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Una búsqueda desesperada del propósito de la vida¡Despertad! 1975 | 22 de febrero
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Ningún alivio en el hogar
Al llegar a casa, me regocijé al ver otra vez a mi familia. Pero para ellos yo parecía muy extraño. Vi a mi hermano por primera vez en un año. Él, también, había cambiado grandemente.
Antes de irme para la India le había hablado acerca de la reencarnación, y en el ínterin se había absorto profundamente en esos estudios. De hecho, ahora creía que en su vida anterior había sido un ángel, y que en su actual encarnación había bajado a la Tierra para ayudar a la humanidad con los problemas mundiales. Él recibió estas “revelaciones” estando bajo la influencia de la LSD.
Todavía me sentía acosado por los espíritus. Me atormentaron hasta el punto en que pensé que estaba perdiendo el juicio. Estaba aterrorizado. Desesperadamente, continué buscando una salida. A medida que crecía mi depresión, por semanas no sonreía ni tenía un momento feliz. Por último traté de suicidarme varias veces.
Por entonces llegué a conocer a Dale, quien también había pasado por la experiencia de las drogas y estaba implicado con poderes espiritistas. Estábamos viviendo juntos en Edmonton cuando ocurrió algo que me encaminó hacia las respuestas que estaba buscando.
Una base para la esperanza
Sucedió una mañana en junio de 1971. Dale y yo habíamos estado fumando marihuana, cuando se presentó ante nuestra puerta una señora de mediana edad. Fue muy breve, porque creo que debe haber olido las drogas. Habló acerca de Dios y su propósito amoroso de establecer un reino para la bendición de la humanidad. Lo que me impresionó no fue tanto lo que dijo, sino la sinceridad de su actitud, su evidente deseo de ayudarme. Me ofreció las revistas La Atalaya y ¡Despertad! por diez centavos, y yo las acepté.
Impresionado por su sinceridad comencé a leer una de las revistas. Lentamente me sobrevino un sentimiento maravilloso; comencé a sentir alivio. ¿Por qué? Porque por primera vez empecé a creer que había una esperanza.
La revista hablaba acerca del reino de Dios, el cual había mencionado la señora. Mostraba que bajo el gobierno del Reino no habría sufrimiento humano. Pero lo que realmente me impresionó fue que se daba la indicación de que todas las personas podrían tener la oportunidad de obtener las bendiciones del reino de Dios, prescindiendo de la maldad que hubieran cometido en el pasado.
¡Esa fue una idea maravillosa para mí! Significaba, según lo entendía, que el Creador amoroso no me imputaría las cosas terribles que pensaba que había cometido en mis vidas anteriores. ¡Nadie se puede imaginar mi alivio! Me determiné a seguir investigando.
En la parte posterior de una de las revistas había un anuncio del libro La verdad que lleva a vida eterna. Llené el cupón y me dispuse a enviarlo por correo. Pero antes de hacerlo me enteré por la gente del piso de abajo que ellos habían obtenido el mismísimo libro que yo estaba por pedir y que me lo darían. A medida que comencé a leerlo, cada capítulo fortaleció mi esperanza y aliviaba mi ansiedad, especialmente los capítulos cinco y siete, “¿Dónde están los muertos?” y “¿Hay espíritus inicuos?”
Debido a las enseñanzas de las iglesias así como las de las religiones orientales, estaba convencido de que la muerte solo era la separación del alma y el cuerpo, y que el alma era liberada por la muerte para reasumir la vida en otra cosa viviente. Pero la Biblia no decía eso. Conseguí un ejemplar y lo comprobé yo mismo.
Por ejemplo, dice en Eclesiastés 9:5, 10: “Porque los que viven saben que han de morir: mas los muertos nada saben . . . Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el sepulcro, adonde tú vas, no hay obra, ni industria, ni ciencia, ni sabiduría.” (Valera) Pero, ¿no sobrevive el alma, continuando así la existencia consciente de la persona? No según la Biblia. Se me indicaron muchos versículos similares a Ezequiel 18:4, el cual dice: “El alma que pecare, esa morirá.”
Si esto es cierto, pensé, una persona no puede haber tenido vidas pasadas. ¡Esto significaba que yo no pude haber cometido esos horribles hechos que las voces decían que había cometido! ¡Y, por lo tanto, no tenía que pagar por esos hechos! Pero, ¿cuál era, entonces, la fuente de las voces y de los poderes sobrenaturales que ejercían algunas personas?
La fuente de las dificultades de la humanidad
Por supuesto, yo creía en la existencia de criaturas espíritus. Pensaba que algunos eran malos pero que la mayoría eran espíritus buenos que cuidaban de los asuntos de la Tierra. Pero ahora, al leer el capítulo “¿Hay espíritus inicuos?” comprendí que hay muchas criaturas espíritus inicuas, o demonios. Además, aprendí que la Biblia identifica a Satanás el Diablo, esa inicua persona espíritu como “el gobernante de este mundo,” así como “el dios de este sistema de cosas” que está cegando las mentes de las personas. Esto me ayudó a comenzar a entender las cosas.—Juan 12:31; 14:30; 16:11; 2 Cor. 4:4.
Era evidente que las voces que oía, así como los poderes sobrenaturales que ejercían ciertos conocidos míos, se originaban con los demonios. Empecé a percibir que estos espíritus inicuos me habían estado cegando, hasta tratando de llevarme a la autodestrucción. Y comencé a ver claramente que no eran los espíritus buenos, sino Satanás y sus demonios, quienes controlaban el mundo de la humanidad.—1 Juan 5:19.
A medida que se aclaraba mi comprensión de esto, era como si me quitaran grandes pesos de mi mente y corazón. Dejé de tomar drogas y destruí todos mis libros que trataban de ocultismo y comencé a estudiar solo la Biblia.—Hech. 19:19.
Hallando a Dios y a su pueblo
Unos pocos días más tarde algunos de nosotros nos mudamos de Edmonton a un bosque cerca de Hinton, donde construimos una cabaña de troncos. En estos alrededores pacíficos en las arboladas colinas al pie de las montañas Rocosas, me absorbí en la lectura de la Biblia así como en leer otra vez el libro La verdad que lleva a vida eterna.
Ahora comprendí que estaba llegando a conocer al Dios verdadero. Por primera vez le oré a él por su nombre Jehová. (Sal. 83:18) Oraba varias veces al día, pidiendo a Jehová más entendimiento de la verdad con respecto a la vida y su propósito. Comencé a apreciar que el mismísimo propósito de la vida debería ser servir a nuestro Creador. Pero, ¿cómo?
Observé que el libro La verdad señalaba a la necesidad de asociarse con el pueblo de Dios. Y el libro decía que estas personas eran los testigos cristianos de Jehová, proveyendo varias razones para apoyar esto. Dale observó que los testigos de Jehová frecuentemente ofrecían revistas en las esquinas de las calles en Edmonton. Así es que a la mañana siguiente nos pusimos en camino para buscarlos.
Por medio de un Testigo de edad avanzada que encontramos en la calle, supimos la dirección del Salón del Reino, donde los Testigos celebran sus reuniones. Al día siguiente asistimos a la reunión. No pude menos que quedar impresionado por el interés genuino que los Testigos demostraron en nosotros. Ellos sí manifestaban el amor que Jesús dijo que identificaría a sus seguidores verdaderos.—Juan 13:35.
Un Testigo se ofreció a estudiar gratuitamente la Biblia conmigo con regularidad. Acepté deleitado.
Realizando el propósito de la vida
En esos estudios pronto vi cómo podía servir a Dios. Es sencillamente hacer con un corazón dispuesto lo que Dios dice. Por ejemplo, su Palabra la Biblia insta: “Háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros . . . y sigan andando en amor.” (Efe. 4:32–5:2) Ahora bien, ¿no sería la vida en la Tierra algo magnífico si todos se propusieran hacer esto?
Obviamente lo sería. Muchos de nosotros los jipies también hemos estado instando a la gente amarse los unos a los otros, pero faltaba algo básico en nuestro concepto. ¿Qué era eso? Practicar lo que Jesús señaló que es el principal requisito de la Palabra de Dios, a saber: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.”—Mar. 12:30.
Sí, hemos dejado fuera el amor a Dios. Sin embargo esto debería estar en primer lugar en la vida de una persona. Y la prueba de que uno realmente lo hace es por medio de obedecer las leyes de Dios. (1 Juan 5:3) Pero nosotros los jipies no hacíamos esto; de hecho, la mayor parte de nosotros nunca supo cuales eran las leyes de Dios. Y así es que por lo general practicábamos cosas que Dios condena en la Biblia.—1 Tes. 4:3-5.
Sin embargo, también llegué a apreciar que hay más implicado en servir a Dios que el sencillamente refrenarse de violar los requisitos morales de Dios. Aprendí que se acerca un cambio mundial, que requiere un servicio especial a Dios. El tiempo ha llegado para que Dios realice su propósito de destruir a Satanás y a todo este inicuo sistema de cosas, como lo predice la Biblia: “El Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo . . . triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.”—Dan. 2:44.
Nosotros los jipies habíamos visto la necesidad de ese cambio. ¡Y ahora yo estaba muy contento de saber que Dios también la había visto! Pero había que anunciar la trituración que hará Dios de todos los gobiernos del día actual. Es por eso que Jesús dijo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin [de este sistema].”—Mat. 24:14.
Pero, ¿quién hará el trabajo especial de predicar este mensaje? Bueno, ¡los que han hallado el verdadero propósito en la vida! Rápidamente me di cuenta de esto, así es que de inmediato empecé a participar en la predicación del Reino con los testigos de Jehová. Con el tiempo dediqué mi vida a servir a Jehová, y en agosto de 1972 junto con mi amigo Dale, simbolicé mi dedicación por medio de bautizarme en agua.
Muchos jóvenes tenían la costumbre de venir a nuestra casa. Así es que Dale y yo los invitábamos a las reuniones de la congregación. A veces nos acompañaban al Salón del Reino como una docena. Con el pasar del tiempo la mayor parte de ellos dejó de venir, pero otros continuaron respondiendo al mensaje del Reino. Entre éstos estuvieron mi hermano y hermana. Desde entonces ambos han sido bautizados, y ahora están sirviendo como ministros de tiempo cabal de las buenas nuevas del Reino.
Muchas veces en el transcurso de los años la gente me decía que no debía estar tan preocupado con el significado y propósito de la vida, sino que sencillamente debería vivirla. Sin embargo, en vez de prestarles atención, recordaba las palabras: “Sigan buscando, y hallarán.” Gracias a seguir este sano consejo, no solo he logrado la verdadera felicidad, sino que he tenido el privilegio de ayudar a otros a apreciar el propósito de la vida y así a realizar las bendiciones que esto trae.—Contribuido.
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Caliente y frío¡Despertad! 1975 | 22 de febrero
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Caliente y frío
Los mares más fríos de la Tierra son el océano Antártico y el Ártico. En éstos, temperaturas tan bajas como —2,2 centígrados no son particularmente insólitas. Los mares más calientes son el mar Rojo y el golfo Pérsico, que a veces tienen temperaturas de 30 grados. Estos extremos son modestos en comparación con las temperaturas terrestres que pueden ir de —87,5 en las tierras antárticas a 57,5 en el Sáhara africano.
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