-
“¡No es culpa mía!”La Atalaya 1979 | 1 de noviembre
-
-
deben reajustar “con espíritu de apacibilidad” al hombre que ha errado. Pero supongamos que un anciano no ofrezca el consejo con espíritu de mansedumbre, y, como resultado de ello, el individuo a quien se aconseja llegue a sentirse muy deprimido, o se encolerice o perturbe de otra manera. Por haber recibido trato severo, es posible que la persona que haya errado no resulte ‘reajustada,’ y quizás hasta persista en un derrotero incorrecto. Bajo tales circunstancias, ¿puede el anciano que ha sido rudo realmente decir: “No es culpa mía”?—Compare con Lucas 17:1, 2; 2 Corintios 6:3.
CUANDO HAY OPRESIÓN
Entonces, ¿qué hay, también, si alguien que tiene autoridad sobre otras personas resulta ser opresivo? Debido a que trata a otros con severidad, para algunos quizás sea casi imposible tener paz mental y, de hecho, puede que tengan que hacer esfuerzos extremados por controlar su espíritu. Esto no debe sorprendernos, pues en las Escrituras se nos dice: “La mera opresión puede hacer que un sabio se porte como loco.”—Ecl. 7:7.
Sí, la opresión prolongada puede hacer que hasta el individuo sabio actúe irreflexivamente. Por ejemplo, puede suceder que el sabio pierda el gobierno de sí mismo y haga algo incorrecto. Si esto sucede, ¿puede el opresor desentenderse de toda responsabilidad y decir: “No es culpa mía”?
Por otro lado, puede que Eclesiastés 7:7 tenga relación con opresión en la cual participe el mismo sabio, por actuar de manera contraria a la decencia humana y cegarse a la súplica de los oprimidos. Puede que actúe locamente por medio de permitir que lo domine un espíritu opresivo, y puede que se vea como un gran benefactor que tuviera derecho a aplastar a todo el que se atreviera a criticar sus métodos. (Compare con 2 Crónicas 16:10.) Pero los conceptos erróneos del opresor ciertamente no lo libran de culpa.
SE NECESITA AMOR Y CONFIANZA
Naturalmente, la cuestión de la culpa que se tenga está relacionada con muchos aspectos de la vida. Por ejemplo, considere la unión matrimonial. Entre los cónyuges, el amor, la ternura y el interesarse uno en en el otro son esenciales para la felicidad conyugal. Pero, ¿qué hay si un cónyuge no despliega estas cualidades? ¿Y qué hay si él o ella deliberada y consecuentemente rehúsa rendir el débito conyugal?
Bajo la presión que impone esa negación, y por la ausencia de amor, ternura y verdadero interés en el individuo, el cónyuge rechazado pudiera sucumbir a la tentación y cometer adulterio. Si eso llegara a suceder, ¿podría el cónyuge falto de amor rechazar toda responsabilidad por esto y decir: “No es culpa mía”? ¡Difícilmente!
Fue para evitar que ocurrieran estas cosas que el apóstol Pablo escribió: “No estén privándose [del débito conyugal] el uno al otro, a no ser de común acuerdo por un tiempo señalado, para que dediquen tiempo a oración y vuelvan a juntarse, para que no siga tentándolos Satanás por su falta de regulación en ustedes mismos.”—1 Cor. 7:1-5.
Sea que el cristiano esté tratando con un miembro de su familia o con alguien de fuera de la casa, debe obrar de manera que inspire confianza. La persona que se resuelve a lograr sus fines sin importarle el bienestar de los demás puede sentirse tentada a recurrir a planes engañosos; supone que el fin deseado justifica los medios que use para lograrlos. Pero, ¿qué pasa frecuentemente cuando otros descubren que un compañero ‘tiene una lengua mañosa en la boca’? (Miq. 6:12) Probablemente en el futuro no confíen en la persona engañosa y quizás la mantengan alejada de ellos. Puede que esta situación perturbe al engañador. Pero si él mismo hace que esto le ocurra, ¿puede decir: “No es culpa mía”?
UN ASUNTO SERIO
Es posible que las víctimas de una persona que tiene una lengua engañosa no siempre se den cuenta de lo que ésta ha hecho. Pero hay Uno que siempre se da cuenta de todo, y coloca la responsabilidad en la persona en quien debe caer. En las Escrituras se nos asegura: “El descarriado es cosa detestable a Jehová, pero Su intimidad es con los rectos.” (Pro. 3:32) Es cierto que el individuo engañoso en palabras y acciones tal vez se engañe a sí mismo, incluso hasta piense que está justificado al usar astutamente su lengua mañosa y recurrir a métodos de dudosa virtud. En cuanto a eso, quizás sus semejantes no tengan suficiente evidencia para “darle una reprensión.” (Luc. 17:3) Pero si una persona de ese tipo nunca corrige su manera de ser, ante Dios su posición es desesperanzada. Jehová considera detestable al individuo descarriado, y solo el justo puede disfrutar de intimidad con Dios.
Finalmente, pues, todos tenemos que rendir cuentas al Altísimo. (Rom. 14:10-12) Esto enfatiza la importancia de ceder a la dirección del espíritu de Dios y de la Palabra inspirada, mientras constantemente oramos por ayuda para personalmente evitar la crueldad, la maldad, la irresponsabilidad, los métodos opresivos, tratos faltos de amor y el no ser dignos de confianza. Sí, puede que en muchos casos uno no necesariamente pueda librarse de responsabilidad por simplemente decir: “¡No es culpa mía!”
-
-
Permanecen firmes en la fe en tiempos difícilesLa Atalaya 1979 | 1 de noviembre
-
-
Permanecen firmes en la fe en tiempos difíciles
EN MUCHAS partes de la Tierra rabia la persecución contra los cristianos verdaderos, tal como sucedió en el primer siglo. Así como los cristianos de aquella época permanecieron firmes en la fe, hoy día los cristianos hacen lo mismo. Hacia el fin de 1978 un superintendente de circuito escribió a la sucursal del país en el que sirve y mencionó la brutal persecución que ardía contra los Testigos en cierto sector. La constancia de ellos resplandece como un maravilloso ejemplo más de integridad cristiana.
Según el informe del superintendente viajante, los perturbadores dijeron a un grupo de Testigos: “No queremos volver a oír de la predicación de ustedes en cuanto a Jesús.” Pero ellos contestaron: “No vemos nada malo en lo que Jesús hizo. Así que no hay nada malo en que prediquemos acerca de él.”
Esto enfureció a los hombres. Así que hicieron que los Testigos —tres hermanos y dos hermanas— llevaran todos sus libros a un lugar que estaba a unos cinco kilómetros de distancia. Allí quemaron los libros. Entonces, después de apartar a los hermanos a corta distancia de allí, comenzaron a golpear a una de las hermanas —que era solo una jovencita— mientras los hermanos observaban. Regresando a donde estaban los hermanos, les dijeron: “La joven ha dicho que ustedes la obligaron a ser Testigo.” Sin embargo, la joven hermana que acababa de recibir la golpeadura alcanzó a oír lo que habían dicho y gritó: “¡Eso es mentira!”
Entonces a uno de los hermanos le ataron las manos a las espaldas. Lo golpearon hasta que quedó inconsciente. Después de gritar: “Abajo con Jesús,” los atormentadores golpearon a otro hermano y le cortaron una oreja. Al tercer hermano también lo golpearon brutalmente, lo cual casi le arruinó la visión por uno de los ojos. Pero ninguno de los hermanos negó la fe a pesar de este trato brutal.
Finalmente los opositores llevaron a los hermanos al río, con la intención de ahogarlos. En el camino, los hermanos oraron con mucha intensidad. Entonces los atormentadores cambiaron de parecer y les permitieron regresar a sus respectivas casas. Allí les dijeron que, por otros tres meses, no regresaran al pueblo donde estaba el Salón del Reino. Sin embargo, el domingo siguiente uno de los hermanos fue a la reunión en el pueblo.
Después, otro grupo de hombres acosó a los mismos cinco Testigos. “¿Por medio de quién se dirigen ustedes a Dios?” preguntaron a los hermanos. Uno de los hermanos contestó: “Por medio de Jesús.” Pero lo interrumpieron con las palabras: “Nosotros nos dirigimos a Dios por medio de espíritus ancestrales.” Y otro inquisidor añadió: “Esto quiere decir que ustedes no
-