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  • ¿Qué está pasando hoy en el hogar?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • ¿Qué está pasando hoy en el hogar?

      ¿Cuál es el lugar más violento de la zona en que usted vive? ¿Le daría una sacudida pensar que “el hogar” puede reclamar esa triste distinción?

      “Las riñas familiares,” dijo el Times de Los Ángeles, “han llegado a ser una de las expresiones de violencia más comunes y peligrosas del país hoy día. Casi en cada cuadra, cada distrito, pueblo y suburbio, las parejas se dan patadas, codazos, bofetadas y puñetazos. . . . Puede que la violencia en las calles sea más visible, pero la violencia que ocurre en el hogar está más generalizada... y es tan letal como aquélla.”

      Aunque lamenten el verse obligados a hacerlo, millones de personas en Oriente, Europa, América del Sur —sí, en todas partes— tienen que concordar con esto: El hogar en que viven es un violento campo de batalla. Pero otras personas, basándose en su propia experiencia o hasta cierto grado en sus ilusiones, quizás expresen sentimientos tan viejos como los de Cicerón: “No hay lugar más deleitable que el hogar.” O quizás concuerden con el poeta alemán Goethe, quien dijo: “Es más feliz, sea rey o campesino, el que halla paz en su hogar.”

      Pero, ¿cuántas personas hoy día realmente hallan paz en el hogar? ¿La halla usted? ¿La hallan la mayoría de sus vecinos? ¿La hallan sus compañeros de trabajo o de escuela? Lo cierto es que la violencia en el hogar es un problema apremiante que, como muestran los siguientes informes, no podemos pasar por alto:

      Los periódicos japoneses dieron mucha publicidad a la apertura de un asilo para esposas que reciben trato brutal en sus hogares, declarando: “Las esposas que son golpeadas ya no tienen que sufrir en silencio.” El director de dicho centro en Tokio, quien ha visto a mujeres con huesos rotos y magulladuras grandes —incluso a una a quien su esposo alcohólico la golpea con un bate de béisbol casi todas las noches— dijo: “El número de riñas en los hogares japoneses ha aumentado mucho desde la II Guerra Mundial.”

      De Inglaterra vienen noticias semejantes acerca de la situación en ese país y en Europa. Un comité de la Cámara de los Comunes informó: “Para muchas personas el hogar es un lugar muy violento.” Puede verse prueba de esto en el desfile de británicas que entran a los refugios que recientemente se han establecido. Por ejemplo, está Sheila. Ésta, que todavía no ha cumplido treinta años de edad, llegó con la nariz rota, y le faltaban la mayor parte de los dientes y gran parte del pelo. Además, su esposo había tirado al hijo de ella tantas veces de un lado al otro de la habitación por llorar que, a los tres años de edad, el niño era tan temeroso que no se atrevía a hablar.

      ¿Son éstos ejemplos aislados? Es triste decir que no lo son. La congresista norteamericana Barbara Mikulski señaló que la cuarta parte de todos los asesinatos que se cometen en los Estados Unidos ocurren dentro de la familia, y la mitad de éstos son asesinatos de esposos o esposas. Uno de lo coautores de Wife Beating: The Silent Crisis calculó que 28 millones de esposas norteamericanas sufren maltrato físico a manos de sus cónyuges.

      ¿Puede alguno de nosotros decir que no ha sido afectado de modo alguno por los tentáculos de este “cáncer,” la violencia en el hogar? Ciertamente los millones de familias en las que las esposas reciben zurras, los niños son maltratados o los esposos son golpeados saben que han sido afectadas. También lo somos nosotros, si a algún amigo o pariente querido le pegan en el hogar. ¿Qué hay si empleamos a alguien o trabajamos con alguien que viene al trabajo magullado o perturbado? ¿No nos afecta esto, tal vez hasta económicamente? Además, ¿qué le está haciendo la violencia en el hogar a la calidad del servicio que nos rinden la policía y los hospitales en sus salas de emergencia? ¿Sabe usted que en algunos lugares mueren más policías al tratar de habérselas con la violencia doméstica que en cualquier otra vía de su servicio? El responder a llamadas que se deben a riñas familiares consume gran parte del tiempo del policía, tiempo que de otro modo podría usarse para proteger al resto de nosotros del crimen y la violencia públicos.

      ¿Cuáles son las causas de tanta violencia en el hogar? ¿Es el divorcio, que resulta en un hogar roto, la solución básica? Si el “cáncer” de la violencia ha brotado en su hogar —o detecta usted alguna tendencia en esa dirección— ¿qué puede hacer acerca de ello? Puesto que el consejo de la Biblia ha tratado eficazmente con tantos otros problemas de la vida, ¿qué ayuda nos ofrece la Biblia para tratar con este problema? Los siguientes artículos consideran estos asuntos. Consideremos la violencia en el hogar con la convicción animadora de que se puede hacer algo acerca de ella.

  • Relatos verídicos... ¿qué muestran?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • Relatos verídicos... ¿qué muestran?

      EL CHISMORREO de la localidad y los diarios sensacionalistas a menudo hacen resaltar relatos de violencia en la familia, debido a que el interés morboso en esos relatos es cosa común. Sin embargo, es con una razón totalmente diferente que presentamos los siguientes relatos verídicos.a Se ofrecen estos relatos a fin de que aprendamos de ellos. Así, después de cada caso proponemos algunas preguntas que le harán pensar. Medite en ellas. Los ejemplos que se presentan pueden ayudarle a ver quién o qué a menudo es responsable del problema. Quizás lo pongan sobre aviso de las debilidades que hacen surgir la dificultad y pudieran ayudarle a discernir modos de resolver este problema o de evitar la violencia en el hogar. Esto está en armonía con el proverbio bíblico que dice: “El prudente prevé el mal, y se esconde; mas los simples pasan adelante, y llevan el daño.”—Pro. 22:3, “Versión Moderna.”

      Una de las primeras cosas que usted notaría acerca de Gloria, neoyorquina de 24 años de edad, es una horrible cicatriz que le va del mentón a la clavícula. Tuvo cinco hermanos. Cuando el padre de ella estaba borracho a menudo golpeaba a su esposa e hijas. Para librarse de la violencia la madre de Gloria a veces huía del hogar. Pero regresaba.

      Gloria empezó a usar heroína para hallar escape del problema. Su próximo paso fue abandonar el hogar y casarse con Roberto, otro narcómano. Él le pegaba, pero debido a su niñez, a Gloria eso sencillamente le parecía parte normal de la vida de familia. Al quedar encinta, Gloria buscó tratamiento para vencer la afición a la heroína. Después de nacer su hijo, el llanto del niño hizo la vida más difícil. Ella comenzó a beber en exceso. Bajo la presión de su matrimonio y de tener que cuidar a un infante, Gloria comenzó a maltratar al bebé... le daba bofetadas, le pegaba y hasta le quemó los pies con una plancha caliente; en una ocasión hasta le rompió los dos brazos. Cuando el bebé tenía poco más de un año de edad lo pusieron en una casa de crianza.

      Roberto respondió pegándole más a Gloria y por fin la abandonó. Poco después ella empezó a vivir con Alberto y confió en que las cosas de veras cambiarían. Pero él era una persona irascible y cuando se encolerizaba la atacaba ferozmente. Durante una riña golpeó tan mal a Gloria que ella terminó en el hospital con las costillas rotas. ¿Fue esta una sacudida lo suficientemente grande como para hacerlos cambiar? Difícilmente. Mientras Alberto la llevaba de vuelta a casa del hospital se volvió a encolerizar. Recogiendo una botella que alguien había arrojado en la cuneta, la rompió y le dio un tajo a Gloria en la garganta, dejándole la horrible cicatriz que mencionamos.

