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Impávidos en el fin del mundoLa Atalaya 1950 | 1 de agosto
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malo, trate de hacernos olvidar la verdad y las instrucciones de Dios. Los que sean vencidos por el maligno o por sus agentes se atraerán el desagrado de Jehová.
5. ¿Con qué cosa estamos en enemistad? ¿Nos hace falta la fortaleza de quién? ¿Por qué?
5 Los siervos impávidos de Dios están en enemistad con este mundo: “La amistad del mundo es enemistad contra Dios. Aquel, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” (Sant. 4:4, Ver. Hisp.-Am.) Esta enemistad no se debe a diferentes opiniones políticas, ideologías, pareceres religiosos o animosidad racial. No, nuestra enemistad es mucho más extensa, porque constituye oposición al mundo entero, visible e invisible. Ningún individuo, grupo u organización mundial podría seguir en tal estado de enajenamiento de este presente mundo malo en sus propias fuerzas. El aguante humano puede llegar sólo hasta cierto punto. Ninguna persona de carne y sangre puede estar contra el mundo entero y servir con una organización impopular y despreciada por mucho tiempo, a no ser que consiga fuerzas de la fuente más alta, Jehová Todopoderoso. En tal servicio no se reciben alabanzas de los hombres, ni aclamaciones, ni gracias ni honras del mundo, ni ninguna ganancia monetaria o comercial. En verdad cuanto más servicio se rinda, cuanto más celo, energía y devoción se ponga en la obra, tanto más el odio y desestimación de los de este mundo. Por eso, ¿no es de importancia vital saber cómo conseguir estas fuerzas y este apoyo tan necesario?
6. ¿Cómo puede conseguirse tal fortaleza y apoyo que hacen falta?
6 Su Palabra abunda en seguridades como la que sigue: “¿No sabes tú, no has aprendido, que [Jehová] es Dios eterno, que creó los confines de la tierra, que ni se fatiga ni se cansa y que su sabiduría no hay quien la alcance? El da vigor al fatigado, y multiplica las fuerzas del débil; se cansan los jóvenes, se fatigan, y los guerreros llegan a flaquear; pero los que confían en [Jehová] renuevan sus fuerzas, y echan alas como de águila, y vuelan velozmente sin cansarse, y corren sin fatigarse.” (Isa. 40:28-31, Nácar-Colunga) El apóstol Pablo nos consoló con estas palabras: “En conclusión, fortalézcanse en el Señor y en el poder que imparte su fuerza suprema.” (Efe. 6:10, Wéyrnouth [en inglés]) Una Traducción Americana (en inglés) lo expresa de esta manera: “Tienen que hacerse fuertes mediante la unión con el Señor.” Se da énfasis a las palabras “Tienen que hacerse fuertes”. Es muy patente, pues, que el poder de Dios no caerá sobre nosotros como un saco, equipándonos para hacer obras poderosas, sino más bien cada individuo tiene que hacer algo para fortalecerse en el Señor. Tiene uno que dedicar mucho tiempo al estudio para enterarse de la fuente de las fuerzas, quién ya las ha conseguido, y cómo las consiguió. Todo cristiano indudablemente quiere ser guerrero valiente del Señor, quiere hacer su obra santa sin temor y quiere resistir las saetas encendidas del inicuo, teniendo completa confianza en Jehová y en su glorioso Rey-Hijo Cristo Jesús.
LAS CAUSAS DEL TEMOR; CÓMO HACERLES FRENTE
7. ¿Cuáles son algunas de las causas del temor?
7 ¿Cuáles son algunas de las causas del temor? Quizá todos concederán que el temor es la expresión del egoísmo. Donde hay completo altruísmo hay amor. “No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor; por cuanto el temor tiene en sí castigo: el que teme, no ha sido hecho perfecto en el amor.” (1 Juan 4:18) Este temor servil ciertamente estaría ausente si se eliminara todo el egoísmo. Sin embargo, ¿no es verdad que cuando se nos pide que hagamos cierto servicio especial para Jehová, que esté en directa oposición a este mundo, que en verdad hasta sea un mensaje contra este mundo, pensamientos como los siguientes entran en la mente: ¿Puedo hacer yo esta obra? ¿Fracasaré? ¿Cuál será el resultado? ¿Qué pensará y dirá la gente? ¿Hay posibilidad de daño o peligro para mí o para mi familia? ¿Será mental o físico? ¿Puede aguantarse el dolor? A los temerosos les vienen muchas dudas. Comienza la vacilación y se apodera de ellos el temor de los hombres. En seguida piensan en pretextos; quizá haya algo más importante que hacer, algo que demanda atención se ha olvidado, o quizá la salud de uno no esté tan buena. Los tímidos y temerosos están satisfechos de que tienen buenas razones para no seguir adelante con la obra en mano. “El espíritu, sí, está animoso, mas la carne es flaca.”—B.C.
