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Por qué un Dios de amor censuraLa Atalaya 1977 | 1 de junio
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Por qué un Dios de amor censura
“Feliz es el hombre físicamente capacitado a quien tú corriges, oh Jah, y a quien tú enseñas con tu propia ley.”—Sal. 94:12.
JEHOVÁ DIOS quiere que la gente viva, sí, que disfrute de la vida. Ni siquiera se deleita en la muerte de los inicuos, sino, más bien, “en que alguien inicuo se vuelva de su camino y realmente siga viviendo.”—Eze. 33:11.
Debido a este interés en la humanidad, Dios proveyó un rescate mediante el sacrificio que su amado Hijo hizo de su propia vida perfecta. “Porque tanto amó Dios al mundo [de la humanidad] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.”—Juan 3:16.
Debido a este mismo interés divino, Dios les suministra censura y disciplina a los seres humanos. Se destaca en gran manera que la perfección no es una característica de ninguno de nosotros. Constantemente demostramos nuestra deficiencia, pues no damos en el blanco en nuestros esfuerzos por hacer las cosas exactamente como debieran hacerse, y ése es el significado literal de las palabras hebrea y griega para “pecar,” a saber, “errar el blanco.” Así es que todos necesitamos corrección y disciplina. Debemos apreciar esta disciplina como una manifestación del amor de Dios, que no viene solo como castigo, sino para entrenarnos en la justicia de la manera que un padre entrena a sus hijos.—Heb. 12:5-11.
Como ilustración, considere a un hombre que está en un barco, solo en el mar, y a quien se le está acabando el alimento y el agua. Si, por ignorancia o mal juicio, está seriamente equivocado en el rumbo que toma en sus esfuerzos por llegar a tierra, muere. Ciertamente debería agradecer el que alguien, de algún modo, le indicara cómo corregir su rumbo, y así le salvara la vida. Sería tonto que se ofendiera por esa valiosa corrección, o que la rechazara.
Así mismo, todos nosotros, dado que inherentemente somos pecadores, necesitamos corrección con regularidad a fin de ponernos, o quedarnos, en el derrotero estrecho que lleva a la vida. Sin la corrección, es inevitable que nos desviemos al derrotero ancho que lleva a la destrucción.—Mat. 7:13, 14.
La imperfección humana y la necesidad de que se nos corrija se manifiestan desde la niñez. Es por eso que, como de ello puede dar testimonio cualquier padre o madre, se requiere mucho amor para criar correctamente a un hijo, inculcando en su mente y corazón aprecio a los principios justos. Proverbios 22:15 declara verídicamente que “la tontedad está atada con el corazón” del niño, y se requiere disciplina para llevar al niño al punto en que se gobierne por las realidades de la vida y por la verdad, en vez de por ideas pueriles, tontas y faltas de perspicacia.
Todo esto pone a prueba la paciencia del padre o la madre, su deseo y determinación de desplegar compasión y gran paciencia al instruir y educar al hijo en un modo de vivir que fomente felicidad futura. Cuando el hijo responde con lentitud, o no escucha o no obedece, uno pudiera pensar en desistir; pudiera tender a considerar irremediable la situación. Fácilmente pudiera uno ser dominado por sentimientos de estar ofendido o enojado. Pero el amor no permite que uno se dé por vencido simplemente porque la situación sea desagradable. El retraerse de dar al hijo la instrucción y disciplina paciente y bien ideada que necesita no manifiesta amor, sino falta de amor, porque el amor sigue buscando y trabajando en pro de lo que es para el mayor provecho de la persona amada, tanto ahora como en el futuro. (Vea Proverbios 13:24.) Además, el amor “no se siente provocado. No lleva cuenta del daño.” ‘Espera todas las cosas.’—1 Cor. 13:5, 7.
Por eso, el padre amoroso sigue expresando esperanza para el hijo mientras haya base alguna para abrigar esa esperanza. Los padres y las madres a quienes realmente les importan sus hijos no ‘se dan por vencidos’ fácilmente respecto a ninguno de ellos; no se retiran de dar la necesaria dirección y corrección junto con razonamiento y amor. Manifiestan que tienen la cualidad de gran paciencia.