      La familia comenzó a obtener ayuda de los asistentes sociales. Gloria ha cesado de beber y se esfuerza por proveer una dieta más equilibrada para la familia. Alberto está tratando de controlar su ira y a veces pasa semanas sin pegarle a su esposa.

      Pregúntese: ¿HASTA QUÉ GRADO ESTABA RELACIONADA LA BEBIDA CON EL PROBLEMA? ¿CÓMO AFECTÓ A GLORIA LA EXPERIENCIA DE SU NIÑEZ?

      El matrimonio de Sara ciertamente no se hizo más tierno con la edad. Sufría agresiones a manos de su esposo con cada vez más frecuencia. Además de los calmantes que tomaba, la reciente historia de Sara —dos costillas rotas, un diente caído, magulladuras, heridas y el haber estado hospitalizada tres veces— testificaba del hecho de que su esposo se estaba enojando con cada vez mayor facilidad. Los dos hijos adolescentes de ella también podían ver eso.

      Un día el esposo de Sara, antes de marcharse al trabajo, le dijo a su hijo de 16 años de edad que limpiara el garaje. Para el almuerzo esto no se había hecho y el joven dijo que se iba a nadar con sus amigos. Esto atemorizó a Sara, pues sabía que su esposo derramaría su cólera sobre ella. Tenía los nudillos blancos en la parte trasera de la silla de la cocina cuando le dijo a su hijo: “Tienes que limpiar el garaje hoy.” “¡No me fastidies!” le gritó él, y precipitadamente subió las escaleras hacia su habitación. Corriendo tras él, Sara le agarró el brazo y comenzó a decir: “No te vas a ninguna parte hasta que . . . ” Pero no terminó de decirlo. Él se viró y le dio un violento empujón sobre el pecho. Sara trató de agarrarse del pasamano, pero no pudo hacerlo y cayó hasta el mismo fondo de la escalera, quedando como una masa inerte.

      Pregúntese: ¿ESTABA LA SOLUCIÓN EN ESPERAR? ¿QUÉ RELACIÓN PARECÍA EXISTIR ENTRE EL TEMPERAMENTO Y LAS ACCIONES DEL PADRE Y DEL HIJO?

      [Carta a un consejero:] “Tengo 13 años de edad y escribo esta carta no solo por mí sino por mis cuatro hermanos y hermanas menores. Tienen 11, 10, 9 y 6 años de edad. Nuestros padres no dejan pasar ni una sola noche sin reñir. Estamos hartos de sus gritos y chillidos e insultos, y de que se tiren las puertas y los platos. Papá trabaja duro y es muy bueno. En el momento en que entra por la puerta mamá le lanza una lista de quejas. Él le dice que se calle y entonces comienza la batalla. Cuando terminan de reñir, mamá se pone a llorar y dice que papá no la quiere. Está equivocada. La quiere muchísimo. Pero si no la quisiera, ¿podría usted culparlo? ¿A quién le gusta que lo reprendan constantemente? Por favor, ayúdenos a enderezar a estos dos. No queremos que nuestra familia se divida, pero así no se puede vivir.”

      Pregúntese: ¿QUIÉN ERA RESPONSABLE DE ESTAS RIÑAS VIOLENTAS? ¿QUÉ PODRÍA HACERSE PARA EVITAR ESCENAS TAN COLÉRICAS? ¿SABE USTED DE NIÑOS QUE PUDIERAN TENER RAZÓN PARA ESCRIBIR UNA CARTA COMO ÉSTA?

      Consuelo quedó casi sin sentido de la paliza que le había dado su esposo de muchos años. Demasiado aborchornada para ir al hospital en busca del tratamiento necesario, se dirigió a un asilo para mujeres golpeadas que había sido establecido cerca de donde vivía, en San Antonio, Texas. Sin explicar las tensiones o frustraciones mutuas que produjeron el estallido de cólera, Consuelo describió de este modo la ocasión en que su esposo le pegó.

      Su esposo había venido a casa, pero no estaba en su estado normal. Estaba tan borracho que se caía, y olía a cerveza. En la confrontación emocional que siguió Consuelo lo abofeteó. Era la primera vez en sus años de casados que ella había hecho eso. “Entonces,” recuerda ella, “me agarró. Comenzó a golpearme como si yo fuera un hombre... dándome puñetazos en el estómago y en el cuello. Y después que caí al suelo, me pateó.” Fue un ataque brutal, una agresión.

      Pregúntese: ¿QUIÉN FUE CULPABLE DE LA VIOLENCIA EN ESTE CASO? ¿CÓMO HUBIERA PODIDO EVITARSE ESA RIÑA? ¿QUÉ HUBIERA HECHO USTED SI HUBIERA SIDO CONSUELO?

      Aunque estos ejemplos no abarcan todo el campo de la violencia en el hogar, ejemplifican algunos de los aspectos más comunes del problema. Y es posible que las preguntas subsiguientes le hayan ayudado a comprender mejor el problema de la violencia en el hogar. En los artículos siguientes se consideran algunos de los factores envueltos en estos relatos verídicos. Además, específicamente concentraremos la atención en las causas y los resultados de la violencia en relación con los esposos, esposas e hijos. Entonces podremos apreciar a mayor grado el consejo que se nos brinda para resolver este problema o evitar este azote esparcido que está destruyendo las familias y vidas de tantas personas hoy día.

      [Nota]

      a Se han cambiado los nombres para proteger la vida privada de los individuos.

  • Esposas golpeadas/esposos golpeados... ¿qué hay detrás de ello?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • Esposas golpeadas/esposos golpeados... ¿qué hay detrás de ello?

      TAN común es la violencia en el hogar que muchos de nosotros hemos visto el daño que ha producido. Al mirar a su vecino o a su compañero de trabajo, puede que usted note efectos que son comunes de muchas riñas de familia... magulladuras y arañazos solo parcialmente disimulados por medio de espejuelos oscuros, un suéter de cuello alto o una abundancia de maquillaje. Usted se pregunta: ‘¿Qué clase de matrimonio tendrá ella (o él)? De seguro se amaban cuando se casaron. Por eso, ¿qué sucedió?’

      Sí, ¿qué hay detrás de todas estas golpizas? ¿Quiénes son los que golpean a sus cónyuges? ¿Principalmente los esposos? ¿Qué ambiente hogareño provoca la violencia en la familia? ¿Son comunes ciertas influencias exteriores? De maneras prácticas, ¿qué podemos hacer en cuanto a ello? Consideremos el asunto.

      ¿Qué clase de hombre golpea a su esposa?

      En cuanto a la violencia en el hogar, vienen a la mente ciertos estereotipos. La gente a menudo se forma una imagen mental del “obrero” —tal vez un camionero, un peón caminero o un basurero— que se detiene en el bar de la localidad, se llena de cerveza y se dirige a casa tambaleando y listo para reñir. Muchos son así, como vimos antes en los casos de Consuelo y Gloria.

