      Una vez que el prejuicio se apodera del modo de pensar de una persona, ésta puede hallar que tiene aversión a casi todo grupo étnico. En cierta ocasión se pidió a unos estudiantes universitarios que expresaran sus sentimientos para con 32 naciones y razas verdaderas, además de 3 grupos imaginarios (“danierenses”, “pirineanos” y “valoneses”). Aunque parezca extraño, los estudiantes que tenían prejuicios contra ciertos grupos étnicos verdaderos hallaron que los “danierenses”, “pirineanos” y “valoneses” eran igualmente desagradables.

      El prejuicio... ¿cómo se manifiesta?

      La persona con prejuicios no es necesariamente hostil. Tampoco es necesariamente como el hombre que hipócritamente declara que ‘algunos de sus mejores amigos’ son de este grupo o de aquel grupo, pero le repugna la idea de tener a dichas personas como vecinos... o parientes políticos. Hay diversos grados de prejuicio. La persona con prejuicios pudiera tener realmente amistades de otra raza, pero revelar de modos muy sutiles sentimientos persistentes de superioridad. Puede que ponga a prueba la paciencia de ellas al hacer comentarios de mal gusto relacionados con algún aspecto racial. O en vez de tratarlas de igual a igual, tal vez se dé aires de protector y obre como si les estuviera confiriendo un favor al tenerlas como amistades.

      Otra manera como una persona revela prejuicio es al exigir que ciertas personas se conformen a una norma más elevada en el desempeño de sus funciones, aunque les dé menos reconocimiento. Y si tales personas fracasan, quizás tienda a atribuir el fracaso a factores raciales. O puede que censure cierta conducta en el caso de una raza y la tolere en el caso de la suya. No obstante, tal persona tomaría furiosamente a mal cualquier insinuación de que ella tiene prejuicios; a tal grado ha llegado a engañarse a sí misma. Como dijo en cierta ocasión el salmista: “Porque ha sido demasiado meloso para consigo mismo a sus propios ojos para descubrir su error para odiarlo”. (Salmo 36:2.)

      “Para cuando tienen cuatro años de edad”

      Sin embargo, ¿por qué llega a tener prejuicios la gente? ¿Cuán temprano en la vida se adquiere el prejuicio? El sicólogo social Gordon W. Allport, en su obra clásica titulada The Nature of Prejudice, señaló que la mente humana tiende a “pensar con la ayuda de categorías”. Esto es evidente hasta en los pequeñuelos. En poco tiempo ellos aprenden a discernir entre hombres y mujeres, perros y gatos, árboles y flores... y aun entre “negro” y “blanco”. Contrario a la idea de que los pequeñuelos no distinguen los colores, los investigadores concuerdan en que los niños que están expuestos a una variedad de razas empiezan pronto a notar “diferencias en atributos físicos como color de piel, facciones del rostro, tipos de cabello, y así por el estilo. Los niños [...] generalmente se dan cuenta a plenitud de [la existencia de] grupos raciales para cuando tienen cuatro años de edad”.—Revista Parents, julio de 1981.

      Pero ¿crea prejuicios en los niños el simplemente notar esas diferencias? No necesariamente. No obstante, un estudio reciente, del cual se informó en Child Development, afirmó que “niños de 5 años de edad comienzan en la escuela de párvulos con preferencias claras a obrar recíprocamente con compañeros del mismo color”. Fue aun más perturbador observar que “la tendencia a escoger compañeros de juego del mismo color aumenta durante el año en que asisten a la escuela de párvulos”. (Las cursivas son nuestras.) Otros investigadores han concluido igualmente que los pequeñuelos a menudo se dan cuenta no solo de las diferencias raciales, sino también de las repercusiones de éstas. En cierta ocasión una niñita de cuatro años de edad, llamada Joan, hizo la siguiente declaración escalofriante: “Las personas blancas pueden subir. Las personas de color marrón tienen que bajar”.

      Para los investigadores es un enigma cómo desarrollan los niños ese prejuicio. Sin embargo, se sospecha firmemente que se debe a la influencia de los padres. Es cierto que tal vez pocos padres ordenen directamente a sus hijos que no jueguen con niños de otra raza. No obstante, si el niño observa que sus padres tienen prejuicio en contra de alguien de otra raza o se sienten simplemente molestos con dicha persona, puede que él mismo también adopte actitudes negativas. Las diferencias culturales, la influencia de los compañeros y de los medios de información, y otros factores pueden combinarse luego para reforzar dicho prejuicio.

