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  • El aumento desenfrenado de la violencia
    ¡Despertad! 1982 | 8 de diciembre
    • El aumento desenfrenado de la violencia

      Las raíces de la violencia

      ● Cuatro muchachos adolescentes anduvieron destrozando todo lo que hallaban a su paso durante dieciséis días. Golpearon a varios ancianitos —a uno lo mataron a palos— dieron de latigazos a dos muchachas adolescentes, ataron algodón impregnado de gasolina alrededor de las piernas de un hombre y le pegaron fuego, arrastraron a otro hombre por siete manzanas y lo arrojaron al río, donde se ahogó. “Fue una aventura estupenda,” dijo uno de los muchachos. “Lo hice por puro placer,” añadió otro. Todos los muchachos eran de buenas familias, tenían buenos expedientes escolares y habían servido de consejeros a jóvenes menores que ellos.

      ● Joseph, de sesenta y tres años de edad y padre de ocho hijos, no podía conciliar el sueño. Se levantó y fue al garaje, echó mano a dos pistolas, cruzó al otro lado de la calle del tranquilo vecindario donde vivía y comenzó a disparar al grupo que celebraba una fiesta al lado de la piscina de un vecino. Mató a dos personas e hirió de gravedad a otras dos. Luego se disparó una bala mortal en la sien. La policía no supo de ninguna razón que explicara la matanza.

      ● Marjorie se irritó cuando el agua del lavaplatos eléctrico que tenía en su lujoso hogar salió a raudales e inundó el piso de la cocina. Precipitadamente fue a buscar el trapeador o aljofifa. Precisamente en ese momento su hijo de seis años de edad entró gimoteando en la cocina y, como nadie le hizo caso, vació el cubo de la basura en el creciente charco de agua. Marjorie lo abofeteó tan fuerte como pudo. El gritó de espanto y dolor. Entonces ella echó mano a un cinturón de cuero y le pegó por el trasero una y otra vez. No pudo detenerse.

      ● Por algún tiempo se había ido desarrollando un sentimiento nocivo en la familia de Lee, de veinticinco años de edad. Este guardaba rencor a su madre y a su hermana. Su madre lo echó de la casa y lo acusó de haberle robado. Poco después el sentimiento agresivo que Lee abrigaba se intensificó y se hizo patente cuando Lee exigió dinero a su madre... a punta de pistola. “Tú no dispararías a tu propia madre,” exclamó ella. El disparó, y ella cayó moribunda al piso. Luego disparó dos tiros a su hermana y la hirió de gravedad, después de lo cual huyó.

      La cantidad de informes es interminable. La violencia, el resultado de la agresión desenfrenada, reina en muchas calles y muchos hogares. Las personas que figuraron en los casos citados arriba pudieran haber sido sus vecinos, parientes o amigos. La agresión sin sentido no se limita a personas de cierta edad o raza, o de cierta posición económica, social o étnica.

      Es probable que la violencia afecte la vida de usted o de un ser amado, pues, por todo el mundo ha habido un aumento dramático en la cantidad de crímenes violentos. En Gran Bretaña, entre 1970 y 1980, hubo un aumento de 50 por ciento en la cantidad de asesinatos. Tanto la República Federal de Alemania como África del Sur, Italia y el Canadá informan aumentos alarmantes en la cantidad de crímenes violentos. “No hay duda en absoluto de que cada vez más de nuestros jóvenes están recurriendo a la violencia,” dijo el procurador adjunto de la Corona de Toronto.

      La violencia que llega a figurar en los informes policíacos es solo una diminuta parte de la que realmente hay. En la intimidad de los hogares se encubre una innumerable cantidad de actos agresivos. La investigación ha revelado que hay más probabilidad de que la persona que mate a uno no sea un ladrón de la calle, sino un amigo, conocido o familiar. Un equipo de sociólogos estadounidenses descubrió que ‘la violencia ocurre con más frecuencia entre hermanos y hermanas, esposos y esposas, padres e hijos que entre cualesquier otros individuos o en cualesquier otras circunstancias, excepto en las guerras y los motines.’