      Pero si usted cree que la violencia en la familia se limita principalmente a tales personas, se equivoca. “La violencia en la familia,” declara la columna “Intelligence Report,” “rebasa las razas, las clases y los antecedentes de la gente. Está muy difundida y ocurre en lo más alto de la clase media con la misma frecuencia que en la clase trabajadora.” (Parade, 16 de octubre de 1977, pág. 18) Wife Beating: The Silent Crisis señala lo siguiente:

      “Los que trabajan asistiendo a las mujeres golpeadas informan que entre las víctimas hay esposas de médicos, abogados, profesores universitarios y hasta de miembros del clero. En el estudio que el Dr. Gelles ha efectuado sobre el maltrato de cónyuges, las familias en los que había más violencia eran los que tenían los ingresos más elevados”—Pág. 7.

      ¿A qué se debe que la violencia en la familia pueda debilitar y debilite todo tipo de familia? Hay una razón implícita que la mayor parte de los sociólogos pasan por alto. El estar consciente de ella le ayudará a percibir la raíz del asunto, sea que usted esté pensando en su propia familia o en la familia de algún amigo o pariente allegado.

      El más antiguo registro de la vida de familia, la Biblia, muestra que al principio el matrimonio humano era perfecto. Al principio de su casamiento, Adán y Eva estaban exentos de pecado. Su pensar, acciones y emociones estaban debidamente equilibrados. En ese estado no hubieran experimentado violencia en el hogar, ¿verdad? Pero, con el tiempo desobedecieron a Dios, y se hicieron imperfectos. En cuanto a uno de los efectos de la desobediencia de la primera pareja, Dios miró al futuro y le dijo a la mujer: “Tu deseo vehemente será por tu esposo, y él te dominará.” (Gén. 3:16) Sí, la mayoría de las mujeres tendrían un deseo tan intenso de tener un esposo que hasta estarían dispuestas a aguantar a un hombre altanero, brutal. Milenios de historia recalcan este hecho lastimero. Además, Jehová Dios previó que muchos esposos, desequilibrados por la imperfección, llevarían su jefatura a un extremo, y se convertirían en tiranos que les pegarían a sus esposas. Así, ¿cuál es el común denominador en todos los casos de violencia en la familia? La imperfección humana.

      Es vital que reconozcamos que todos hemos descendido de esa primera pareja y que hemos heredado una naturaleza humana imperfecta. (Rom. 5:12) Por lo tanto, la semilla maligna de ser violento en el hogar existe dentro de todos nosotros... seamos ricos o pobres, analfabetos o muy cultos. ¿Qué, pues, la hace brotar y florecer? La frustración, las bebidas alcohólicas, la falta de comunicación, los celos y los sentimientos de rechazo o inseguridad son como las sustancias nutritivas en el agua que hacen germinar la semilla de la violencia. Antes de considerar lo que puede hacerse acerca de estos factores, examinemos el modo en que algunos de ellos ocasionan la violencia en muchas familias hoy día.

      Hombre frustrado... ¿hombre violento?

      Al fijar la atención en un factor común de la violencia en el hogar, un médico hizo el siguiente comentario: “Me parece que tenemos que ver el acto de pegar a las esposas dentro del contexto de una sociedad en la que hay una inmensa cantidad de frustración y tensión. Vivimos en un período extraordinario en el que las tensiones económicas y el desempleo son muy grandes. Es inevitable que presiones de esta índole se transmitan a la familia.”

      Convirtamos esto en términos cotidianos. Imaginemos a un esposo que regresa del trabajo tenso. Quizás haya estado cansado cuando se marchó a trabajar por la mañana y haya tenido que enfrentarse a embotellamientos del tráfico o a ruidosos trenes subterráneos. En el trabajo el jefe o los clientes riñeron con él repetidas veces. Pero tuvo que reprimir su frustración. Cuando por fin llega a casa, quizás de inmediato tenga que enfrentarse a niños lloricones o a su esposa que tiene un motivo justificado para quejarse y que ha estado esperando para contárselo. ¿Qué sucede? A veces la frustración y la tensión estallan y se convierten en violencia. Por temor de perder su trabajo, no podía ponerse furioso con su jefe y no podía entrarle a golpes al tráfico embotellado. ¡Pero ay de su esposa o hijos! “Cuando el hombre se enfada,” dice un terapeuta marital, “no se supone que llore. Es más masculino darle un puñetazo a la pared. Solo que a veces la pared es su esposa.”

      Si el lector es un esposo, ¿puede verse dando salida a la frustración de ese modo? Si usted es una esposa, ¿puede usted imaginarse a su esposo reaccionando de manera tan violenta? ¿Se necesita algún conflicto grande antes que esto suceda?

      En realidad la chispa que puede hacer estallar la violencia puede ser en sí misma pequeñita: La cena no está lista a tiempo, la esposa declara que quiere emprender un curso universitario o dice que no desea tener relaciones sexuales. Su esposo, tenso y frustrado, quizás piense que tales factores están desafiando su autoridad. Estalla en cólera violenta.

      “El que es tardo para la cólera,” dice Proverbios 14:29, “abunda en discernimiento, pero el que es impaciente está ensalzando la tontedad.” Muchos hombres que han golpeado a sus esposas, después, avergonzadamente, se han dado cuenta de la veracidad de ese proverbio. Una vez que el hombre deja salir sus frustraciones reprimidas pegándole encolerizadamente a su esposa o hijo, por lo general siguen más problemas. La primera paliza a menudo conduce a la segunda. Puede ser como una grieta en una presa; puede crecer con facilidad hasta que un torrente de salvajismo inunda el matrimonio.

      Dos estudiantes de derecho se entrevistaron con víctimas del maltrato de esposas y con funcionarios públicos que traían con el problema. ¿A qué conclusión llegaron?

      “Pegarle a la esposa propende a ser no un solo desafortunado estallido sino el síntoma de un mal crónico. [A 95 por ciento] de las mujeres a las cuales hablaron les pegaron durante el primer año de su matrimonio, y con el transcurso de los años las agresiones por lo general se hacían más frecuentes y más violentas. Si no se les hubiera controlado, hubieran podido causar al fin la muerte. . . . Por lo general, lo que causó los ataques de cólera fue alguna molestia relativamente menor... claramente solo un catalizador de alguna ira más profunda o alguna vieja frustración.”

      El primer año del matrimonio es especialmente crítico debido a las nuevas presiones que pueden intensificarse. Además de estar tratando los cónyuges de ajustarse el uno al otro, el esposo siente ahora un mayor peso económico. Y si la esposa queda encinta, esto aumenta la presión que él siente y a la vez posiblemente despierte resentimiento o celo debido a la emoción y preocupación que ella siente por algo que significa menos atención para él.

      Las bebidas alcohólicas... ¿la causa?

      A menudo las bebidas alcohólicas entran en el cuadro. Una encuesta llegó a la siguiente conclusión: “En 60 por ciento de los casos, el consumo de bebidas alcohólicas por el agresor siempre estaba presente al tiempo del ataque.” El director de un centro de crisis de Washington, D.C., dice que hasta 80 por ciento de las palizas que sufren las esposas están relacionadas con las bebidas alcohólicas.

