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¿Hay que pagar diezmos?La Atalaya 1960 | 1 de noviembre
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Pablo dijo: Los cristianos “no están bajo ley sino bajo bondad inmerecida.”—Mat. 10:8; Rom. 6:14; 1 Cor. 9:14; Col. 2:14; Heb. 7:12.
Cuando los cristianos fueron ungidos con el espíritu de Dios en el Pentecostés del año 33 d. de J.C., terminó allí mismo su pago del diezmo al templo de Herodes. Dios había rechazado ese templo material y más tarde permitió que lo destruyeran los romanos. ¿Cómo, pues, podían ellos apoyar y sostener aquello que Dios mismo rechazó? El diezmar era para esos cristianos judíos “una sombra de las cosas buenas por venir,” un nuevo sistema de cosas que Jesucristo puso en vigor. Prefiguró el diezmo espiritual, nuestro dinero y otras contribuciones, sean éstas pequeñas o grandes, que se dan para la manutención del servicio de Dios y todas las cuales en conjunto son una representación o símbolo del hecho de que hemos dedicado nuestro todo a Jehová nuestro Dios; es un memorial de nuestra dedicación.—Heb. 10:1.
Así que, ¿hay que pagar diezmos? La respuesta es No. Pablo dijo: “Que cada uno haga exactamente como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana o bajo compulsión, porque Dios ama al dador alegre.” Por eso dé alegremente, dé libremente, dé generosamente, pero cualquier ley que diga que usted “tiene que” hacerlo es en exceso de las Escrituras.—2 Cor. 9:7; 1 Cor. 4:6.
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Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1960 | 1 de noviembre
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Siguiendo tras mi propósito en la vida
Según lo relató Alicia Berner
EL TRECE de diciembre de 1958: ¿Adivina usted lo que aconteció hoy? ¿Se acuerda usted de la hermosa tarjeta postal que se puso en distribución en la Asamblea “Voluntad divina” en la cual se mostró la nueva adición al Betel de Wiesbaden? Pues, ¿por qué no atisba en su nuevo Salón del Reino que se inaugura hoy? ¡Qué muchedumbre de personas fluye dentro de él! Es muy parecido a lo que muestran los hermosos murales en este salón, en los cuales miles de personas felices fluyen a la montaña del reino de Dios. Y al frente de esa pared mire la hilera larga de ventanas que dan al bosque; pero puesto que es tarde, en vez de mirar abetos verdes en el bosque, vea las hermosas cortinas azules y amarillas que están cerradas. Y sobre la pared de color claro que se ve de frente lea en letra cursiva decorativa el mensaje oportuno: “Feliz es aquel que permanece despierto y guarda sus prendas de vestir exteriores.”— Rev. 16:15.
Reina un espíritu festivo esta noche, avivado por el entusiasmo de una orquesta animada. Después de unas palabras preliminares y una película acerca de la construcción del edificio, el siervo de sucursal, el hermano Franke, habla a la muchedumbre en palabras estimulantes acerca del primer Salón del Reino en Alemania después de la guerra, un establo donde se reunieron después de sus experiencias en los campos de concentración, y otro, el Zeppelin Wiese en Nuremberg, donde se reunieron triunfalmente en el mismísimo día en que recibieron sus sentencias los que habían sido sus atormentadores en los campos de concentración. Nuestro salón recién dedicado está destinado ahora a ser un verdadero centro de educación bíblica.
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