‘AUN COMO UN PADRE CENSURA A SU HIJO’
¡Cómo nos alienta el meditar en que en todo esto los padres simplemente reflejan el propio ejemplo espléndido de Dios! Pues él no se da por vencido fácilmente en sus tratos con sus siervos; más bien, manifiesta un grado asombroso de gran paciencia para con ellos. Por eso vemos que en los días de Nehemías, los levitas, al orarle a Dios, se refirieron a las experiencias de los israelitas en el desierto de Sinaí y dijeron:
“Ellos mismos, aun nuestros antepasados, actuaron presuntuosamente y . . . rehusaron escuchar, y no se acordaron de tus maravillosos actos que ejecutaste con ellos, sino que endurecieron su cerviz y nombraron una cabeza para volver a su servidumbre en Egipto. Pero tú eres un Dios de actos de perdón, benévolo y misericordioso, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa, y no los dejaste.”—Neh. 9:16, 17.
No solo notamos la paciencia de Dios, sino su disciplina y corrección paternales, y aunque éstas tal vez le causen dolor al corregido, siempre retienen un aspecto positivo. Se dan con la mira de un fin beneficioso. Es por eso que Proverbios 3:11, 12 insta: “La disciplina de Jehová, oh hijo mío, no rechaces; y no aborrezcas su censura, porque al que Jehová ama él censura, aun como lo hace un padre a un hijo en quien se complace.”—Compare con Hebreos 12:5-11.
De modo que no se trata meramente de un gobernante vengativo que se indigne y enfurezca porque alguien no muestra debido respeto a sus leyes. Es cierto que el pecado craso encoleriza o enoja a Dios, y con razón. (Núm. 25:1-3) Pero su cólera no es incitada por egoísmo ni orgullo personal. Él conoce mejor que nadie las horribles consecuencias que puede producir el pecado, lo desastroso que puede ser su influencia envenenadora, lo perjudicial que es a la felicidad humana. El mostrar falta de respeto a Su soberanía jamás puede resultar en bien; solo en daño. Perjudica al que muestra tal falta de respeto e inevitablemente perjudica a otros. Por eso un Dios amoroso no podría menos que sentirse agraviado por el pecado, jamás pudiera pasarlo por alto con una actitud de indiferencia. Aunque Dios es “tardo para la cólera,” cuando sí obra contra el pecado lo hace de modo que no siga resultando en más daño.—Éxo. 34:6; compare con Salmo 106:36-40.
Esto no es todo; Jehová también gradúa la severidad (o suavidad) de su censura, no según una fórmula rígida, sino según lo que verdaderamente se necesite. Usando la ilustración de un labrador, Jehová dice en Isaías 28:23-29 (Versión Straubinger):
“Prestad atención y oíd mi voz; atended y escuchad mi palabra. ¿Acaso para sembrar el arador está siempre arando, abriendo y rastrillando su campo? Después de allanar su superficie, ¿acaso no esparce el eneldo, siembra el comino, pone el trigo en los surcos, la cebada en su lugar, y la espelta en el borde? Es Dios quien le enseña esta regla y le instruye. Pues no con el trillo se trilla el eneldo, ni rueda de carro pasa sobre el comino; sino que el eneldo es sacudido con un bastón y el comino con una vara. El trigo, en cambio, es trillado, pero no se lo trilla continuamente; y aunque (el labrador) hace pasar sobre él las ruedas de su carro y sus caballos, sin embargo no lo tritura. También esto viene de Yahvé de los ejércitos, el cual es admirable en sus designios y grande en sabiduría.”
El labrador no ara continuamente el suelo, sino solo al grado que se necesita. El labrador israelita esparcía o sembraba al voleo algunas semillas más pequeñas, mientras que otros granos más valiosos se colocaban en hileras. Y cuando los trillaba, los granos más pequeños, más tiernos, no se trillaban con equipo pesado, no fuera a ser que se les aplastara, sino con una vara. Hasta los granos más grandes y más duros que eran trillados con instrumentos pesados, como con un trillo de madera o rueda de carreta, no se trillaban al grado de aplastarlos totalmente. Así también Jehová, de manera sabia, justa y amorosa, mide la censura, disciplina y corrección —ya sea leve, moderada, fuerte o hasta severa— según la necesidad de cada situación individual. Solo los que ofrecen resistencia voluntariosa a Sus esfuerzos pacientes por ayudarlos reciben la fuerza de su poder destructivo.
