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Estados Unidos de América (Parte 1)Anuario de los testigos de Jehová para 1975
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estemos agradecidos por la gracia de Dios que nos ha sostenido a través de nuestras pruebas, y esperemos el Gran Día que ha de venir.’”
Mientras se apelaba el caso, dos veces los hermanos trataron de obtener fianza, pero primero el Juez Howe y más tarde el juez Martin T. Manton la negaron. Mientras tanto, originalmente los tuvieron en la cárcel de la calle Raymond en Brooklyn, “el hoyo más sucio en que me he metido,” según A. H. Macmillan. Clayton J. Woodworth lo llamaba bromeando el “Hotel de Raymondie.” Aquella estadía desagradable de una semana fue seguida por otra semana en la prisión de Long Island City. Finalmente, el cuatro de julio, el Día de la Independencia de los Estados Unidos, aquellos hombres que habían sido injustamente condenados fueron enviados por tren a la penitenciaría de Atlanta, Georgia.
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Estados Unidos de América (Parte 2)Anuario de los testigos de Jehová para 1975
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Estados Unidos de América (Parte 2)
LOS ENEMIGOS SE REGOCIJAN
El encarcelamiento de estos testigos cristianos de Jehová fue un golpe de muerte figurativo, que deleitó y alivió mucho a sus enemigos. Se cumplieron las palabras de Revelación 11:10: “Y los que moran en la tierra se regocijan sobre ellos y gozan, y se enviarán dones los unos a los otros, porque estos dos profetas atormentaron a los que moran en la tierra.” Los enemigos religiosos, judiciales, militares y políticos de los “dos testigos” sí ‘se enviaron dones’ unos a otros, porque se felicitaron unos a otros por el papel que desempeñaron en obtener victoria sobre sus atormentadores.
En su libro Preachers Present Arms, Ray H. Abrams consideró el juicio de J. F. Rutherford y sus asociados y hace esta declaración:
“Un análisis de todo el caso lleva a la conclusión de que las iglesias y el clero estuvieron originalmente detrás del movimiento encaminado a acabar con los russelistas. . . .
“Cuando la noticia de las sentencias de veinte años llegó a los redactores de la prensa religiosa, virtualmente todas estas publicaciones, grandes y pequeñas, se regocijaron por el acontecimiento. No he podido descubrir palabras de simpatía en ninguna de las publicaciones religiosas ortodoxas. ‘No puede haber duda,’ concluyó Upton Sinclair, de que ‘la persecución . . . surgió en parte del hecho de que se habían atraído el odio de los cuerpos religiosos “ortodoxos.”’ Lo que los esfuerzos combinados de las iglesias no habían podido hacer el gobierno ahora aparentemente había tenido buen éxito en lograrlo para ellas... el aplastamiento de estos ‘profetas de Baal’ para siempre.”
OPTIMISMO A PESAR DEL ‘CAUTIVERIO BABILÓNICO’
Desde 607 hasta 537 a. de la E.C. los judíos languidecieron en el cautiverio en la antigua Babilonia. De manera paralela, adoradores dedicados de Jehová ungidos con su espíritu santo entraron en un cautiverio babilónico y en el exilio durante el período de la I Guerra Mundial de 1914-1918. Especialmente sintieron las profundidades de su cautiverio cuando los ocho hermanos fieles procedentes de la oficina central de la Sociedad fueron encarcelados en la penitenciaría federal de Atlanta, Georgia.
Pero durante todo este período de dificultad, ni un solo número de The Watch Tower dejó de salir impreso. Un comité de redacción nombrado mantuvo en circulación esta publicación. Además, a pesar de las dificultades que se presentaron en aquel tiempo, las actitudes que desplegaron los Estudiantes de la Biblia fieles fueron ejemplares. El hermano T. J. Sullivan nos dijo: “Tuve el privilegio de visitar el Betel de Brooklyn a fines del verano de 1918 durante el tiempo en que los hermanos estuvieron en la cárcel. Los hermanos a cargo de la obra en Betel no mostraban ningún miedo ni se hallaban desanimados. De hecho, lo contrario sucedía. Desplegaban optimismo y tenían confianza en que Jehová daría finalmente la victoria a su pueblo. Tuve el privilegio de estar a la mesa para el desayuno el lunes por la mañana cuando los hermanos que habían sido enviados en asignaciones en el fin de semana presentaron sus informes. Se obtuvo un excelente cuadro de la situación. En todo caso los hermanos mostraban confianza y esperaban que Jehová siguiera dirigiendo sus actividades.”
