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  • El tiempo... ¿qué es?
    La Atalaya 1983 | 1 de abril
    • El tiempo... ¿qué es?

      ¿QUÉ hora es? ¿Cuántas veces ha hecho usted esa pregunta? Quizás a medida que lea esta página sienta el impulso de mirar su reloj de pulsera o el reloj de pared. ¿Por qué? Porque el hombre tiene muy en cuenta el paso del tiempo, como si no pudiera vivir sin tener una idea de la hora que es. (Salmo 90:12; Eclesiastés 3:11.)

      A diario el reloj rige la vida de la mayoría de nosotros. Dormimos, nos levantamos, comemos, trabajamos y nos divertimos... no siempre cuando queremos, sino cuando nos lo indican las manecillas del reloj. Y lo curioso es que, cuando miramos el reloj, puede que no estemos tan interesados en saber qué hora es, sino cuánto tiempo nos queda para hacer esto o aquello.

      Parece que todas las cosas vivas tienen un reloj interno. Por ejemplo, dentro de muchas plantas y animales hay mecanismos que miden con precisión el tiempo de florecer y de migrar, según sea el caso. Sin que nos demos cuenta de ello, el tictac de relojes biológicos regula la secreción de ciertas sustancias químicas dentro de nosotros y las funciones físicas. ¿No le recuerda esto el proverbio que dice: “Para todo hay un tiempo determinado”? (Eclesiastés 3:1.)

      ¿Cómo explicaría usted lo que es el tiempo? Algunas personas dirían que el tiempo es una manera de ver las cosas o que es el intervalo entre un suceso y otro. Por lo tanto, si nunca sucediese nada, no habría tiempo. Sin embargo, el definir lo que en realidad es el tiempo se convierte en algo tan desconcertante como el explicar lo que es el espacio universal. Pero se conocen ciertos aspectos relacionados con el tiempo.

      Hechos acerca del tiempo

      Sabemos en qué dirección se mueve el tiempo... hacia adelante. Se mueve en una sola dirección. El pasado queda atrás, nunca se repetirá. Los errores que hayamos cometido al igual que nuestras buenas obras, dejan su huella en las arenas del tiempo. Siempre vivimos en el presente y adelantamos hacia el futuro, pero nunca podemos volver atrás y reparar nuestros errores. De aquí la importancia de que tomemos buenas decisiones en el presente a fin de que podamos disfrutar de un futuro mejor, en vez de uno del cual tengamos que lamentarnos. (Proverbios 3:1, 2.)

      Sabemos cómo medir el tiempo. En el pasado distante el hombre se conformaba con permitir que el Sol, la Luna y las estrellas marcaran el paso del tiempo. Para muchas personas, cuando el Sol salía por la mañana, era hora de trabajar, y cuando se ponía por la noche, era hora de dormir.

      A medida que la sociedad iba haciéndose más compleja y variable, mayor era la preocupación del hombre por medir el tiempo. Gracias al ingenio del hombre se inventaron un sinnúmero de mecanismos con tal propósito... el reloj de Sol, el encender velas, el reloj de arena, el reloj mecánico y, hoy, el reloj atómico. Todos estos dispositivos son como reglas para medir una corriente invisible llamada tiempo. Debido a la obsesión que tiene el hombre de medir el tiempo con precisión, muchas personas han salvado la brecha entre una sociedad orientada hacia el trabajo y una sociedad orientada hacia el tiempo.

      Pero ¿por qué parece que el tiempo pasa volando en cierta ocasión y se estanca en otra? Esto es porque el tiempo puede medirse por sucesos. Un período de inactividad parece más largo que un período de actividad, y mientras más nos interesamos en lo que estamos haciendo, más rápido parece que pasa el tiempo. Si nos aburrimos de una tarea, nos parece que el tiempo pasa con suma lentitud. ¿No ha tenido usted alguna vez que sentarse a esperar a alguien? Una hora ociosa que pasemos así parece interminable... un suceso. Pero suponga que en esa misma hora usted haya realizado una serie de tareas en sucesión, como el preparar una comida para invitados inesperados (pelar las patatas, poner el asado en el horno, cocer las hortalizas, poner la mesa, ir rápidamente de un lado a otro de la casa quitando el polvo y arreglarse para recibir a sus invitados). Entonces parecería que esa hora se hubiera ido volando a velocidad supersónica, pues había una multitud de tareas con qué llenarla.

