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Por qué se puede creer en una resurrecciónLa Atalaya 1974 | 15 de abril
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Muchos testigos oculares confirmaron históricamente la resurrección del Señor Jesucristo. En una ocasión se apareció a más de 500 discípulos, la mayoría de los cuales todavía vivían cuando el apóstol Pablo escribió su primera carta a los corintios. La resurrección de Jesucristo quedó tan bien establecida que Pablo pudo escribir en esta carta: “Si, de veras, no hay resurrección de los muertos, tampoco ha sido levantado Cristo. Pero si Cristo no ha sido levantado, nuestra predicación ciertamente es en vano, y nuestra fe es en vano. Además, también somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos dado testimonio contra Dios de que él levantó al Cristo, pero a quien no levantó si los muertos verdaderamente no han de ser levantados.”—1 Cor. 15:13-15.
Los cristianos del primer siglo, como el apóstol Pablo, sabían con seguridad que Jesús había sido resucitado. Estuvieron dispuestos a enfrentarse a penalidades de toda clase, aun a la muerte misma, con la plena seguridad de que serían recompensados en la resurrección.
¿QUÉ SERÁ RESUCITADO?
La resurrección de Jesucristo revela que el levantar a los muertos no significa traer de vuelta a la vida idénticamente el mismo cuerpo. Jesús no fue resucitado a la vida humana, sino a la vida de espíritu. Primera de Pedro 3:18 nos dice: “Pues, hasta Cristo murió una vez para siempre respecto a pecados, un justo por los injustos, para conducir a ustedes a Dios, habiendo sido muerto en la carne, pero hecho vivo en el espíritu.” En su resurrección Jesús recibió un cuerpo, no de carne y sangre, sino uno adecuado para la vida celestial.—1 Cor. 15:40, 44-50.
Para que lo vieran sus discípulos después de su resurrección, Jesucristo asumió carne junto con ropa apropiada, tal como los ángeles lo habían hecho antes cuando se aparecieron a hombres. Esto explica por qué los discípulos de Jesús no siempre lo reconocieron al principio y por qué Jesús podía aparecer y desaparecer súbitamente. (Luc. 24:15-31; Juan 20:13-16, 26) Recuérdese también que Jesús no fue enterrado con ropa, sino envuelto en vendaje de lino fino. Después de su resurrección el vendaje quedó en la tumba. Por eso, tal como Jesús tuvo que materializar ropa, también asumió carne para hacerse visible a sus discípulos.—Luc. 23:53; Juan 19:40; 20:6, 7.
Esto puede hacer surgir estas preguntas: ¿Qué hay de los que, a diferencia de Jesucristo, serán resucitados a la vida terrestre? ¿Serán sus cuerpos unos duplicados exactos de lo que eran al instante de su muerte? No, eso no sería razonable, ya que esto significaría que serían traídos a la vida en una condición casi como de muerte. Los que fueron resucitados en el pasado no fueron traídos de vuelta en la condición enfermiza que los llevó a su muerte. Aunque no eran perfectos al tiempo de su resurrección, tuvieron un cuerpo entero, sano.
Es manifiesto que el mismo cuerpo, de exactamente los mismos átomos, no podría ser restaurado a la vida. Por medio del proceso de descomposición el cuerpo humano se reconvierte en sustancias químicas orgánicas que la vegetación puede absorber. La gente puede comerse esta vegetación. Como resultado, los elementos que componían la persona original pueden llegar a estar en otras personas. Es obvio que los mismos átomos no pueden estar en la persona original y en todas las demás al tiempo de la resurrección.
Sin embargo, Jehová Dios puede reconstruir la misma persona en la resurrección. Somos lo que somos debido a nuestra personalidad, experiencias y desarrollo mental, no debido a la sustancia física que compone nuestros cuerpos. Hace aproximadamente siete años las moléculas que componen su cuerpo eran diferentes de las que lo componen hoy. Han sido reemplazadas. De modo que el cambio gradual que se logra en aproximadamente siete años de su vida puede ejecutarse instantáneamente en la resurrección.