      Pero, ¿es la bebida efectivamente la causa? Tal vez la respuesta es No; pero muchas veces la respuesta es Sí. En cuanto a la relación que existe entre el beber y el pegarle a la esposa, la sicóloga Dra. Lenore Walker declara: “Quizás se le use como excusa pero no parece que haya relación directa de causa y efecto.” Sin embargo, la Biblia hace esta perspicaz observación: “El vino es burlador, el licor embriagante es alborotador, y todo el que se extravía por él no es sabio” (Pro. 20:1) ¿No ha observado usted que la bebida tiende a disminuir las inhibiciones, de modo que la persona se hace alborotadora o menos controlada? Así, cuando el esposo que está frustrado o que está encolerizado con su esposa se pone a beber, puede hacérsele más fácil ponerse violento. Después de estudiar el problema, el Dr. Richard J. Gelles informó:

      “El bebedor puede usar el período en que está borracho como un ‘tiempo de asueto’ en el que no es responsable de sus acciones. El alcohol también puede servir como excusa . . . nada anda mal con la familia, la culpa la tiene el ‘demoníaco ron.’”

      ¿Encierra esto una lección en cuanto al uso de las bebidas alcohólicas?

      ¿Comunicación o puñetazos?

      Como quizás usted comprenda, los cónyuges que recurren al maltrato físico a menudo son muy débiles en cuanto a comunicación. Les es difícil expresar sus sentimientos, incluso sentimientos tan poderosos como los celos, la soledad, la inseguridad y el temor. “Aunque vivimos en una sociedad sumamente verbal,” dice el sociólogo Sherod Miller, “somos pocos los que hemos aprendido a hablarnos unos a otros acerca de cuestiones sensitivas.”

      En especial es esto un problema para los hombres. “Una causa importante de violencia doméstica,” comenta Jan Peterson del Congreso Nacional de Mujeres de la Vecindad, “es que el hombre no puede comunicarse con las mujeres, excepto por medios físicos.”

      Sin embargo, si un hombre puede aprender a expresar sus sentimientos en palabras controladas —no en estallidos coléricos y en palabras obscenas— ¡cuánto mejor fruto producirá esto en su familia que el recurrir a la violencia! El antiguo rey Salomón dijo: “Del fruto de su boca un hombre comerá lo bueno, pero la mismísima alma de los que tratan traidoramente es violencia.”—Pro. 13:2.

      Aunque por lo general se cree que las mujeres son más propensas y tienen mayor aptitud en cuanto a expresar sus sentimientos en palabras, hay prueba de que muchas esposas contribuyen al problema de la comunicación. Paul Shaner, un consejero de familia, hace notar que a veces una esposa golpeada quizás esté “empleando estrategias para lograr fines coercitivos” por medio de darle a su esposo “el tratamiento de silencio.” Él explica que algunas esposas afirman que no les hablan a los esposos porque temen decir algo incorrecto, “pero el hombre lo ve como un táctica coercitiva.” Shaner llega a la siguiente conclusión: “Estos dos individuos no han hablado, no han tenido verdadera comunicación por largo tiempo.” Nosotros los casados hacemos bien en preguntarnos: ¿Es normal en nuestro matrimonio la comunicación?

      ¿Mujeres violentas?

      No es inusitado hablar de esposos que les pegan a sus esposas, ¿pero cree usted que muchos esposos son golpeados por sus esposas? ¿Adoptan muchas esposas la violencia, contribuyendo mensurablemente al problema de la violencia en el hogar? ¡Sí!

      “El crimen que menos se informa no es el de pegarle a la esposa,” dice la socióloga Suzanne Steinmetz. “Es el de pegarle al esposo. . . . En lo que toca a usar pequeñas cantidades de fuerza física, dar bofetadas, golpes, empujones, parece que no hay diferencias verdaderas entre los hombres y las mujeres. Una de las razones del fenómeno de las esposas golpeadas no es que los hombres sean más agresivos, sino que simplemente parecen tener más fuerza física y pueden hacer más daño.”

      Se oye menos acerca de golpear a los esposos debido a que ¿cuántos esposos están propensos a entrar en una estación de policía (o hasta telefonear a una) y decirle a un sargento corpulento: “Mi esposa me pega”? ¡No obstante muchas esposas están haciendo precisamente eso! El esposo quizás sea más pequeño, más viejo, más frágil o hasta esté enfermo. Y aun si es lo suficientemente fuerte para defenderse, quizás no lo haga por un sentido de caballerosidad o por temer que si da rienda suelta a sus fuerzas lastime gravemente a su esposa.

      Algunas esposas que en voz alta expresan su desaprobación de la violencia de su esposo pasan por alto la propia culpa de ellas. Por ejemplo, la esposa se entera de que el esposo ha puesto el dinero en el banco a nombre de él, en vez de en una cuenta conjunta. En el argumento que resulta ella lo abofetea. Quizás semanas más tarde ella parezca ser la malhechora, al renegar en contra de él o negarse a tener relaciones sexuales con él, y en cólera él la golpea. Cierto, quizás las magulladuras se vean en el cuerpo de ella ¿Pero no han sido culpables los dos por la violencia? Recuerde el caso de Consuelo que se presenta en la página 6. La violencia de la esposa puede ser la chispa que causa la explosión.

      ¿Cómo va a responder la esposa si el esposo, que es más fuerte que ella, la maltrata? Lo trágico es que en muchos casos lo hace por medio de agarrar y usar cualquier arma que esté a la mano... una olla, un jarrón, un cuchillo o un punzón para romper hielo. Considere lo que sucedió con Roxanne Gay de poco más de metro y medio de alto y 50 kilos de peso. Según los periódicos de 1977, ella repetidas veces llamó a la policía para quejarse de que su esposo le pegaba brutalmente. Él era Blenda Gay, de casi dos metros de alto y más o menos 120 kilos de peso, jugador de defensa del equipo de fútbol Águilas de Filadelfia. Por fin, durante una riña esta pequeña esposa tomó un cuchillo y lo hirió en el cuello. La policía lo halló muerto en un charco de sangre.

      ¿Qué puede hacerse?

      Hemos examinado varias cosas que están detrás del problema de las esposas y los esposos golpeados. La raíz de la dificultad es la imperfección humana, lo cual significa que todos somos susceptibles a llegar a hacernos violentos. Las muchas frustraciones a las cuales nos enfrentamos en la vida moderna hacen de esto una posibilidad concreta. La falta del control de las emociones de uno, como el celo o el resentimiento, también inclina al individuo a tener estallidos de violencia. A menudo los actos de violencia en el hogar ocurren bajo la influencia de las bebidas alcohólicas. Y hemos visto que tanto los hombres como las mujeres son culpables de maltratar a su cónyuge.

      Aunque es importante tener esta comprensión de las causas de la violencia en el hogar, necesitamos más que eso. La ocurrencia común del problema exige que de manera positiva tratemos de evitar o resolver el problema. ¿Qué hay en cuanto a las siguientes preguntas? ¿Cómo deberíamos obrar cuando nos encolericemos? ¿Está envuelto en ello nuestro punto de vista de las bebidas alcohólicas, el dinero o nuestro trabajo? Si la violencia ya reina en nuestro hogar, ¿es el divorcio la mejor solución? ¿Puede la Biblia ayudar a la gente a efectuar verdaderos cambios en su personalidad y en sus reacciones? Los siguientes artículos tratan con esas preguntas.

      [Comentario de la página 10]

      “En los asesinatos que tuvieron que ver con esposos y esposas, la esposa fue la víctima en 52 por ciento de los incidentes y el esposo en el 48 por ciento restante.”—Estadísticas criminales del FBI.