      Malas experiencias

      En el caso de algunas personas, no obstante, parece que el prejuicio es una manera extremada de reaccionar a una mala experiencia. Cierta joven alemana acompañó a su esposo al África, quien iba a efectuar un proyecto relacionado con su trabajo. Allá ella se topó con problemas. Le parecía que algunas de las personas tenían prejuicios contra ella como mujer y como europea. Las actitudes de algunas fueron una sacudida para la susceptibilidad de ella debido a su crianza europea. ¡El cavilar sobre los problemas que causaron solo unas cuantas personas resultó en que ella llegara a tener aversión a toda persona de la raza negra!

      Algo parecido pasó en el caso de un estudiante antillano que vivía en los Estados Unidos hace unos 20 años. Aunque estaba vestido nítidamente y había sido cortés, se le negó el servicio en cierto restaurante y se le dijo: “No servimos a personas como usted aquí”. Puesto que nunca antes había estado expuesto a la discriminación racial y no estaba al tanto de las tensiones raciales que existían en aquel entonces, trató de exigir que se le sirviera... ¡lo cual resultó en que fuera arrestado inmediatamente! Aunque el alcalde de la ciudad mandó que se le pusiera en libertad, y censuró a la policía, este incidente dejó amargado al estudiante antillano. Años después, aún guarda animosidad contra las personas blancas.

      En otros casos, como se señala en The Nature of Prejudice, el humillar a otros parece satisfacer el hambre insaciable que el hombre tiene de tener una posición social. Es ‘pensar más de sí mismo de lo que es necesario’ (Romanos 12:3). También puede que se desarrollen mitos de superioridad racial para “justificar” la opresión de cierto grupo. Por ejemplo, durante los años de la infame trata de esclavos en los Estados Unidos, era popular que se declarara que los negros eran mentalmente inferiores, o infrahumanos. Estas creencias eran tan comunes que hasta el presidente estadounidense Thomas Jefferson, crítico francoa de la esclavitud, expresó en cierta ocasión la “sospecha” de que “los negros [...] son inferiores a los blancos en sus dones mentales y físicos”. Aunque la ciencia ha probado que tales ideas son insostenibles, el racismo subsiste.

      ¿A qué se debe esto? La razón fundamental se muestra claramente en la Biblia, au que los investigadores la pasan por alto: “Por eso es que, así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). El pecado heredado ha deformado el modo de pensar del hombre y su manera de considerar los asuntos. El hombre, en vez de quedar intrigado por las diferencias o deleitarse en ellas, responde con temor e inseguridad. Y hasta del corazón imperfecto de un pequeñuelo puede salir una espantosa serie de “razonamientos inicuos” que se convierten en prejuicios destructivos (Mateo 15:19). ¿Es posible, entonces, vencer el prejuicio?

      [Nota a pie de página]

      a Jefferson fue autor de la Declaración de Independencia estadounidense, donde se declara que “todos los hombres son creados iguales”. En cierta ocasión dijo que la esclavitud era “un conjunto de horrores”, pero él mismo era dueño de esclavos.

      [Comentario en la página 6]

      ¡El cavilar sobre los problemas que causaron solo unas cuantas personas resultó en que ella llegara a tener aversión a toda persona de otro color!

      [Ilustración en la página 5]

      El prejuicio puede hacer que las personas desconfíen unas de otras

  • ¡El prejuicio puede ser vencido!
    ¡Despertad! 1984 | 8 de noviembre
    • ¡El prejuicio puede ser vencido!

      LOS prejuicios, según el sociólogo Frederick Samuels, “llegan a ser una parte fundamental de la estructura de la personalidad de un individuo [...] comprenden su amor propio, el concepto que tiene de sí mismo [...] Sería tan difícil abandonar ciertas actitudes y los conceptos de un grupo como lo sería entregar un brazo o una pierna”.

