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Cuándo no ser bondadoso con uno mismoLa Atalaya 1980 | 15 de septiembre
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ejerciendo disciplina. ¡Qué fácil es usar el tiempo inclemente como excusa para no asistir a las reuniones de la congregación cristiana o para no participar activamente en la obra de predicar y hacer discípulos! Un programa de TV puede atraer a uno de tal modo que uno descuide las obligaciones del ministerio cristiano. Las revistas populares o novelas pueden tener a uno tan absorto en ellas que descuide sus necesidades espirituales. El que uno se trate con tal bondad de corto alcance de cualquiera de estos modos no puede menos que tener efectos dañinos de largo alcance. Va al grano el verso que dice: “Si chocan deber y placer, que sufra el placer, no el deber.” Espere un tiempo en que el placer no choque con el deber.
¿Pudiera alguien tratarse con falta de bondad de una manera que no resultara provechosa? Sí, si usted tuviera la ambición de ser rico, el amor al dinero pudiera aguijonearlo a trabajar, sudar, esforzarse y urdir planes. Pudiera hacer que usted violara leyes o hasta pudiera causarle una depresión nerviosa. La Palabra de Dios aclara que el que se esfuerza así por conseguir riquezas no es bondadoso para consigo mismo, puesto que dice: “Los que están determinados a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina.” Se acribillan “con muchos dolores.” Realmente, la persona que procede de tal modo está tratándose con falta de bondad, y quizás está tratando del mismo modo también a su familia.—1 Tim. 6:9, 10.
El segundo de los grandes mandamientos que Jesucristo recalcó —el de “amar a tu prójimo como a ti mismo”— es muy apropiado en este asunto. Debemos amarnos a nosotros mismos. Debemos ser bondadosos con nosotros mismos, mostrarnos consideración. Pero no debemos hacerlo de modo egoísta ni imprudente. El que nos amemos a nosotros mismos está limitado por el primer mandamiento, que exige que amemos a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. El que cumplamos con este mandamiento significará que vez tras vez tendremos que tratarnos con “falta de bondad.” Y el que nos amemos también está limitado por el segundo mandamiento, el de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. (Mar. 12:29-31) Si tenemos presentes nuestras obligaciones para con nuestro Dios y nuestro prójimo, podremos saber cuándo debemos ser bondadosos con nosotros mismos y cuándo no.
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¿Por qué ‘estar en sujeción’?La Atalaya 1980 | 15 de septiembre
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¿Por qué ‘estar en sujeción’?
ENTRE los muchos mandatos que se repiten en la Palabra de Dios, la Biblia, está éste: “Esté en sujeción.” En Romanos 13:1 leemos: “Toda alma esté en sujeción a las autoridades superiores,” es decir, a los gobiernos. A los hombres de menos edad se les aconseja que “estén en sujeción a los hombres de más edad.” (1 Ped. 5:5) Además, el apóstol Pablo aconseja: “Que las esposas estén en sujeción a sus esposos.”—Efe. 5:22.
El estar en sujeción repugna a muchos seres humanos imperfectos, y a tal grado que, de hecho, forman toda clase de movimiento social para rebelarse, muchas veces violentamente, contra el estar en sujeción. Por ejemplo, hace poco el Times de Nueva York informó en un solo día los siguientes ejemplos de rebelión violenta contra la autoridad: “Estallan dos bombas en la parte central de Londres esta mañana.” ‘Nueve personas lesionadas en las cinco ciudades provinciales de Manchester, Liverpool, Coventry, Bristol y Southampton.’ En la misma página estaba el encabezamiento: “21 personas reciben heridas cuando una bomba estalla en un autobús atestado.” También se informó que Irán estaba preparándose para un día de duelo en conmemoración de “manifestantes que murieron en choques con las fuerzas de seguridad.” En realidad todos esos casos eran de personas que estaban rebelándose contra el estar en sujeción a las autoridades.
¿Por qué manda la Biblia: “Esté en sujeción”? ¿Quiénes deben estar en sujeción, y a quiénes? ¿A qué se debe que el estar en sujeción sea tan contrario a la inclinación de uno?
El estar en sujeción es tan contrario a la inclinación de uno debido al proceder de rebelión que emprendieron nuestros primeros padres, Adán y Eva. Ellos legaron a su prole una tendencia a rebelarse, un espíritu de desafuero egoísta que nunca ha sido más común que ahora, tal como predijo Jesús. (Mat. 24:12) Pero, sin duda alguna, parte de la culpa cae sobre los que han abusado de la autoridad que tienen.
No obstante, el consejo de ‘estar en sujeción’ se basa en principios firmes. Sencillamente tiene que ser que algunos gobiernen y lleven la delantera y otros estén en sujeción. ¿Por qué? Porque ningún ser humano puede existir en independencia absoluta. Cada uno necesita lo que otro puede proveer a modo de cosas materiales y servicios en cambio por lo que uno mismo puede proveer, en el sentido que sea, a otro. Todo esto exige organización. Para que una organización funcione, no solo es preciso que todos los que la componen sean del mismo parecer, sino que tiene que haber una autoridad a la que todos reconozcan Una nación, estado o provincia, una ciudad o aldea... todas estas cosas son organizaciones políticas en las cuales algunas personas tienen que gobernar y otras tienen que ser gobernadas o estar en sujeción. El principio aplica en casi toda otra esfera de actividad humana, sea seglar o religiosa, pública o doméstica.
Sin embargo, debe notarse que a veces es preciso que hasta los que están en autoridad estén en sujeción. Por ejemplo, uno no puede violar las leyes de tráfico con impunidad. Cuando alguien va al hospital porque necesita cirugía, se halla sujeto a médicos, enfermeras y otros miembros del personal del hospital. Un hombre de negocios pudiera tener a muchos empleados en sujeción a él, pero cuando va a la congregación cristiana bien puede ser que tenga que sujetarse a los ancianos que ejercen presidencia sobre él y sus compañeros de adoración.
SUJECIÓN A LOS GOBIERNOS
En la sociedad humana actual los gobiernos son necesarios para que la gente pueda vivir de un modo civilizado y tenga algún grado de seguridad, sin mencionar los muchos servicios que un gobierno puede suministrar, ya sea en escala local o nacional. Por eso, para que estos gobiernos logren su propósito, los gobernados tienen que desplegar buena gana de acatar dirección, o por lo menos disposición a ceder. De ahí que la Palabra de Dios mande al cristiano que “esté en sujeción . . . porque no hay autoridad a no ser por Dios.” Por lo tanto, los cristianos deben obedecer las leyes del país y ser concienzudos en el pago de los impuestos, en obedecer los reglamentos del tránsito y en cumplir otras obligaciones. Todo esto se hace en el interés de la paz y el orden.—Rom. 13:1-7.
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