      [Ilustración de la página 11]

      “Algunas esposas provocan a sus esposos. Aunque ciertamente éste no siempre es el caso, me parece que por lo general sí lo es. He visto varias parejas en las cuales la mujer era quien había pegado repetidas veces a su esposo antes de que él por fin le devolviera los golpes.”—Dra. Marguerite Fogel.

  • Los hijos en un ambiente de violencia
    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • Los hijos en un ambiente de violencia

      “CADA año, hasta 6,5 millones de niños son maltratados por padres u otros miembros de la familia. . . . Cada año a miles de niños sus padres les pegan tan brutalmente que requieren tratamiento médico. Otros 700.000 se ven privados de alimento, ropa y abrigo, y entre 60.000 y 100.000 son maltratados sexualmente”—“U.S. News & World Report,” 15 de enero de 1979.

      El maltrato de los niños es un problema verdaderamente desconsolador. En algunos casos, los niños víctimas simplemente son objetos débiles, disponibles, en los cuales los padres desahogan sus frustraciones, celos y cólera. Pero en muchos otros casos se trata de que los padres llevan a un extremo dañino algo que los niños sí necesitan... disciplina. El sabio y amoroso Originador de la vida de familia nos dice: “Castiga a tu hijo mientras existe esperanza.” “La vara y la censura son lo que da sabiduría, pero el muchacho que se deja a rienda suelta le estará causando vergüenza a su madre.”—Pro. 19:18; 29:15.

      Al estudiar el problema del maltrato de los niños, el sicólogo D. J. Madden halló que “los niños pueden sentirse oprimidos por demasiada disciplina o abandonados por demasiada lenidad.” Explica: “Los hijos esperan que los padres tomen decisiones. Cuando éstos no las toman, los niños dudan de que puedan depender de sus padres. Y si el niño toma las riendas del control, puede convertirse en la parte disciplinaria.”

      “¡Despertad!” del 22 de noviembre de 1976 trató extensamente sobre el maltrato de niños, incluso lo que los padres pueden hacer para asegurarse de que, aunque dan a sus hijos la disciplina que éstos necesitan, no se convierten en golpeadores de niños.

      Sin embargo, demos atención aquí a cómo son afectados los niños que viven en un ambiente de violencia entre esposo y esposa. ¿Es posible que los niños que vean tal maltrato aprendan lecciones importantes de él y de este modo, al crecer, tengan mayor móvil para no llegar a ser individuos que golpean a su esposa o esposo?

      Si un niño ve que maltratan a su madre o padre, él almacena ese cuadro mental. Más tarde, al llegar a ser adulto, cuando él o ella se encoleriza, fácilmente puede volver al patrón que vio en la juventud. Dicho sencillamente, la violencia engendra violencia. Considere el ejemplo de Juan, un esposo de 26 años de edad que admitió a los consejeros que le había pegado a su esposa repetidas veces durante su matrimonio de siete años. De niño la violencia en la familia era cosa común. El padre de Juan bebía y a menudo atacaba a la madre de Juan, a veces con un cuchillo. Al recordar a su padre, Juan sollozó: “Cuando yo me interponía, me empujaba contra la pared. Dije que eso nunca sucedería en mi casa. Gracioso, ¿eh?” Recuerde también el caso del esposo y el hijo de Sara que se relató en la página 5.

      Sí, la investigación muestra que los niños criados en un ambiente de violencia en el hogar a menudo llegan a ser personas violentas ellos mismos. Desde un punto de vista negativo esto confirma el axioma bíblico que dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.”—Pro. 22:6.

      En un artículo escrito para “The Canadian” del 1 de abril de 1978, el Dr. Elie Cass declara: “Cuando la vida hogareña es infeliz, violenta, el niño o niña al crecer usa el modelo de violencia que aprendió como miembro de la familia para resolver problemas cuando llega a ser padre o madre.” El fundador de un asilo para mujeres golpeadas, en Londres, Inglaterra, dice: “Al repasar las historias de estos hombres, comprobamos que les daban palizas cuando eran niños o veían darlas . . . de modo que la violencia pasa de una generación a la siguiente. Se convierte en la norma.”

      Aun si el ver violencia en la casa durante la niñez no resulta en que más tarde uno maltrate a su esposa, esposo o hijo, tiene efectos trágicos. Un estudio efectuado en Carolina del Norte, EE. UU., de “niños que no son maltratados físicamente pero que viven en familias [con] padres violentos . . . halló depresión crónica entre 37 por ciento de los niños. . . . Otro 40 por ciento sufría de ansiedad, mientras que 25 por ciento había recibido terapia para desórdenes sicológicos.”

      Es claro, pues, que las familias que tienen hijos tienen una razón adicional para efectuar acción positiva con el fin de resolver el problema de la violencia o evitarla en el hogar. Si los padres pasan por alto esta necesidad y los hijos se ven obligados a vivir en un ambiente de violencia en el hogar, es muy posible que esto les cause daño emocional y muy bien pueden transmitir este azote terrible a la próxima generación.

  • ¿Son la policía o los tribunales la solución?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • ¿Son la policía o los tribunales la solución?

      UNA cosa es saber que la violencia en el hogar está muy propagada, otra es evitar ser parte de ella. Una cosa es aprender algunas de las causas que están detrás de ella, otra es saber cómo enfrentarse a la violencia en el hogar o impedir que ocurra en el propio hogar de uno.

      Las personas que no han vivido en un hogar violento quizás se apresuren a decir que la solución simplemente está en llamar la policía o, si es necesario, sencillamente en obtener un divorcio. ¿Pero es así de simple?

      Muchas esposas (o esposos) maltratados a sabiendas optan por seguir con su cónyuge a pesar de la brutalidad de éste o ésta. ¿Por qué? En el caso de algunos esto se deje a los hijos, pues les parece que un hogar violento es mejor que un hogar roto. Otros temen perder a su socio en las relaciones sexuales o un compañero y tener que vivir el resto de su vida solos. El temor a la venganza subsiguiente detiene a algunos. Algunas esposas que son tratadas brutalmente continúan amando a sus esposos, animadas por la esperanza de que cambien. Y muchas permanecen cautivas debido a la preocupación de no poderse mantener.

      Susana es un ejemplo de esto. Tenía 18 años de edad cuando se casó con Alejo. Poco después salió a la superficie el lado violento de él. “Era muy mandón conmigo,” relata ella. “No aceptaba crítica alguna, especialmente cuando bebía, lo cual era casi todas las noches. Esperaba que yo cocinara, limpiara, cuidara a los niños, tuviera relaciones sexuales con él, hiciera lo que él quisiera cuando él lo quisiera. En realidad era como vivir en la celda de una cárcel. . . . Me pegaba y me lastimaba si no le obedecía.” ¿Por qué no se marchaba? “En realidad lo quería. Pensé que cambiaría. . . . Más tarde, cuando por fin desperté y me di cuenta de que nunca cambiaría, no tenía lugar alguno adonde ir, no tenía dinero.”

      A menudo las esposas golpeadas optan por llamar a la policía. Sin embargo, cuando la policía viene, por lo general lo más que puede hacer es detener la batalla actual. ¿Cómo pueden ellos, en 20 minutos más o menos, cambiar la situación básica del hogar? El próximo paso pudiera ser lograr que el tribunal emita una orden de protección o una garantía de paz. Muchas mujeres maltratadas amenazan con hacerlo, pero no llevan a cabo sus amenazas. Sin embargo, cuando esto sí se hace a veces tiende a hacer que un esposo violento vacile, pues se da cuenta de que ‘si le vuelvo a pegar, quizás me metan en la cárcel.’