      Indudablemente, la situación actual es cumplimiento de la descripción profética que se registró en la Biblia hace dos mil años: “Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, ... sin tener cariño natural, ... sin gobierno de sí mismos, feroces.”—2 Timoteo 3:1-4.

      Pero ¿qué hace que las personas sean tan feroces o agresivas y a menudo desfoguen su cólera violenta en víctimas inocentes? Por ejemplo, cierto joven tuvo una discusión insignificante con el padre de su novia. En un arrebato violento, apaleó al hombre hasta matarlo, ultrajó y apuñaló a la hermana menor de su novia, apuñaló mortalmente al hermano menor de ella y acuchilló a un bebé de dos años de edad que estaba dormido en su cuna. Más tarde, en la prisión, el joven no podía recordar los asesinatos mismos. “Supongo que muchísimas cosas que tenía guardadas dentro de mí,” dijo él, “salieron todas al mismo tiempo.” Entonces, meneando la cabeza en señal de incredulidad, añadió: ‘Me quedé sentado allí y me preguntaba: ¿Soy yo el que está aquí? ¿Hice yo todo esto?’

      ¿Era posible que este joven dominara la agresividad que se desarrolló dentro de él? ¿Cuáles eran las raíces de tal agresividad? ¿Pudiera atribuirse ésta a las circunstancias previas de su vida, incluso el cuidado que recibió de sus padres? ¿Pudiera atribuirse al ambiente? ¿Se trataba de algún mal físico? ¿Fue ello el resultado de su propio modo de pensar erróneo? Pero aún más allá de todo eso: ¿Qué puede hacer usted para que no haya violencia en su hogar? Los siguientes artículos examinarán estas preguntas.

      Actualmente hay varias teorías en cuanto a las raíces de la agresión. Para ayudar al lector a entender lo que algunas autoridades creen que son las causas y las soluciones, un miembro de la redacción de ¡Despertad! entrevistó a cuatro investigadores de este campo. En las cuatro páginas siguientes se presentan los resultados de esas entrevistas y se dan las opiniones de ellos respecto a las raíces de la violencia.

  • ¿Acaso es el cuerpo?
    ¡Despertad! 1982 | 8 de diciembre
    • ¿Acaso es el cuerpo?

      Las raíces de la violencia

      ● En la entrevista el profesor Kenneth E. Moyer, de la Universidad Carnegie-Mellon, de Pensilvania (E.U.A.), declaró que ciertas condiciones del cuerpo pueden estimular sistemas en el cerebro capaces de producir una fuerte tendencia a pelear.

      ¿Cree usted que alguien pueda ponerse violento sin que aparentemente haya razón para ello?

      Hay mucho desacuerdo sobre este asunto. No obstante, ha habido muchos casos como el de cierto hombre que poco a poco se volvió más y más hostil hacia su familia. Intentó apuñalar a su esposa e hija y fue llevado al hospital en un estado de furia loca. Se descubrió que tenía un tumor en el cerebro y cuando se lo extrajeron él dejó de comportarse de manera agresiva. Los tumores cerebrales no siempre provocan esta clase de comportamiento. No obstante, se ha mostrado, por medio de experimentos, que el estimular ciertas partes del cerebro directamente con aparatos eléctricos ha hecho que algunos pacientes se sientan enojados y se comporten de manera violenta.

      Según las investigaciones que usted ha realizado, ¿cuáles son los factores que contribuyen a la violencia?

      Hay algunos datos que indican que una cantidad excesiva de las hormonas sexuales masculinas, un nivel bajo de azúcar en la sangre y ciertas alergias pueden hacer que algunas personas sean más propensas que otras a ser hostiles.

      ¿Son automáticas dichas reacciones?

      No, pues nuestro comportamiento no resulta solamente de nuestros sentimientos internos. Aunque una persona tenga fuertes sentimientos de hostilidad, puede que no se ponga violenta, debido a lo que ha aprendido por experiencia o debido a su ambiente.