      Sin embargo, muchas personas se imaginan que si a las razas sencillamente se les pudiera poner a trabajar juntas y conocerse unas a otras, el prejuicio desaparecería de algún modo. Lamentablemente, esto, hasta cierto grado, surte mejor efecto en teoría que en la práctica. La integración a veces es contraproducente e intensifica las hostilidades raciales. Por otro lado, considere la situación de una escuela del sur de los Estados Unidos donde se practica la integración. Allí los estudiantes negros y los blancos estudian juntos en condiciones relativamente pacíficas. ¿Es ése el fin del prejuicio? Los autores de Desegregated Schools: Appraisals of an American Experiment comentan que los estudiantes todavía prefieren sentarse con miembros de su propia raza y participar casi exclusivamente con éstos en actividades sociales. Los investigadores califican esto de “segregación informal”.

      Por consiguiente, la armonía racial es a menudo poco más que coexistencia pacífica. Si las diferentes razas han de aprender algún día a amarse y comprenderse mutuamente, se tendrá que hacer algo más que simplemente ponerlas en contacto unas con otras. Pero ¿qué? Las Naciones Unidas hicieron un intento poco eficaz al patrocinar la “Segunda Conferencia Mundial para Combatir el Racismo y la Discriminación Racial” (del 1 al 13 de agosto de 1983). Pero, como se esperaba, todo lo que resultó de ello fue más teorías y retórica altisonante.

      Nuevas perspectivas sobre raza y nacionalidad

      La gente no va a renunciar a sus actitudes y prejuicios profundamente arraigados, a menos que tenga una motivación poderosa para hacerlo. Y en el caso de muchos millares de personas, dicha motivación se ha desarrollado mediante el estudio de la Biblia. Ésta puede llegar al corazón y mover a la persona a obrar como ningún otro libro en el mundo puede hacerlo. “Porque la palabra de Dios es viva y ejerce poder” (Hebreos 4:12). Por ejemplo, suponga que usted guardara animosidad a cierta raza o nacionalidad. Si comenzara a estudiar la Biblia, pronto se daría cuenta de que ésta enseña que “Dios no se rige por la apariencia exterior del hombre”, “sino que en toda nación el que le teme y obra justicia le es acepto”. (Gálatas 2:6; Hechos 10:34, 35.)

      El admitir que Dios “hizo de un solo hombre toda nación de hombres’’ seguramente hará que usted vuelva a evaluar sus ideas tocante a personas de otras razas (Hechos 17:26). ¿Cómo puede uno considerar inferiores a personas de diferente color de piel, textura de pelo y forma de ojos y narices que son características de diferentes razas, si uno ha entablado amistad con Dios, quien creó de un solo hombre toda nación de hombres?

      Claro, las diferentes razas parecen tener notables rasgos de personalidad... buenos y malos. No obstante, la Biblia advierte: “Que guardes estas cosas sin prejuicio, no haciendo nada según una inclinación parcial” (1 Timoteo 5:21). El cristiano, pues, permite que cada uno “pruebe lo que es su propia obra” más bien que juzgar el mérito de un hombre por su color o raza. (Gálatas 6:4.)

      Por ejemplo, el apóstol Pablo notó que los habitantes de Creta tenían la deshonrosa reputación de ser “mentirosos, bestias salvajes perjudiciales, glotones desocupados” (Tito 1:12). Sin embargo, esto no significaba que estos rasgos fueran en cierto modo inherentes o que existieran en todos los cretenses. Pues Pablo dio instrucciones a Tito para que buscara allá en Creta a hombres que se hubieran sobrepuesto a aquello y los nombrara para posiciones de responsabilidad en la congregación. (Tito 1:5.)

      Es cierto que a veces uno se siente tentado a concluir que ciertos rasgos étnicos se llevan “en la sangre”. Por ejemplo, entre los miembros de cierto grupo racial tal vez haya varios ociosos y desempleados. ‘Sencillamente son perezosos’, concluyen a la ligera algunas personas. No obstante, el cristiano se compadece de la gente. Se da cuenta de que muchas personas están “desolladas y desparramadas” debido a este mundo depravado e indiferente (Mateo 9:36). ¡Pues en muchos países el prejuicio racial y las condiciones económicas privan a personas de empleos adecuados! De modo que lo que frecuentemente parece ser pereza resulta ser desesperanza y desesperación. Esas personas necesitan ayuda espiritual y comprensión... no crítica severa.