      El que tengamos conciencia del pasado, presente y futuro nos distingue de los animales. Los animales viven en un presente continuo, pero los humanos, aunque viven en el presente, pueden recurrir a las experiencias pasadas para prever las necesidades futuras. Y a medida que pasen los años y acumulemos más experiencias en la vida, más rápidamente nos parecerá que pasa el tiempo. Por lo tanto, a medida que vayamos envejeciendo y tengamos cada vez más conciencia de que morimos, ¿no deberíamos dedicar más tiempo a meditar en lo que es la vida y cómo la vivimos? (Salmo 90:10.)

      Es muy cierto lo que el poeta Henry Austin Dobson dijo acerca del tiempo:

      “¿Dices que el tiempo vuela y se va? ¡No es así!

      ¡Nosotros volamos! ¡El tiempo queda aquí!”.

      No obstante, ¿tiene que ser siempre éste el caso? No, si realmente sabemos lo que es el “tiempo”. El hombre puede calcular el tiempo, teorizar acerca del tiempo, medir con precisión el tiempo, pero ¿sabe en qué tiempo vivimos desde el punto de vista de Dios? ¿Dónde estamos en relación con Su horario de sucesos?

  • ¿Lleva Dios cuenta del tiempo?
    La Atalaya 1983 | 1 de abril
    • ¿Lleva Dios cuenta del tiempo?

      COMO la Primera Causa de los sucesos, Jehová Dios es el creador del tiempo. Este hecho puede observarse al leer el primer libro de la Biblia. En Génesis 1:1, 14 leemos: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y pasó Dios a decir: ‘Lleguen a haber lumbreras en la expansión de los cielos para hacer una división entre el día y la noche; y tienen que servir de señales y para estaciones y para días y años”.

      Así Jehová puso en marcha gigantescos indicadores de tiempo... la Tierra, a girar sobre su propio eje; la Luna, a describir órbitas alrededor de la Tierra; y ambos cuerpos celestes, a dar vueltas al Sol para indicar los días, los meses y las estaciones del año. Estos cuerpos celestes nos ayudan a saber qué hora es, sin costo alguno para nosotros ni responsabilidad alguna de parte nuestra tocante a su funcionamiento o ajuste.

      ¿Por qué tener presente el tiempo?

      Jehová tiene presente el tiempo, y desea que nosotros también lo tengamos presente. Estamos hechos de ese modo. Pero no todos los siervos de Dios han desplegado sabiduría en el uso que dan al tiempo. Algunos no han desarrollado suficiente sensibilidad al horario de sucesos de Dios.

      Por ejemplo, en el siglo siete a. de la E.C. el pueblo escogido de Dios no tenía excusa alguna para no saber en qué tiempo vivía. El profeta Jeremías escribió: “Aun la cigüeña en los cielos... bien conoce sus tiempos señalados; y la tórtola y el vencejo y el bulbul... observan bien el tiempo de la venida de cada uno. Pero en cuanto a mi pueblo, no ha llegado a conocer el juicio de Jehová” (Jeremías 8:7). Por instinto los animales saben cuándo es tiempo de reaccionar a los cambios estacionales. Pero los israelitas, a pesar de que se les hizo repetidos llamamientos a la razón y al corazón, no querían saber que había llegado el tiempo de Dios para el juicio de ellos, o más bien, no les importaba.

      ¿Qué hay de nosotros hoy día? ¿Sabemos en qué tiempo vivimos? Jehová siempre ha tenido un tiempo señalado para expresar su voluntad y su juicio. En el discurso que el apóstol Pablo dirigió a los atenienses dijo: “Cierto, Dios ha pasado por alto los tiempos de tal ignorancia, sin embargo ahora le está diciendo a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan. Porque ha fijado un día en que se propone juzgar a la tierra habitada con justicia por un varón a quien él ha nombrado” (Hechos 17:30, 31). ¿Cree usted que estamos cerca de ese ‘día de juicio’? ¿O le parece que falta mucho tiempo para ello?