      Después de conseguir protección por alguno de estos medios (o a veces hasta sin tratar de conseguirlos) algunos cónyuges maltratados solicitan la separación legal o el divorcio. En un estudio efectuado en Cleveland, Ohio, 36 por ciento de las mujeres dijeron que el maltrato físico era la razón por la cual buscaban el divorcio. Sin embargo, la Sra. Eileen Mack, supervisora de libertad condicional para Tribunales de Familia de Nueva York comentó lo siguiente acerca de las parejas que tienen matrimonios violentos:

      “El apresurar a la gente a ir al tribunal, es perjudicarla. La solución no yace en romper las familias, sino hacer que ambos se presenten y consideren el asunto.”

      Además, ¿qué hay en cuanto al cónyuge cristiano que es golpeado, y que no obstante sabe que la Palabra de Dios no recomienda el divorcio? Jesús dijo que la única base para el divorcio que le da a uno libertad bíblica para volverse a casar es la fornicación (adulterio) de parte del cónyuge. (Mat. 19:9; Mal. 2:10-16) Y el apóstol Pablo instó a los cristianos a permanecer con sus cónyuges incrédulos con la esperanza de salvarlos.—1 Cor. 7:12-16.

      Este consejo puede considerarse a la luz del hecho de que Dios claramente desaprueba la brutalidad y la ira cruel. “A cualquiera que ama la violencia,” dice Salmo 11:5, “ciertamente lo odia Su alma.” La Biblia dice que las contiendas, los enojos y las altercaciones son “obras de la carne” que lo pueden excluir a uno del reino de Dios.—Gál. 5:19-21; Mat. 5:22.

      Se comprende, pues, por qué Pablo escribió: “La mujer que tiene esposo incrédulo, y sin embargo él está de acuerdo en morar con ella, no deje a su esposo.” (1 Cor. 7:13) Las esposas se han preguntado: ‘¿Da prueba el esposo que maltrata violentamente a su esposa de que está “de acuerdo” en vivir con ella?’ Algunas víctimas cristianas han concluido que no. Y han dado los pasos para buscar protección por medio de una separación legal o un divorcio aunque saben que no tienen libertad bíblica para volverse a casar.

      ¿Otra selección?

      Como hemos hecho notar, algunos cónyuges maltratados creen que tienen razones que los obligan a tratar de permanecer con sus cónyuges. En particular cuando hay niños menores, algunas esposas cristianas que tienen esposos incrédulos violentos han vacilado en buscar una separación legal o divorcio. Se han preocupado con retener la oportunidad que tienen de enseñar a los hijos las verdades bíblicas dadoras de vida. De modo que surge la pregunta válida: ¿Hay algún otro modo de enfrentarse a la violencia en el hogar? Esa también pudiera ser la pregunta en cualquier matrimonio en que ambos cónyuges han sido culpables de estallidos de violencia. ¿Es posible hacer cambios y vencer la violencia?

  • ¿Qué se puede hacer respecto a la violencia en el hogar?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • ¿Qué se puede hacer respecto a la violencia en el hogar?

      ¿QUIÉN negaría que la violencia en el hogar es un asunto serio que merece pronta atención? Pero, en términos prácticos, ¿qué puede hacerse cuando la familia se ve afligida por la violencia?

      Ante todo, ¿qué emoción relaciona usted con la violencia en el hogar? ¿No es la cólera? Son relativamente pocos los matrimonios en los que hay violencia debido a que un cónyuge disfruta de ser cruel e infligir dolor. Más bien, en la mayoría de los casos, la violencia en el hogar es el resultado de una cólera descontrolada.

      Antes vimos que todos hemos heredado el pecado y la imperfección. (Rom. 5:12) Un resultado doloroso de esto es que no tenemos pleno control de nuestras emociones. Por eso, ¿quién de nosotros no se ha airado tanto que ha dicho o hecho algo que más tarde ha lamentado? La Biblia contiene varios relatos en que los siervos de Jehová han manifestado esta debilidad.—Gén. 34:1-31; 49:5-7; Jon. 4:1, 9.

      ¿Deberíamos esperar, pues, que en una relación tan estrecha como la de la familia la cólera nunca surja? (Compare con 1 Samuel 20:34; Job 32:3.) De hecho, la Biblia aconseja fácticamente a los cristianos: “Estén airados, y no obstante no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado.”—Efe. 4:26.

      Sin embargo cuando usted se enoja, ¿debe usted dar rienda suelta a su cólera hasta el grado de llegar a lo que se llama “dirigir acusaciones agresivas”? Quizás usted lea eso o se lo digan. Por ejemplo, el sicólogo George Bach escribió:

      “El conflicto verbal entre esposo y esposa es . . . sumamente deseable. Las parejas que riñen son parejas que permanecen juntas... con tal que sepan cómo reñir de la manera debida.”—The Intimate Enemy.

      Pero, juzgando por lo que usted ha visto en la vida, ¿es verdaderamente aconsejable desahogar la ira por medio de palabras coléricas? Según un estudio efectuado por el Dr. Murray A. Straus, profesor de sociología de la familia, no lo es. Él halló lo siguiente:

      “Las acusaciones agresivas entre los cónyuges no solo tienen poca utilidad al tratar con los conflictos familiares, sino que también pueden ser ‘una peligrosa supersimplificación que podría traer miseria a la vida de millones de personas.’ . . . Tanto las esposas como los esposos casi siempre respondieron a las declaraciones ásperas y hostiles con otras declaraciones de la misma clase.”

      Es como una reacción nuclear en cadena sin control que se intensifica hasta hacer explosión. El Dr. Straus llegó a la siguiente conclusión:

      “Las parejas que usan mucha violencia verbal tienen más probabilidades de llegar a usar violencia física también. . . . Además, se hace cada vez más fácil, dice él, pasar de herir verbalmente al cónyuge a herirlo a él o a ella físicamente.”—McCall’s, octubre de 1975.

      Así, sea cual sea la teoría sicológica que esté en boga, la experiencia humana misma nos prueba la sabiduría del consejo que Dios da de controlar la cólera: “El hombre dado a la cólera suscita contiendas, y cualquiera dispuesto a la furia tiene muchas transgresiones.” “Como una ciudad en que se ha hecho irrupción, que no tiene muro [de protección], es el hombre que no tiene freno para su espíritu.” “Depón la cólera y deja la furia; no te muestres acalorado solo para hacer mal.” (Pro. 29:22; 25:28; Sal. 37:8) Cualquiera que haya llegado (o hasta casi llegado) a hacerse violento en el hogar puede beneficiarse a sí mismo y a su familia estudiando y aplicando sinceramente el consejo de Dios acerca de la cólera y el gobierno de uno mismo.a

      “Sí,” muchos dirán,” pero ¿precisamente qué puede hacer uno cuando de veras se encoleriza con su esposa (o esposo)?” Considere esta posibilidad. ¿Qué hay en cuanto a esperar 60 segundos... sí, contar lentamente hasta 60 (o hasta más)? Si logra posponer su cólera, tendrá menos probabilidades de estallar o de provocar un estallido. Además, piense en este consejo divino: “El principio de la contienda es como alguien que suelta aguas; por eso, antes que haya estallado la riña, retírate.” No, eso no significa abandonar a su cónyuge. Pero cuando se sienta irritado, o hasta colérico, ¿ha tratado de excusarse y marcharse por un rato, a otra habitación o a dar la vuelta a la manzana, a fin de serenarse? Esto especialmente es una buena idea para el esposo puesto que la aparente conducta irrazonable, “mal humor” o pérdida de control de su esposa quizás no sea algo deliberado. Tal vez es una manifestación temporera de los cambios hormonales de ella, debido a lo cual se le hace difícil controlar sus sentimientos.—Pro. 17:14; 19:11.

