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Nuestras cinco décadas de mantener integridadLa Atalaya 1981 | 15 de febrero
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Era un gozo para nosotros verlos participar en el servicio del campo y disfrutar con nosotros de las reuniones para el estudio de la Biblia en casas particulares.
Entonces, un día de marzo de aquel año, Paquito llegó a casa del colegio quejándose de unos dolores fuertes en la cabeza. En cuestión de tres horas había muerto de meningitis.
Quedamos tan profundamente afectados por esta pérdida terrible que no sé cómo logramos hacer los preparativos para el entierro, pues hasta para esto tuvimos que luchar con la Iglesia Católica. Por supuesto, queríamos un entierro civil, y para esto tuvimos que conseguir el visto bueno del cura de la parroquia local. Con un documento que acreditaba que éramos testigos de Jehová, se superó aquel obstáculo.
Más de mil hermanos, amigos y personas relacionadas con nuestro negocio acudieron a la casa. ¡Imagínese la conmoción que esto causó en el vecindario! Se interrumpió el tráfico, y en la calle la gente preguntaba quién era la persona importante que había muerto. Aquella persona muy importante era nuestro querido hijo, Paquito. Lo único que nos sostuvo a través de aquel trance tan difícil fue el conocimiento de la esperanza de la resurrección. (Juan 5:28, 29; 11:23-25) Siendo padres amorosos, María y yo anhelamos el día en que volvamos a ver a nuestro hijo y podamos continuar su educación, pero en el nuevo sistema de cosas que Dios ha prometido para esta Tierra.—2 Ped. 3:13; Isa. 25:8, 9.
Dos semanas después del funeral me llamaron a la jefatura de policía y me interrogaron durante dos horas. Sus agentes habían estado espiando entre la muchedumbre que acudió al entierro y fue evidente que la asistencia masiva de Testigos provocó esta reacción. Sus preguntas se hacían con el intento de conseguir información acerca de los hermanos que dirigían la obra en España en aquel tiempo. Yo estaba al tanto de sus maniobras y tomé la decisión de no decirles nada que pudiera implicar a cualquier otra persona. Les dije sin ambages que no era ningún Judas. Aunque amenazaron con imponerme una fuerte multa, su intimidación no tuvo éxito, pues no tenían evidencia para acusarme.
LA LIBERTAD POR LARGO TIEMPO ESPERADA
En 1967 el gobierno español aprobó la Ley de Libertad Religiosa que garantizaba un mayor grado de libertad para las religiones acatólicas. Nos preguntábamos si los Testigos llegarían a beneficiarse de esta ley y si se les concedería el reconocimiento legal. Pareció claro que nuestra posición relacionada con la predicación de casa en casa y la neutralidad cristiana fue un obstáculo para las autoridades políticas y eclesiásticas, pues nuestra inscripción en el registro oficial de religiones acatólicas se retrasó hasta julio de 1970.
Por más de 30 largos años Paco y yo habíamos esperado ese día. Ahora podíamos practicar nuestra religión al amparo de la ley, sin temor. Imagínese lo regocijados que nos sentimos al asistir a la inauguración del primer Salón del Reino de Barcelona en febrero de 1971. Nuestros corazones rebosaron de gozo aquel día a medida que cantamos en unión canciones del Reino, algo que los testigos de Jehová no habían podido hacer en España por muchos años.
LA INTEGRIDAD Y SUS MUCHAS BENDICIONES
Al mirar atrás a las casi cinco décadas de servicio a Jehová, tengo que admitir que Su bondad amorosa y Su bendición nos han acompañado a medida que nos hemos esforzado por andar en el camino de la integridad. (Sal. 26:1-3) Él ha bendecido a María y a mí con hijos leales que han continuado en los caminos de la verdad. Hasta este día somos una familia feliz y unida, con un fuerte vínculo de afecto. Nuestro hijo, David, fue encarcelado en 1972 debido a su posición cristiana de neutralidad. Esta era la primera vez que se separaba de la familia, y fue una experiencia desgarradora para todos nosotros. Pero entendíamos la razón para ello y nos fortaleció verlo mantener su integridad cristiana durante tres años de encarcelamiento. Cuando salió en libertad en 1976, tuvo el privilegio adicional de servir en Betel, las instalaciones de la Sociedad Watch Tower aquí en Barcelona. Más tarde se casó con una cristiana dedicada que también sirvió allí con él durante un tiempo. Recientemente nos dieron la bendición feliz de ser abuelos por primera vez, al nacer su hijo, Jonatán.
