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  • 200 años de independencia
    ¡Despertad! 1976 | 8 de noviembre
    • Finalmente, después de ocho amargos años de guerra, se firmó un tratado de paz en 1783. Todas las fuerzas inglesas fueron retiradas. Los Estados Unidos ahora eran su propio amo.

      ¿Qué ha sucedido desde entonces? ¿Qué le han proporcionado a la nación doscientos años de libertad proclamada? ¿Es brillante su futuro? ¿Qué perspectivas hay para un “tricentenario”?

  • ¿Han perdurado las libertades?
    ¡Despertad! 1976 | 8 de noviembre
    • ¿Han perdurado las libertades?

      CON la Declaración de Independencia en 1776, comenzó un experimento extraordinario y en gran escala en gobierno humano... la democracia moderna. En aquel tiempo la mayoría de las naciones estaban gobernadas por reyes u otras formas de control autoritario.

      Pero los Estados Unidos pensaban que solo un ‘gobierno por medio del consentimiento del pueblo’ podría proteger las libertades deseadas. Estas incluían las libertades de palabra, de religión, de prensa y de reunión.

      Esas libertades fueron proclamadas como “derechos inalienables.” Y en 1787 fueron incorporadas al documento oficial que iba a ser el fundamento de los Estados Unidos... la Constitución.

      ¿Qué muestra el registro?

      El valor de los ideales proclamados queda probado por lo bien que funcionan cuando son puestos a trabajar. No es muy difícil escribir palabras nobles sobre el papel. Pero el atenerse a ellas es otra cosa.

      El registro histórico concerniente a esto es contradictorio. En muchos casos las libertades proclamadas han sido conservadas muy bien. Pero en otros casos los abusos y el modo en que se han pasado por alto las libertades básicas han sido desastrosos.

      En cuanto al lado positivo, ha sido posible mantener en gran medida las ideas básicas implicadas en las libertades de palabra, religión, prensa y reunión. No obstante, a veces esto ha significado una lucha dura en los tribunales para obtener las libertades provistas por la Constitución.

      Una lucha

      Al tratar de ejercer la libertad de religión, a veces las creencias de las minorías han sufrido. Por ejemplo, a fines de los años treinta y a principios de los años cuarenta los testigos de Jehová en los Estados Unidos fueron perseguidos. No solo por la acción de chusmas, sino que las acciones de ciertos funcionarios con prejuicios les negaron sus derechos constitucionales.

      Como resultado, los testigos de Jehová tuvieron que llevar muchos casos legales ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Felizmente, una decisión tras otra fallada por este alto tribunal repelió las fuerzas de la opresión. Se conservó la libertad de religión.

      Esa libertad ha sido de verdadero beneficio para la obra de predicación de los testigos de Jehová en todo el mundo, puesto que su centro de dirección mundial está ubicado en los Estados Unidos. Y no hay duda de que las básicas libertades de religión, reunión, palabra y prensa garantizadas por la Constitución han sido importantes para todas las religiones en el país.

      Esto contrasta con la situación en muchos otros países. Solo hay que pensar en cómo se suprimió esa obra de predicar en la Alemania de Hitler. Hoy día no es posible hacer abiertamente esa obra en los países comunistas, así como en una cantidad de otros países dictatoriales donde está proscrito el adorar a Dios libremente.

      Por lo tanto, se han realizado muchas luchas intensas a fin de conservar las básicas libertades que quiere la gente. En los Estados Unidos, hasta la fecha, todavía existen.

      Mejor que estar sin libertad

      Es mejor tolerar los abusos de la libertad que estar sin libertad en absoluto. Y un ejemplo de esto es la misma celebración del bicentenario. Aunque muchos grupos han celebrado asambleas dignificantes relacionadas con el ducentésimo aniversario del país, otros lo han usado para propósitos egoístas.

      U.S. News & World Report declara: “A menos que todo el mundo tenga cuidado, puede que se recuerde este año como el ducentésimo aniversario del vendedor ambulante estadounidense. El bullicio y la agitación por sacar provecho de la celebración del bicentenario ha empezado en algunos casos a alcanzar proporciones absurdas.”