      Durante el primer siglo llegó el tiempo para que apareciera en la escena terrestre el hombre a quien Dios utilizaría para juzgar la Tierra. La fecha de su llegada fue una muy importante en el horario de Dios, como dice la Biblia: “Cuando llegó el límite cabal del tiempo, Dios envió a su Hijo, que vino a ser procedente de una mujer y que vino a estar bajo ley” (Gálatas 4:4). El Hijo de Dios, Jesucristo, llegó justo a tiempo.

      Esta venida de Cristo en el primer siglo señaló un período de juicio para la ciudad de Jerusalén. En el año 33 E.C. Jesús dio advertencia a los residentes de ella respecto a la destrucción venidera que sufrirían a manos de un ejército enemigo. Dijo: “Te arrojarán al suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no discerniste el tiempo en que se te inspeccionaba” (Lucas 19:44). Treinta y siete años más tarde se cumplió esa profecía. Si usted hubiera estado vivo entonces, ¿habría sabido en qué tiempo vivía? ¿Habría sabido que había llegado el tiempo de Dios para enviar a su Hijo a la Tierra y pronunciar juicio contra Jerusalén?

      ¿Cómo pudiera usted haber sabido esto? Del mismo modo, ¿cómo puede saber en qué tiempo estamos viviendo hoy? ¿Cómo puede reconocer si estamos cerca de ese predicho ‘día de juicio’ o no?

      Examine el horario de Dios

      Tal como es preciso examinar el horario de las llegadas y salidas antes de hacer un viaje en tren o en avión, también necesitamos un horario para saber qué quiere Dios que hagamos y cuándo. La Biblia sirve de horario de Dios. Si examinamos este Libro, podemos saber el tiempo que se ha fijado para la llegada de ciertos sucesos que afectarán a los humanos. Por ejemplo, todos los judíos del primer siglo deberían haber estado listos para la venida del Cristo. ¿Por qué? Porque, mediante su profeta Daniel, Dios había predicho mucho tiempo antes que el Mesías, o Cristo, llegaría en el año 29 E.C. (Daniel 9:24-27). De hecho, los judíos del primer siglo que conocían la profecía de Daniel estaban esperando el aparecimiento del Mesías en aquel mismo año (Lucas 3:1, 2, 15). El erudito judío Abba Hillel Silver escribió: “Se esperaba al Mesías para el segundo cuarto del primer siglo E.C.”.

      Lo mismo puede decirse de hoy día. Si utilizamos el horario de la Biblia, podemos determinar que éste es el tiempo de la presencia invisible de Cristo como Reya. Por consiguiente, su venida a ejecutar el juicio de Dios sobre los inicuos, y su ‘día de 1000 años para juzgar la tierra con justicia’ están muy cerca. (Hechos 17:31; Daniel 4:10-17; Mateo 24:7-31; Lucas 21:24; Revelación 20:4-15.)

      Nuestras creencias afectan nuestro punto de vista del tiempo

      Hace diecinueve siglos, toda persona que no comprendió el horario de Dios, y se cansó de esperar el tiempo señalado de Jehová para que su Hijo llegara, perdió la oportunidad de disfrutar de maravillosas bendiciones. De igual manera hoy, si nos impacientamos y preguntamos: “¿Dónde está esa prometida presencia de él?”, también perderemos el favor de Dios por no conocer el tiempo en que vivimos (2 Pedro 3:4). Debido al ambiente en que vivían, este tipo de espíritu impaciente se cernió sobre la congregación cristiana efesia del primer siglo y fue una verdadera amenaza para la fe de aquellos cristianos. ¿Halla usted que su fe se está debilitando debido a su impaciencia respecto al horario de Dios? ¿Qué podemos aprender del consejo que el apóstol Pablo dio a los efesios?

      Los griegos de Éfeso que no eran cristianos no creían que el tiempo se movía en línea recta. Las escuelas filosóficas griegas enseñaban el punto de vista cíclico del tiempo. Que los sucesos vuelven a ocurrir mecánicamente, es decir, que la vida puede repetirse en ciclos interminables. Si una persona desperdiciaba su tiempo en un ciclo de vida, podía recobrarlo todo en una vida repetida. Puede que este modo de pensar haya contribuido a que los cristianos efesios adoptaran una actitud despreocupada para con el horario de sucesos de Jehová, incluso Su juicio.

