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  • Cuando estalla la cólera
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 15/2 págs. 3-4

Cuando estalla la cólera

EN LA ciudad de Nueva York, “un hombre del sector de Kew Gardens, quien estaba enfurecido con sus vecinos porque éstos estaban tocando música fuerte, mató a tiros a cuatro personas y luego se dio muerte a sí mismo.” Al otro lado del mundo, en Osaka, Japón, “un chofer fue muerto de un disparo de pistola después de tocar la bocina porque el automóvil que le precedía había parado súbitamente.”

Probablemente usted nunca se haya descontrolado hasta tal grado. Y claro está que usted quiere evitar tal tragedia. Pero, ¿puede usted decir que siempre domina su espíritu? ¿Debería usted esforzarse por hacerlo? En realidad, ¿hay algo que pueda hacerse en cuanto a ello?

MÁS QUE CONTROLAR EL GENIO

La Biblia claramente nos exhorta a dominar nuestro espíritu. Dice: “El que es tardo para la cólera es mejor que un hombre poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad.” (Pro. 16:32) La Biblia también condena el perder el dominio de uno mismo, pues dice: “Como una ciudad en que se ha hecho irrupción, que no tiene muro, es el hombre que no tiene freno para su espíritu.” (Pro. 25:28) Pero, ¿qué está envuelto en el que una persona domine su espíritu?

El que dominemos nuestro espíritu evidentemente lleva un significado más profundo que simplemente refrenar nuestro mal genio. La palabra “espíritu” se usa frecuentemente en la Biblia para denotar nuestras características predominantes, nuestros motivos y nuestra disposición de ánimo. Esto se observa en los términos bíblicos “apacibilidad de espíritu,” “espíritu tranquilo y apacible,” “fiel en espíritu” y “espíritu altivo.”—1 Cor. 4:21; 1 Ped. 3:4; Pro. 11:13; 16:18.

Por ejemplo, si una persona tiene odio en su corazón, pero se refrena de cometer homicidio por no tener la oportunidad de hacerlo, ¿ha dominado realmente su espíritu? ¿Esta bien odiar, con tal que uno no exprese su odio? Jesús nos da la respuesta: ¡No! A la misma vez que él condena el asesinato, sus palabras indican que también condena el espíritu de odio que puede llevar al asesinato.—Sírvase ver Mateo 5:21, 22.

A veces quizás podamos refrenar la lengua y el mal genio y alejarnos de una situación desagradable sin decir una palabra. Sin embargo, si varios días o aun semanas después todavía estamos cavilando sobre el incidente y sintiéndonos perturbados por él, ¿no indica esto que realmente no hemos dominado nuestro espíritu? Si alguien dice: “Yo puedo perdonar, pero nunca olvidar,” ¿está verdaderamente dominando su espíritu? Y ¿qué hay de la persona que, aunque no se encoleriza, se pone arisca y resentida, de modo que rehúsa hablar a las personas que, según ella, la han herido?

No podemos pasar por alto los sentimientos de frustración o envidia que surgen en nuestro corazón, o simplemente despedirlos como algo “normal.” Estos sentimientos representan nuestro verdadero “espíritu” o personalidad predominante. Estas son las emociones interiores que necesitamos controlar si queremos agradar a Dios.

Para demostrar los efectos dañinos que pueden tener las emociones interiores que no se controlan, Jesucristo dijo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias.” Dice a continuación: “Estas son las cosas que contaminan al hombre.” (Mat. 15:19, 20) Sí, el dominar nuestro espíritu significa dominar nuestro “corazón,” es decir, nuestras mismísimas actitudes y motivos.

Por lo tanto, no basta con simplemente refrenarnos cuando se nos provoca. Para agradar a Dios, realmente tenemos que dominar nuestro espíritu. Pero, ¿cómo?

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