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Los terremotos... ¿los causa Dios?La Atalaya 1983 | 1 de septiembre
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Los terremotos... ¿los causa Dios?
“La tierra firme se vuelve como gelatina bajo los pies. La persona da tres o cuatro pasos hacia adelante, pero es sorprendida con un tirón hacia atrás como si estuviera sobre una alfombra en movimiento. Una cae y es difícil levantarse porque es arrojada en toda dirección. Los árboles se sacuden, las copas de éstos tocan la tierra —primero un lado, luego el otro— algunos se parten por la mitad. Se trata de alcanzar el camino como medio de escape; éste serpentea delante de una. En el suelo —por todas partes— se ve cuando se abren grietas y se vuelven a cerrar de golpe. El terror se apodera de una. No hay lugar seguro. Se piensa: ‘¡Es el fin del mundo!’”—Sarah Burn Plunkett, sobreviviente del terremoto de Alaska de 1964.
¿HA SENTIDO usted el estremecimiento provocado por un terremoto? Aunque no haya tenido tal experiencia, los terremotos afectan su vida. ¿Cómo? Por lo menos de dos maneras. Primero, éstos indican que, sin importar donde uno viva, el mismísimo suelo debajo está en constante movimiento. Segundo, y de mayor importancia, los terremotos de tiempos modernos son sintomáticos de “la conclusión” de este “sistema de cosas” global. Con relación a esto una profecía muy conocida declara: “Y habrá grandes terremotos” (Lucas 21:9-11; Mateo 24:3-8). La Biblia predijo que terremotos literales serían parte de una “señal” que marcaría el tiempo en que el Reino celestial de Dios pondría fin a la iniquidad y establecería un pacífico Paraíso en la Tierra (Salmo 37:10, 11; Mateo 6:10). Puede que esto mueva a algunas personas a preguntar: “¿Es Dios quien causa estos terremotos?”
Terremotos de tiempos bíblicos
¿Es Dios quien causa todos los terremotos? Para contestar con una sola palabra... ¡no! Los terremotos son un proceso natural de la Tierra, tal como lo son el viento y la lluvia. Los temblores han estado ondulando la Tierra desde los tiempos más remotos. Como promedio, la Tierra tiembla cada 30 segundos.
En unos cuantos casos específicos fue Jehová Dios quien causó ciertos terremotos. ¿Por qué? Aquellos terremotos cumplieron con un propósito determinado, y la destrucción que causaron fue selectiva... nunca al azar. Considere estos ejemplos:
Hace treinta y cuatro siglos, durante la inauguración de uno de los pactos de Dios, el pueblo de Israel se congregó al pie del monte Sinaí y “toda la montaña estaba temblando muchísimo”. Como demostración de su poder incomparable, Jehová usó así un terremoto para dar énfasis a la seriedad del pacto. Además, el que la montaña temblara sirvió de recordatorio a los israelitas. No olvidarían fácilmente la promesa solemne que ellos hicieron, porque Jehová enlazó aquel acuerdo importante con acontecimientos impresionantes que incluyeron un terremoto. (Éxodo 19:7-19.)
Poco tiempo después ocurrió otro terremoto. En las casas de Datán, Abiram y Coré se desarrolló una actitud rebelde contra el caudillo que Jehová había asignado. Después de dar suficiente amonestación, la cual se pasó por alto, Jehová usó un terremoto para librar a su pueblo de aquellos rebeldes. “El suelo que estaba debajo de ellos empezó a partirse. Y procedió la tierra a abrir su boca y a tragárselos a ellos y sus casas y a todo el género humano que le pertenecía a Coré y todos los bienes.” (Números 16:31, 32.)
Sin embargo, Dios no ha causado los terremotos del día moderno. Entonces, ¿por qué los incluye la Biblia como parte de la señal del ‘fin’? ¿Y verdaderamente estamos viviendo en “la conclusión del sistema de cosas”?
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Los terremotos... ¿señal del fin?La Atalaya 1983 | 1 de septiembre
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Los terremotos... ¿señal del fin?
SOLOS con Jesús en un cerro alto, rodeados de olivos nudosos, y con la ciudad de Jerusalén abajo, cuatro hombres estaban perplejos. Más temprano en aquel día habían oído a su Caudillo, Jesucristo, predecir que se destruiría a Jerusalén y su templo sin que ‘se dejara piedra sobre piedra’. Sorprendidos, preguntaron: “¿Cuándo serán estas cosas?”. Les interesaba profundamente la respuesta de Jesús. Pero la respuesta que él dio debería ser de mayor interés hoy día. (Mateo 24:1-3.)
La destrucción inminente de Jerusalén era de interés inmediato para los apóstoles. No obstante, la curiosidad de ellos no se detuvo con aquella sola pregunta, porque también deseaban saber el tiempo de la futura presencia de Jesús en gloria real y cuándo esperar el fin del orden inicuo. Preguntaron: “¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. La respuesta que Jesús dio satisfizo a sus seguidores del primer siglo. Su respuesta sobre “la señal” también puede satisfacer a sus seguidores del día moderno que anhelan ver el fin de la iniquidad, porque la señal se cumple en nuestro día.
La señal que Jesús dio tiene rasgos evidentes, que se pueden observar fácilmente por todas partes. Éstos no son vagos ni abstractos. Note esta parte de la respuesta de Jesús registrada en Mateo 24:7: “Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá escaseces de alimento y terremotos en un lugar tras otro”. Cuando estallan guerras, las naciones lo saben. Cuando la gente padece de hambre —muere de hambre— la gente lo sabe. Y cuando un terremoto sacude la tierra bajo los pies de uno, uno lo sabe, pues un terremoto es uno de los sucesos naturales más impresionantes que se pueda experimentar. Éstos y otros rasgos que son claramente visibles, los cuales conjuntamente afligen a la humanidad en una generación, componen “la señal” (Mateo 24:3, 34). Examinemos solo una parte de esta “señal”... los terremotos.
Los terremotos... ¿qué quiso decir Jesús?
Jesús no fue sismólogo. Él era predicador y maestro, además de profeta. Mientras estuvo “lleno de espíritu santo” y bajo la dirección de esta fuerza activa invisible de Jehová, Jesús profetizó concerniente a terremotos y otros rasgos de “la señal”. (Lucas 4:1; Juan 8:28.)
¿Hubo un cumplimiento de las palabras de Jesús en el primer siglo? Sí. La historia bíblica y la seglar registra una gran cantidad de terremotos entre el año de su profecía, 33 E.C., y la devastación de Jerusalén en 70 E.C. Dos temblores de tierra sacudieron a Jerusalén pocos días después de la profecía de Jesús (Mateo 27:51; 28:2). Diecisiete años después ocurrió un terremoto en la ciudad de Filipos, según lo registró el escritor bíblico Lucas (Hechos 16:26). Además, historiadores no bíblicos hablan de por lo menos seis terremotos grandes que hubo en esa parte de la Tierra durante aquel período. (Vea la tabla I.)
¿Porqué eran los terremotos algo especial en el primer siglo? ¿Y era el informe de un terremoto una noticia excepcional para los cristianos del primer siglo? Las contestaciones de estas preguntas pueden ayudarnos a entender el significado de los terremotos de nuestro día.
Puesto que la corteza terrestre alrededor del Mediterráneo, que incluye a Jerusalén, está ubicada en una zona sísmica moderadamente activa, que hace que la corteza de la región sea inestable, los temblores de tierra no eran un suceso excepcional para los habitantes de esa región en el primer siglo. Por ejemplo, las fallas del Gran Valle de Hundimiento entre el río Jordán y el mar Muerto y las fallas transversales que forman la llanura de Esdrelón (Jezreel), entre Galilea y Samaria, se asocian con terremotos que ocurrieron aun antes del primer siglo. (Amós 1:1; Zacarías 14:5.)
Los terremotos en sí no darían ningún significado especial a la “señal” profética de Jesús respecto al cercano fin de Jerusalén, lo mismo que una fiebre alta no sería indicio de cierta enfermedad específica si no hubiera otros síntomas. Por eso, lo que añadió significado especial a la profecía de Jesús tocante a los terremotos fue que éstos ocurrieron en combinación con todos los demás rasgos de “la señal”. De modo que fue esta “señal” compuesta de sucesos predichos lo que los cristianos del primer siglo presenciaron y a la cual respondieron.
Los terremotos del día moderno
¿Se halla en el siglo veinte un cumplimiento de la profecía de Jesús acerca de los terremotos? Es decir, ¿ha habido grandes terremotos que indiquen que estamos viviendo en “la conclusión del sistema de cosas”? Los hechos muestran que este siglo se ha caracterizado por los temblores de tierra. La Tierra experimenta más de 1.000.000 de éstos al año, de los cuales 1.000 son terremotos que causan daño.
Algunos sismólogos creen que la Tierra actualmente está en un período de actividad sísmica. Por ejemplo, el profesor Keiiti Aki, del Departamento de Ciencias de la Tierra y los Planetas, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, habla sobre “el evidente aumento que ha habido en la intensidad y la frecuencia de terremotos grandes durante los últimos cien años”, aunque declara que el período de 1500 a 1700 fue igualmente activo.
En el periódico italiano Il Piccolo del 8 de octubre de 1978, Geo Malagoli dice:
“Según muestran las estadísticas, nuestra generación vive en un período peligroso de gran actividad sísmica. De hecho, durante un período de 1.059 años (de 856 a 1914) fuentes confiables alistan solo 24 terremotos de gran magnitud que causaron 1.973.000 muertes. Sin embargo, [en] desastres recientes, hallamos que 1.600.000 personas han muerto en espacio de solo 63 años, como resultado de 43 terremotos que ocurrieron entre 1915 y 1978. Este aumento drástico también enfatiza otro hecho aceptado... nuestra generación es una generación desdichada en muchos respectos”.
Jesús profetizó que “la conclusión del sistema de cosas” se caracterizaría por “terremotos en un lugar tras otro”, y conforme al registro de Lucas, por “grandes terremotos” (Mateo 24:3, 7; Lucas 21:11). ¿Ha visto estas cosas la generación que estaba viviendo en 1914, y de la cual todavía hay muchos sobrevivientes? Los hechos contestan: ¡Sí! (Vea la tabla II.) Y no solo los que quedan de esa generación han sido testigos oculares de terremotos, sino que lo ha sido también la mayor cantidad de personas en la historia (Mateo 24:34). Además, hoy día la humanidad está mejor informada que la gente de cualquier siglo del pasado en cuanto a las actividades sísmicas y sus efectos por todo el globo terráqueo.
¿Qué haría que un terremoto fuera “grande”? ¿Sería la intensidad o magnitud de éste, según se midiera en la escala de Mercalli o Richter? ¿No sería más bien debido a la notoriedad del terremoto y el grado de destrucción que causara? Según se indica en la tabla III, que acompaña a este artículo, la pérdida de vidas humanas causada por terremotos ha aumentado rápidamente desde 1914. Es cierto que algunos de los terremotos más intensos han ocurrido en las profundidades de los océanos, de los cuales se han enterado pocas personas, y han tenido poco o ningún efecto destructivo en lo relacionado con propiedad o vida humana. Sin embargo, al determinar el cumplimiento moderno de la profecía de Jesús, no solo debemos fijarnos en la magnitud de los terremotos según la escala de Richter o cualquier otra escala, sino también en el grado de daño que se haya causado a la propiedad y en la cantidad de muertes como resultado de éstos.
Parte evidente de “la señal”
La revista Europe de julio-agosto de 1980 declara: “En este siglo, los terremotos han causado la muerte de más de 1.600.000 personas, con 120.000 de estas muertes ocurridas tan solo en Europa”. De manera que si consideramos la escena mundial y la comparamos con las palabras de Jesús podemos concordar en que han estado ocurriendo “terremotos en un lugar tras otro” y hasta “grandes terremotos”. ¿Hubo en el pasado alguna generación que experimentara tan terrible destrucción por terremotos como la que ha azotado a la humanidad desde 1914? Las estadísticas indican que no hubo ninguna.
Sin embargo, hay quienes dicen: “Eso se debe a que hay más gente en la Tierra”. Es cierto que la cantidad de personas ha aumentado, pero esto no anula la profecía de Jesús. Más bien, añade más fuerza a ella, nos da mucha más razón para prestar atención a las palabras de él. ¿Por qué? Porque 2.000 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población del mundo, vive en zonas amenazadas por terremotos. Lo que es más, la comunicación rápida y los sismógrafos complicados han ayudado a que la gente esté mejor informada que nunca antes sobre la actividad de terremotos, incluso personas que nunca han experimentado directamente la fuerza de un temblor. Por eso, los terremotos afectan a más personas y son más conspicuos a una cantidad mayor de gente hoy día que en cualquier tiempo del pasado. Y a medida que las personas ven que en esta generación se están cumpliendo otros rasgos de “la señal”, eso debería moverlas a obrar. Por lo tanto ¿quién puede dar la excusa de que no ha notado ‘la señal de la presencia [de Jesús] y de la conclusión del sistema de cosas’?
¿Ha notado usted que desde 1914 los terremotos han tenido mayores consecuencias en la vida de la gente? Y junto con esto ¿ha visto usted otros rasgos de “la señal”, como guerras, hambre y aumento del desafuero? Si lo ha notado, usted sin duda desea saber más acerca de lo que Jesús predijo respecto al futuro inmediato. Los testigos de Jehová se complacerán en ayudarle a examinar estos asuntos importantes.
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