      Pero, ¿quiere usted decir que a algunas personas se les hace más difícil que a otras evitar el ponerse violentas?

      Me parece que sí, aunque no es necesariamente imposible que lo eviten. Por ejemplo, cierto hombre, preocupado por su tendencia a ser violento, consultó con uno de mis colegas. Las pruebas mostraron que había un trastorno cerebral, y, en un esfuerzo por localizar el problema, se le introdujeron electrodos en el cerebro. En cierto momento, se levantó para irse y dijo: “¡Voy a matar a mi esposa!” El médico le suplicó que permitiera que le estimularan el cerebro con una corriente eléctrica una vez más, y el hombre consintió a esto. En esta ocasión, el médico estimuló cierto centro del cerebro que es conocido como supresor de la violencia. El hombre se puso amigable inmediatamente y dijo: “Realmente agradezco lo que usted ha hecho. Ciertamente hubiera matado a mi esposa.”

      ¿Consiste la solución en controlar el funcionamiento del cerebro y la química del cuerpo?

      En el caso de ciertas personas, ésta probablemente sea la solución. Pero no creo que ésta en sí sea la respuesta. En realidad, para controlar la condición, hay que ocuparse de factores ambientales que producen frustración, y asegurarse de que no haya ningún trastorno en el cuerpo.

      ¿Son útiles las drogas que contrarrestan la agresividad?

      Drogas que regulan el equilibrio de ciertas hormonas han resultado útiles. Hay varias drogas que pueden ser bastante útiles para ayudar a algunas personas a pasar por cierta etapa de la vida. Si el médico administra dichas drogas cuidadosamente, ellas no harán del paciente una persona falta de iniciativa, un autómata, sino que tratarán un problema específico del cerebro.

      ¿Por qué dice usted que a la larga se tiene que depender de la educación para poner fin a la agresividad?

      La estimulación del cerebro y el uso de drogas son métodos muy limitados. No son útiles en el caso de alguien que se comporte de manera violenta sin sentir animosidad personal hacia la víctima, como en el caso de personas a quienes se les paga para cometer el asesinato o el piloto de un bombardero en tiempo de guerra. Pero, la educación también se necesita para proporcionar ejemplos positivos de personas no violentas.

  • ¿Acaso es la alimentación?
    ¡Despertad! 1982 | 8 de diciembre
    • ¿Acaso es la alimentación?

      Las raíces de la violencia

      ● Durante una entrevista con Barbara Reed, de Cuyahoga Falls, Ohio (E.U.A.), encargada principal de la vigilancia de los que están en libertad condicional, se dio a conocer que por más de diez años ella ha estado tratando a delincuentes culpables de delitos menores, entre ellos el de violencia doméstica, por medio de hacer ajustes en el programa de alimentación de ellos.

      ¿Produce buenos resultados su trabajo?

      Estudiamos las estadísticas de cinco años para unos 1.000 casos que nuestro departamento trató. Después de consultar con cuatro tribunales además del nuestro, hallamos que el 89 por ciento de las personas no habían vuelto a verse en problemas.

      ¿Qué tiene de diferente su manera de tratar el problema?

      Además de llevar a cabo consultas de la manera usual, investigamos lo que acostumbra comer el delincuente y sus hábitos de hacer ejercicio físico, y hacemos las recomendaciones necesarias.

      En general, ¿qué defectos encuentran ustedes?

      La mayor parte de ellos no se desayunan. Por lo general, consumen entre 30 y 150 cucharillas de azúcar al día en forma de rosquillas, panes dulces, caramelos, helados y bebidas gaseosas. Por término medio, se beben entre tres y dieciséis botellas de bebidas gaseosas de medio litro diariamente. Rara vez comen vegetales. A veces hallamos que son alérgicos a la leche o a ciertos alimentos.

      ¿Cuál es la relación entre la alimentación y los delitos?