      Esto trae a la memoria el consejo que el apóstol Pablo dio en cuanto a hacerlo todo “considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes” (Filipenses 2:3). El aceptar este consejo quizás requiera que uno cambie radicalmente su modo de pensar. Como en el primer siglo, muchas personas se creen “superiores” porque han recibido educación seglar o tienen una alta posición social. Sin embargo, Pablo recordó a los cristianos del primer siglo que “Dios escogió las cosas necias del mundo [...] y las cosas menospreciadas” (1 Corintios 1:26-28). Aquellos modestos tenían una humildad y sinceridad que a los ojos de Dios los hacía “superiores”. ¿Puede una persona tener prejuicios si adopta este punto de vista piadoso acerca de otros?

      El lado opuesto

      Por otra parte, puede que por mucho tiempo usted haya sido víctima del prejuicio y se haya dado cuenta de que en realidad pocas personas tratan alguna vez de vencer sus prejuicios. La Biblia puede ayudarle a comprender que es inútil esperar justicia en el actual orden social torcido. “Lo que se hace torcido no se puede hacer derecho”, dijo Salomón (Eclesiastés 1:15). Por tanto, Dios ha prometido erradicar con el tiempo todas las injusticias, ¡y el saber esto puede ser una verdadera fuente de consuelo para usted! (Salmo 37:1-11; 72:12-14.)

      No obstante, mientras tanto, tal vez usted tenga que hallar maneras de hacer frente al prejuicio. En respuesta a la intolerancia, algunas personas desarrollan un prejuicio propio y concluyen que todos los de otra raza tienen prejuicios. Llegan a ser demasiado susceptibles y a ofenderse por los comentarios más inocentes que se hagan. Con todo, la Biblia advierte en Eclesiastés 7:9: “No te des prisa en tu espíritu a sentirte ofendido”. Aprenda a dar a otros un margen de confianza y se ahorrará mucha irritación.

      Recuerde, también, que Jesús a menudo fue objeto del rechazamiento de sus coterráneos judíos. Sin embargo, animó a sus discípulos a abordar a la gente de modo optimista. “Dondequiera que entren en una casa —dijo Cristo— digan primero: ‘Tenga paz esta casa’.” (Lucas 10:5, 6.) Sin duda, es mejor abordar a la gente con la esperanza y el deseo de tener paz que armarse emocionalmente para un conflicto.

      No obstante, ¿qué hay si usted es víctima de la injusticia, como una pareja nigeriana cuyo posible arrendador en Inglaterra falló a una promesa de alquilarle un apartamento? (La gente se quejó de que no quería tener vecinos de la raza negra.) ¡Qué afrenta para la dignidad de una persona! Sin embargo, la Biblia advierte contra “obligarse unos a otros a tener una confrontación” (Gálatas 5:26; nota al pie de la página de la New World Translation con referencias [1984]). Esto por lo general solo sirve para establecer el prejuicio y el odio de manera más profunda. Y el reaccionar con ira generalmente solo empeora una situación mala.

      Jesús dio este consejo: “No resistan al que es inicuo; antes al que te dé una bofetada en la mejilla derecha [obre de modo insultante para contigo], vuélvele también la otra”. Pablo añade: “No devuelvan mal por mal a nadie [...] Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres. [...] No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien” (Mateo 5:39-44; Romanos 12:17-21). El responder al odio con bondad requiere verdadera fortaleza moral. Pero al no permitir que la intolerancia lo llene de resentimiento, usted se sobrepone a ella.

      Busque la ventaja de otros

      Una jamaicana recién casada aprendió aún otra lección con relación a vencer el prejuicio. Cuando la familia africana de su esposo la excluyó hasta cierto punto del trato social, ella comenzó a considerar los asuntos desde el punto de vista de ellos. Recuerda: “Comprendí que a mí también se me podía culpar de tener prejuicio. Rehusaba ponerme ropa como la de ellos, tenía aversión a su comida y no hacía ningún esfuerzo por aprender su idioma. Así que decidí tratar de aprender algunas expresiones en su idioma. Siempre que decía algo en su idioma, ellos respondían con entusiasmo: ‘¡Ah, estás llegando a ser una de los nuestros ahora!’”.

