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  • Vea Londres... en un ómnibus de dos pisos
    ¡Despertad! 1978 | 22 de diciembre
    • dos veces, y ha funcionado en este sitio desde 1734. Precisamente después de pasar el banco, vemos las ocho columnas corintias del Royal Exchange donde, en 1567, Thomas Gresham erigió un edificio en que los comerciantes londinenses efectuaban sus transacciones. La Bolsa de Londres se encuentra a solo una cuadra de distancia.

      La columnata a la derecha da frente a la Mansion House, desde 1753 la residencia oficial del alcalde de Londres y actualmente más famosa por sus majestuosos banquetes. El Monumento al Gran Incendio se destaca como nuestro próximo punto de interés. Este monumento de 62 metros de alto, rematado por una brillante urna dorada de llamas esculpidas, recuerda la conflagración que devastó a Londres hace 300 años. Entre las propiedades que entonces fueron destruidas estaban 13.200 casas, 89 iglesias y 400 calles. No obstante, se dice que solo tres personas murieron en aquel holocausto.

      Ante nosotros está el puente de Londres. Según informes, había un puente aquí en 43 E.C. Hasta 1738 éste fue el único puente de Londres, pero el Parlamento entonces consintió en la construcción de un segundo puente, en Westminster.

      Doblando por la calle Tooley, pasamos por una compacta zona de almacenes y salimos al puente de la Torre, una vista verdaderamente magnífica. Esta estructura de casi un kilómetro de largo se inauguró en 1894 y tiene dos puentes levadizos, cada uno de los cuales pesa 1.000 toneladas. Para dejar pasar los buques, éstos se levantan en solo un minuto y medio. Al cruzar el puente, vemos a la izquierda una de las fortalezas más antiguas y célebres de la Gran Bretaña, la Torre de Londres. Durante sus variados 900 años de historia, la Torre Blanca, marcada por sus cuatro torrecillas, en diferentes períodos ha sido un palacio, una prisión, la Real Casa de la Moneda y hasta un jardín zoológico. ¡Qué muchos relatos pudiera contar! Hoy día la Torre de Londres sencillamente salvaguarda las joyas de la corona real, que están en exhibición pública.

      Al entrar en Eastcheap, se nos recuerda el término anglosajón ceap (que significa trueque o compra), pues aquí estaban las antiguas carnicerías y mercados de comestibles.

      La calle de la reina Victoria nos lleva de vuelta al Támesis. A la derecha de usted están los Jardines del templo, terreno que en un tiempo pertenecía a los Templarios o Caballeros del Temple. Estos eran una orden militar y religiosa cuyo interés original era el guardar los caminos y proteger a los peregrinos que viajaban a los “lugares santos” de Jerusalén. En 1312 se disolvió la orden y la propiedad pasó a un cuerpo de abogados. En esta propiedad se construyeron las escuelas de derecho: el Inner Temple, Lincoln’s Inn y otras. Los abogados todavía tienen aquí sus “cámaras.”

      Los barcos anclados a lo largo del Embankment han atraído su atención. El más colorido es la última nave en línea, el barco ballenero de tres mástiles que ahora es un museo flotante. Este es el famoso “Discovery” capitaneado por Roberto Falcón Scott en su expedición de 1901 al Polo Sur.

      Al pasar por debajo del puente de Waterloo, observe el esbelto obelisco de granito conocido como la Aguja de Cleopatra. Se le trajo a flote de Egipto hace solo poco más de 100 años. En 1450 a. de la E.C. esta columna se erguía en el exterior del Templo del Sol en Heliópolis, y solo tiene la más remota conexión con Cleopatra.

      ¿Qué es eso? ¡El ruido profundo y resonante al dar la hora no podía menos que hacerlo mirar a su alrededor! Bueno, mire arriba, a 96 metros de altura. Sí, ése es Big Ben. Este reloj gigante fue llamado así en honor a Benjamin Hall, el comisionado de obras de construcción en ese entonces.