      Los delitos no son el resultado de un solo factor. Pero el alimentarse constantemente de sustancias que contienen azúcar refinado, cafeína o alcohol produce una reacción que causa tensión en el cuerpo. Las glándulas suprarrenales, que responden por medio de emitir una gran cantidad de adrenalina, llegan a agotarse casi por completo con el tiempo. Pero cuando una persona está cometiendo un delito o está peleando, la adrenalina fluye. Me parece que algunas personas recurren a los delitos o actos hostiles porque quieren experimentar dicha oleada de energía. Además, la mala alimentación puede hacer que la persona sea irritable y más propensa a actuar de manera violenta.

      ¿Puede la persona violenta culpar la alimentación?

      Tenemos la responsabilidad de mantener nuestra mente despejada. Si alguien sabe que ciertos alimentos le causan problemas y, no obstante, sigue comiéndolos, es tan responsable de lo que le sucede como lo es el alcohólico que se toma un trago. El sabe lo que le va a suceder. Claro, la mayor parte de las personas ignoran el problema.

      ¿Por qué no se vuelven delincuentes todas las personas que comen los mismos alimentos?

      Todos somos diferentes. Algunos pueden tomar bebidas alcohólicas por años y no volverse alcohólicos. Otras personas son más sensibles al azúcar y a la cafeína. Tal vez hayan heredado la tendencia a depender de estas sustancias. De 150 de las personas que tratamos, 50 tenían padres o abuelos que, según se diagnosticó, padecían de diabetes o hipoglucemia.

      ¿Podrá disminuirse la violencia en el hogar por medio de mejorar la alimentación?

      Sin duda alguna. Nunca hemos tenido un caso de violencia doméstica en el que los terribles hábitos de comer no hayan sido el problema primordial. Claro, esto incluye el abuso de las bebidas alcohólicas, pero ha habido muchos casos en los que las personas en cuestión consumían enormes cantidades de golosinas y cosas faltas de valor nutritivo. Había un matrimonio que peleaba constantemente que casi vivía de café, bebidas gaseosas y helado. Les hice seguir un programa de alimentación saludable que consistía en el consumo de vegetales frescos, frutas frescas, panes y cereales preparados con granos integrales, y seis vasos de agua al día, y les insté a que dieran paseos juntos. Las condiciones mejoraron dentro de dos semanas. Un buen programa de alimentación y de ejercicio es un excelente medio de tratar la tensión.

      ¿Hasta qué grado se utiliza el método de usted en el campo de la rehabilitación?

      La mayor parte de las personas en este campo ignoran este método. No obstante, las que lo prueban saben que da buenos resultados. Actualmente se están llevando a cabo programas parecidos a éste en por lo menos otros siete estados.

  • ¿Acaso es la televisión?
    ¡Despertad! 1982 | 8 de diciembre
    • ¿Acaso es la televisión?

      Las raíces de la violencia

      ● El Dr. Leonard Eron ha observado los efectos a largo plazo que producen en los niños los programas de violencia que se presentan en la TV. Este investigador y profesor de ciencias sociales en la Universidad de Illinois, en Chicago Circle, declaró en la entrevista que el comportamiento violento se aprende, y que la TV desempeña un papel importante en ello.

      ¿Por qué fue singular la investigación que ustedes llevaron a cabo?

      Durante un período de veintiún años estudiamos la conducta de los mismos jóvenes con el fin de determinar qué contribuía a que algunos de ellos llegaran a tener un carácter sumamente agresivo. Nuestro estudio dio comienzo en 1960 con la participación de 875 niños de ocho años de edad. Diez años más tarde volvimos a entrevistar a 475 de ellos y a sus compañeros. Acabamos de concluir un estudio diagnóstico del comportamiento de más de 400 de estos jóvenes durante un período de veinte años.

      ¿Cuáles fueron los resultados?