      Si, por otra parte, su cónyuge es el que da salida a la irritación o a palabras coléricas, ¿qué puede hacer usted? Hay sabiduría en esto: “Una respuesta, cuando es apacible, aparta la furia.” (Pro. 15:1) Es interesante el hecho de que, después de mencionar el hallazgo del Dr. Straus de que el responder ásperamente ha resultado en que los cónyuges continúen haciendo más de lo mismo, el artículo citado añadió: “Solo palabras bondadosas, consideradas y amorosas produjeron respuestas conciliatorias.”

      ¡Puede dar resultados!

      Las anteriores recomendaciones, basadas en la Biblia, no son simple teoría en cuanto a resolver la violencia en el hogar. Han dado resultados en muchos casos. Por ejemplo, Tomás, de Cincinnati, Ohio, era de temperamento violento. Esta es su historia:

      “Tantas veces había golpeado la pared con el puño en cólera que por fin marque dónde estaban los travesaños de la pared a fin de no volverme a magullar la mano.” En los fines de semana a menudo se emborrachaba. En una ocasión, después que él y su esposa se emborracharon y tuvieron una riña particularmente mala, decidió ver si Dios lo ayudaría. Por un tiempo fue con regularidad a la iglesia metodista. Entonces, después de orar sinceramente un día, dos testigos de Jehová lo abordaron mientras él trabajaba en el exterior de la casa. Por cierto tiempo estudió la Biblia con ellos y se esforzó por ponerla en práctica. Su esposa a veces se burlaba de él y hasta desgarraba su literatura bíblica. Pero él no respondía de manera furiosa o violenta. Explica: “La verdad de veras efectuó grandes cambios en mí. NUNCA me hubiera mantenido tan calmado y continuado siendo tan bondadoso con mi esposa.”

      Otros pasos

      El trabajar en armonía con el consejo de Dios sobre la cólera es un paso positivo rumbo a vencer el problema de la violencia en el hogar. Pero hay otros pasos.

      Hemos notado en el caso de Tomás y en otros casos que las bebidas alcohólicas a menudo están envueltas. Aun si el beber no hace que uno se ponga violento, puede preparar el escenario. Puede, por decirlo así, calentar la madera de modo que la primera chispa produzca un incendio incontenible.

      Si su hogar ha sufrido el desagradable efecto de la violencia en la familia, piense a ver si a veces las bebidas alcohólicas han estado envueltas. La Biblia no condena el uso de las bebidas alcohólicas con moderación. Pero sí advierte: “El vino es burlador, el licor embriagante es alborotador, y todo el que se extravía por él no es sabio.” (Pro. 20:1; Sal. 104:15; Efe. 5:18) Si debido a beber algún miembro de la familia se hizo violento, entonces podría —sí, debería— hacerse algo en cuanto a ello. Con el interés amoroso de preservar la familia y evitar daño físico o asesinato, se pudiera decidir mutuamente fijar un límite absoluto de cuándo y cuánto se va a beber. Y si la experiencia en el futuro o cualquier ‘escape por un pelo’ prueba que el límite se ha fijado demasiado alto, rebájelo. Puede que en algunos casos sea necesario renunciar completamente a la bebida. Pero, ¿no es preferible eso a continuar sumiéndose en el remolino de la violencia en el hogar?

      No combate, sino comunicación

      Como consideramos antes, la frustración, los celos y la inseguridad a menudo están detrás de la violencia en el hogar. ¿Qué puede hacerse en cuanto a ellos? Uno de los mejores remedios es tener mejor comunicación. “La mayoría de los matrimonios” concluyó un científico social, “no se escuchan unos a otros, y como resultado muchos riñen.”

      Todos nos enfrentamos a cierta medida de frustración. Considere lo siguiente: Un hombre soñaba con ser marinero y ver el mundo, pero se casó y sus padres, de edad avanzada, necesitan el apoyo de él. Por eso trabaja en una fábrica de cordones de zapato, limitado a un sitio en particular, abrumado por el ruido e importunado por un capataz orgulloso. ¿Cree usted que nunca llegará a casa frustrado? Su esposa había soñado con criar tres hijos hermosos en una granja pacífica. Pero no ha podido concebir hijos y ahora tiene que vivir en la ciudad a fin de estar cerca de los parientes envejecidos. ¿No estará ella familiarizada con la frustración?—Gén. 30:1; 1 Sam. 1:4-11.

      Sin embargo, si el esposo y la esposa desarrollan un patrón de comunicación acerca de sus actividades y sentimientos, es improbable que las frustraciones que son comunes a la vida imperfecta en este sistema se acumulen hasta el punto de estallar violentamente. Por ejemplo, una vez que hayan considerado sosegadamente el hecho de que el trabajo de él, aunque difícil, contribuye a cumplir con la voluntad de Dios en cuanto a proveer para la familia, esto mitigará la frustración que él siente. (1 Tim. 5:8) Pueden consolarse en tenerse el uno al otro y saber el bien que están haciendo por sus padres ancianos. Además, tal vez puedan hacer planes para tener unas vacaciones en la costa, ir a pescar juntos o investigar las posibilidades de obtener otro empleo. De igual importancia es que el esposo le asegure a su esposa que la ama y que comprende los sentimientos de ella y aprecia su sacrificio. Eso contribuirá a disipar la frustración de ella. Es hasta más eficaz si la abraza mientras se lo dice.

      La comunicación también podría ser útil en el momento en que fácilmente podría comenzar una riña. Por ejemplo, esta esposa percibe en cuanto el esposo llega a casa que él está de mal genio o más tenso que por lo general. Puesto que ella entiende las circunstancias de él debido a la comunicación que han tenido en el pasado, quizás pueda usar palabras tiernas y calmantes. En vez de proveer una “bomba,” provee alivio calmante. Podría preguntar bondadosamente: ‘¿Fue irrazonable el capataz hoy?’ O: ‘¿Hubo mucho tráfico hoy?’ Por otra parte, la mayoría de los esposos pueden mejorar mucho en cuanto a ser sensitivos a los diferentes estados de ánimo y emociones de su esposa a fin de decir y hacer la cosa correcta al momento correcto.—Compare con Proverbios 25:11.

      Algo que contribuye a la violencia en el hogar es la tendencia a concentrarnos en nuestros propios sentimientos. (Fili. 2:4) La esposa espera que sin que ella lo mencione el esposo note su nuevo peinado y comente acerca de él. Pero cuando él llega a casa es como si él creyera que de algún modo milagroso ella debería saber acerca del embotellamiento del tráfico. Esos podrían ser los ingredientes de una riña familiar que conduzca a la violencia. No obstante, en ese momento sería útil usar más franqueza. Él puede decir: ‘Qué alivio llegar a casa después de un día como hoy,’ o ella pudiera decir: ‘Pude hacerme un nuevo peinado y permanente hoy.’ En vez de esperar que el otro cónyuge saque a relucir los sentimientos de usted, hágalo usted mismo.