PASTORES PARA EL REFRIGERIO Y PROTECCIÓN DEL REBAÑO
¡Qué bueno es, también, considerar el ejemplo del Hijo de Dios, el “pastor excelente” de las ovejas de Dios! (Juan 10:11) Cuando estuvo en la Tierra reflejó las cualidades de Dios y puso el ejemplo para todos los que habrían de servir de pastores en la congregación cristiana. ¿Cuál fue y es su manera de tratar con los que llegan a ser sus discípulos? Él mismo dio esta afectuosa invitación:
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.”—Mat. 11:28-30, Biblia de Jerusalén.
La actitud refrescadora que Jesús manifiesta para con los pecadores arrepentidos se demuestra en la ilustración acerca del hombre que pierde una de sus cien ovejas y deja las noventa y nueve para ir a buscar la que se perdió. Cuando el hombre halla la oveja descarriada no le grita ni le da patadas por haberse descarriado, sino que, dijo Jesús, “la pone sobre sus hombros y se regocija. Y cuando llega a casa convoca a sus amigos y a sus vecinos, diciéndoles: ‘Regocíjense conmigo, porque he hallado mi oveja que estaba perdida.’” Jesús pasó a decir que “así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentimiento.”—Luc. 15:1-7.
Como requisito para los ancianos cristianos el apóstol Pablo dijo que cada uno debería adherirse “firmemente a la fiel palabra en lo que toca a su arte de enseñar, para que pueda exhortar por la enseñanza que es sana y también censurar a los que contradicen.” (Tito 1:9) Sí, puede que a veces los ancianos tengan que censurar a ciertos individuos de la congregación a la cual prestan servicio. El tener que hacerlo no es placentero; no es algo que se les haga fácil. Pero saben que “las censuras de la disciplina son el camino de la vida,” y que ‘a todos aquellos a quienes Jehová ama él los censura,’ y entre ésos están ellos mismos. (Pro. 6:23; 3:11, 12; Heb. 12:6) Descubren que es cierto que “el que está censurando a un hombre hallará después más favor que aquel que está lisonjeando con su lengua.” (Pro. 28:23) Y por eso, cuando las circunstancias lo exigen no se abstienen de mostrar francamente a los que yerran cómo pueden y deben corregir su proceder. (Pro. 27:5) Lo mismo que Dios, tienen presente una meta positiva.
¿De qué manera debe abordar un anciano al que ha emprendido un derrotero incorrecto? Si el anciano adopta una actitud superior, como la de un policía que trata con un criminal o un fiscal que interroga a un sospechoso, la reacción que se produzca de seguro no será provechosa. (1 Ped. 5:2, 3, 5) Pero si el anciano muestra compasión, dándose cuenta de que él mismo es imperfecto, que no está inmune a cometer un error, entonces puede reflejar un espíritu fraternal. (Gál. 6:1) Está allí principalmente para ayudar, no para condenar, y es más probable que el que está equivocado responda bien a esa manera de abordarlo. (1 Ped. 3:8) Cada situación es diferente y la persona sabia tratará de obtener conocimiento y perspicacia en cuanto a las circunstancias en vez de llegar a conclusiones precipitadas.—Pro. 18:15; 21:11.
Aunque el individuo que haya errado se muestre renuente a hablar o hasta use de evasivas, la paciencia y la bondad pueden servir de mucho para vencer esto. (Pro. 25:15; 2 Tim. 2:24-26) Debe estar convencido de que los ancianos sí se interesan de corazón en lo mejor para él; son sus hermanos. Aunque las circunstancias exijan consejo fuerte, quizás hasta la severidad de la censura, es importante que el anciano recuerde siempre que lo que se ha de odiar y condenar es la maldad, no la persona. (Jud. 23) Por supuesto, los que rechazan todos los esfuerzos que se hacen por darles ayuda, que son desafiantes y no se arrepienten de la maldad seria que han cometido, así muestran que son un peligro para la congregación, y en los intereses de ella se requiere que sean expulsados. Y no obstante, aun cuando se les expulsa se les puede dar y se les debe dar consejo bíblico para que se den cuenta de que el arrepentimiento sincero puede lograr que más tarde se les vuelva a admitir en la congregación.
Pero, ¿precisamente qué significa “censurar” a alguien? En la congregación cristiana, ¿es el propósito principal de la censura el avergonzar o regañar a otro? ¿Sería administrar “censura” el simplemente anunciar que cierta persona ha participado en alguna clase de conducta mala y expresar desaprobación de dicha mala conducta? Veremos ahora lo que la Biblia indica.
