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  • Nuestra búsqueda de la fama en el cuadrilátero
    ¡Despertad! 1981 | 8 de febrero
    • cuya amistad se basa en valores verdaderos y duraderos, más bien que en la gloria reflejada de un ídolo. Son mis hermanos espirituales con los que comparto la predicación de las “buenas nuevas” en San Salvador del Valle, Vizcaya, aquí en el norte de España. Y al participar en esta obra tengo el privilegio de ser un testigo del personaje más importante del Universo, Jehová Dios.

      Cuando asisto a las asambleas cristianas, éstas a menudo me hacen recordar mis días de boxeador, por el mero hecho de que se celebran en palacios de deportes donde hace años yo peleaba como púgil. Tal fue el caso en 1978, en la asamblea internacional de Barcelona, que incluyó el Palacio Municipal de Deportes, donde yo había contribuido a truncar la vida de un boxeador nigeriano. ¡Qué contraste! En lugar de un público sediento de sangre que pidiera a gritos un k.o., había una muchedumbre que amaba la paz escuchando la Palabra de Dios en un ambiente que respiraba amor y tranquilidad.

      Anteriormente, en 1974, cuando asistí a la asamblea de distrito de los testigos de Jehová en el campo de fútbol de Salamanca, vi caminando hacia mí a un Testigo fornido que me parecía conocido. Me miró, pasó de largo y entonces se volvió para mirarme de nuevo, al mismo tiempo que yo estaba mirándole a él por segunda vez. Atónitos, exclamamos al unísono, “¡Pero tú debes ser Ben Bachir/San José II!” Y así era. Nosotros, que anteriormente habíamos sido enemigos en el ring, estábamos ahora unidos como hermanos cristianos.

      Francisco y yo estamos contentos de haber abandonado aquel mundo sórdido del boxeo, con su crueldad y violencia, avaricia, manipulación y explotación. Hemos encontrado un mejor modo de vivir, el camino cristiano del amor, que ofrece un galardón duradero, la aprobación de Dios y la vida eterna.—Heb. 11:6; Rom. 6:23.

  • Los mangles... edificadores del terreno que viajan por mar
    ¡Despertad! 1981 | 8 de febrero
    • Los mangles... edificadores del terreno que viajan por mar

      CON su laberinto de raíces enredadas que se agarran del barro y de la arena en los llanos lavados por la marea, los mangles desempeñan una asombrosa labor como edificadores del terreno. También son un importante eslabón en la cadena de criaturas terrestres y marinas que se alimentan unas de otras y encuentran abrigo bajo la cubierta protectora de estas plantas.

      Los mangles se hallan prácticamente en todas partes del trópico... en el África, a las orillas de las Américas Central y del Sur, y en las costas de países situados en el océano Índico y en el Pacífico Occidental. Uno de los más sobresalientes bosques de mangles que hay en el mundo se encuentra en el sur de la Florida (E.U.A.), donde estas plantas se extienden sobre más de 1.800 kilómetros cuadrados de la costa y miles de islas.

      Vistos desde un avión, los bosques de mangles parecen una selva siempre verde consistente en islas y estuarios... todo entretejido con bahías poco profundas, lagunas y riachuelos.

      Sin embargo, de cerca el cuadro es enteramente diferente. Los mangles presentan una pared casi impenetrable de troncos y raíces torcidos y enredados. En los pantanos de mangles maduros o más viejos, los sistemas de raíces forman un enredo de arcos. Por encima de la superficie del agua, las raíces caen en cascada en tantas diferentes direcciones que se hace bastante difícil determinar dónde empieza una raíz y dónde termina otra.

      Los mangles rojos

      A la orilla del mar, el bosque consiste principalmente en mangles rojos. Estos son los precursores en la labor de edificar este paisaje único. Debido a que se adaptan fácilmente a diferentes ambientes costeños, estos mangles existen en una contrastante variedad de tamaños y formas. Algunos son altos y tienen troncos rectos que alcanzan alturas de entre 24 y 30 metros. Otros son arbustos en forma de cúpula que se mantienen suspendidos por su red de raíces. Otra variedad crece horizontalmente; echa nuevas raíces a medida que se va moviendo en sentido paralelo al terreno.

      En un terreno más elevado, detrás de las filas de mangles rojos, crecen varios árboles no relacionados con los mangles. Pero a éstos también se les llama mangles, de manera general.

      Importancia ecológica

      Al examinar los mangles de cerca, uno tal vez se pregunte qué utilidad podrían tener. Por lo general están infestados de enjambres de mosquitos y producen un fuerte olor a pantano. Sin embargo, los exploradores antiguos de las Américas, la India, y las Indias Orientales notaron que las personas de estas regiones usaban los mangles para alimento, la corteza para curar la diabetes y quemaduras y las raíces para preparar un sedativo. El hombre ha procurado obtener el tanino de la corteza para preparar tinte y la madera del mangle para producir carbón.

      Durante la década pasada, científicos orientados hacia asuntos del ambiente descubrieron que los bosques de mangles constituyen un complejo sistema ecológico. Esto ha ayudado a disipar la idea, que ha existido en algunas naciones industrializadas, de que los mangles son una molestia para el hombre y un impedimento para el desarrollo del terreno. Ahora los científicos saben que los mangles ayudan a preservar y dar expansión al terreno. A la vez, los bosques de mangles proveen un ambiente importante para el bienestar de una multitud de animales terrestres, aves y criaturas marinas.

      El pimpollo o vástago del mangle es la vanguardia de la actividad de edificar el terreno. Cuando se separa del árbol que lo produjo, el pimpollo es un árbol rudimentario. Tal vez eche raíces en las aguas poco profundas directamente debajo del árbol, o tal vez flote con la corriente del mar en un largo viaje hasta una distancia de miles de kilómetros del árbol padre y finalmente arraigue en un ostral o en una marisma. Si las circunstancias lo exigen, el pimpollo puede sobrevivir a flote por más o menos un año.

      Una vez que el pimpollo se agarra del terreno, le empiezan a salir unos “dedos” arqueados que rápidamente se convierten en una masa de raíces torcidas que sirven de soporte. Estas sostienen el tronco del árbol de manera que permanezca sobre el agua; también transportan savia hacia arriba y proporcionan oxígeno que no se halla en el lodo. Las raíces también desempeñan una función de filtro, pues impiden el paso a los desperdicios que se encuentran en el mar... fragmentos de conchas.y de coral, madera flotante, alga marina y terrenos. Cuando se reúnen los desperdicios en una masa sólida, nace una isla que tal vez mida solamente unos cuantos metros cuadrados de ancho. A medida que este mangle solitario produce más pimpollos, éstos tal vez echen raíces en el creciente montón de desperdicios debajo de las raíces. Estos nuevos arbolitos hacen que las raíces de soporte en expansión sigan capturando más y más desperdicios.

      Después de unas cuantas décadas, una isla puede alcanzar un tamaño considerable y elevarse varios metros sobre el nivel del mar. Con el transcurso de los años, a medida que los mangles viajan por el mar, hasta puede ser que conecten una isla con otra o una isla con la tierra firme. Mientras tanto, variedades de la vida silvestre buscan abrigo debajo de los mangles.

      Casa de huéspedes para la vida silvestre

      Las raíces arqueadas que crecen del tronco del árbol y de las ramas llegan a formar una casa de huéspedes. Sobre las raíces hay un enjambre de pequeñitas ostras de concha blanca y multitudes de cangrejos. Dentro del bosque mapaches, sapos, tortugas, caimanes, víboras, gatos monteses, ciervos y otras criaturas buscan alimento. En las ramas, golondrinas de mar, pelícanos, águilas, cigüeñas, cormoranes, airones, ibis, garzas y otros pájaros tropicales hallan asilo.

      Una isla de mangles en el bien conocido refugio de aves de Rookery Bay, en la costa sudoeste de la Florida, ha llegado a ser un lugar favorito de aficionados que van a observar e identificar las aves silvestres, pues grandes bandadas de aves pasan la noche allí. Para el anochecer la isla llega a estar tan llena de plumaje blanco que desde una distancia parece estar cubierta de nieve.

      Fábricas de alimento

      Además de ser un asilo para la fauna silvestre, los bosques de mangles prácticamente son fábricas de alimento. En la Florida, unos biólogos han observado que las criaturas silvestres se alimentan de las hojas mientras éstas todavía están en los árboles, y especialmente después de que las hojas han caído de los árboles y empiezan a descomponerse.

      Para acelerar la descomposición, cangrejos hambrientos y anfípodos no mayores que un grano de arroz, los cuales se alimentan de desperdicios, despedazan las hojas. Las partículas de hoja llegan a estar cubiertas de bacterias y hongos que son ricos en vitaminas y proteína.

      A medida que a estas partículas de hoja se les va dividiendo más y más, diminutas criaturas del mar se alimentan de las bacterias y de los hongos. La parte celulosa de la hoja es indigestible y por lo tanto se pasa en el excremento y luego se convierte en vehículo para toda una nueva colonia de bacterias y hongos.

      Esta red de alimentación provee por lo menos entre el 80 y el 90 por ciento de la nutrición de varias clases de cangrejos, gusanos, larvas de insectos, camarones y peces. En cambio, estas criaturas mismas sirven de alimento para muchas otras especies de peces, entre ellas importantes variedades comerciales.

      Aunque el conocimiento del hombre acerca de estos asuntos es relativamente reciente, el valor de los mangles en el ciclo de la vida terrestre refleja una sabiduría creativa que existió mucho antes de que existiera la humanidad.

  • Enorme costo del combustible
    ¡Despertad! 1981 | 8 de febrero
    • Enorme costo del combustible

      Las líneas aéreas atribuyen mucho del rápido aumento en el costo de los pasajes aéreos al gran alza en el precio del combustible. ¿Cuánto cuesta suministrar combustible a un gran avión de reacción? La revista “American Way” dice: “En 1976 a [la línea aérea] American le costó como promedio 12.925 dólares suministrar combustible a un Boeing 747. Para diciembre de 1979 el costo de ello fue de 36.326 dólares.”

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