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  • ¿Deben adorar las reliquias los cristianos?
    La Atalaya 1951 | 1 de abril
    • veneración más honda” los restos de Zoroastro; y cómo la “adoración de reliquias entre los budistas de toda secta es un hecho indisputable”.

      Otras autoridades han mostrado que los antiguos egipcios, asirios y babilonios también veneraban las reliquias de sus señores y príncipes. “En los dominios del paganismo había florecido la misma adoración por siglos antes de que los santos o mártires cristianos hubieran aparecido en el mundo. . . . Desde los períodos más primitivos, el sistema del budismo ha sido mantenido por reliquias, que han efectuado milagros por lo menos tan bien atestiguados como los efectuados por las reliquias de San Esteban, o por los ‘Veinte Mártires’ [mencionados por Agustín].” (Las Dos Babilonias de Alejandro Híslop, páginas 177, 178) En Kandy, Ceilán, un templo de hace 400 años contiene lo que se dice ser el diente de Buda, “venerado por muchos millones de personas.” (El Daily News de Ceilán, 1 de abril de 1950) Ante la presencia de esta reliquia el secretario de relaciones exteriores británico, Ernesto Bevin, fué llevado el 1 de enero de 1950, con la esperanza de que curara milagrosamente sus dolencias.—El Times de Nueva York, 16 de enero de 1950.

      La idea pagana de atribuir poderes mágicos a los huesos, cráneos, dientes y pieles es tanto más vieja que la cristiandad, que la autoridad católica anterior decide llamarla “un instinto primitivo”. En verdad no es más que fetichismo, concerniente a lo cual la Enciclopedia Americana (edi. de 1942, vol. 11, pág. 158) dice: “Es la más baja de las inmetódicas formas de adoración halladas entre las tribus incivilizadas, y existe especialmente entre los negros de África, pero también entre los nativos de ambas Américas, los polinesios, australianos, y siberianos.” Al navegar los marineros portugueses católicos por la costa occidental del África pudieron ver poca diferencia entre la adoración de huesos, cráneos y amuletos “sagrados” por los nativos, y su propia adoración de reliquias y amuletos religiosos que ellos llamaban feitiços, y de lo cual obtenemos el nombre fetiche.

      La Enciclopedia de M’Clintock y Strong (vol. 8, pág. 1028) resume bien todo el asunto cuando dice: “No hay duda de que la adoración de reliquias es un disparate, sin la garantía de la Escritura, directamente contraria a la práctica de la Iglesia primitiva, e irreconciliable con el sentido común.”

  • Fraudulentas reliquias religiosas
    La Atalaya 1951 | 1 de abril
    • Fraudulentas reliquias religiosas

      COMO persona honrada, recta y sincera usted ama la verdad y la justicia. Usted ama a los que hablan la verdad, que son honrados y en quienes puede confiarse. Naturalmente odia usted a todos los mentirosos, ladrones y timadores. Usted desprecia a los farsantes de toda clase, y especialmente cuando los descubre estar entre sus amigos más íntimos en los cuales ha puesto usted su confianza implícita en tiempos pasados. Y si hay tales engañadores disfrazados moviéndose entre su esfera de compañeros usted está feliz y contento si sus verdaderos amigos se los señalan, a fin de que usted a su vez pueda prevenir a otras personas honradas como usted. Es por lo tanto como verdaderos amigos de los de corazón honrado que llamamos la atención a los estafadores de reliquias que operan en nombre de la religión, y que hace siglos hurtan y despojan a la gente crédula con su mercancía de farsa. Aquí están los hechos.

      La adoración de reliquias es de origen pagano y fué introducida en la religión católica romana hace muchos siglos. La Enciclopedia Católica (vol. 12, páginas 734-738) no sólo admite esto, sino también revela otros hechos muy alarmantes acerca de dónde vinieron estas reliquias y cómo. La adoración de reliquias entre los católicos, dice, “fácilmente se prestó al error, al fraude, y a la codicia de ganancia,” y como resultado “muchos abusos serios” se cometieron. Allá por el siglo cuarto, en los días de Agustín, los monjes católicos iban por todas partes “haciendo negocio con la venta de reliquias espurias”.