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Cómo los censuradores sabios ayudan a los que yerranLa Atalaya 1977 | 1 de junio
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Cómo los censuradores sabios ayudan a los que yerran
“Un arete de oro . . . es el censurador sabio al oído que oye.”—Pro. 25:12.
1, 2. ¿En qué resulta el responder o no responder a la censura de Dios, y qué necesitan los ancianos para ser censuradores sabios?
HACE mucho tiempo el hombre fiel Eliú dijo de Jehová Dios: “Les destapará su oído a la exhortación, y dirá que deben volverse de lo que es perjudicial. Si obedecen y sirven, acabarán sus días en lo que es bueno y sus años en lo agradable. Pero si no obedecen, pasarán de la existencia aun a proyectil, y expirarán sin conocimiento. Y los apóstatas de corazón acumularán ellos mismos cólera. No deben clamar por auxilio porque él los ha encadenado.”—Job 36:10-13.
2 Correctamente los ancianos desean evidenciar que son censuradores sabios con el fin de ‘hacer que los que yerran se vuelvan de lo que es perjudicial.’ Es obvio que esto exige que comprendan lo que se da a entender por “censura” en la Biblia.
CÓMO DIFIEREN LA “CENSURA” Y LA “REPRENSIÓN”
3. ¿Qué es una reprensión, y qué propósito tiene por lo común?
3 En la Biblia, en sus lenguajes originales, encontramos que ciertas palabras se usan para expresar la idea de censurar y otras para expresar el pensamiento de reprender. ¿Cuál es la diferencia? “Reprender” tiene el sentido de amonestar vituperando lo dicho o hecho, o, con severidad: increpar, “regañar.” Una “reprensión” puede ser simplemente una expresión de fuerte desaprobación y a menudo tiene por objeto principalmente hacer que alguien desista de alguna acción o habla ofensiva o indeseable. (Compare con Génesis 37:10; Job 11:3.) Por ejemplo, cuando los discípulos de Jesús lo aclamaban al entrar en Jerusalén, los fariseos le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos,” dando a entender, de hecho, ‘Diles que cesen de decir esas cosas.’ Jesús contestó que “si éstos permanecieran callados, las piedras clamarían.”—Luc. 19:39, 40.
4. ¿Muestra una comparación de Mateo 18:15 y Lucas 17:3 que “reprensión” y “censura” puedan usarse como términos intercambiables?
4 Para “reprende” el escritor inspirado del Evangelio usó aquí la palabra griega epitimao. La palabra griega que corresponde con “censurar” es la palabra elengko. En Mateo 18:15 esa palabra aparece cuando Jesús dice que “si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su culpa [griego, elengko; Kingdom Interlinear, “censura”] entre ti y él a solas.” (Compare con Levítico 19:17.) En un pasaje correspondiente en Lucas 17:3 Jesús dijo, según se informa: “Si tu hermano comete un pecado, dale una reprensión [griego, epitimao]; y si se arrepiente, perdónalo.” ¿Demuestra eso que “reprensión” y “censura” se puedan intercambiar y que signifiquen esencialmente la misma cosa? No sería prudente suponer eso con este ejemplo aislado como fundamento. El modo en que las Escrituras usan los dos términos revela la distinción que hay entre ellos.
5, 6. ¿Qué ejemplos ilustran que estos dos términos son realmente diferentes en significado, y qué indica esto tocante a su uso en los dos textos ya mencionados?
5 En las Escrituras Griegas Cristianas, por ejemplo, hallamos que Jesús ‘reprendió’ (epitimao) a demonios, diciéndoles que ‘se callaran’ y que ‘salieran’ de las personas a quienes poseían. (Mat. 17:18; Mar. 1:25; 9:25; Luc. 4:35, 41; 9:42) En ninguna parte dicen los escritores de la Biblia que los demonios fueran censurados (elengko) por Jesús. Él también “reprendió” la fiebre que tenía la suegra de Pedro, haciendo que la dejara; y, en el mar de Galilea, “reprendió” los vientos violentos y el mar furioso, y así puso fin a la amenaza que éstos presentaban de hacer zozobrar el barco en el cual estaban él y sus discípulos.—Luc. 4:39; Mat. 8:26; Mar. 4:39; Luc. 8:24.