8, 9. ¿Qué seguridad tenemos para fortificarnos contra tales temores?
8 ¿Es de veras posible que una criatura edifique su ánimo a tal grado que no existan todos estos temores? ¿Puede ser fortalecido contra todas estas limitaciones y flaquezas carnales? La contestación afirmativa se toma de la Palabra de Jehová. “Y mi Dios suplirá toda necesidad vuestra, conforme a sus riquezas en gloria, en Cristo Jesús.” (Fili. 4:19) El Altísimo nos infunde confianza con las siguientes palabras: “¡No temas, porque contigo estoy yo! ¡no desmayes, porque yo soy tu Dios! ¡te fortaleceré, sí, te ayudaré, sí, te sustentaré con la diestra de mi justicia!” Y otra vez, “Santificad a Jehová de los Ejércitos; y sea él vuestro temor, y sea él vuestro pavor.” (Isa. 41:10 y 8:13) El que conoce tan bien la flaqueza de la carne humana nos manda que no temamos.
9 Entonces, ¿cómo podemos depender de él? ¿Es posible arriesgar la vida de uno en la promesa de Jehová? Las Escrituras proporcionan la contestación: “Todas esas palabras fueron escritas antiguamente para nuestra instrucción, para que permaneciendo firmes y sacando estímulo de las escrituras abriguemos la esperanza.” (Rom. 15:4, Móffatt [en inglés]) No hay que temer que nuestra esperanza sea en vano o que seamos desilusionados, porque el apóstol dice: “La tribulación obra firmeza; y la firmeza, aprobación; y la aprobación, esperanza: y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones.”—Rom. 5:3-5, Ver. Am. Norm.
10. Por lo tanto ¿de qué estudio hemos de sacar fuerzas, y por qué?
10 Nuestras fuerzas, pues, deben de sacarse del estudio de las Escrituras, porque en ellas aprendemos quién es la fuente de las fuerzas. ¿No fué el Todopoderoso quien hizo las fuerzas? Él las creó. Cuanto más aprendemos de Jehová, y cómo proporciona él su poder, tanto más somos capacitados para recibirlo. El conocer a Jehová es el confiar en él. Nuestro Señor Jesús es el ejemplo perfecto de la completa confianza, no conociendo el temor del hombre, ni del mundo, ni del Diablo. La verdad nos da libertad de mente, de habla y de ser. “Dijo pues Jesús a aquellos judíos que le habían creído: Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”—Juan 8:31, 32.
11. ¿Cómo ha de recibirse la verdad, y por qué?
11 La verdad tiene que recibirse en mansedumbre. “Por lo cual, poniendo aparte toda inmundicia, y todo exceso vicioso, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual es poderosa para salvar vuestras almas.” (Sant. 1:21) El Señor Jesús era manso. Asimismo “aquel varón Moisés era muy manso, más manso que ningún hombre de cuantos había sobre la faz de la tierra”. (Núm. 12:3) La mansedumbre y el temor del Señor son prendas esenciales del cristiano, y Jehová bondadosamente ha hecho provisiones para nuestro estudio particular y colectivo para que crezcamos en cuanto a estas prendas. Mediante la mansedumbre vendrá la instrucción, y el discípulo fiel siempre se hallará esperando en el Señor e indagando Su voluntad. Entonces a todo tiempo la conciencia estará libre de ofensa para con el Señor al suplicarle ayuda y fuerzas para hacer su obra. La falta de mansedumbre con frecuencia resulta en que uno se esfuerce para lograr algo en sus propias fuerzas.
12, 13. ¿Cómo podemos animarnos y ayudarnos en la fe?
12 Al asociarnos para compañerismo, estudio y servicio, podemos animarnos y ayudarnos en la fe. “Entonces aquellos que temen a Dios estuvieron hablando unos con otros. Y Dios estuvo atento, y escuchó: y fué escrito ante él un libro de memoria a favor de los que temen al Señor, y tienen en el corazón su santo Nombre. Y ellos, dice el Señor de los ejércitos, en aquel día en que yo pondré en ejecución mis designios, serán el pueblo mío; y yo los atenderé benigno, como atiende el hombre a un hijo suyo que le sirve.” (Mal. 3:16, 17, Torres Amat) El hablar cada uno con su prójimo no puede lograrse quedándose en casa o con sólo leer las Escrituras. Para lograr esto necesariamente quiere decir que hay que reunirse los unos con los otros y discutir la Palabra del Señor y las obras que tienen que ver con la honra de su santo nombre. Quiere decir hablarles a los prójimos, y contarles la verdad. Con tales acciones está tan complacido el Señor que mandó que se escribieran las siguientes palabras: “Pero entretanto los que adoraban al Eterno se hablaban unos a otros, y el Eterno les puso atención y los oyó; ante él está un registro de sus adoradores que se apegan a él. ‘Y yo los reclamaré,’ declara el Señor de los ejércitos, ‘como mi propia posesión estimada, en el día cuando yo me ponga en acción; seré indulgente para ellos, indulgente como es el hombre para el hijo que trabaja en su servicio.’”—Mal. 3:16, 17, Móffatt (en inglés).
13 Entonces el apóstol Pablo declaró: “Observándonos los unos a los otros, estimulémonos a emular el amor y las buenas acciones los unos de los otros. No dejemos de reunirnos como es la costumbre de algunos, sino alentándonos los unos a los otros, y tanto más cuanto ven que se va acercando el gran Día.” Jesús dijo, “Porque donde dos o tres se hallan reunidos como seguidores míos, allí estoy yo entre ellos.” (Hech. 10:24, 25; Mat. 18:20, Una Tradu. Am. [en inglés]) Eso es para que podamos entender los buenos propósitos del gran Jehová, y conseguirnos un buen entendimiento del justo nuevo mundo y de su Rey, pues cada uno ha de aceptar estas verdades y estar convencido de ellas personalmente. Para tener confianza completa e implícita tenemos que tomar estas verdades a pecho, como parte de nosotros mismos, por decirlo así, y entonces podremos obedecer el mandato que dice, “Mantengan su puesto, pues, con la faja de la verdad alrededor de la cintura.” La verdad de veras que es nuestra armadura que nos proporciona Dios para capacitarnos a resistir los ataques del maligno y sus demonios en estos postreros días.—Efe. 6:11-14, Una Tradu. Am. (en inglés).
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Cómo seguir impávidos hasta el fin finalLa Atalaya 1950 | 1 de agosto
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Cómo seguir impávidos hasta el fin final
1. ¿Qué cosa quiere decir o qué exige el hablar juntos para conocer la verdad?
OBVIAMENTE el hablar juntos para conocer la verdad incluirá el asistir a los estudios bíblicos con regularidad, estando presentes y tomando parte hasta donde sea posible en las reuniones de servicio y las reuniones de la escuela en el ministerio, no dejando de estar presentes en las asambleas del circuito y otras asambleas que arregle la organización del Señor. Todas estas provisiones se hacen para que se aprenda la verdad y así se llenen de “poder en el Señor y en la potencia de su fuerza”. (Ver. Hisp.-Am.) Al aumentar cada siervo en conocimiento querrá ponerlo a la disposición de otros. De modo que, allí está la publicación de las buenas nuevas, el hablar a los que están fuera de las compañías, a la gente en general, sí, yendo de casa en casa, luego haciendo más visitas hasta que el interés se avive y haya el deseo de estudiar. Cuanto más frecuente conversen los hijos de Jehová y lleven estas nuevas a otros, tanto más agradable será su obra ante los ojos de Él.
2. ¿Qué resultado tiene en uno el hablar juntos fielmente?
2 ¿No es verdad que los siervos que asisten a las reuniones con regularidad, que toman interés en los
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