      “En el Código Teodosio,” continúa la Enciclopedia, “la venta de reliquias se prohibe, pero numerosos cuentos, de los cuales sería fácil coleccionar una serie larga, empezando con los escritos de San Gregorio el Grande y San Gregorio de Turs, nos prueban que muchas personas sin conciencia hallaron un medio de enriquecerse mediante una clase de comercio con estos objetos de devoción, la mayoría de los cuales sin duda eran fraudulentos.”

      Desde los días de Carlomagno, cuando la Iglesia y el Estado gobernaron como supremos, el tráfico con huesos de “santos” y otras antigüedades llamadas “santas” vino a ser tan desenfrenado que hasta miembros de la Jerarquía se quejaron de que los altares de las iglesias estaban siendo recargados de reliquias falsas. Había una competencia vehemente entre varias iglesias para excederse unas a otras en reliquias raras. Dice la Enciclopedia Católica: “Al comienzo del siglo noveno, como lo había mostrado M. Jean Guiraud, la exportación de los cuerpos de mártires de Roma había asumido las dimensiones de un comercio regular, y cierto diácono, Deusdona, adquirió una notoriedad inenvidiable en estas transacciones. Lo que quizás a la larga no fué menos desastroso que el fraude o la avaricia fué la rivalidad tremenda entre los centros religiosos, y la credulidad vehemente fomentada por el deseo de ser conocidos como los poseedores de alguna reliquia excepcionalmente sorprendente.” “Tal era el furor por ellas en un tiempo que hasta Mabillon, el benedictino, justamente se queja de que los altares estaban cargados de reliquias sospechosas, numerosas espurias siendo ofrecidas por todas partes a la piedad y a la devoción de los fieles. Añade, también, que a menudo son consagrados los huesos que, lejos de pertencer a los santos, probablemente no pertenecen a cristianos.”—Enciclopedia de M’Clintock y Strong, vol. 8, pág. 1928.

      ¿DE DÓNDE VINIERON ESTAS ANTIGÜEDADES?

      En tiempos posteriores las enormes colecciones de reliquias duplicadas hasta avergonzaron a la Jerarquía al grado de que se vió forzada a dar alguna explicación. Citando otra vez, la Enciclopedia Católica dice: “La práctica ya observada de atribuir la misma santidad a los objetos que habían tocado el altar como al mismo altar, la costumbre de hacer facsímiles e imitaciones, una costumbre que persiste hasta nuestro día en las reproducciones de la estatua de San Pedro del Vaticano o de la gruta de Lurdes—todas éstas son causas adecuadas que explican por qué hay una multitud de reliquias innegablemente espurias con las cuales los tesoros de las grandes iglesias medioevales estaban repletos.” Cuando uno aprecia cómo operaban los pillos clericales con licencia ilimitada “es fácil entender el sinnúmero de duplicados y la extravagancia de las anotaciones en los inventarios de reliquias de Roma y otros países”, dice esta autoridad.

      Las iglesias italianas cercanas a su madre en Roma están especialmente llenas de reliquias ficticias. “Lo siguiente es sólo un ejemplo de las que hay en la Iglesia de Santa Cruz de Jerusalén: tres pedazos de la verdadera cruz, la inscripción colocada arriba de la cruz; dos espinas de la corona de nuestro Señor; la esponja extendida a nuestro Señor con vinagre y hiel; un pedazo del velo y cabello de la Virgen; un frasco lleno de la sangre de Jesús; algo del maná recogido en el desierto, etc.” (Enciclopedia de M’Clintock y Strong) Un observador ha comentado que “existe hoy en día en todo el catolicismo suficiente de la ‘Verdadera Cruz’ para edificar varias casas”. Y además del frasco de la sangre de Jesús mencionado aquí y otro en Brujas, Bélgica, el periódico Register católico de Dénver dice “otras supuestas reliquias de la Preciosa Sangre se conservan en Wurtemberg, Sarzana, Mentón y Mantua”.