6 Sería sumamente inapropiado el tratar de usar como término sustituidor la palabra “censura” (elengko) en los casos que se acaban de mencionar. Se puede reprender o increpar hasta a un animal. (Sal. 68:30) Pero, como veremos, solo a seres humanos que tienen la facultad de raciocinio y las cualidades de corazón y conciencia se les puede censurar. De modo que parece que el uso de la palabra “reprensión” en Lucas 17:3, que se mencionó antes, sencillamente ilustra que una censura puede estar acompañada de una reprensión o incluir una reprensión.
7. ¿Qué sentido tenía la palabra griega para “censura” que emplearon los escritores inspirados de la Biblia según empleaba ese término la gente de su día?
7 ¿A qué, entonces, se refiere la palabra griega elengko (censurar)? Es cierto que esta palabra en otro tiempo se usó en el griego clásico para expresar la idea de “causar oprobio” o “avergonzar.” Pero los léxicos griegos muestran que generalmente no era así como se usaba la palabra.a Y muestran que esta idea no es, definitivamente, el pensamiento dominante de la palabra en las Escrituras Griegas Cristianas. Note estas definiciones de elengko (censurar) del Greek-English Lexicon de Liddell y Scott:
“Someter a interrogatorio, examinar con preguntas, . . . acusar a uno de hacer, . . . probar culpable. . . . 2. examinar, dar la prueba. . . . 3. probar . . . presentar prueba convincente. . . . 4. refutar, . . . b. rectificar, corregir. . . . 5. aventajar. . . . 6. exponer.”
8. ¿Qué muestra esto en cuanto a la razón fundamental por la cual se necesitaba la censura?
8 Estas definiciones se fundan en gran parte en el modo en que escritos griegos no bíblicos usan la palabra. Pero una cosa se desprende claramente de estas definiciones. Todas indican que la persona que tiene que ser censurada manifiesta, si no una negación franca de alguna maldad, por lo menos una renuencia a confesar el mal o que hasta cierto grado no reconoce la naturaleza verdadera del mal y la necesidad de arrepentirse de él. La persona que está en esta situación muestra que necesita que la “convenzan” o la “prueben culpable” del mal. Veremos por qué es importante recordar este punto.
9, 10. ¿Cómo muestra también la Biblia que lo que hace necesaria la censura es no reconocer el mal y arrepentirse de él?
9 El uso que se le da a esta palabra griega en la Biblia confirma estas definiciones. Por ejemplo, note el texto ya mencionado de Mateo 18:15 donde Jesús dice que “si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su culpa [elengko; “censúralo,” Kingdom Interlinear] entre ti y él a solas.” Es por la mismísima razón de que el ofensor no reconoce su pecado o no lo confiesa y se arrepiente de él que el ofendido tiene que censurarlo al ponerle al descubierto su culpa.
10 Otros textos donde también se usa esta palabra (elengko) describen la censura de los que, hasta aquel punto, no habían aceptado corrección, lo cual habían mostrado al continuar en su maldad.—Compare con Lucas 3:19; Juan 3:20; Efesios 5:6, 7, 11-14; 2 Timoteo 4:2-4; Tito 1:9-13; 2 Pedro 2:15, 16.
11, 12. (a) Por lo tanto, ¿qué incluye como rasgo esencial el modo bíblico de censurar a los malhechores, y qué se quiere lograr con esto? (b) ¿Cómo se puede ilustrar la diferencia entre “reprensión” y “censura” en la disciplina que los padres dan a los hijos?
11 Entonces, ¿cómo se censura a las personas? El censurar comprende mucho más que el simplemente hacer una acusación o expresar condenación de lo que alguien ha hecho (como en una reprensión). Por lo tanto también comprende mucho más que el simplemente leer un anuncio tocante a que alguien se ha portado mal. La Biblia muestra que la censura exige la presentación de evidencia o argumento. (Compare con Hebreos 11:1, donde el sustantivo elengkos se traduce “demostración evidente” de realidades.) Por eso, al poner de relieve la diferencia entre los términos bíblicos para “reprender” y “censurar,” Synonyms of the New Testament, del docto griego Trench, dice:
“Uno puede ‘reprender’ a otro sin convencer al reprendido de que haya cometido alguna falta; y esto, ya porque no haya habido falta, y la reprensión por lo tanto fuera, innecesaria o injusta [compare con Mateo 16:22; 19:13; 20:31]; o bien porque, aunque haya habido tal falta, la reprensión no sirvió para hacer que el ofensor la confesara; y en esta posibilidad de ‘reprender’ por el pecado, sin ‘convencer’ de pecado, está la distinción entre estas dos palabras. . . . elengkos [censura] entraña no simplemente la acusación, sino también la verdad de la acusación, y la manifestación de la verdad de la acusación; y más todavía que todo esto, con mucha frecuencia también el reconocimiento, si no exterior, sin embargo interior, de su verdad por parte de la persona acusada. . . .”