      Descubrimos que mientras más le gustaba al niño ver programas de violencia en la TV a la edad de ocho años, más hostilidad desplegaba tanto en aquel entonces como diez años más tarde. Nuestro estudio se ha repetido en cinco países. Tenemos los resultados obtenidos en Finlandia y Polonia. Dichos resultados confirman nuestros hallazgos.

      ¿Cree usted que la causa de tal agresividad sea la violencia que se ve en la TV, o es que a los niños violentos simplemente les gusta ver programas de violencia?

      Para asombro nuestro, hallamos que los niños de ocho años de edad que no eran agresivos, pero veían muchos programas de violencia en la TV, eran significativamente más violentos a la edad de diecinueve años que los jóvenes que a la edad de ocho años eran sumamente agresivos, pero veían pocos programas de violencia en la TV.

      ¿Cómo causan la agresión los programas de violencia en la TV?

      En estos programas se enseña una manera de resolver los problemas. Dichas soluciones se presentan una y otra vez. Los jovencitos ven que el protagonista de cierto programa o de los dibujos animados emplea con éxito tácticas violentas, y pudieran tratar de hacer lo mismo.

      ¿Son los programas de violencia en la TV la única causa?

      No. La crianza del niño tiene mucho efecto. Hallamos que el niño se hizo más agresivo en aquellos casos en que los padres peleaban entre sí, rechazaban al hijo o infligían castigos severos. Sin embargo, nuestro estudio reveló que el niño que percibía que sus padres se interesaban por él cuando lo castigaban por mostrarse agresivo, se hacía menos agresivo, y el castigo surtía efecto. Pero los padres cariñosos por lo general no administran castigos severos.

      ¿Qué ejerce mayor influencia: los programas de violencia en la TV, o los padres violentos?

      La respuesta no es sencilla. Pero hallamos que, más que cualquier otra cosa, incluso la falta de armonía entre los padres y su posición social, los hábitos de ver la TV fueron el mecanismo de predicción más preciso para determinar cuán violento pudiera tornarse el jovencito de ocho años de edad al alcanzar la edad de diecinueve años. En un estudio que por tres años llevamos a cabo recientemente en Chicago, corregimos la actitud de algunos jovencitos que acostumbraban ver muchos programas de violencia en la TV. Estos se hicieron menos agresivos, aunque no hubo cambio alguno en otros aspectos de su vida.

      ¿Qué cree usted que pueden hacer los padres con relación a este problema?

      Los padres deben controlar los programas que sus hijos ven. También deben explicar a sus hijos que lo que ven en la TV no es real, que los problemas no se resuelven pegándole a alguien. Nuestros humildes esfuerzos por explicar lo irreal que es la TV tuvieron resultados significativos. ¡Cuánto mejores resultados se obtendrían si los padres hicieran lo mismo!

  • ¿Acaso es el modo de pensar?
    ¡Despertad! 1982 | 8 de diciembre
    • ¿Acaso es el modo de pensar?

      Las raíces de la violencia

      ● “El delito es resultado del modo de pensar del delincuente,” dijo en la entrevista el Dr. Stanton Samenow, sicólogo clínico y especialista de Alexandria, Virginia. El formó parte de un equipo que pasó diecisiete años examinando a fondo la mentalidad del delincuente mediante un sinnúmero de entrevistas y esfuerzos por rehabilitar a delincuentes endurecidos, y a menudo violentos.

      ¿A qué se debe que usted no crea que el ambiente y la crianza sean factores críticos?

      La mayor parte de los pobres no son delincuentes. Muchas personas acaudaladas lo son. La mayor parte de los que pertenecen a grupos minoritarios no son delincuentes, y muchos que pertenecen a grupos mayoritarios lo son. Más de la mitad de los delincuentes con quienes tratamos eran de hogares estables. Generalmente tenían hermanos o hermanas o vecinos que vivían en medio de las mismas condiciones y que no tomaron la senda del delito.

      ¿Quiere usted decir que no basta con cambiar el ambiente?