      La revista noticiera dice que se pueden comprar camisetas del bicentenario así como “cubos para hielo, copias de la silla de John Hancock, astillas de las maderas del Salón de la Independencia original, réplicas de las pistolas de George Washington, bolígrafos del bicentenario, un asiento rojo, blanco y azul para el inodoro, y una bolsa para desperdicios con la Campana de la Libertad sobre ella.”

      The Wall Street Journal también comentó: “Triste es decirlo, el bicentenario ha atraído una tremenda cantidad . . . de comercialismo vulgar vestido en colores patrióticos.”

      El bicentenario también ha atraído a los turistas a los lugares históricos. En algunos casos los turistas no han respetado los derechos de las personas que viven allí. Por ejemplo, en un vecindario de Filadelfia los visitantes han andado en tropel por las calles históricas, tratando de mirar por las ventanas en los hogares de ciudadanos particulares y han cubierto de basura las aceras y las calles.

      Una mujer, en su desesperación, dijo que finalmente halló un modo de mantener alejados a los turistas excesivamente curiosos. Dice que imitó una costumbre del pasado y comenzó a deshacerse de los desperdicios del mismo modo que lo hicieron algunos de sus antepasados coloniales: ¡Los arrojó por la ventana de su segundo piso! “Si eso no aleja a los turistas, no se qué podrá hacerlo,” declaró ella.

      En unos cuantos lugares, se ha insistido en que los trabajadores se vistan de ciertos colores, o adopten ciertos estilos de vestido y peinado para celebrar el bicentenario. Pero el tratar de obligar a que la gente haga esto es una violación de las mismísimas libertades que conmemora el bicentenario.

      Por supuesto, si un abuso llega a ser intolerable, se puede recurrir a los tribunales del país. Esos tribunales están obligados a proteger las libertades constitucionales. Pero de nuevo, es mejor tener abusos de libertad que estar sin ninguna libertad.

      Es cierto que las libertades básicas han sido el privilegio de muchos en el país. Pero los nobles ideales de libertad incorporados en la Declaración de Independencia y en la Constitución de los Estados Unidos les han sonado muy huecos a otros. ¿A quiénes? ¿Y por qué?

      [Comentario de la página 5]

      La libertad resultó en bien para algunos, pero los abusos de ella fueron desastrosos para otros.

  • Dolorosos problemas del pasado
    ¡Despertad! 1976 | 8 de noviembre
    • Dolorosos problemas del pasado

      HA HABIDO graves problemas al poner en vigor las prometidas libertades que se proclaman en la Declaración de Independencia y en la Constitución. Algunos de estos problemas han resultado muy dolorosos y, a los ojos de algunos historiadores, han dejado una mancha trágica en la historia de los Estados Unidos.

      Un observador afirma que durante el bicentenario a la mayoría de los estadounidenses se les está presentando una versión almibarada de la historia de su país. Él señaló: “Sencillamente se trata de que también hay otras verdades que contar.” Una apreciación honrada de doscientos años de historia debe incluir esas verdades.

      Una de ellas tiene que ver con las libertades proclamadas el 4 de julio de 1776. La Declaración de Independencia había dicho “que todos los hombres son creados iguales, y que están dotados por su Creador con ciertos Derechos inalienables, entre los que están la Vida, Libertad y la busca de la Felicidad.” La Constitución garantizaba las libertades básicas de palabra, reunión, prensa y religión. La Enmienda IV también decía: “El derecho de la gente de estar segura en sus personas, casas, papeles, y efectos, en contra de registros y detenciones irrazonables, no será violado.”

      Estos son principios nobles. Y han sido conservados en gran medida para muchas personas. Pero los historiadores muestran que esto no ha sido así para todos.

      Un pasado violento

      Por ejemplo, la colonización de lo que habría de ser los Estados Unidos por los colonos europeos implicó una violación de casi todos esos excelentes principios. Los colonos europeos exigieron esos ideales para ellos, pero se los negaron a los que habían estado en esa tierra mucho antes que ellos llegaran.

      El ‘derecho de la gente de estar segura en sus personas y casas y libre de registros y detenciones’ no aplicó a los indios que habían estado en la tierra siglos antes que los colonos. La verdad de la historia es que las poblaciones indias fueron en gran manera aplastadas. Les quitaron sus tierras y hogares. A las tribus diezmadas se les obligó a estar en terrenos reservados por el gobierno para ellos. Y ni siquiera se les dio a los indios el derecho a votar en todos los estados sino hasta 1948.

