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  • ¿Dramatiza usted sus disgustos?

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  • ¿Dramatiza usted sus disgustos?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1984
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1984
w84 15/6 págs. 10-11

¿Dramatiza usted sus disgustos?

“¡TE ODIO!” Se ha sabido de matrimonios en que los cónyuges repetidas veces se han gritado uno al otro esas palabras. Vez tras vez se ha oído a madres encolerizadas gritar y amenazar a sus hijos con palabras muy duras.

¿Cuál es el problema? Esas personas están cediendo a la debilidad de dramatizar sus disgustos o frustraciones. Debido a que se les ha ofendido, o a un sentimiento de inutilidad o incapacidad, a veces los humanos pecaminosos exageran en extremo y dicen cosas que realmente no dicen en serio.

Un ejemplo que viene al caso

El dramatizar los disgustos no es nada nuevo. El caso de Jonás ilustra esto. Al principio Jonás se sintió demasiado atemorizado para dar el mensaje de advertencia de Dios a los ninivitas, pero aprendió la lección cuando un gran pez se lo tragó y luego lo vomitó en tierra seca. Más tarde comunicó denodadamente a los habitantes de Nínive el mensaje de Dios y les advirtió que solo faltaban 40 días para que fueran destruidos. Pero los ninivitas reaccionaron favorablemente a la predicación de Jonás y se arrepintieron, desde el rey hasta el menor de sus súbditos. Cuando Jehová vio lo que sucedió, no los destruyó. (Jonás 1:1-17; 2:10; 3:1-10.)

Aquello resultó ser demasiado para Jonás, ¡pues creyó que se le había hecho parecer como un falso profeta! Así que dijo: “Oh Jehová, quita, por favor, mi alma de mí, porque el que yo muera es mejor que el que esté vivo”. Posteriormente, cuando se secó repentinamente una calabaza vinatera que le había estado dando sombra, Jonás dijo otra vez a Jehová: “El que yo muera es mejor que el que esté vivo”. Sí, el profeta dramatizó los disgustos que sentía hasta el punto de decir que prefería la muerte a la vida. No obstante, Jehová lo corrigió respecto a por qué se había mostrado misericordia a los ninivitas. (Jonás 4:1-11.)

Por qué puede que dramaticemos nuestros disgustos

Hoy día, a menudo se hacen declaraciones exageradas para desfogarse, por decirlo así. Puede que se digan sin pensar, o sin siquiera creer que sean ciertas. O tal vez se hagan como expresión de mala voluntad o para castigar a otra persona. Prescindiendo del motivo, el ceder a esta tendencia empeora los asuntos. Es probable que ensanche la brecha que existe entre las dos personas que tienen diferencias, lo cual dificulta que se llegue a una reconciliación y se establezca una relación armoniosa. Una razón para ello muy bien pudiera ser que, mientras el individuo que hace la declaración extremada realmente no la cree ni habla en serio, la víctima del comentario pudiera creer que la persona realmente quiso decir lo que dijo. ¡Qué desconcertante puede ser eso!

También, el orgullo pudiera ser la causa de que se hagan declaraciones exageradas e irreflexivas. Una persona ofendida quizás crea que algo que la otra persona hizo o dijo mostró falta de respeto, comprensión o consideración. Pero, prescindiendo de los factores que nos impulsen a dramatizar nuestros disgustos, ¿qué se puede hacer para vencer esta tendencia?

Ayudas para vencer la tendencia

La humildad, o humildad de mente, ayuda. Si de veras consideramos que los demás son mejores que nosotros, como aconseja la Biblia, esta actitud nos ayudará a evitar ser dramáticos y hacer declaraciones exageradas cuando nos sintamos enfadados, frustrados, irritados o hayamos sufrido mucho. (Filipenses 2:1-4.)

El gobierno de uno mismo también es una gran ayuda al respecto. Nos ayuda a ser pacientes cuando se nos somete a prueba... en otras palabras, a ser sufridos. Por precepto y ejemplo, la Palabra de Dios nos advierte repetidas veces que no perdamos el gobierno de nosotros mismos. Por ejemplo, declara: “El que es tardo para la cólera es mejor que un hombre poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad” (Proverbios 16:32). Es cierto que el ejercer gobierno de uno mismo en medio de condiciones adversas no es el proceder que requiere menos esfuerzo, pero el aprender a ejercerlo es sumamente remunerador.

Puesto que los ejemplos nos enseñan mucho, considere el que dio Jehová Dios mismo. A pesar de la provocación, pudo decir: “He estado callado por largo tiempo. Continué silencioso. Seguí conteniéndome” (Isaías 42:13, 14). Si nos hemos dedicado sin reservas a Jehová, deberíamos desear imitarlo al ejercer gobierno de uno mismo. Esta cualidad nos ayudará de seguro a evitar el actuar de modo dramático cuando suframos un disgusto.

El amor altruista, en particular, nos ayuda a abstenernos de exagerar la gravedad de situaciones molestas. El amor, un fruto del espíritu de Dios, nos da la perspicacia necesaria para darnos cuenta de por qué actúan o hablan ciertas personas de un modo que a veces pone a prueba nuestra paciencia. El amor toma en consideración las debilidades de otros. Sí, el “amor es sufrido y bondadoso. [...] No se siente provocado. No lleva cuenta del daño. [...] Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta”. El amor hace todo esto y así nos ayuda a no dramatizar las situaciones molestas. (1 Corintios 13:4-7.)

La oración también sirve de ayuda. Por ejemplo, podemos pedir apropiadamente a nuestro Padre celestial su espíritu santo (Lucas 11:13). Con confianza podemos orar para que nos ayude a cultivar y desplegar el fruto del espíritu, que consiste en gobierno de uno mismo, amor, paz, gran paciencia, apacibilidad, y así por el estilo (Gálatas 5:22, 23). Jehová contesta tales oraciones humildes y da de su espíritu a los que lo aman. Así recibiremos ayuda adicional para vencer cualquier tendencia a actuar de modo dramático cuando nos sintamos molestos.

Mientras seamos imperfectos, habrá ocasiones en que pondremos a prueba la paciencia de otras personas, o ellas pondrán a prueba la nuestra. Pero la humildad, el gobierno de uno mismo, el amor altruista y especialmente el orar a Dios por ayuda nos ayudará a soportarnos unos a otros a pesar de las debilidades y los defectos que tengamos. Ya no nos sentiremos inclinados a dramatizar nuestros disgustos.

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