      Así es. No se pondrá fin al delito aunque se eliminen los barrios bajos. El delito reside en la mente del hombre, no en los barrios bajos. El cambiar el ambiente no cambia nuestro yo interno. Hasta la Biblia dice: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.” (Proverbios 23:7, Versión Valera [Revisión 1977]) Es preciso cambiar el modo de pensar del delincuente.

      ¿Cuáles descubrió usted que eran los errores de juicio que más se repetían?

      Por supuesto, el delincuente no los consideraba como tales. Pero en The Criminal Personality alistamos cincuenta y dos modos de pensar erróneos. Entre los errores que más se repetían estaban: (1) El punto de vista de que el mundo es de ellos y que pueden tomar de él lo que quieran, cuando quieran. (2) La capacidad de suprimir el miedo. Son superoptimistas. Simplemente pueden suprimir por el momento el miedo a que se les hiera, a que se les capture o hasta el remordimiento de conciencia. (3) No tienen la capacidad de trabajar en equipo. Si nueve criminales formaran un equipo de pelota, cada uno pensaría que es el capitán. (4) Pasan de un extremo a otro en su modo de pensar... o son el Número Uno o son una Nulidad.

      ¿Cómo es posible cambiar su modo de pensar?

      El individuo tiene que querer cambiar. Uno procura abordarlo cuando esté deprimido. Quizás lo hayan encarcelado o esté a punto de perder su familia. En vez de hacerle preguntas relacionadas con su crianza, y hacerlo sentir como si fuera víctima indefensa de las circunstancias, respetuosamente le decimos lo corrupta que es su vida. Tratamos de intensificar la repugnancia que siente de sí mismo.

      ¿Qué ideales positivos les enseñan ustedes?

      La necesidad de asumir toda la responsabilidad. El no echar la culpa a otros. Como dijo un delincuente que estaba haciendo algún progreso: ‘Solía pensar que si mis padres me hubiesen dado más amor, no sería un delincuente; pero ahora me pregunto si el ser yo la clase de hijo que fui no hizo que ellos fueran así.’ Se sustituyó el: “No puedo” por el: “Tengo que.” Les enseñamos a desplegar empatía para con otros.

      ¿Qué impide que ellos vuelvan a cometer delitos?

      Les enseñamos a que se conviertan en sus propios críticos... a examinar continuamente si su modo de pensar es moralmente correcto. Este continuo examen moral es el freno más importante.

      ¿Cuánto éxito han tenido sus esfuerzos?

      Después que perfeccionamos y refinamos nuestros procedimientos, trabajamos estrechamente con treinta delincuentes endurecidos; esto fue entre los años 1970 y 1976. De éstos, trece cambiaron completamente y son ciudadanos que observan la ley.

  • ¿Hay modo de desarraigar la violencia?
    ¡Despertad! 1982 | 8 de diciembre
    • ¿Hay modo de desarraigar la violencia?

      Las raíces de la violencia

      LOS orígenes de la violencia son complejos. Además de los factores que se consideraron en las entrevistas de las páginas anteriores, muchas personas añadirían el alcoholismo, la frustración, la enfermedad mental, la herencia y hasta el desequilibrio químico del cerebro. Sin embargo, el verdadero desafío no estriba en identificar las raíces de la violencia, sino en eliminarla.

      Por ejemplo, el director de un periódico, quien es oriundo del estado que tiene la proporción más alta de muertes causadas por crímenes violentos en ese país de Norteamérica, dijo: “La llevamos en la sangre. Yo, por ejemplo, he recibido educación y ciertamente sé lo que no se debe hacer.” No obstante, confesó que él también, si lo provocaran, mataría.

      De modo que se necesita algo más que educación seglar para desarraigar la violencia. Pero ¿por qué? Porque, según dijo Jesucristo, “del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos.” (Mateo 15:19) Para eliminar la violencia hay que transformar el corazón. Pero ¿qué hay que tenga suficiente poder para hacer eso?