      Además, un estilo de vida orientado hacia los placeres rodeaba a los cristianos efesios y ejercía gran presión sobre ellos para que no tuvieran muy presente el horario de Dios. El que ellos llevaran una vida voluptuosa y se entregaran a la complacencia de sus propios deseos, por creer que era sabio vivir para el presente, no los diferenciaría de los animales, que no tienen ningún concepto del pasado o el futuro, sino solo del presente. Si querían lo que esperaban heredar en el futuro, necesitaban recordar este hecho memorable: “Porque ustedes saben esto, reconociéndolo ustedes mismos, que ningún fornicador, ni inmundo, ni avariento —que significa ser idólatra— tiene herencia alguna en el reino del Cristo y de Dios”. (Efesios 5:5.)

      En los versículos que siguen Pablo aconseja a aquellos cristianos que tengan muy presente el tiempo en que viven. De otro modo, se les podría embaucar de tal manera que pensaran que tenían suficiente tiempo para envolverse en conducta indecente y luego dejarla, sin que ello resultara en ruina espiritual. Pablo dijo: “Que nadie los engañe con palabras vacías, porque a causa de las cosas susodichas viene la ira de Dios. [...] Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor” (Efesios 5:6, 10). Así que, en vista del horario de Dios, nuestra conducta sí tiene efecto en nuestro futuro.

      ¿Cómo podían aquellos efesios tener la aprobación de Dios? ¿Cómo podemos tenerla nosotros? Por medio de ‘comprar todo el tiempo oportuno’. Por medio de ‘percibir cuál es la voluntad de Jehová’ (Efesios 5:16, 17). ¿Cuándo hay que hacer esto? ¡Ahora! ¿Por qué? Debido a que tal vez no tengamos otra oportunidad de hacerlo. Desde 1914 han estado ocurriendo los numerosos sucesos predichos en la Biblia que señalan a este tiempo como los “últimos días”, de los cuales una generación ha sido testigo ocular, y que al parecer nos indican que el transcurso del tiempo se ha acelerado. No queremos que se nos sorprenda sin que hayamos tenido tiempo para edificar una buena relación con Jehová y su Juez nombrado, ¿no es verdad? (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21; 2 Timoteo 3:1-5; 2 Pedro 3:10, 11.)

      Una ayuda para tener presente el tiempo

      Dios ha hecho arreglos para que un cuerpo de personas dedicadas y ungidas por espíritu nos ayuden a tener presente el tiempo. Este “esclavo fiel y discreto” nos sirve “alimento [espiritual] a su debido tiempo” y nos insta a ‘siempre tener mucho que hacer en la obra del Señor’ (Mateo 24:45; 1 Corintios 15:58). Así podemos ser útiles en el servicio de Dios tanto ahora como en el futuro. Pero esto nos cuesta algo. Tiempo. Todos disponemos de la misma cantidad de tiempo cada semana... 168 horas. ¿Cuán bien emplea usted su tiempo? ¿Demuestra que realmente conoce, desde el punto de vista de Dios, el tiempo en que vivimos?

      ‘No tengo tiempo’, dicen muchas personas. Por eso uno tiene que estar dispuesto a comprar tiempo de otras actividades de la vida. Los pasatiempos favoritos, la música, el entretenimiento, el trabajo seglar... todas esas actividades compiten por quitarle el tiempo. Y nuevos aparatos, como los ‘videojuegos’ de televisión, pueden llegar a consumir su tiempo de modo incorregible. Aunque quizás sea placentero o necesario dedicar algún tiempo a actividades recreativas sanas, ¿refleja su modo de vivir un equilibrio razonable entre la manera como emplea su tiempo y lo que usted conoce acerca del horario de Dios?

      ¿Cuáles palabras poéticas quiere usted que apliquen en su caso?

      Estas:

      “¿Dices que el tiempo vuela y se va? ¡No es así!

      ¡Nosotros volamos! ¡El tiempo queda aquí!”.

      O éstas:

      “Todo el día te bendeciré, sí,

      y ciertamente alabaré tu nombre hasta tiempo indefinido, aun para siempre”. (Salmo 145:2.)

      El que usted sepa en realidad en qué tiempo vivimos, o lo ignore, determinará qué palabras aplicarán en su caso.

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