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La madurez cristiana... ¿una meta elusiva?La Atalaya 1972 | 1 de mayo
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y por consiguiente no esté firmemente establecido en la verdad. Por otra parte, quizás sea un cristiano maduro con un registro largo de servicio cristiano. No es la gravedad, grande o pequeña, del acto mismo lo que determina lo que es la persona... ya sea madura o inmatura. Es verdad que la falta de buen juicio y la debilidad son características de los niños. Pero aun los adultos pueden ser culpables de estas cosas en ciertas ocasiones. ¿Se ha hallado usted, como adulto, avergonzado alguna vez por haber obrado o hablado de manera “pueril”? Sin embargo, usted no regresó por ello a ser realmente un niño; usted siguió siendo adulto.
El proceder incorrecto que emprende el cristiano maduro quizás se deba al hecho de que se ha ‘enfermado espiritualmente,’ quizás debido a que ha descuidado el estudio de la Palabra de Dios, o porque ha dejado que deseos incorrectos entren en su corazón y debiliten su devoción a Dios y Cristo. Una persona plenamente desarrollada que se enferma puede ponerse ‘tan débil como un pequeñuelo,’ sin embargo todavía es adulta. Tal vez tenga que alimentarse de comida adecuada para los bebés, leche u otro alimento blando, por un tiempo debido a su enfermedad. De manera similar, el cristiano espiritualmente enfermo, aunque es maduro, quizás por un tiempo necesite que otros lo ayuden y lo cuiden, hasta que lo alimenten espiritualmente para restaurarlo a la salud y fuerza espirituales.—Compare con Hebreos 12:5, 6, 12, 13; Santiago 5:13-16.
Por supuesto, en vez de enfermarse espiritualmente, es posible que el cristiano maduro se eche a perder, sí, que se haga delincuente o apóstata. Pero no vuelve a ser inmaturo. Un fruto maduro que se echa a perder no se pone verde (inmaturo) de nuevo. Se corrompe, se pudre.—Heb. 6:1-8; 12:15.
VARIEDAD ENTRE LOS CRISTIANOS MADUROS
Por eso, pues, hacemos bien en evitar usar la palabra “madurez” como una expresión totalmente abarcadora, tan amplia e indefinida como para ser omnímoda. Tampoco querríamos que simplemente llegue a representar nuestro propio ideal imaginado de lo que debe ser un cristiano. No todos los cristianos maduros serán exactamente iguales en su personalidad o su manifestación de cualidades espirituales. Como ilustración, dos huertos, cada uno conteniendo diferentes clases de árboles frutales, pudieran ser “maduros,” es decir, tener árboles plenamente desarrollados y que producen fruto. Sin embargo, un huerto quizás tenga más manzanos que perales, mientras que el otro quizás tenga más perales que manzanos.
Así, también, los cristianos maduros posiblemente se muestren más fuertes en un aspecto que en otro en cuanto a producir los frutos del espíritu de Dios. (Gál. 5:22, 23) Un cristiano puede ser sobresaliente en conocimiento, otro especialmente notable en bondad o paciencia, posiblemente otro sea excepcional en buen juicio o discernimiento en cuanto a problemas, mientras que otro sea extraordinariamente generoso u hospitalario, y otro tenga muy buena habilidad para dirigir. (Compare con 1 Corintios 7:7; 12:4-11, 27-31.) Sin embargo esta variedad no es señal de inmadurez. No significa que dichos individuos no son todos cristianos ‘adultos.’ No todos tienen que ser igualmente fuertes o capaces en todo aspecto para ser “maduros.” Tampoco son copias estereotipadas unos de los otros. Cada uno de su propia manera contribuye algo como cristiano maduro a la ‘edificación del cuerpo de Cristo.’—Efe. 4:15, 16.
También tenemos que evitar dejarnos guiar por las normas mundanas en cuanto a la madurez cristiana, caracterizando a algunos como ‘inmaturos’ debido a aparentes incapacidades en educación mundana o experiencia en métodos mundanos de hacer las cosas. Ciertamente si los apóstoles del primer siglo fueran introducidos en una sociedad de nuestro día, una sociedad de industrialización moderna, dirigida por oficinas, habría muchos factores que les serían extraños, desconocidos y, temporalmente por lo menos, los tendrían azorados. ¿Los haría esto cristianos inmaturos? Por supuesto que no. Pues la madurez cristiana no se determina por el conocimiento, la experiencia o la eficacia en los métodos comerciales del día actual o la vida urbana moderna. Se determina por los requisitos espirituales que se manifiestan en la Palabra de Dios. Estos requisitos aplican igualmente en todas partes, a toda persona y en toda ocasión, de modo que la ubicación geográfica, la profesión o la posición social no son decisivas.
Algunos pescadores del primer siglo llegaron a ser discípulos maduros del Hijo de Dios, mientras que los escribas y los líderes religiosos con su educación académica superior por lo general no llegaron a serlo. Los principios bíblicos son lo que usa el cristiano maduro al desempeñar su trabajo y éstos aplican por igual en una granja como en una ciudad, lo mismo en un país primitivo “atrasado” como en una nación industrial “avanzada.” Por eso, ningún cristiano tiene por qué sentirse desanimado en cuanto a alcanzar la madurez cristiana debido a su falta de habilidad considerada desde el punto de vista de las normas mundanas.—Compare con 1 Corintios 1:26-31; 2:3-6; 2 Corintios 1:12.
Por lo tanto, si no hemos alcanzado la madurez, “pasemos adelante” a ella. ¿Somos cristianos maduros? Entonces usemos nuestra madurez con buen provecho, ‘portándonos como hombres, haciéndonos poderosos,’ ayudando a los inmaturos y continuando en la misma rutina excelente que nos trajo a la madurez y que nos llevará a nuestra meta final, la aprobación de Dios para conseguir la vida.—1 Cor. 16:13, 14; Gál. 6:1, 2; Fili. 3:15, 16.
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“Sigan buscando, y hallarán”La Atalaya 1972 | 1 de mayo
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“Sigan buscando, y hallarán”
Según lo relató Richard S. Cotterill
¿LE HA parecido a usted que cierto versículo de la Biblia es cual resumen de parte de su vida? Un texto que es sumamente pertinente a mi vida es Mateo 7:7: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá.” Sí, estas palabras de nuestro Señor Jesucristo tienen significado especial para mí.
Esto se debe a que como joven constantemente buscaba un verdadero propósito en la vida. Quería saber la verdad acerca de Dios.
De joven, con frecuencia tenía preguntas acerca de la vida en mi mente. Habiendo nacido en Manchester, Inglaterra, en 1908, había sido bautizado en la Iglesia Anglicana. Cuando era bastante joven, me preguntaba si Dios verdaderamente atormentaba eternamente a la gente en un fuego del infierno. Pensaba, también, acerca de la edad del oscurantismo, cuando las personas religiosas se torturaban cruelmente unas a otras, y me preguntaba cómo podría ser correcto aquello. Oraba intensa y sinceramente.
En 1925 mi padre murió súbitamente. Era la primera vez que la muerte había entrado en mi propia vida. Ahora la vida me parecía más incierta. Después de la muerte de mi padre estudié derecho, contabilidad, economía política y otros asuntos. Pero me hallaba perplejo. ¿Cuál era mi mira? ¿Cuál era mi verdadero propósito en la vida?
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