En 1976 nuestra hija, Isabel, empezó a testificar como precursora (proclamadora del Reino de tiempo completo). Ahora está acompañando a su marido en la obra de circuito, y visita a las congregaciones aquí en Cataluña.
Jehová nos ha sostenido a través de muchas pruebas difíciles durante los años. Y la verdad sea dicha, somos gente muy corriente, con las debilidades que son comunes a toda la humanidad. No obstante, nuestras experiencias como familia nos han enseñado a apoyarnos con paciencia en Jehová y a esperar el cumplimiento de su voluntad. Estamos resueltos a continuar cumpliendo la resolución de David expresada en Salmo 26:11, 12: “En cuanto a mí, andaré en mi integridad. Oh redímeme y muéstrame favor. Mi propio pie ciertamente estará plantado en un lugar llano; entre las multitudes congregadas bendeciré a Jehová.”
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1981 | 15 de febrero
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Preguntas de los lectores
● ¿Qué quiso decir el apóstol Pablo cuando escribió que la existencia de sectas entre los corintios haría que se manifestaran personas que eran aprobadas?
Basándose en informes que había recibido de otros, el apóstol Pablo escribió: “Cuando se juntan en congregación, oigo que existen divisiones entre ustedes; y hasta cierto grado lo creo. Porque también tiene que haber sectas entre ustedes, para que las personas aprobadas también se hagan manifiestas entre ustedes.”—1 Cor. 11:18, 19.
El apóstol reconocía que los informes no siempre dan un cuadro completo de la situación verdadera. Sin embargo, debido a su conocimiento personal de la congregación de Corinto, él sabía que la información que se le había suministrado era esencialmente verídica. Por eso pudo decir: “Hasta cierto grado lo creo.” Él concluyó que tenía que haber facciones o sectas entre los corintios. Sin embargo, la misma existencia de estas facciones haría que se manifestaran los que estaban en condición aprobada desde el punto de vista de Dios.
Cuando surgen facciones, a menudo ciertos individuos se esfuerzan por edificar para sí un grupo de seguidores. Pronto se manifiesta su espíritu de descontento y su deseo de tener prominencia o reconocimiento. Pero las personas que son siervos aprobados del Altísimo continúan ayudando humildemente a sus compañeros de creencia. Por su modo de hablar y actuar, demuestran que están convencidos de que el cabeza de la congregación cristiana es el Señor Jesucristo. No se identifican con grupos que enaltecen a hombres imperfectos; ni tratan de ganarse la aprobación de hombres.
Las personas que verdaderamente son siervos aprobados de Dios evitan contribuir al desarrollo de facciones y envolverse de manera alguna con éstas. Además, cuando las sectas llegan a existir, tales personas aprobadas hacen lo que pueden para promover la unidad y el amor. Sí, los que aman la verdad se distinguirán por medio de evitar un espíritu partidista y por medio de continuar ayudando a otros a comprender la necesidad de mantener la unidad bajo la dirección de Jesucristo como Cabeza. Es de esta manera como las sectas o las divisiones realmente ayudan a identificar a los creyentes verdaderos, personas que tienen motivos puros.
● El apóstol Pablo dijo que un superintendente de congregación debe ser “esposo de una sola mujer.” ¿Por qué mencionó esto entre los requisitos para los superintendentes, puesto que ningún cristiano podía ser bígamo ni polígamo?
En 1 Timoteo 3:2 el apóstol Pablo escribió: “El superintendente por lo tanto debe ser irreprensible, esposo de una sola mujer, moderado en los hábitos.” La expresión “esposo de una sola mujer” indicaría que el hombre estaba libre de sospecha respecto a alguna mala conducta con relación a lo sexual, que era buen ejemplo de la norma cristiana tocante al matrimonio.
Jesús había mandado a sus discípulos que se adhirieran al arreglo marital establecido originalmente por Dios, es decir, el de un solo hombre para una sola mujer. (Mat. 19:5, 6) Por lo tanto, nadie podía bautizarse como cristiano sin antes dejar de ser polígamo. Sin embargo, era apropiado que Pablo hiciera hincapié en el asunto con relación a los ancianos, debido a que entre los judíos se había permitido la poligamia y era posible que esta práctica fuera común en países adonde llegara a esparcirse el cristianismo. Una persona que recientemente estuviera asociándose con la congregación debería poder ver por el ejemplo de los ancianos que la monogamia, y no la
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