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  • La salvación del hombre secundaria a la vindicación de Dios
    La Atalaya 1958 | 15 de febrero
    • Esta destrucción en vindicación del nombre de Jehová vendrá en la batalla de Dios que se llama Armagedón. Cuando se hace mención de esto en la actualidad, los mofadores ridiculizan y dicen lo que la Biblia dijo que dirían: “¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues, desde el día que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las cosas continúan igual como ha sido desde el principio de la creación.” A algunos tal vez les parezca que Jehová es lento para actuar, pero “Jehová no es lento respecto a su promesa, según lo que algunos consideran lentitud, sino que es paciente con ustedes porque no desea que ninguno sea destruído sino desea que todos vengan al arrepentimiento.” Jehová se interesa en la salvación de los hombres; no se complace en la muerte de los inicuos, le gustaría que todos volvieran a la cordura y se arrepintieran y fueran salvos. Él da bastante tiempo para que lo hagan. Pero la destrucción prometida vendrá.—2 Ped. 3:4, 9.

      VINDICACIÓN INCLUYE SALVACIÓN

      Más se promete, cosas que vendrán después de la destrucción de este viejo mundo: “Pero hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos de acuerdo con su promesa, y en éstos la justicia habrá de morar.” Entonces el hombre tendrá el privilegio de hermosear la tierra, mantenerla de apariencia gloriosa, superentender la vida animal en ella, llenarla de su propia especie, y muchas otras bendiciones que desafían la imaginación. Lea usted esta descripción breve de las condiciones que entonces prevalecerán: “¡Mira! la tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni tampoco habrá más duelo ni lloro ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—2 Ped. 3:13; Apo. 21:3, 4.

      Jehová promete esto en su nombre, en su Palabra, la Biblia. Él promete un nuevo mundo de justicia, que la tierra permanecerá para siempre, que ésta será habitada para siempre, que por medio de aceptar a Jesús como nuestro rescate podemos ser salvos y vivir en ella para siempre. Estas promesas hechas en su nombre él las tiene que cumplir, de otro modo serían mentiras en su nombre y profanarían su nombre. Él prohíbe que los que llevan su nombre lo profanen; ciertamente no lo profanaría así él mismo. Parte de la vindicación de su nombre constará de cumplir estas promesas que los mofadores han dudado y ridiculizado. Puesto que algunas de estas promesas se relacionan con la salvación humana, la salvación de los hombres obedientes llega a ser una parte de la vindicación del nombre de Jehová. La vindicación es mayor que la salvación, pero incluye la salvación, así como incluye el cumplimiento de todas las promesas hechas en nombre de Jehová. Sus promesas no quedarán sin cumplirse: “Porque de la manera que desciende la lluvia, y la nieve, del cielo, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la fecunda, y la hace producir, de modo que dé simiente al que siembra, y pan al que come; así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin fruto, sino que efectuará lo que yo quiero, y prosperará en aquello a que yo la envié.”—Isa. 55:10, 11, Mod.

      Por eso cuando los testigos de Jehová dan énfasis a la vindicación del nombre de Jehová ellos no están aminorando la importancia de la salvación de los hombres—ésta les es vital a ellos y a toda otra criatura humana. Ellos meramente están manteniendo la vindicación y la salvación en perspectiva correcta, designando a cada cosa su lugar correspondiente: dando el lugar de primera importancia a la vindicación de Jehová y manteniendo la salvación del hombre en su debido lugar secundario. A menudo los hombres estiman su buen nombre más que su vida, prefiriendo morir más bien que acarrearle deshonra a su nombre. Si el nombre del hombre es más importante que su vida, ¡ciertamente el nombre de Dios es más importante que la vida del hombre! Jesús puso como el primer gran mandamiento el amor a Dios, y en la posición secundaria él puso el amor al hombre. También en la oración modelo que él enseñó a sus seguidores a orar él dió el lugar de primera importancia a lo sagrado del nombre de Jehová, a saber: “Nuestro Padre en los cielos, santificado sea tu nombre.” Cuando usted reza esta oración usted también pone primero el nombre de Jehová y su santificación y vindicación. Al rezar esta oración usted también pone los intereses humanos en lugar secundario con relación a la vindicación de Jehová.—Mat. 6:9; 22:37-39.

  • Siguiendo tras mi propósito en la vida
    La Atalaya 1958 | 15 de febrero
    • Siguiendo tras mi propósito en la vida

      Según lo relató A. E. Tharp

      HABIENDO completado un cuarto de siglo en el servicio de tiempo cabal a Jehová y su Rey, estoy reflexionando sobre lo agradable y ocupado que ha sido este tiempo.

      En 1929 mi padre era suscriptor a Luz y Verdad. Él también tenía algunos libros de la Watch Tówer de aquellos días. “Cuando el mundo se volvió loco,” un artículo en serie por Daniel Morgan en Luz y Verdad, me llamó la atención y me gustó. El siguiente verano vi en la casa de un vecino el ejemplar del libro Creación que pertenecía a mi padre. Yo tenía dieciséis años, y habiendo recién terminado un curso de geología en la escuela secundaria, llevé ese libro a casa y lo leí con interés creciente. Al llegar a la parte acerca de la “consagración,” me dediqué incondicionalmente a Jehová. El verano después de graduarme de la escuela secundaria fuí bautizado en un estanque de castores y comencé a salir en el servicio con los pocos hermanos locales, siguiendo tras mi propósito en la vida.

      Ese otoño La Atalaya anunció que nos visitarían dos representantes viajeros de la Sociedad, A. H. Macmillan, acompañado de G. Y. McCormick. Durante esa visita el hermano Macmillan me preguntó: “¿Por qué no emprende el precursorado?” Me aseguró que la Sociedad me dejaría ser precursor aunque todavía era menor de edad; de manera que se mandó a toda prisa una carta a Brooklyn. Pronto llegó el nombramiento apreciado. En enero de 1932 estaba “cruzando el cerro” a pie para ir a mi territorio que estaba a unos cinco kilómetros de distancia. El verano siguiente usé la bicicleta de mi hermano; entonces se me dió una yegua vieja y usé un carruaje hasta el otoño, cuando mi hermano vino a acompañarme y siguió de precursor conmigo hasta que murió, dos años más tarde.

      En Miles City, Montana, otro compañero y yo esperamos recibir una asignación como precursores especiales. Resultó ser a Milwaukee, Wisconsin. Allí ese año (1938) tocábamos un disco de fonógrafo en el umbral de las puertas y colocábamos el libro Enemigos. Muchas fueron nuestras experiencias. Entre ellas se destaca la que tuve cuando conseguí una audiencia con el director general de la corporación Allis Chalmers y toqué el disco “Resolución” para él y sus oficinistas. En esos días, también, presenciamos los principios de la violencia de turbas que había de encenderse por toda la nación

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