Es interesante el hecho de que, una mañana después del juicio del hermano Rutherford y sus asociados, R. H. Barber recibió una llamada de Rutherford pidiéndole que fuera a la estación de Pensilvania, donde los hermanos estaban esperando por varias horas un tren que los llevaría a Atlanta. El hermano Barber y otros se apresuraron a presentarse en la estación. Allí el hermano Rutherford dijo que si la policía hostigaba mucho a los hermanos en la oficina central, deberían vender Betel y el Tabernáculo de Brooklyn y mudarse a Filadelfia, Harrisburg o Pittsburgo, puesto que la Sociedad Watch Tower era una corporación de Pensilvania. Se sugirieron precios de 60.000 dólares para Betel y 25.000 para el Tabernáculo.
¿En qué resultó esto? Bueno, los que entonces estaban a cargo de la Sociedad sí se enfrentaron a muchos problemas. Por ejemplo, había escaseces de papel y carbón. Había muchas exhibiciones de patriotismo y muchas personas consideraban impropiamente a los testigos cristianos de Jehová como traidores. En Brooklyn había gran animosidad contra la Sociedad, y parecía imposible continuar las operaciones allí. Por eso, el comité ejecutivo que estaba encargado en la oficina central consultó con otros hermanos y se decidió que lo mejor era vender el Tabernáculo de Brooklyn y clausurar el hogar Betel. Con el tiempo el Tabernáculo fue vendido por 16.000 dólares, según lo que recuerda R. H. Barber. Más tarde, se hicieron todos los arreglos necesarios para la venta de Betel al gobierno excepto por la transferencia del dinero efectivo. Pero algo interfirió... el armisticio. La venta nunca se efectuó plenamente.
Sin embargo, el 26 de agosto de 1918 la oficina central de la Sociedad había sido transferida de Brooklyn, Nueva York, a Pittsburgo, Pensilvania. “Al remontarme al pasado,” comenta Hazel Erickson, “puedo ver que aunque los Estudiantes de la Biblia se sintieron aturdidos por el aprisionamiento de los hermanos, nunca dejaron de testificar. Solo que quizás eran un poco más cautelosos.” La hermana H. M. S. Dixon recordaba que “la fe de los hermanos permaneció fuerte y las reuniones se celebraban con regularidad.” Los testigos cristianos de Jehová continuaron desplegando fe en Dios. Es verdad que estaban en un crisol de dificultades y persecución. Pero el espíritu santo de Dios estaba sobre ellos. ¡Si tan solo pudieran perseverar y aguantar, de seguro que el Divino los salvaría de sus perseguidores y les otorgaría liberación de su estado de ‘cautiverio babilónico’!
LOS MESES DE PRISIÓN
Para mediados de 1918 J. F. Rutherford y sus siete asociados se encontraron en la penitenciaría federal de Atlanta, Georgia. Una carta escrita por A. H. Macmillan el 30 de agosto de 1918 nos permite enterarnos de lo que pasaba detrás de las paredes de aquella prisión. Una copia que envió Melvin P. Sargent dice, en parte:
“Estoy seguro de que les gustaría saber algo acerca de nuestra condición en la prisión. Voy a decirles brevemente unas cuantas cosas acerca de la vida aquí. El hermano Woodworth y yo compartimos una celda. Nuestra celda es muy limpia, está bien ventilada y tiene buena iluminación. Mide 3 por 2 por 2 metros, tiene dos literas con dos colchones de paja, dos sábanas, frazadas y almohadas, dos sillas, una mesa y muchas toallas limpias y jabón. Además tenemos un armario en el cual guardar nuestros artículos de tocador. . . .
“Todos los hermanos trabajan juntos en la sastrería. Este salón es un lugar bien ventilado y bien iluminado que mide 18 por 12 [metros]. El hermano Woodworth y yo hacemos ojales para botones y cosemos botones a las camisas y vestiduras de los prisioneros. Los hermanos Van Amburgh, Robison, Fisher, Martin y Rutherford hacen, o más bien ayudan a hacer, casacas y pantalones para los prisioneros. Un total de aproximadamente cien hombres trabajan en este departamento. Desde donde yo trabajo puedo ver a todos los hermanos, y les aseguro que es interesante ver al hermano Van Amburgh sentado a la máquina de coser, cosiendo las partes que unen las porciones orientales y occidentales de un par de pantalones. . . . El hermano Rutherford casi perdió toda esperanza de aprender a coser una casaca. No creo que haya terminado
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