12 Se puede comparar esta diferencia con la que hay entre el padre o madre que queda satisfecho con regañar a un hijo para que deje de hacer algo y el padre o madre que está dispuesto a dedicar tiempo a razonar con el hijo y ayudarle a ver por qué la acción incorrecta es verdaderamente mala y por qué el niño debe querer en realidad evitarla. Aunque hay ocasiones apropiadas para las reprensiones, con más frecuencia hay mayor necesidad de censura.
13. ¿Qué dos propósitos cumple la evidencia que se da al censurar?
13 Por lo tanto, el presentar evidencia al suministrar censura puede cumplir con dos propósitos: Puede ser para probar que la persona realmente cometió el acto o los actos de que se le acusa, o tal vez se necesite para demostrarle al individuo o hacerle ver con claridad exactamente cuán incorrecto fue su proceder. En Juan 16:8, 9 Jesús dijo que el espíritu santo de Dios “dará al mundo evidencia convincente [elengko; “censura,” Int] respecto al pecado . . . porque ellos no están ejerciendo fe en mí.” Pero en cuanto a él mismo, aunque sus opositores lo reprendieran injustamente, Jesús sabía que jamás podrían presentar “evidencia convincente” de que él hubiera cometido pecado alguno, y por eso les dijo: “¿Quién de ustedes me prueba culpable [elengko; “está censurándome,” Int] de pecado?”—Juan 8:46.
EL MOTIVO TRAS LA CENSURA CRISTIANA
14, 15. Sin embargo, ¿qué mira final tiene la censura cristiana y su evidencia convincente?
14 Pero esto no es todo. Para los siervos de Dios, la censura significa más que solo demostrar y probar que se ha cometido un mal (el sentido que a menudo tiene el término en los escritos seglares griegos). El uso de la palabra en la Biblia se distingue de su uso seglar. ¿De qué manera? En el hecho de que “censura” en las Escrituras tiene un motivo que va más allá de solo probar culpables a los malhechores o satisfacer la justicia. Enfocando en cuál es ese motivo, el Theological Dictionary of the New Testament (tomo II) dice (cursivas nuestras):
“El uso de elengko en el N[uevo] T[estamento] está restringido. . . . Significa ‘mostrarle a alguien su pecado y pedirle que se arrepienta.’ Esto puede ser un asunto privado entre dos personas, como en Mat. 18:15; Efe. 5:11. Pero puede ser también un asunto de congregación bajo el dirigente, como en las cartas pastorales: 1 Tim. 5:20; 2 Tim. 4:2; Tito 1:9, 13; 2:15. . . . La palabra no significa solo ‘culpar’ o ‘censurar,’ ni ‘convencer’ en el sentido de prueba, ni ‘revelar’ o ‘exponer,’ sino ‘rectificar,’ a saber, ‘señalar en dirección contraria al pecado y hacia el arrepentimiento.’”
15 La censura bíblica, pues, no es simplemente para avergonzar a alguien o expresar desaprobación de su mala acción, como puede ser en el caso de una reprensión. En vez de simplemente tratar de hacer que alguien cese de cometer alguna acción mala, el objetivo de la censura es positivo, a saber, llegar al corazón de la persona y hacer que llegue a odiar ese mal. De modo que el ‘poner al descubierto’ la mala acción de un individuo no se hace simplemente para exponerlo, sino para ganarlo como hermano y tratar de evitar que se pierda de la congregación por hundirse más profundamente en el pecado.—Mat. 18:15, 16.
CENSURADOS POR NUESTRO PROPIO CORAZÓN O MEDIANTE LA AYUDA DE OTROS
16, 17. Al responder a la pregunta en cuanto a si es necesario censurar a alguien que ya ha abandonado el mal proceder, ¿qué factores hay que tener presentes?
16 ¿Qué hay, pues, del cristiano que comete algún mal una o más veces pero después su conciencia lo impele a arrepentirse y él se aparta de ese mal proceder, lo abandona? ¿Todavía necesita que alguien lo censure?