      Haciendo una nota histórica al calce sobre el negocio de reliquias de farsa en su día, Geoffrey Chaucer en su “Prólogo de los Cuentos de Cantérbury” describe al “Perdonador” que acababa de llegar directamente del Vaticano con sus bolsillos llenos de perdones “calientitos” de Roma. Además de éstos, en su bolsa tenía una funda de almohada que dijo él era el velo de “Nuestra Señora”; también un fragmento de la mera vela del bote de pescador de San Pedro; también un vaso lleno de huesos de cerdo. Estas últimas reliquias, dice Chaucer, las vendió de casa en casa, ganando dos veces más dinero en un sólo día que los trabajadores. Y, a pesar de todo esto, “era en la iglesia un eclesiástico noble”, dijo con burla Chaucer.

      Un ejemplo más reciente de una reliquia dudosa siendo venerablemente adorada por miles de almas crédulas fué la del antebrazo y mano “derechos” de San Francisco Javier. La revista Life publicó una fotografía de la reliquia cuando viajó por los Estados Unidos. Después de lo cual la esposa de un doctor llamó la atención del editor al hecho de que en verdad era un brazo y mano “izquierdos” volteados. No puede ser, declaró Life, porque el brazo izquierdo de Javier todavía está pegado al cuerpo en Goa, India, lo que sólo prueba que la reliquia circulada es el brazo y mano izquierdos de algún otro. ¡Una disparatada falsificación en verdad!

      ¿QUIÉN ES RESPONSABLE?

      Admitido por los altos dignatarios de la Jerarquía Católica Romana, y otras personas informadas, que la mayoría de las reliquias de la cristiandad son patrañas—¿por qué, entonces, son adoradas en este ilustrado siglo veinte? ¿Qué razones, excusas o explicaciones tiene el clero por no informar a la gente en general de que la mayoría de sus antigüedades son imitaciones fraudulentas? Sus respuestas a estas preguntas, según se presentan en la Enciclopedia Católica, sacudirán a las personas honradas, amadoras de la verdad.

      Primero que todo, en vista del hecho de que la adoración de reliquias se extiende a la remota antigüedad, el clero dice que no debe ser culpado por permitir que continúe la práctica. ¿Pero es esto cristiano? ¿No habló Jesús a todo tiempo la verdad, sin importar si descubría y desarraigaba las enseñanzas falsas y las prácticas demoníacas del clero judío que estaba arraigado en la remota antigüedad? (Mat. 15:1-9; 23:1-5, 16-28) La tarea de determinar qué reliquias son genuinas y cuáles son espurias es muy grande, el “tiempo y el costo” demasiados, dice el clero, y además produciría un escándalo y disturbio sensacionales entre el paisanaje. Muy bien, ¿por qué no deshacerse de todo el inventario de reliquias? ¿Por qué no decirle a la gente que todo el negocio de adorar reliquias es de origen pagano y del Diablo? ¿Por qué no decirle a la gente la verdad? ¿Por qué tratar de esconder los hechos verdaderos detrás de un refugio de mentiras o enterrarlos bajo las falsedades eclesiásticas? ¿No sabe el clero que ya muy pronto Jehová Dios barrerá su refugio de mentiras y falsedades?—Isa. 28:15-17.

      “Suponiendo que [la adoración de reliquias] sea de hecho espuria,” dice la Enciclopedia Católica, “no se hace deshonra a Dios por la continuación de un error que ha sido transmitido con perfecta buena fe por muchos siglos.” ¡Qué remota y extraña es esta doctrina a todo lo escrito en la Biblia! ¡Jehová es Dios de verdad! (Juan 3:33; Rom. 3:4; Heb. 6:18) Todo error y mentira son del Diablo y ciertamente son un gran reproche y deshonra para Dios. (Juan 8:44; Rom. 1:25) En consecuencia, Jehová está en contra de todos los tales fraudes piadosos que enseñan mentiras en Su nombre y acabará con ellos en el Armagedón.