      Sí, uno no pierde nada y gana mucho al honrar los aspectos sanos de la cultura de otras personas. Así, si usted es originario de un país donde la gente tiende a ser expresiva, haga algunos ajustes si se muda a un país donde la gente tiende a ser reservada. La Biblia dice apropiadamente: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona” (1 Corintios 10:23, 24, 31-33). Recuerde, el egoísmo y la intolerancia son a menudo la raíz del prejuicio.

      ¡El prejuicio es vencido!

      Por lo tanto, la Biblia está llena de consejos prácticos que pueden ayudar a las personas tanto a vencer el prejuicio como a hacerle frente. El hacerlo no es siempre fácil, ni siquiera para los cristianos devotos. Considere lo que sucedió hace algún tiempo durante un intermedio de una asamblea de los testigos de Jehová. Una señora que llevaba una bandeja con alimentos tropezó con una silla y derramó su bebida sobre las piernas de otra señora. Esto pudiera haber parecido insignificante, excepto por un hecho: una señora era negra; la otra, blanca.

      El breve pero airado intercambio de palabras que siguió reveló animosidad racial reprimida. En circunstancias comunes, ¡no hubiera ni que pensar en pedir disculpas! Con la ayuda de un observador, a estas dos señoras se les recordó que eran cristianas. Ellas sabían que el prejuicio racial es incorrecto y que no podían conservar el favor de Dios si no hacían la paz una con otra (1 Juan 4:20). Fue ciertamente conmovedor ver a estas dos señoras abrazarse y disculparse mutuamente con lágrimas en los ojos. Más importante aún, ellas dejaron de lado el incidente y conversaron como viejas amigas.

      Así, los testigos de Jehová han dado grandes pasos para eliminar el prejuicio. Véalo usted mismo. Hay literalmente millones de ellos que son testimonio viviente de que la Palabra de Dios ciertamente tiene poder... suficiente poder como para vencer hasta el prejuicio.

      [Comentario en la página 8]

      ¿Cómo puede usted considerar inferiores a personas de diferentes razas, si Dios “hizo de un solo hombre toda nación de hombres”?

      [Comentario en la página 10]

      El responder al odio con bondad requiere verdadera fortaleza moral

      [Comentario en la página 10]

      Al no permitir que la intolerancia lo llene de resentimiento, usted se sobrepone a ella

      [Ilustración en la página 9]

      El estudio de la Biblia obliga a la persona a volver a evaluar sus sentimientos hacia personas de diferentes razas

  • Cuenta por la reparación de un mural de la Iglesia
    ¡Despertad! 1984 | 8 de noviembre
    • Cuenta por la reparación de un mural de la Iglesia

      Hace siglos que fueron reparados los murales de la iglesia que está ubicada en Telscombe, al sur de Inglaterra. Como de costumbre, los murales presentaban algunas doctrinas no bíblicas y falsas. Sin embargo, resulta interesante ver el contenido de la antigua factura que fue presentada a los funcionarios de la iglesia, en la que se alistaba el trabajo que se había hecho.

      “Por renovar el cielo y ajustar las estrellas; lavar al sirviente del sumo sacerdote y ponerle carmín en las mejillas; y avivar las llamas del infierno, ponerle una nueva cola al diablo y efectuar diversas tareas relacionadas con los condenados, y corregir los Diez Mandamientos.”

      ¿Y cuánto costó todo eso? ¡La enorme suma de $23!

  • La miel cura
    ¡Despertad! 1984 | 8 de noviembre
    • La miel cura

      Una carta dirigida a los editores de JAMA (The Journal of the American Medical Association), escrita por el Dr. Robert Blomfield, de Chelsea, Londres, Islas Británicas, presentó este informe poco común acerca de la miel: “He estado usando miel natural pura durante los pasados meses en el departamento que trata casos de accidentes y el departamento de emergencia, que es donde yo trabajo, y he hallado que el aplicar miel cada dos o tres días debajo de un vendaje seco contribuye a curar las úlceras y las quemaduras mejor que cualquier otro ungüento local que yo haya usado antes”.

      El Dr. Blomfield continuó diciendo que “también se puede aplicar fácilmente a cualquier otra herida superficial, incluso cortaduras y abrasiones, y puedo recomendarla a todos los médicos como un valioso agente para limpiar y curar que cuesta poco. ¡Y hasta sabe delicioso!”.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir