BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • ¿Por qué hay tantos suicidios?
    La Atalaya 1983 | 15 de diciembre
    • afectar a los adolescentes. Ella dice: “Ahora comprendo cuánta confusión puede experimentar una joven. Ella simplemente no podía encararse a los problemas y yo estaba demasiado ocupada con otros asuntos para ayudarla. Ahora estoy tratando de conocerla mejor, de hablar más con ella y allegarme más a ella. Y esto está dando resultados. Mi hija ahora ríe y bromea conmigo tal como solía hacerlo antes de que todo esto sucediera”.

      Una salida

      No hay justificación para el suicidio. Pero a los que sufren en sentido emocional puede parecerles muy atrayente, una manera rápida de poner fin a la agonía. No obstante, Jehová, cuya Palabra nos dice que la vida es sagrada, ofrece ayuda a los que se hallan bajo tal presión. La Biblia promete: “No dejará que sean tentados más allá de lo que pueden soportar”. Este texto bíblico habla del atractivo de las “cosas perjudiciales”, como la idolatría y la inmoralidad (1 Corintios 10:6, 13). Pero no hay nada que sea más perjudicial que el suicidio. Por eso, también hay una salida para los que se sienten tentados al respecto. Jehová ha proporcionado ayuda tanto por medio de su Palabra, la Biblia, como por medio de la congregación cristiana.

  • Esperanza para los que se desesperan
    La Atalaya 1983 | 15 de diciembre
    • Esperanza para los que se desesperan

      “TODAS las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que por medio de nuestra perseverancia y por medio del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Romanos 15:4). Esas palabras del apóstol Pablo nos vienen a la mente cuando nos enteramos de que uno de los problemas principales de las personas suicidas es la desesperación, la falta de esperanza. ¿No elimina el “consuelo de las Escrituras” ese sentimiento de desesperación? En un sinnúmero de casos, sí. Por ejemplo, considere los siguientes:

      Una joven ya había abierto la llave del gas a fin de suicidarse, cuando una testigo de Jehová tocó a la puerta y compartió con ella una nueva esperanza, basada en la Biblia.

      Otra muchacha, cuyas esperanzas en cuanto al futuro se desvanecieron cuando quedó paralítica debido a un accidente automovilístico, intentó varias veces suicidarse. Luego los testigos de Jehová la ayudaron a hallar ‘consuelo en las Escrituras’, y ella pudo tener esperanza una vez más.

      Por otra parte, la esposa de un señor de edad avanzada murió precisamente antes de que celebraran su 50 aniversario de bodas. El señor estaba muy abatido, e incluso estaba preparando el veneno que pensaba tomarse, cuando unos testigos de Jehová llamaron a la puerta y le mostraron cómo podía darle un nuevo propósito en la vida el mensaje bíblico.

      Estas personas aprendieron a ‘esperar en Jehová; a ser animosos’ (Salmo 27:14). Aprendieron a contar con la fortaleza que proviene de Él, a ‘arrojar su carga sobre Jehová, quien las sustentaría’ (Salmo 55:22). También aprendieron acerca de los propósitos de Jehová tocante al futuro, y a medida que ese panorama maravilloso se desenvolvió delante de ellas, su situación actual pareció menos importante, menos abrumadora. Sí, para ellas, ‘el consuelo de las Escrituras’ fue un verdadero salvavidas.

      No obstante, ¿qué hay si alguien tiene un fuerte sentimiento de culpabilidad, o carece de gozo, y llega a la conclusión de que “el Dios que da esperanza” tiene que haberlo abandonado (Romanos 15:13)? ¿Hay algún “consuelo de las Escrituras” para alguien en tales circunstancias? Sí. “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y a los que están aplastados en espíritu él los salva” (Salmo 34:18). En realidad, él no los abandona.

      Sentimiento de culpabilidad

      Por ejemplo, es comprensible que alguien que haya cometido un pecado grave no esté seguro por algún tiempo de que Dios lo perdone. Cuando dicha persona se da cuenta de lo que ha hecho, tal vez se sienta como el peor y más despreciable ser del mundo. Pero aunque Jehová odia el pecado, tiene compasión de los pecadores que realmente se arrepienten y ponen fin a su derrotero incorrecto. A esa clase de personas, Él las perdona “en gran manera”. (Isaías 55:7.)

      El rey David de la antigüedad sabía eso. Escribió: “Porque tú, oh Jehová, eres bueno y estás listo para perdonar; y la bondad amorosa para con todos los que te invocan es abundante” (Salmo 86:5). David vivió una larga vida en fidelidad, pero durante su vida cometió algunos pecados muy graves en verdad. No obstante, en cada ocasión, cuando recobró el juicio y se dio cuenta de lo que había hecho, sinceramente se arrepintió y abordó a Dios en oración, seguro de que Dios lo perdonaría. (Salmo 51:9-12.)

      Aunque no querríamos imitar los pecados del rey David, si cometemos un pecado, podemos imitar su arrepentimiento profundo y sincero, reconocer francamente que lo que hicimos fue incorrecto, y tener fe en la buena voluntad de Jehová para perdonarnos. (1 Juan 2:1, 2.)

      Sin embargo, ¿no es prueba de que el espíritu de Dios se ha apartado de un cristiano el hecho de que por alguna razón éste no sienta gozo ni tranquilidad de espíritu? No necesariamente. Aunque los cristianos son personas alegres, puede que a pesar de eso experimenten angustia a veces. Hasta Jesús experimentó angustia, como en el jardín de Getsemaní, precisamente antes de morir. El registro bíblico dice: “Mas entrando en agonía continuó orando más encarecidamente; y su sudor se hizo como gotas de sangre que caían al suelo” (Lucas 22:44). ¿Se siente usted culpable porque a veces experimenta agonía de espíritu debido a las diversas pruebas que tiene que afrontar? Si así es, debería buscar consuelo en Jehová, tal como lo hizo Jesús.

      Pero ¿no es inicuo el que un cristiano quiera morir? Bueno, ¿recuerda usted cómo se sintió Job cuando estaba abatido? Él padeció de una enfermedad angustiosa, fue atormentado por amigos falsos, y creyó que Jehová lo había abandonado. De aquí que él gimiera en voz alta: “Mi alma ciertamente siente asco para con mi vida” (Job 10:1; 14:13). Para Job, la muerte pareció ser un modo tranquilo de librarse de su agonía, más bien que el enemigo que es en realidad. (1 Corintios 15:26.)

      Si Job se hubiera adelantado y hubiera tratado, por el tormento que sufría, de poner fin a su vida, ése hubiera sido un pecado craso. Mas cuando la persona está muy triste o perturbada en sentido emocional, no siempre puede controlar las ideas que le vienen a la mente. No obstante, si nos encontramos meditando en la muerte o deseando constantemente que estuviéramos muertos, debemos considerar eso como una advertencia. Es tiempo de hacer algo rápidamente. ¿Qué?

      ‘Busque ayuda’

      Cierta joven experimentó graves problemas económicos y matrimoniales. En medio de una crisis, se tomó una dosis excesiva de drogas, a la cual afortunadamente sobrevivió. Al reflexionar sobre por qué lo hizo, ella dice ahora: “Creo que el problema es que no le di a conocer a nadie cómo me sentía. No planeé el atentado. Las cosas simplemente se fueron acumulando por dentro hasta que hice eso de manera impulsiva”. ¿Qué aconseja ella? “Busque la ayuda de otras personas antes que llegue a ese punto.”

      Ése es un buen consejo. A veces, cuando estamos bajo tensión emocional, nuestras cargas quizás parezcan demasiado pesadas para llevarlas. Nuestro sentimiento de culpabilidad, aflicción o desesperación tal vez sea demasiado pesado. Pero no se espera que llevemos solos nuestras cargas. Mediante el apóstol Pablo, Jehová manda: “Sigan llevando las cargas los unos de los otros” (Gálatas 6:2). Otras personas quieren ayudar. Puede que tengan la obligación de ayudar. ¡Pero a menudo no sabrán cuánto necesita usted la ayuda a menos que usted les hable de ello!

      Una muchacha, quien tenía tres amigas que se suicidaron, preguntó angustiada: “¿Cómo pudiéramos haberlo sabido? [...] ¿Cómo pudiéramos haber estado allí cuando nos necesitaron, si nunca supimos cómo se sentían?”. Puede que sea difícil y angustioso hablar de problemas personales con otras personas. Pero usted quizás se sorprenda de lo fácil que fluyen las palabras después de haber empezado. Y tenga la seguridad de que otras personas sí quieren ayudar. Veamos quiénes están entre esas otras personas.

      [Recuadro en la página 7]

      Piense en otros

      Una muchacha que pensó en suicidarse explicó lo que la detuvo de llevarlo a cabo: “Los suicidas dejan una estela de sufrimiento, tristeza y culpabilidad... algo muchísimo más desconsolador y duradero que los problemas que a ellos les parecían insoportables”. (Mateo 7:12.)

      [Recuadro en la página 7]

      Las cosas mejorarán

      “Nada en este mundo dura para siempre. [...] Sabemos que el alivio está muy cerca.” Esta opinión hizo que un individuo rechazara la idea del suicidio.

      [Recuadro en la página 8]

      Cambio de opinión

      El Dr. Herbert Hendin declara que a través de los años llegó a conocer a cuatro personas que habían saltado de edificios altos y habían sobrevivido a la caída. Dos de ellas dijeron que en el momento en que saltaron quisieron cambiar de opinión. (Suicide in America, por Herbert Hendin, doctor en medicina.)

  • Quieren ayudar
    La Atalaya 1983 | 15 de diciembre
    • Quieren ayudar

      “LES exhortamos, hermanos, [...] hablen confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tesalonicenses 5:14). Al dirigir esas palabras a la congregación de Tesalónica, el apóstol Pablo mostró que la congregación cristiana es un medio importante que Dios ha provisto para prestar apoyo a los que están abatidos. Cualquier cristiano que se sienta abrumado por malas emociones puede hallar consuelo y ayuda entre sus hermanos cristianos.

      El discípulo Santiago aconsejó que el cristiano pidiera ayuda a los ancianos nombrados de la congregación. Dijo: “¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que mande llamar a los ancianos de la congregación, y que ellos oren sobre él, untándolo con aceite en el nombre de Jehová. Y la oración de fe sanará al indispuesto, y Jehová lo levantará”. (Santiago 5:14, 15.)

      ¿Qué hay si la persona está reacia a pedir ayuda a los ancianos? El caso de una cristiana que tenía un problema grave ilustra eso, y ella explica por qué: “En lo más recóndito de mi mente, pensé que los ancianos no comprenderían. Ellos considerarían que yo tenía la culpa”. Pero después de una grave crisis doméstica, ella se sintió movida a ir a ellos. ¿Qué descubrió? “Los ancianos no son perfectos. Pero sí comprendieron.”

      Recuerde, sin embargo, que el apóstol Pablo animó a toda la congregación a ‘consolar a las almas abatidas’. Los ancianos quieren ayudar. Aunque los abatidos pueden acudir a cualquier persona madura con quien se sientan tranquilos. Es probable que los jóvenes vayan a sus padres. Puede que las cristianas prefieran considerar los asuntos con hermanas cristianas experimentadas que sean “maestras de lo que es bueno” (Tito 2:3). Lo importante es: HABLE CON ALGUIEN.

      Pero ¿qué hay si una persona descorazonada viene a usted por ayuda? ¿O qué hay si usted toma la iniciativa para tratar de ayudar a tal persona? Hay algunas cosas que usted debe recordar.

      La consolación y los sentimientos de compañero

      Recuerde no emitir un juicio a la ligera sobre la espiritualidad de las personas abatidas. Pablo dijo que ellas necesitan consuelo. Por consiguiente, hacemos bien en desplegar para con ellas las cualidades de las que él habló al escribir a los filipenses: “Si, pues, hay algún estímulo en Cristo, si alguna consolación de amor, si alguna participación de espíritu, si algunos tiernos cariños y compasiones, hagan pleno mi gozo en que son ustedes de la misma mente y tienen el mismo amor” (Filipenses 2:1, 2). El estímulo, el amor, la consolación, la participación de espíritu, el tierno cariño y la compasión pueden tener un maravilloso efecto curativo en la persona abatida.

      El apóstol Pedro añadió a eso otra cualidad excelente. Dijo: “Todos ustedes sean de un mismo ánimo y parecer, compartiendo sentimientos como compañeros, teniendo cariño fraternal, siendo tiernamente compasivos” (1 Pedro 3:8). La persona que ‘comparte sentimientos como compañero’, que puede ponerse en el lugar de la otra persona, ganarse la confianza de ella y hablarle confortadoramente, tiene un don excelente para ayudar a las almas abatidas.

      Depresión grave

      Pero ¿qué hay si alguien de la congregación padece de depresión grave? Suponga que a tal persona la aflijan sentimientos de profunda inutilidad, culpabilidad, desesperanza o desesperación, y que, al parecer, nada de lo que se le diga ayuda. En primer lugar, a esa persona se le debe aconsejar que consulte a un médico, ya que a menudo la depresión grave la produce una causa físicaa. Pero, prescindiendo de la ayuda profesional que ella busque, la congregación todavía tiene un papel importante que desempeñar.

      Los miembros de la congregación deben evitar el criticar al abatido o decirle: ‘Contrólate’, o: ‘Cambia de humor’. Un señor cuya esposa padece de depresión dijo que ella ha tenido tendencias suicidas de vez en cuando. ¿Por qué? El esposo admite que se debió en parte a la falta de comprensión que él y otras personas desplegaron para con ella.

      Algunas personas han hallado que es bueno hablar con los abatidos sobre cosas que ellos sabían antes, pero que ahora quizás se les haga difícil creer porque la depresión les ha confundido la mente. Hable de Jehová, “el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo” (2 Corintios 1:3). Recuerde a la persona abatida que Jehová está dispuesto a perdonar en “gran manera” (Isaías 55:7). Hable de las bellezas de la creación de Jehová, y recuérdele cualquier experiencia agradable que ella haya tenido al respecto. Hable del compañerismo alegre del que ella ha disfrutado en la congregación, de lo mucho que ella ama a su familia y que su familia la ama. Haga hincapié en que, aunque usted no puede comprender plenamente lo mal que ella se siente, la experiencia de otras personas muestra que la situación mejorará. Esté dispuesto a escuchar con ‘cariño fraternal y tierna compasión’ cualquier cosa que ella diga, sin importar lo ilógico que lo haga parecer su aflicción emocional.

      Si el abatido hablara del suicidio, tómelo en serio. Y si él no menciona el suicidio, pero usted tiene motivo para creer que él está pensando en ello, no tenga miedo de sacar el tema a colación. Usted pudiera decir algo como esto: “Sé que se siente muy mal ahora mismo, probablemente mucho peor de lo que yo pudiera comprender alguna vez. Sabe, cuando las personas se sienten tan mal como usted, a veces se les ocurre la idea de que lo mejor sería simplemente poner fin a todo. ¿Se ha sentido usted así alguna vez?”. Si así es, se pondrá de manifiesto todo el asunto, y eso lo ayudará a mitigar el sentimiento de culpabilidad que resulta de esos pensamientos.

      ‘Cuando la máquina no funciona bien’

      Un médico que también es anciano cristiano informa: “A veces utilizo la analogía de una calculadora. Si las pilas se descargan, prescindiendo de las teclas que uno oprima, no conseguirá una respuesta confiable. Así, lo que digo a alguien que padece de depresión grave es que sus ‘pilas’ se han descargado temporalmente. A él se le van a ocurrir algunas ideas extrañas, y llegará a algunas conclusiones raras. Pero eso solo ocurrirá mientras exista el trastorno. Cuando desaparezca el problema, las cosas mejorarán”.

      Ese mismo médico añade: “En el caso de las personas que están en ese estado, lo que decimos no es siempre lo que importa. Como compañeros cristianos, tratamos de comprenderlas lo mejor que podemos. Los ancianos tal vez puedan hallar a alguien que haya tenido mucha experiencia en la vida y le pidan que converse con el abatido, o que simplemente lo escuche. Muchas veces he hallado que de quien ha recibido más ayuda la persona abatida ha sido de una hermana cristiana de edad avanzada que ha padecido personalmente de depresión grave. Puede que ella sencillamente se siente, dé algunas palmaditas en el hombro al enfermo y diga: ‘Yo sé cómo se siente usted’”.

      Puede lograrse

      Es cierto que al que tiene malos sentimientos tal vez le parezca que se exige un esfuerzo enorme para vencerlos. Y lo último que querría hacer una persona abatida es algún esfuerzo. Pero el suicidio no es la solución. Cierta señora estuvo abatida por mucho tiempo. No quería comer, no podía dormir, no tenía energías, estaba nerviosa, tensa y quería morir. Ahora ella escribe: “Anímese. Prescindiendo de cuánto tiempo haya estado sufriendo, y sin importar qué problema tenga, Jehová puede ayudarle, y lo hará. Yo soy prueba de ello”. (Filipenses 4:13.)

      Hay algo más que podemos hacer para ayudar a las almas abatidas. Podemos orar por ellas, en armonía con las ideas que expresó el apóstol Pablo: “Que nuestro Señor Jesucristo mismo y Dios nuestro Padre, que nos amó y dio consuelo eterno y esperanza buena por medio de bondad inmerecida, consuelen sus corazones y los hagan firmes en todo buen hecho y buena palabra”. (2 Tesalonicenses 2:16, 17.)

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir