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  • La transubstanciación, ¿realidad o ficción?
    La Atalaya 1957 | 1 de agosto
    • Además, note que según Torres Amat Gálatas 4:24 dice: “Porque estas dos madres son las dos leyes o testamentos,” mientras que Knox traduce el versículo de modo que diga: “Las dos mujeres representan las dos dispensaciones.” Especialmente de Jesús sabemos que usó lenguaje figurativo; en efecto, se nos dice que él no habló ni enseñó nada sin ilustraciones. Él usó metáforas y símiles continuamente en la predicación de las buenas nuevas del reino de su Padre. “Yo soy la vid, ustedes son los sarmientos.” “Yo soy la puerta de las ovejas.” “Yo soy el pastor propio, y conozco a mis ovejas.” (Juan 15:5; 10:7, 14, NM) Claramente, entonces, tales versiones como la de Móffatt y la Traducción del Nuevo Mundo están completamente justificadas al traducir las palabras que están bajo consideración en Mateo 26:26 y 28 “Esto significa mi cuerpo” y “esto significa mi ‘sangre’.”

      Si el vino hubiese llegado a ser en realidad la sangre de Jesús él no habría hablado del derramamiento de ella como algo que acontecería en lo futuro: “que habrá de derramarse por muchos.” Tampoco se habría referido al contenido de la copa como siendo todavía el fruto de la vid: “Yo les digo esto, no beberé de este fruto de la vid otra vez, hasta que lo beba con ustedes, vino nuevo, en el reino de mi Padre.”—Mat. 26:28, 29, Knox.

      SE OPONE AL RESCATE

      La ficción de la transubstanciación se opone a una de las enseñanzas más básicas de la Biblia, la del sacrificio redentor de Jesucristo, según se registra en Mateo 20:28 y 1 Timoteo 2:5, 6. Así como el apóstol Pablo muestra en Hebreos 9:22: “A menos que se derrame sangre, no puede haber ninguna remisión de pecados.” (Knox) Se admite que la transubstanciación implica un “sacrificio incruento,” y por lo tanto no puede borrar pecados como se pretende.

      Además, Pablo, en los capítulos 9 y 10 de Hebreos, insiste repetidamente en que Jesucristo murió sólo una vez, que se necesita solamente un sacrificio. Por lo tanto, el sostener que hacen falta otros sacrificios es negar las palabras de Pablo, y es blasfemia sostener que hombres imperfectos puedan crear al Cristo divino de nuevo diariamente y sacrificarlo.

      Eso no es todo tampoco. Pablo muestra claramente que tal como el sumo sacerdote en Israel entraba en el sanctasanctórum con la sangre de animales sacrificados para hacer propiciación, así Jesucristo entró en el cielo mismo con el valor o mérito de su sacrificio para hacer propiciación a favor de sus seguidores. Ningún sacerdote humano podría entrar en el cielo para presentarse a favor de otros para obtener perdón para ellos, puesto que “la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios.”—1 Cor. 15:50, NC.

      Y si Jesús, al decir: ‘esto es mi cuerpo, mi sangre,’ milagrosamente cambió el pan y el vino en su mismísima carne y sangre, efectuando así el milagro más notable de su ministerio, seguramente esto no sólo se habría declarado explícitamente, sino que habría sido hecho principalísimo a través de las Escrituras Cristianas Griegas. Pero ni siquiera se hace mención de la transubstanciación y mucho menos se le hace tema de consideración, porque no es una realidad, sino solamente ficción. No se enseña en la Biblia.

      ORIGEN DE LA ENSEÑANZA

      Entonces, ¿cómo podemos explicar el que esta enseñanza sea el punto capitalísimo de la religión más grande de la cristiandad? Debido a apostasía, una apostasía como la que Jesús y sus apóstoles advirtieron que acontecería. Se confiesa que en la iglesia se introdujeron muchas enseñanzas y prácticas paganas. Los griegos tenían un pan divino y también un néctar o ambrosía divino, que sus dioses mitológicos sorbían y que según se suponía impartía la inmortalidad. Los hindúes tenían una creencia parecida.

      La idea de que algo podría ser transubstanciado, cambiado de una sustancia a otra sin cambiar su apariencia, se basa en el error aristoteliano de que toda materia tiene una sustancia invisible básica de la cual en realidad se compone además de sus características visibles, exteriores, tales como color, forma, textura, olor, sabor, etc., conocidas como “accidentes.” Se nos dice que al filosofar acerca de la cena del Señor los teólogos alejandrinos primitivos “obviamente adoptaron [expresiones] de la terminología de los misterios griegos.”

      Igual que en el caso de la trinidad, hubo un crecimiento gradual de esta enseñanza, como se muestra tan claramente en The Encyclopædia Britannica (1942), tomo 8, págs. 795-797. El vocablo “transubstanciación” no apareció sino hasta el siglo once. El que fuera hecha un dogma oficial de la Iglesia católica romana en 1215 dió principio al azote de torturar y asesinar a miles y miles de judíos a base del rumor de que ellos habían “desecrado la hostia” traspasándola con agujas o aplastándola bajo sus pies, ¡como si los judíos creyeran la ficción de la transubstanciación! Wiclef se declaró inequívocamente en contra de esta enseñanza; como lo hizo también Zwinglio. Lutero, sin embargo, no pareció querer abandonarla.

      La ficción de la transubstanciación ha causado mucho daño. Fomenta la idolatría, ya que tanto los sacerdotes como el pueblo adoran la “hostia” como el cuerpo de Cristo al decir el sacerdote: “Hoc est autem corpus meum,” y repicar una campana. Al sostener que sólo un sacerdote ordenado puede efectuar el sacrificio de la misa y pronunciar las palabras de consagración se le hace al pueblo totalmente dependiente de sus sacerdotes para el perdón de pecados.

      Verdaderamente la razón, los hechos y las Escrituras unidos prueban que la Biblia no enseña la doctrina de la transubstanciación y que ésta es ficción y no realidad.

      REFERENCIAS: England in the Age of Wycliffe, por Trevelyan, págs. 173, 174, 334, 335; History of the Doctrine of the Holy Eucharist, por Stone, tomo 1, págs. 30, 276, 374, 376; Commentary por Clarke, Mateo 26:26; The Catholic Encyclopedia, tomo 5, pág. 573; Transubstantiation, por F. R. Montgomery Hitchcock, D.D., págs. 81, 89; The Encyclopedia Americana (1956), tomo 27, pág. 13; Studies in the Scriptures, tomo 2, págs. 99-101; The Two Babylons, por Hislop, pág.161.

  • Lo ‘iluminado’ de la antigua Roma
    La Atalaya 1957 | 1 de agosto
    • Lo ‘iluminado’ de la antigua Roma

      ● Mark Twain, famoso autor estadounidense, escribió en el capítulo 26 del tomo I de The Innocents Abroad: “Hace unos diecisiete o dieciocho siglos, los hombres ignorantes de Roma solían poner a los cristianos en la arena del Coliseo que está allí, y soltarles las fieras salvajes como una función de entretenimiento. También era para dar una lección. Era para enseñarle a la gente a aborrecer y temer la nueva doctrina que los seguidores de Cristo estaban enseñando. Las fieras destrozaban a las víctimas y las convertían en unos pobres cadáveres mutilados en un abrir y cerrar de ojos. Pero cuando los cristianos subieron al poder, cuando la santa Madre Iglesia llegó a ser señora sobre los bárbaros, ella no empleó medios como ésos para enseñarles que estaban equivocados. No, ella los puso en esta agradable Inquisición y les señaló al Bendito Redentor, quien era tan benigno y misericordioso con todos los hombres, e instó a los bárbaros a amarlo; e hizo todo lo que pudo para persuadirlos a amarlo y honrarlo—primero torciéndoles los dedos pulgares hasta desencajarlos con un tornillo; luego pillándoles la carne con pinzas—al rojo vivo, porque son las más cómodas en tiempo frío; entonces desollándolos vivos un poco, y finalmente asándolos en público. Siempre convencían a esos bárbaros. La religión verdadera, apropiadamente administrada, como la buena Madre Iglesia la administraba, es muy, muy calmante. Es maravillosamente persuasiva, también. Hay gran diferencia entre echar personas a las fieras y despertar sus mejores sentimientos con una Inquisición. El primero es el sistema de bárbaros degenerados, el segundo es el de gente iluminada y civilizada. ¡Qué lástima que la juguetona Inquisición no exista ya!”

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