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  • Nubes sin agua, árboles sin fruto
    La Atalaya 1952 | 15 de junio
    • absolución o liberaciones purgatoriales, o participar en juegos de azar en funciones de la iglesia. No hay buenas nuevas en tal enseñanza. Nada inspirador. Quizás muchos católicos lo probaron al principio, sólo para encontrar que sus oyentes les hicieron frente con textos bíblicos desenmascarando tales tonterías. De modo que se retiraron en silencio.

      ¿Cómo puede uno desempeñar obras espirituales cuando está muriéndose de hambre por falta de alimento espiritual? ¿Cómo pueden las nubes sin agua derramar lluvia refrescante? ¿Cómo pueden los árboles estériles producir fruto nutritivo? La siguiente condición predicha en profecía prevalece en todos los grandes sistemas religiosos ortodoxos: “Enviaré hambre sobre la tierra; no hambre de pan, ni escasez de agua, sino de oír las palabras de Jehová.” (Amós 8:11) El vulgo que depende de estos sistemas para sustento espiritual no tiene agua de verdad, ningún fruto del espíritu; sólo tradiciones, formalismos, ceremonias, rituales religiosos, y filosofías verbosas de hombres que a sí mismos se llaman sabios. De modo que son como “nubes sin agua llevadas por aquí y por allí por los vientos; árboles en tiempo de otoño, pero sin fruto”.—Judas 12, NM.

      Marcos 11:12-14 habla de una higuera que tenía hojas pero ningún fruto, y cuando Jesús fué a ella para obtener fruto y no halló ninguno la maldijo y ella se marchitó y murió. De nuevo, Lucas 13:6-9 habla de una higuera que había sido improductiva por tres años, y cuando el dueño ordenó que fuera desarraigada el que la cuidaba pidió que se le concediera a él darle atención especial por otro año, para ver si reaccionaría y produciría fruto, y si no entonces él la cortaría.

      Estas ilustraciones fueron declaradas teniendo presente a la nación judía. Cuando el Mesías Cristo vino tenía hambre de ver fruto piadoso producido por la nación judía en pacto para hacer la voluntad de Dios. Pero no encontró ninguno, y por eso con el tiempo esa nación se secó y murió en cuanto a ser el pueblo escogido de Jehová. Esa nación fué como la higuera que tenía la apariencia de ser fructífera pero no lo era. Como se muestra por la ilustración de Lucas, a esta nación se le dió atención especial y exclusiva por años antes de que fuera desechada y el evangelio fuera a los gentiles. Empero nunca fué fructífera en obras piadosas, como nación.

      Cuando Judas 12 habla de las nubes sin agua y árboles sin fruto, añade respecto a los árboles, “habiendo muerto dos veces, habiendo sido desarraigados.” ¿Cómo destruídos dos veces? Primero, estos árboles estaban como muertos porque no producían fruto. No sólo estaban ocupando espacio sino que también estaban costando dinero, porque en ese tiempo en Palestina cobraban impuesto por los árboles frutales. Por eso para usar el espacio para buen provecho y evitar el pagar impuesto por un árbol inútil, lo desarraigaban. Eso marcaría la muerte segunda y final para él, no siendo dejado un tocón del cual pudieran crecer nuevos vástagos. De modo que el árbol en un tiempo considerado como muerto debido a su esterilidad en realidad viene a estar muerto cuando es desarraigado, o muerto dos veces. Ilustra el fin de hombres y organizaciones que pretenden servir a Dios pero que no lo hacen.

      Si vamos a agradar a Dios debemos producir el fruto del Reino. Juan 15:1-8 muestra esto claramente. Ramas que no producen fruto son cortadas por completo de la organización teocrática y mueren. Ramas que producen fruto son podadas para que puedan producir más. Así como las ramitas y vástagos sobrantes son podados de una rama para que la savia y la fuerza que ellos en un tiempo usaron vaya ahora a la producción de fruto, así todas las ocupaciones inútiles son cortadas de la vida del cristiano para obtener libertad para la predicación del evangelio.

      Los cristianos verdaderos así usarán su tiempo y energía. Ellos no necesitan ser regañados para hacerlo. Un entendimiento correcto de las buenas nuevas del reino de Cristo los conmueve y los inspira a servir a Dios. De modo que la Iglesia Católica debe reconsiderar el bagazo seco que compone su menú espiritual, y verá por qué aquellos que se alimentan a su mesa son indiferentes y apáticos, sin vigor y celo espirituales. Y que los católicos sinceros examinen la Biblia para conocer la fuente de fortaleza de los testigos de Jehová.

  • “Terremotos en un lugar tras otro”
    La Atalaya 1952 | 15 de junio
    • “Terremotos en un lugar tras otro”

      EL 15 de agosto de 1950 el terremoto más severo del siglo veinte, el “más grande de la generación presente”, el “más drástico cataclismo natural en un lugar poblado que el mundo jamás ha conocido”, se concentró en la India septentrional, Asam, Nepal y el Tibet meridional. Tan violento fué ese temblor que todos los sismógrafos por todo el mundo se unieron al ritmo en un baile desenfrenado y vertiginoso. Muchos fueron completamente abatidos. El de Estambul, Turquía, fué roto, y en el Boston College, al lado opuesto del globo, el sismógrafo se salió del papel indicador. Cuando la onda del terremoto llegó a Milwaukee, Wis., a 11,000 millas de distancia, el agua en un pozo hondo estableció un nuevo record saltando 54 pulgadas. Los servicios del radio y la prensa transmitieron rápidamente la noticia, y la gente instintivamente supo que de nuevo una catástrofe de gran magnitud había acontecido.

      En algún lugar debajo del Himalaya, la cordillera más elevada del mundo, hubo un desprendimiento de la roca subterránea, que a su vez arrojó en convulsiones 30,000 millas cuadradas de la superficie de la tierra. Algunos de los ríos de la región desaparecieron; otros cambiaron sus cursos. El Brahmaputra, uno de los ríos más grandes del mundo, presentó un acto raro y terrible, ya que la inclinación y el balanceo de la tierra hicieron que primero retrocediera y luego se precipitara con furia enloquecida. En lugares inundó sus márgenes y pasó arrasando a través del campo raso como un océano. Su tributario, el Subansiri, esparció ruina a través de 1,500 aldeas. Montañas enteras se desplomaron, enterrando aldeas y deteniendo a ríos en los valles abajo. Luego cuando los lagos artificiales que se formaron de este modo reventaron a través de las presas terrenas rugieron por los valles, llevándose todo consigo: árboles macizos, selvas poderosas y todas las criaturas en ellas. ¡Qué vista tremebunda—los cuerpos de elefantes, tigres, monos y otros animales salvajes muertos, así como también víctimas humanas—todos llevados en la cresta de las aguas enfurecidas!

      En otros lugares grandes abismos se abrieron y aguas subterráneas fueron añadidas al peligro. Graneros fueron destruídos, dejando a muchas áreas amenazadas de inanición. Miles de peces en las corrientes fueron enterrados en los derrumbes de lodo o sofocados por gases

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