17 Aquí es preciso recordar el significado de la palabra “censurar” (elengko). Hemos visto que puede encerrar ideas como las siguientes: tener que acusar y quizás dirigir preguntas o interrogar al individuo, haciendo que quede probado su mal, o refutar por argumento convincente su punto de vista equivocado acerca de alguna acción cuya comisión ha admitido, así probándole su culpa en su propia mente y corazón. Y todo esto con la mira de llevarlo al arrepentimiento, para que no solo desista de su práctica mala, sino que no vuelva a ella.
18. ¿Puede ser censurada una persona por su propio corazón, y, si puede serlo, cómo?
18 Sin embargo, en la situación que acabamos de mencionar del individuo que se arrepiente de su pecado y lo abandona, ¿no se ha censurado ya, en realidad, el malhechor a sí mismo? Sí, su propia conciencia lo acusa, la Palabra y espíritu de Dios lo convencen de su culpa y su corazón lo impele a arrepentirse y a apartarse del mal proceder. No necesita que otra persona le ‘ponga al descubierto su culpa’ para conseguir que reconozca y corrija su mal proceder.—Compare con Salmo 16:7; Jeremías 2:19.
19. ¿Qué ejemplo hallamos de esto en cosas que hizo Pedro?
19 Esto evidentemente fue lo que le sucedió al apóstol Pedro. Jesús le había advertido a Pedro que negaría tres veces a su Señor. Cuando se presentaron las difíciles circunstancias del arresto y juicio de Jesús, Pedro mostró debilidad y ciertamente negó a Jesús en tres ocasiones. Sin embargo, solo bastó con que Jesús le diera una mirada para que aquello llegara al corazón de Pedro e hiciera que Pedro saliera y se pusiera a llorar amargamente en arrepentimiento por lo que había hecho. Su propio corazón y el recuerdo de las palabras anteriores de Jesús lo habían censurado. El proceder de Pedro desde entonces en adelante dio testimonio de que se había resuelto a no ser culpable de nuevo de un grave mal como aquél. Unas semanas después a Jesús le pareció apropiado usar a Pedro como una de las ‘piedras de fundamento’ en la formación de la congregación cristiana.—Luc. 22:54-62.
20, 21. (a) Aunque se haya resuelto a no volver al mal proceder, ¿de qué provisión puede aprovecharse sabiamente la persona? (b) ¿Por qué necesitó censura David, y cómo se la administró Natán?
20 Esto no significa que uno no pueda necesitar ayuda en tales casos. Aunque exista la determinación de no volver a cometer el mismo mal, bien puede suceder que se necesite la ayuda de otros para fortalecer esa resolución. Jehová Dios ha suministrado hermanos que nos pueden ayudar de esa manera.—Pro. 17:17; Luc. 22:31, 32; Gál. 6:2.
21 A diferencia de lo que sucedió en el caso de Pedro, mucho tiempo antes de aquello el rey David necesitó que alguien lo censurara. Había cometido fechorías de una clase muy seria que resultaron en que otros salieran muy perjudicados. Sin embargo, no había admitido el error de su proceder y, en cambio, había buscado maneras de encubrir su mal proceder. Por esa razón Dios envió al profeta Natán para censurar a David. Natán hizo esto por medio de usar una vigorosa y gráfica ilustración que describía una situación paralela a la de David. Encolerizado por el egoísmo del hombre pintado en la ilustración de Natán, David condenó la cruel falta de compasión de aquel hombre. Entonces Natán sacudió a David al decir: “¡Tú mismo eres el hombre!” Al ver sus acciones como realmente eran, y comprendiendo y sintiendo vivamente lo ruines que en realidad habían sido, ahora David se arrepintió. De no haberse arrepentido se hubiera hecho merecedor de la muerte, como él mismo había confesado.—2 Sam. 12:1-13.
22. ¿De qué manera expresa David una actitud excelente para con la censura y también muestra los grandes beneficios que produce el arrepentimiento?
22 En uno de sus salmos, David expresó la actitud apropiada para con la censura, al decir: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza, que mi cabeza no querría rehusar.” (Sal. 141:5) Además, en Salmo 32:1-6, David describió el sufrimiento angustioso que experimentó personalmente por no haber buscado el perdón de Jehová por los pecados que había cometido y el bendito alivio que le trajo el arrepentirse y confesar su culpa a Dios.