Aunque esto quizás parezca casi increíble, sin embargo no es muy diferente de lo que sucede al tiempo de la concepción humana. La diminuta célula que se forma por la unión del espermatozoide y el óvulo tiene la potencialidad de llegar a ser una persona que difiere de toda otra persona que jamás ha vivido. Dentro de esta célula hay, de hecho, un modelo o patrón de lo que será la persona que se desarrollará de ella. Este patrón llega a ser parte del cuerpo del humano que se desarrolla. Por lo tanto, ¿no es razonable que el Creador del hombre pueda resucitar o re-crear un cuerpo con la personalidad y registro de vida de la persona muerta?
En consecuencia la resurrección o re-creación realmente depende del recuerdo de Dios del modelo o patrón de vida del hombre. Podemos tener confianza en esa memoria. Pues, ¡hasta los hombres imperfectos pueden conservar y reconstruir escenas visibles y audibles por medio de la cinta de video o de grabación usada en la televisión! ¡Cuánto mayor es la capacidad de Dios para guardar registros, pues llama por nombre a todo el sinnúmero de estrellas! (Sal. 147:4) Debido a que recuerda perfectamente los modelos de vida y su propósito de resucitar a los muertos, Jehová Dios pudo considerar a hombres fieles como Abrahán, Isaac y Jacob como si estuvieran vivos.—Luc. 20:37, 38.
Verdaderamente hay abundante razón para creer en la resurrección o re-creación de los muertos. La creencia en la resurrección se basa en las promesas confiables de Dios, las resurrecciones verificadas históricamente en el pasado y la confianza en que Dios puede conservar y reconstruir perfectamente los modelos o patrones de vida.
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¿Está usted respondiendo al amor de Dios?La Atalaya 1974 | 15 de abril
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¿Está usted respondiendo al amor de Dios?
EL PROPÓSITO de Dios de restaurar los muertos a la vida es una expresión de su amor. Él no está bajo ninguna obligación para con el género humano pecaminoso, moribundo. No debe a los muertos de la humanidad una resurrección. Sin embargo su amor al mundo de la humanidad es tan grande que no eximió de sacrificio a su Hijo más querido para suministrar una base para tratar con la humanidad y restaurar a la vida a los muertos humanos. (Rom. 8:32) Como dijo Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.”—Juan 3:16.
Lo que Jehová Dios hizo al dar su Hijo ha hecho posible que millones de personas que han muerto sin un conocimiento verdadero de él sean restauradas a la vida y lleguen a conocerlo y amarlo. En el caso de los que han entrado en una relación con Dios, la esperanza de la resurrección los ha capacitado para aguantar fielmente hasta la mismísima muerte y para hallar consuelo al perder a personas amadas.—1 Tes. 4:13, 14; Rev. 2:10.
¿Cómo está respondiendo usted al amor de Dios? ¿Lo está moviendo éste a llegar a conocerlo mejor, a aprender todo lo que pueda acerca de los caminos y tratos de Dios con la humanidad?
Por medio de su espíritu, Jehová Dios guió a unos cuarenta diferentes hombres durante el período de unos dieciséis siglos a escribir un registro confiable de Sus propósitos, caminos y tratos. Los sesenta y seis libros de la Santa Biblia contienen ese registro. La Biblia revela lo que Jehová Dios hizo al tratar con individuos, pueblos y naciones en el transcurso de muchos siglos. Nos ayuda a apreciar cómo Dios responde a una gran variedad de circunstancias y las razones que hay detrás de sus acciones. En consecuencia, por medio de la Biblia podemos conocer bien a Dios.
Si usted se siente impelido a estudiar la Biblia debido a un deseo sincero de conocer mejor a Dios, está respondiendo al amor de Dios. Muestra que aprecia el que
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