      Es cierto que a los indios se les consideraba como ‘salvajes.’ Ciertamente habían guerreado entre ellos mismos, a menudo una tribu conquistando a otra. Y resistieron ferozmente al hombre blanco. Pero se pudiera preguntar si es que los estadounidenses no hubieran resistido con toda su fuerza, y con el mismo salvajismo, si durante la Guerra Civil de 1861 a 1865 una potencia extranjera hubiera considerado ese ‘guerrear intertribual’ entre el Norte y el Sur como ‘salvaje’ y hubiera invadido a los Estados Unidos para ‘civilizar’ al país.

      Hoy, algunos portavoces de los indios todavía están muy amargados. Vernon Bellecourt, un dirigente del Movimiento de los Indios Americanos, sostiene que los ‘estadounidenses deberían mirar a los 200 años de su Gobierno como 200 años de engaño y vergüenza.’ Él declaró que los indios norteamericanos no deberían celebrar el bicentenario porque ‘no tenemos nada que celebrar . . . desde que los colonizadores blancos empezaron a quitar los derechos soberanos y tierras a los indígenas norteamericanos.’

      Algunas autoridades creen que el violento pasado estadounidense contribuye hasta cierto grado al presente. El Post de Denver relató: “Parece que el punto más serio es la cuestión acerca de la naturaleza de la sociedad estadounidense. Ciertamente ha incluido desde los días de los pioneros una gran cantidad de violencia. La ‘guerra’ de siglos de duración contra los indios americanos fue en sí misma un acondicionamiento terrible. Los europeos vinieron como invasores y con demasiada frecuencia pelearon para tomar posesión de la tierra de otros pueblos, destruyendo las sociedades de otras personas. Estos elementos de violencia continuaron.”

      Hay otro capítulo que ha producido dolor y manchas durante el pasado estadounidense. Tiene que ver con el establecimiento de la esclavitud.

      ¿Por qué hubo esclavitud?

      Cuando los primeros colonizadores se apoderaron de las tierras de los indígenas, se hallaron en posesión de vastas zonas con riquezas en potencia. En las colonias del sur, el clima y el suelo eran buenos para el cultivo del tabaco, arroz, la caña de azúcar y el algodón.

      Pero, ¿quién haría todo el trabajo en estos terrenos extensos? La relativamente pequeña población de europeos no era suficiente. Y la clase de trabajo no era muy deseable tampoco. ¿Qué fue la solución? Los esclavos negros, secuestrados del África.

      Muchos se han preguntado cómo una nación fundada sobre los principios de que “todos los hombres son creados iguales” y que todos tienen los “Derechos inalienables” de “Vida, Libertad y la busca de la Felicidad,” y que deben estar libres de “registros y detenciones irrazonables” pudiera haber permitido la esclavitud. Uno de los agravios señalados en la Declaración de Independencia fue que los ingleses ‘tomaban cautivos a ciudadanos y los obligaban a prestar servicios para el Rey.’ Sin embargo, el tomar cautivos a los negros y obligarlos a ser esclavos era aceptable, y por los mismísimos individuos que escribieron esas palabras que expresaron sentimientos tan nobles.

      El problema demuestra lo profundo que están arraigados los deseos egoístas en toda la humanidad. Y uno de esos deseos es el de ganar mucho dinero, aun a expensas de otra persona. En el pasado estadounidense, a menudo quedó demostrado que ese deseo era más poderoso que los principios nobles, tal como tan a menudo demuestra serlo en la actualidad.

      Por supuesto, la esclavitud no comenzó en 1776. Los primeros esclavos negros desembarcaron en Jamestown unos 150 años antes de esa fecha. Pero para la víspera de la Declaración de Independencia en 1776, los negros sumaban aproximadamente 500.000 en una población de 2.600.000. Mucho más del 90 por ciento de los negros vivían en el Sur.

      Tomás Jefferson, que redactó el borrador de la Declaración de Independencia, había hablado francamente en contra de la esclavitud cuando era un joven abogado. Pero él mismo tenía esclavos. En cuanto a esto, la revista Ebony dice: “El que él pudiera hacer eso mientras recogía los beneficios de la esclavitud era típico de los brillantes jóvenes revolucionarios de la época.” Las fuentes informan que Jefferson tenía más de 200 esclavos en Monticello, su hacienda de miles de hectáreas en Virginia.