      El poder de la Palabra de Dios

      El apóstol Pablo escribió: “La palabra de Dios es viva y ejerce poder y es más aguda que toda espada de dos filos ... y puede discernir pensamientos e intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12) El mensaje procedente de Dios que se halla en las Santas Escrituras es penetrante. El poder que tiene para llegar al corazón se hizo especialmente patente durante el primer siglo. A pesar del ambiente violento en que se hallaban, los que llegaron a ser cristianos transformaron su personalidad y reemplazaron los arrebatos de cólera con tiernos cariños.—Colosenses 3:7-11; Romanos 1:29.

      “Nosotros, entonces, somos los únicos entre quienes no hay delito,” se jactó Tertuliano, escritor del segundo siglo que decía ser cristiano. ¡Él desafió a los que no eran cristianos a que hallaran el nombre de siquiera un cristiano en su larga lista de criminales violentos!

      Sin embargo, se trataba no simplemente de aprender el mensaje procedente de Dios; otras personas que conocían estas cosas no sacaron provecho de ellas porque no obedecieron el mensaje. Así que la obediencia de corazón y la ayuda del espíritu santo de Dios produjeron los cambios. El recuadro adjunto contiene parte del consejo práctico que Dios suministra.—Hebreos 4:6-11; 1 Corintios 6:9-11.

      ¿Surte efecto esto hoy día?

      La New Catholic Encyclopedia elogia a los testigos de Jehová por tener la “reputación de ser uno de los grupos de personas que mejor se comportan por todo el mundo.” Hay funcionarios civiles que también han encomiado la ausencia general del delito y la violencia entre los Testigos, quienes actualmente están ayudando a casi un millón y medio de familias a aprender y aplicar lo que dice la Biblia. Las siguientes experiencias muestran los resultados de dicha ayuda.

      Desde que tenía trece años de edad Al había pasado diferentes períodos de tiempo en varias instituciones penales. Mientras cumplía una condena de treinta años por tentativa de asesinato, robo, secuestro e incendio premeditado, comenzó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová que visitaban la prisión una vez a la semana. Con el tiempo él no solo transformó su personalidad, sino que ayudó a otros penados a hacer lo mismo, hasta que se le puso en libertad en 1981. El relato completo de su vida aparecerá en el número siguiente de ¡Despertad!, bajo el título ‘León transformado en cordero.’

      Otro ejemplo es el caso de Bill, hombre alto y de constitución robusta, quien estaba listo para pelear en cualquier momento. Perdió más de un empleo debido a su mal genio. Finalmente consiguió un empleo como conductor de tranvía. No obstante, después de dos encuentros violentos durante horas de trabajo —atacó a un hombre con un pedazo de hierro y escupió en la cara a otro que lo insultó— nuevamente fue despedido. Con el tiempo comenzó a asistir a las reuniones de los Testigos. “Aprendí a apreciar plenamente las normas de Jehová y nunca he querido quebrantarlas. Si no hubiera llegado a conocer estas normas, estaría muerto ahora. El aprender la verdad que se halla en la Biblia me ayudó a reflexionar antes de actuar,” dijo Bill, quien ahora es un apacible superintendente de congregación.

      Las palabrotas que Stella profería podían oírse a una manzana de distancia. Ella maldecía a los transeúntes, a los carteros, a sus hijos, a su esposo... hasta a un alguacil armado. Casi mató a su esposo con un hacha que apenas erró el blanco. Cualquier cosa la hacía estallar. Un día se quemó con parte del aceite de la sartén en la que freía algunos pedazos de pollo. En un arrebato de cólera, arrojó por la puerta la sartén con todo su contenido, ¡solo para darse cuenta de que eso era lo único que tenía para la cena! Tuvo que limpiar los pedazos de pollo y terminar de freírlos.

      “Dije a la Testigo que me visitó que, debido a mi mal genio, nunca podría ser cristiana,” confesó Stella. “Sin embargo, me impresionó profundamente la serenidad de la señora que ofreció ayudarme a estudiar la Biblia. Tenía tantos deseos de ser como ella.” Después que Stella aprendió que los “enojos,” los arrebatos de cólera, eran pecados graves contra Dios, trató de dominar su mal genio.—Gálatas 5:19-21.

      Aún después de llegar a ser Testigo, ella tuvo que esforzarse de continuo por controlar su genio. Su esposo adúltero iba tras otras mujeres. Ella explica: “¡Oh, cuánto deseaba a veces matarlo! Pero oraba y suplicaba a Dios que me diera la fortaleza necesaria para no ponerme violenta. Él siempre contestó mis oraciones. Con el tiempo recibí alivio cuando mi esposo nos abandonó definitivamente.” Con la ayuda de Dios ella ha logrado dominar su espíritu violento, y hasta ha ayudado a una de sus hijas a vencer su genio vivo y llegar a ser discípula cristiana.

      Pero ¿qué puede hacer uno cuando se siente provocado? ¿Cómo puede uno mantener su propio hogar libre de violencia?

      Cómo mantener el hogar libre de violencia

      ● Pregúntese: ¿Por qué estoy enojado? Trate de averiguar qué lo ha enfadado.

      ● Trate de corregir la causa del problema. En lugar de desfogarse, conténgase. Por ejemplo, ¿es su orgullo propio o su egoísmo lo que hace que usted se ofenda fácilmente? Esfuércese por no tomarse demasiado en serio. Además, analice las prioridades que tiene en la vida. ¿Es la consecución de cosas materiales más importante que la paz?

      ● ¿Puede usted apartarse del escenario de una riña? “Antes que haya estallado la riña, retírate.” (Proverbios 17:14) Por medio de alejarse, al menos temporalmente, usted puede reflexionar sobre principios bíblicos y calmarse.

      ● Enseñe a sus hijos que la violencia desagrada a Dios. (Salmo 11:5) Regule cuidadosamente lo que sus hijos ven en la TV o el cine. No se engañe pensando que la TV no ejerce influencia en el comportamiento de su hijo. Los anunciantes gastan miles de millones de dólares en el conocimiento comprobado de que la TV es una de las influencias más poderosas en el comportamiento humano que se haya concebido. Discipline a sus hijos con amor y no los irrite mediante actos de brutalidad insensata. Hábleles de lo mucho que usted se interesa en ellos. Mediante el ejemplo que les da ayúdeles a ver el modo apacible y bondadoso de resolver los problemas.—Efesios 6:4.

      Sin embargo, habrá personas que resistirán todo esfuerzo que se haga por ayudarlas a cambiar... sin importar lo que se haga. Por eso, pues, ¿qué solución completa hay para desarraigar la violencia que existe hoy día?

      La solución completa

      “Cuando los inicuos brotan como la vegetación y todos los practicantes de lo que es perjudicial florecen, es para que sean aniquilados para siempre.” (Salmo 92:7) La Biblia promete que Dios pronto destruirá a los que violentamente hacen daño a otras personas. Mediante su gobierno celestial, o reino, él erradicará de nuestra Tierra la violencia. La Biblia dice con relación a su Rey Jesucristo: “Él librará al pobre que clama por auxilio. ... De la opresión y de la violencia les redimirá el alma, y la sangre de ellos será preciosa a sus ojos.”—Salmo 72:12, 14.

      ¿Cuáles serán los resultados? “En sus días el justo brotará, y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea. Y tendrá súbditos de mar a mar y desde el Río hasta los cabos de la tierra.”—Salmo 72:7, 8.

      ¡Qué cuadro atractivo! ¡La Tierra llena de súbditos amadores de la paz! ¿No disfrutaría usted de vivir en medio de condiciones como ésas? Las condiciones actuales, caracterizadas por violencia, prueban que estamos muy entrados en los “últimos días,” y que Jehová Dios traerá este cambio durante nuestra vida. Sí, un mundo sin violencia está muy cerca.—2 Timoteo 3:1-4; Mateo 24:3, 10-14, 34.

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