  • El nuevo folleto legal bien nombrado
    La Atalaya 1951 | 1 de abril
    • El nuevo folleto legal bien nombrado

      HABLANDO acerca del tema “Defendiendo y legalmente estableciendo las buenas nuevas” el 31 de julio de 1950 en la Asamblea del Aumento de la Teocracia celebrada en la ciudad de Nueva York, el abogado de la Sociedad Wátchtower dió mucho énfasis a la necesidad de estar preparados para la persecución mundial que seguramente vendrá antes del Armagedón. Dijo: “Les advierto que siempre estén listos para la batalla. . . . El odio aumentará febrilmente contra nosotros.” Entonces presentó por primera vez el nuevo folleto legal en inglés Defendiendo y legalmente estableciendo las buenas nuevas.

      Justamente cinco semanas después el valor de este nuevo instrumento, provisto oportunamente por Jehová mediante su organización, fué demostrado en conexión con una asamblea de circuito que se celebró en Decatur, Alabama, del 8 al 10 de septiembre. Preocupados debido a las actividades de los agitadores comunistas, los funcionarios municipales les negaron a los testigos de Jehová el derecho de predicar públicamente en las calles o de puerta en puerta. Para justificar dicha negación citaron un estatuto local que prohibe la venta o distribución de literatura sin tener el permiso del alcalde.

      Después que la policía le había dicho a muchos de estos ministros que dejaran de predicar, representantes de los testigos fueron a ver al alcalde y al jefe de policía. El alcalde declaró que tenían que parar su trabajo. El jefe de policía dijo, “Voy a arrestarlos aun si tengo que llamar a todos los policías para hacerlo, incluso los que no están trabajando hoy y los que estén durmiendo.” Se hicieron esfuerzos para explicar la validez de la obra de predicar citando argumentos del folleto Defendiendo y legalmente estableciendo las buenas nuevas, pero fué en vano. Vez tras vez trataron de ponerse en contacto con el fiscal municipal sin conseguirlo.

      Sábado por la tarde, la policía arrestó a cuatro de los testigos de Jehová; dos estaban predicando en las puertas, uno estaba en la acera distribuyendo invitaciones para la reunión pública del día siguiente, y el cuarto estaba andando por la calle en dirección a su territorio. En la jefatura de policía apuntaron la acusación hecha en su contra y los libraron bajo fianza hasta tiempo para el juicio y sentencia el lunes por la mañana. El sábado, tarde por la noche, con la policía amenazando arrestar a otros, le pareció al siervo de distrito que debería hacer un informe y procurar consejo e instrucciones de la Oficina Legal de la Sociedad en Brooklyn. Se le dijo que se apegara estrictamente al consejo en el folleto legal y que instruyera a los hermanos a seguir dando el testimonio como de costumbre. El domingo las amenazas de arrestar a otros no se materializaron.

      El lunes, temprano por la mañana, los acusados se presentaron para el juicio. El juez se dió prisa en decirles que el fiscal municipal había pedido un aplazamiento hasta las cuatro de la tarde. Cuando volvieron a esa hora el fiscal les dió las buenas nuevas de que él estaba dando las instrucciones para declarar la acusación sin lugar. Fueron puestos en libertad y les devolvieron toda su propiedad menos un folleto, Defendiendo y legalmente estableciendo las buenas nuevas. Cuando se lo pidieron al fiscal municipal, él rogó que se lo dejaran para estudiarlo más detenidamente, diciendo que el domingo temprano por la mañana había hablado por teléfono con ‘el abogado de ustedes en Nueva York’ que le había convencido que le convenía leer lo que contenía acerca de derechos. Había conseguido un ejemplar de uno de los hermanos que habían arrestado y lo había estudiado, quedando convencido de que la ley era inválida y que deberían retirar las acusaciones. Habló muy favorablemente del consejo que contiene, diciendo al concluir, “Esto siempre podría prevenir que tengan más dificultad de esta suerte. Si pudiera haberlo recibido sábado por la tarde tal vez toda esta dificultad podría haberse evitado.”

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