      También hay que considerar las finanzas de la familia. Aparte tiempo para hacer esto en vez de dejar que se conviertan en una fuente de resentimiento o tensión. Un investigador halló que “28 por ciento de los casos de esposas golpeadas estaban relacionados con problemas monetarios.” En especial surgen muchas riñas violentas cuando la esposa vez tras vez le indica al esposo que, financieramente, él no puede mantenerla a la par con los vecinos o que no le permite comprar las cosas que ella desea. Esto propende a hacer que el esposo se sienta inferior, que sienta que no es buen sostén de la familia. El consejo inspirado que se encuentra en 1 Timoteo 6:6-10, 17-19 y Mateo 6:24-34 sirve de excelente fundamento para que la familia considere sus ingresos y sus planes económicos.

      Los períodos de comunicación sosegada también presentan la mejor ocasión para mencionar sentimientos como los celos, sean celos de otro hombre o mujer, o de la atención que se presta a un pariente o hasta al trabajo del esposo. El estudio que mencionamos antes halló que “35 por ciento [de los casos de esposas golpeadas] estaban relacionados con los celos.” Proverbios 6:34 y su contexto muestran que cuando hay verdadera base para los celos, la ira y el deseo de venganza son cosa común. Pero esos mismos sentimientos, junto con violencia en la familia, pueden resultar hasta de celos que tienen poca o ninguna base. Así es que en vez de dejar que los celos se intensifiquen como la presión de vapor en una caldera hasta que haya un estallido violento, es mejor mencionar los sentimientos de uno en un tono sosegado (no acusador) durante una consideración calmada entre el esposo y la esposa. Pudiera requerir esfuerzo verdadero el mantener sosegada la consideración, pero si por medio de ésta puede progresarse hacia un entendimiento mutuo de los sentimientos, éste será un paso gigante en dirección a evitar la violencia.—Pro. 14:30; 27:4.

      Si a usted le es difícil considerar los asuntos de familia y sus sentimientos con su esposo o esposa y ha habido actos de violencia, considere la posibilidad de obtener ayuda de una persona madura, equilibrada, que pueda estar presente como parte neutral, pero interesada. El sociólogo John E. O’Brien, quien condujo un estudio sobre “La violencia en las familias propensas a divorcios,” declaró:

      “Al principio, cuando estos sentimientos de ansiedad surgen, lo mejor es sacarlos a relucir y considerarlos. Si no es posible que los cónyuges hablen francamente solos, tienen que hallar un intermediario.”

      Cuando se les pide que lo hagan, los ministros de los testigos de Jehová a menudo han podido suministrar ayuda a los estudiantes de la Biblia y hasta a miembros de la congregación que están experimentando problemas maritales. A solicitud del esposo y la esposa, un ministro cristiano quizás pueda ayudar la pareja a considerar sosegadamente sus sentimientos o problemas y a pesarlos a la luz de la Biblia, que es provechosa “para rectificar las cosas.”—2 Tim. 3:16, 17.

      ¿Por qué la Biblia?

      Es probable que usted haya observado que gran parte del consejo mejor y más práctico para enfrentarse a la violencia en el hogar o evitarla ha venido de la Palabra de Dios. Esto es de esperarse, pues su Autor es el Originador de la vida de familia y ha estado observando tanto los hogares violentos como los pacíficos en el transcurso de toda la historia humana. Él ha puesto en las Escrituras el consejo más útil para afrontar el problema de la violencia en el hogar.

      Por ejemplo, repetidas veces la Biblia recalca que el hombre y su esposa deben considerarse como “una sola carne.” (Gén. 2:24; Mar. 10:8; Efe. 5:31) Si una pareja absorbe el espíritu verdadero de esa declaración de Dios, no es probable que la violencia estalle en su hogar. Efesios 5:28, 29 amplía sobre esto, al declarar: “El que ama a su esposa a sí mismo se ama, porque nadie jamás odió a su propia carne; antes bien la alimenta y la acaricia.” ¿No aprecia usted la veracidad de eso? ¿Se ha airado usted tanto con su mano que ha usado una olla o un martillo para golpearla o se ha sentido usted tan encolerizado con su cuello que se ha asfixiado usted mismo?

      También, ¿no nos enteramos de las debilidades o peculiaridades de nuestro cuerpo, como oído deficiente, y no hacemos ajustes en cuanto a ellas? Estos ajustes también deberían hacerse en el matrimonio. No obstante, implícita en muchas batallas familiares está la idea: ‘¿Por qué no eres más como yo? ¿Por qué no ves las cosas a mi manera o no las haces como yo las haría?’ Naturalmente, la idea quizás no se exprese en esas mismas palabras. Quizás adopte esta forma: ‘¿Por qué no limpiaste la mesa antes de sentarte a ver TV?’ O: ‘¿Por qué dejas tus medias sucias metidas en los zapatos en vez de ponerlas con la ropa que se va a lavar?’ La idea implícita es la misma. Pero el esposo o la esposa que tiene el punto de vista de Dios de que los cónyuges son una sola carne acepta más prontamente a la otra persona como individuo que tiene sus propias peculiaridades y debilidades por las cuales hay que compensar amorosamente mientras se esfuerza por mejorar. Sabiamente la Biblia declara: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión.”—Pro. 19:11.

      La pareja que acepta y sigue lo que dice la Biblia también ora junta con regularidad. (1 Ped. 4:7) Piense en lo fortalecedor que les es al esposo y esposa el que estén física y emotivamente juntos al orar en humildad a Dios, pidiéndole ayuda y misericordia. Es interesante el hecho de que en cuanto a la violencia en el hogar, el sicólogo neoyorquino S. Didato escribió:

      “A menudo les digo a las parejas que oren en su noche de bodas. Si se habitúan a hacerlo me parece que se les hará mucho más difícil cometer actos de violencia.”

      La oración, junto con la aplicación de los principios bíblicos, llegó a ser parte de la vida de Zoila y David. La historia de Zoila, natural del Perú, es:

      “Nuestro matrimonio era un completo desastre. David me abandonaba y salía todas las noches, gastando todo su dinero y a menudo me dejaba sin los artículos de primera necesidad. Frecuentemente me golpeaba, dejándome amoratados los ojos y en una ocasión hasta me partió un dedo cuando estaba encinta. Tuve que protegerme el abdomen por temor de lesionar al bebé que llevaba en mi seno.” Con el tiempo la tía de David, testigo de Jehová, los visitó y comenzó un estudio bíblico. David se dio cuenta de lo malo de su pasado, y hasta lloró en cuanto a él, comprendiendo que si no cambiaba no podía esperar recibir el favor de Jehová cuando Dios remueva a los inicuos de la Tierra. Por medio de aplicar la Biblia hicieron cambios en su personalidad y caminos. Ahora la violencia en el hogar es cosa del pasado.

      Por lo tanto, aunque las noticias continúan enfatizando la frecuencia con que ocurre la violencia en el hogar —esposas golpeadas, esposos golpeados y niños maltratados— no es necesariamente un problema irresoluble o inevitable. Si usted ha sido víctima de ella, o hasta si ha participado en ella, puede dar pasos para aplicar el consejo perfecto de Dios a fin de que en su caso, también, la violencia en el hogar sea cosa del pasado.

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