      Desde Big Ben hasta Hyde Park

      Damos la vuelta a la Plaza del Parlamento y al entrar en la calle del Parlamento nos enfrentamos al Cenotaph, el monumento solemne que conmemora la tragedia de las dos guerras mundiales. Como su nombre en griego implica, nadie está enterrado aquí, pues kenos significa “vacío” y taphos significa “tumba.” Una ojeada rápida a la izquierda y vemos el número 10 de la calle Downing, el hogar londinense del primer ministro desde los días de Roberto Walpole en 1735.

      Ahora vemos los guardas montados. Varios regimientos montados están asignados como guardas vitalicios a la soberana y se les puede ver aquí de servicio, sentados en sus magníficos caballos negros. Cada mañana a las 11 en punto, se efectúa una ceremonia colorida de movimiento preciso... el cambio de la guardia.

      Al continuar por Whitehall, pasamos del ejército a la marina al aparecer ante nosotros el monumento de 56 metros de alto al vencedor naval de la batalla de Trafalgar, Lord Nelson. Detrás de éste se puede ver otra de las espléndidas galerías de arte de Londres, la imponente Galería Nacional.

      Desde la plaza de Trafalgar, seguimos por un desvío hasta Piccadilly Circus, el centro del extremo occidental de Londres. Aquí vemos la muy fotografiada estatua de Eros. Esta estatua de aluminio de tres metros de alto no representa al dios del amor erótico, sino, más bien, ‘a la caridad que en vuelo raudo se dirige a prestar ayuda’... un símbolo que conmemora la obra de Lord Shaftesbury para ayudar a los pobres. Retrocediendo por Haymarket, volvemos a Pall Mall. ¡Qué nombre tan extraño! Hace unos 300 años se podía observar aquí un juego de pelota francés —pallemaille— que se jugaba aquí, y de ahí el origen del nombre. La torre de ladrillos rojos con su reloj que a continuación llama nuestra atención es lo único que queda de la estructura original del Palacio de St. James, construido por orden del rey Enrique VIII.

      Viajando a lo largo de Green Park, nos encontramos ahora en Piccadilly misma. Pero mire, ¡allá adelante! Sí, es Hyde Park una vez más. Ha terminado nuestra gira por Londres sobre un ómnibus. Desde aquí arriba hemos tenido una vista espléndida a medida que 19 siglos de historia han pasado en repaso. Gladstone tenía razón. ¡La mejor manera de ver a Londres es en un ómnibus de dos pisos!

  • Un andar que es muy provechoso
    ¡Despertad! 1978 | 22 de diciembre
    • Un andar que es muy provechoso

      ● El andar por parques y bosques hermosos puede ser un verdadero deleite y también proveer ejercicio provechoso. Para muchos es un gran placer andar con amigos íntimos o con miembros de su familia. Sin embargo, el mejor compañero con quien se puede andar es el Altísimo. Pero, ¿cómo puede uno andar con el Dios invisible?

      La Biblia dice: “¿Andarán dos juntos a menos que se hayan encontrado por cita?” (Amós 3:3) ¿Cómo aplica esto a nuestro andar con Dios? El Altísimo ha extendido a los seres humanos la invitación de andar con él como sus siervos y amigos aprobados. Uno acepta esa invitación o hace una “cita” para andar con Dios esforzándose por entrar en una relación con él. Desde entonces, uno debe conducirse en sus tratos diarios como si estuviera en la presencia literal de Dios. Debe seguir la admonición bíblica que dice: “Sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios.” (1 Cor. 10:31) Al andar así tenemos que ser modestos. (Miq. 6:8) Esto significa reconocer que los caminos de Dios son superiores a los nuestros y humildemente someternos a éstos.

      Por medio de andar con Dios podemos confiar en que él continuará guiándonos y ayudándonos. También podemos esperar con anhelo la expectativa de andar con él en modestia por toda la eternidad. (Juan 17:3) Ciertamente, tanto ahora como en el futuro, no hay nada más provechoso que el andar con Dios.

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