      Patrick Henry, aunque se refería a la esclavitud como repugnante, no obstante dijo: “¡Soy dueño de esclavos de mi propia compra!” La respuesta en cuanto al porqué quizás se pueda hallar en su frase siguiente: “Me lleva a ello la general molestia de vivir aquí sin ellos.”

      Dos años más tarde, Patrick Henry presentó su famoso discurso en el cual, declaró esto respecto a la ruptura venidera con Inglaterra: “¡Denme libertad o denme muerte!” Sin duda muchos esclavos negros abrigaban sentimientos parecidos.

      Finalmente la abandonan

      Creció el descontento acerca de la esclavitud. Muchas personas veían la injusticia básica de ella en una nación que afirmaba ser la defensora de la libertad.

      Muchos estadounidenses que decían ser seguidores de Jesucristo hallaban difícil armonizar el esclavizamiento perpetuo de su prójimo con la famosa “regla áurea” de Jesús, que dice: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.”—Mat. 7:12.

      Para el tiempo de la Guerra Civil, que comenzó en 1861, los Estados Unidos se componían de 34 estados. De éstos, quince eran estados de esclavos. Once de ellos se separaron para formar la Confederación del Sur; cuatro estados de esclavos se unieron al Norte.

      En 1863 el presidente Abraham Lincoln publicó su Proclama de la Emancipación. Esta declaraba que los esclavos se consideraban libres en los estados confederados. Pero la esclavitud no fue abolida legalmente en su totalidad en todos los estados sino hasta 1865 cuando se ratificó la Enmienda Constitucional 13.

      La Enmienda 15, en 1870, dio a los negros el derecho a votar. Pero ese derecho tenía poco significado para muchos. Por ejemplo, algunos estados requerían una capitación. Este era un impuesto que se tenía que pagar antes que se pudiera votar. Por supuesto, los negros pobres, así como los blancos pobres, a menudo no podían pagar el impuesto. Solo fue en 1964 cuando se adoptó la Enmienda 24 que se prohibió la capitación para las elecciones nacionales. Y en 1966 el Tribunal Supremo declaró fuera de la ley esa clase de impuesto para todas las elecciones.

      Muchos estados también habían concedido el derecho al voto solo a las personas que podían aprobar un examen de leer y escribir. Muchos negros, y también blancos, no podían salir bien en dicho examen. No fue sino hasta 1970 que el gobierno proscribió esos exámenes como un requisito para votar.

      Las injusticias cometidas durante los más de 350 años de esclavitud forman una profunda mancha en la historia estadounidense. Hasta este día el país no se ha recobrado de todos los efectos de ello.

      Opiniones diferentes de algunas mujeres

      Muchas mujeres afirman que las libertades proclamadas al tiempo de nacer la nación les fueron negadas a ellas, en algunos aspectos, por largo tiempo. Estas mujeres señalan al hecho de que por casi un siglo y medio las mujeres no tuvieron derecho al voto.

      Argumentan que si, según declaró Lincoln, la nación iba a tener un “gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo,” entonces esa forma de gobierno democrático debería dejar votar a las mujeres. El negarles eso sería privar a la mitad de la población, el “pueblo,” el derecho implicado por los padres fundadores de la nación. Con el tiempo, el gobierno accedió, y en 1920 dio a las mujeres el derecho al voto.

      Además, algunas mujeres dicen que en general no obtienen la misma consideración y trato de los patronos que los hombres, tampoco obtienen el mismo pago por el mismo trabajo aun cuando son el único sostén de una familia. Una mujer afirmó que el empleo de las mujeres a menudo es un caso de ser “la última contratada, la primera despedida.”

      Por supuesto, no todas las mujeres en los Estados Unidos están de acuerdo con esos sentimientos. Sin embargo, la mayoría sí aprecia las mejoras en las condiciones de trabajo que han llegado como resultado de las leyes diseñadas para proteger a las mujeres de los abusos e injusticias laborales.

      Así es que el curso de la libertad en los pasados doscientos años ha sido un curso irregular. Ha significado un alto nivel de libertad para algunos, y esto se ha apreciado y fomentado. Para otros no se puede negar que ha habido variados grados de opresión. Y aunque desde entonces muchas de las previas injusticias han sido corregidas, su fruto malo todavía afecta a la nación.

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