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    ¡Despertad! 1982 | 22 de junio
    • “hubo católicos que habían recibido individualmente la experiencia pentecostal... a menudo debido a la influencia de amigos pentecostales,” dice The New Charismatics.

      ¿Qué hay de la gente que participó en la experiencia de Duquesne, puesto que lo que sucedió allí parece haber provocado la rápida diseminación de la experiencia entre católicos? En agosto de 1966 ciertos amigos de miembros del cuerpo docente en la universidad les habían hecho conocer varias publicaciones que promovían el modo de pensar pentecostal. “Finalmente, el grupo decidió familiarizarse personalmente con cristianos de la localidad que tuvieron la experiencia pentecostal,” dice un escritor. Esta reunión llevó al “fin de semana de Duquesne.”

      Así, lo que sucedió fue que ideas y experiencias que los pentecostales habían tenido antes penetraron en algunas iglesias principales. La mayoría de los que recibieron la experiencia o estaban buscando una manera más “dinámica,” emocionante y gozosa de adorar o fueron influidos por los que habían tenido la experiencia.

      Sin embargo, desde que se realizaron estos esfuerzos, los resultados que ahora se ven no demuestran que haya habido una renovación genuina y espontánea por espíritu santo. En vez de eso, lo que hemos visto ha sido que se han introducido creencias y prácticas de un grupo en varios otros grupos, sin que haya alguien que dé dirección a los resultados o los concentre en metas que valgan la pena.

      “¿Qué hay de lo que experimentamos?”

      A pesar de que cada vez hay más pruebas que indican lo contrario, hay aquellos que creen que, a conciencia, no pueden negar lo que han experimentado. ¿No sintieron ellos el poder dentro de sí? ¿No vieron o sintieron ellos la curación? ¿No prorrumpieron de ellos palabras en lenguas que desconocían?

      Aunque este haya sido el caso, es importante tener presente que la Biblia nos advierte de espíritus demoníacos engañosos. (1 Juan 4:1) Se dice que “obran prodigios,” y que extravían hasta a gobernantes poderosos. (Revelación 16:14, Versión Moderna) Pueden valerse de seres humanos para producir obras poderosas, pero los efectos visibles no prueban que éstas provengan de Dios. Alguien pudiera preguntar: “¿Ni siquiera cuando se hicieran en el nombre del Señor Jesús?” Jesús mismo dijo: “Muchos me dirán: ‘Señor, Señor, nosotros hablamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros.’ Pero entonces les contestaré: ‘Nunca los conocí.’”—Mateo 7:22, 23, Versión Popular.

      Aun pentecostales del pasado se preocupaban por la influencia demoníaca. W. J. Seymour, pentecostal prominente de principios del siglo veinte, en cierta ocasión instó a su maestro a que viniera a Los Ángeles para que lo ayudara porque en sus reuniones se habían desatado “fuerzas hipnóticas y contorsiones carnales.” Pensó que necesitaba ayuda para “discernir entre lo que era verdadero y lo que era falso, y para desarraigar lo que no era de Dios.”

      En cuanto a este asunto de que Satanás se disfraza de ángel de luz con el fin de engañar a otros (2 Corintios 11:14), un sacerdote jesuita que habla en lenguas hoy día declara: “El don de lenguas puede ser una experiencia que produzca histeria, o, según algunos, una experiencia diabólica.” Y un párroco episcopal que habla en lenguas dijo: “El diablo tiene muchas maneras de tratar de vencernos. Verdaderamente ataca cuando recibimos el bautismo del Espíritu Santo.”

      También considere esto: Si estos dones especiales, como el don de lenguas, de curación y de profecías, son tan vitales hoy, ¿por qué escribió el apóstol Pablo lo siguiente: “Un día los hombres dejarán de profetizar, y ya no hablarán en lenguas”? (1 Corintios 13:8, VP) Las pruebas indican que cuando murieron los apóstoles y las personas a quienes ellos ‘les impusieron las manos,’ los dones milagrosos del espíritu santo cesaron.—Hechos 8:17; 14:3.

      Hoy hay algo mucho más importante que los cristianos deben desplegar como indicación de que Dios está obrando por medio de ellos. Es algo que todos los siervos de Dios deben tener. La Biblia dice: “Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el amor.” (1 Corintios 13:13, VP) Puesto que éste es el caso, uno debe mirar más allá de cosas como el hablar en lenguas para hallar pruebas claras de lo que el espíritu santo está efectuando en nuestro día.

      Ahora bien, ¿precisamente de qué manera puede uno identificar a los cristianos verdaderos que realmente despliegan este importantísimo amor? ¿Puede ver uno que ellos despliegan los frutos que produce el espíritu de Dios, lo cual indica que son semejantes a los cristianos del primer siglo? Para contestar estas preguntas, examinemos las pruebas.

  • Un espíritu diferente
    ¡Despertad! 1982 | 22 de junio
    • Un espíritu diferente

      NO CABE duda de que el espíritu santo de Dios obraba en el primer siglo. Una forma en que se manifestó este espíritu fue mediante el dar a algunos de los siervos de Dios poderes que otros no tenían. Uno de estos poderes fue la habilidad para ‘hablar en lenguas.’

      Pero, aunque a la persona se le dio la habilidad para hablar en un idioma que no había conocido antes, otros que hablaban ese idioma podían entender lo que decía. Por ejemplo, en el día de Pentecostés los que oyeron el hablar en lenguas dijeron: “¿Cómo es que oímos, cada uno de nosotros, nuestro propio lenguaje en que nacimos? ... Los oímos hablar en nuestras lenguas acerca de las cosas magníficas de Dios.”—Hechos 2:5-11.

      El apóstol Pablo dijo a los cristianos respecto a la celebración de sus reuniones: “Si alguno habla en una lengua, limítese esto a dos o tres a lo más, y por turno; y que alguien traduzca. Pero si no hay traductor, que guarde silencio en la congregación.” (1 Corintios 14:27, 28) ¡Qué diferente es esto de lo que hacen los “carismáticos” de hoy día quienes hablan todos a la vez, y en sonidos que nadie puede entender o interpretar!

      La habilidad para hablar en lenguas fue uno de los “dones” del espíritu santo que se dio a los cristianos del primer siglo con el propósito de ayudar a la gente a identificar la organización que Dios estaba utilizando. Y este “don” en particular también sirvió el propósito práctico de ayudar a que se predicaran las “buenas nuevas” a grupos que hablaban otros idiomas.

      Además, algunos de los que tenían el espíritu santo en aquel entonces también tenían el poder para levantar a los muertos. (Hechos 9:36-41; 20:7-12) Si aquel espíritu es el mismo que obra hoy día, entonces los “carismáticos” deberían también tener este poder. Pero no lo tienen. Por eso, está claro que el “espíritu” que es responsable por los aparentes despliegues milagrosos entre los “carismáticos” no es el espíritu de Dios que se manifestó entre los cristianos del primer siglo.

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