23. ¿Qué reconocen los censuradores sabios, y cómo ilustran esto los textos que se citan en este párrafo?
23 Para que los pastores de la congregación sean censuradores sabios, también tienen que tener presente que, tal como el mal proceder puede tener extensa variedad de gravedad, así también la censura puede tener una amplia serie de grados de severidad. (Compare Gálatas 6:1; 2 Timoteo 2:24-26 con Tito 1:13.) Hasta los que están haciéndose un excelente registro como siervos de Dios a veces necesitan censura sobre algún punto de vista, habla o acción fuera de lo correcto.
24, 25. ¿Es posible que siervos fieles de Dios también necesiten censura? ¿Qué buenos resultados obtienen de esto?
24 Eso le aplicó a Pedro en una ocasión posterior. En Gálatas 2:11-14 se relata que cuando fue a Antioquía de Siria confraternizó con individuos incircuncisos, no judíos, y participó en comidas con ellos. Pero cuando ciertos varones de la congregación de Jerusalén (hombres que evidentemente se adherían todavía a la idea de que los judíos debían estar separados) vinieron a Antioquía, Pedro dejó de asociarse con los cristianos gentiles. El apóstol Pablo, al ver este proceder erróneo y los malos efectos que estaba causando en otros creyentes judíos, se sintió obligado a censurar a Pedro. Con argumento sólido le mostró a Pedro que su proceder era incorrecto, y lo hizo públicamente a oídos de los presentes. No puede haber duda de que Pedro aceptó esta censura, y más tarde él se refiere a Pablo con aprecio afectuoso.—2 Ped. 3:15, 16.
25 Sí, como dice Proverbios 9:8, 9: “Da una censura a un sabio y te amará. Da a un sabio y se hará aún más sabio.” “Debe dirigírsele censura al entendido, para que discierna conocimiento,” como sucedió con Pedro. Entonces, que siempre tengamos abiertos nuestros oídos para recibir las sabias “censuras de la disciplina” que son el “camino de la vida” para todos los que aman a Dios y su justicia.—Pro. 19:25; 6:23; 25:12.
[Nota]
a El Lexicon of the New Testament, de Robinson, dice de elengko: “avergonzar, causar oprobio, solo en Homero [poeta griego de antes del cristianismo]. . . . Por lo general y en el N[uevo] T[estamento] convencer, . . . refutar, probar que alguien está equivocado.”
Word Studies in the New Testament, de Vincent, dice: “En el griego clásico más primitivo significa causar oprobio o avergonzar . . . Entonces [más tarde], someter a interrogatorio o examinar con preguntas, con el propósito de convencer, probar culpa o refutar. . . . De argumentos, dar la prueba; probar; probar por una cadena de razonamiento.” (Cursivas nuestras.)
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Censurando a las personas que practican el pecadoLa Atalaya 1977 | 1 de junio
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Censurando a las personas que practican el pecado
“Censura delante de todos los presentes a las personas que practican el pecado, para que los demás también tengan temor.”—1 Tim. 5:20.
1, 2. ¿Qué instrucciones le dio Pablo a Timoteo mientras Timoteo estaba en Éfeso, y qué preguntas surgen debido a esto?
CUANDO el apóstol Pablo estuvo aconsejando a su colaborador Timoteo en cuanto a cómo tratar con los problemas que había en Éfeso, donde algunos estaban suscitando discusiones infructuosas y enseñanzas contradictorias, incluyó estas palabras: “Censura delante de todos los presentes a las personas que practican el pecado, para que los demás también tengan temor.”—1 Tim. 5:20; 1:3-7; 6:3-5.
2 ¿Qué quiso decir el apóstol por ‘practicar el pecado’? Si uno participara en alguna acción incorrecta más de una sola vez, ¿lo haría eso automáticamente un ‘practicante’ del pecado?
DETERMINANDO QUIÉNES SON LOS ‘PRACTICANTES’ DEL PECADO
3, 4. ¿Qué significado tiene la expresión griega que Pablo usó aquí, y por lo tanto qué dicen ciertas traducciones?
3 Volviendo al lenguaje (griego) en el cual escribió Pablo, hallamos que la expresión “practican el pecado” es hamartánontas, el participio activo, o del presente, del verbo “pecar” en griego. ¿Qué nos da a entender eso? Note lo que dicen algunos comentarios bíblicos (se da uso a letras cursivas para énfasis):
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