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    La Atalaya 1960 | 1 de marzo
    • auxiliar de veinte toneladas perteneciente a la Sociedad zarpamos desde Nueva York hacia Nassau, Bahamas. Después de un borrascoso viaje de treinta días llegamos sin novedad a Nassau, capital de las Islas Bahamas. Todos los hermanos se alegraron de que viniéramos a ayudarles. El hermano Porter dijo: “Ha hecho excelente tiempo; les esperaba mucho antes.”

      Dos semanas más tarde comenzamos a dar el testimonio en las islas más apartadas del grupo de las Bahamas, utilizando el yate para ir de poblado en poblado. La embarcación también era nuestro hogar para todo desde el cocinar hasta el lavado de la ropa. Echábamos ancla cerca de las aldeas, luego usábamos el bote de remos para ir a tierra y regresar a nuestro hogar flotante. Los isleños pueden distinguir una embarcación desconocida o a extraños inmediatamente. Están siempre ansiosos de oir lo que es nuevo. En algunos lugares se reunían grandes muchedumbres en el malecón para ver qué había. Descubrimos que era muy fácil predicar a la gente de las Bahamas. Casi todo hogar posee una Biblia. Es una gente amistosa. El habitante de término medio en estas islas apartadas vive en una pequeña casa de madera. Algunos pescan; otros mantienen pequeños cultivos de tomates, arvejas, maíz y camotes. Algunos mantienen ganado—cabras, ovejas y vacas. Otros tejen esparto, haciendo esteras, sombreros y canastos.

      A veces colocábamos entre quince y veinte libros al día, a pesar de que la gente era pobre. Muchos daban sus últimos dos chelines por una ayuda para el estudio de la Biblia.

      Muchos ministros locales ofrecían el uso de sus iglesias. Allí pronunciábamos conferencias bíblicas. Durante los primeros seis meses de testificar a la gente de las Bahamas en las islas más apartadas casi no hubo oposición.

      En junio de 1949, antes de la temporada anual de los huracanes, seguimos viaje hasta las Islas Vírgenes. Nuestra primera parada fue en Santo Tomás, del grupo estadounidense de las Islas Vírgenes. Aquí nos encontramos con misioneros que estaban trabajando con ahínco. Habían dado principio a una pequeña congregación. Desde allí seguimos a San Juan, de las Islas Vírgenes, y luego hasta las Islas Vírgenes británicas. Todas las islas aisladas eran nuestro territorio y todavía no habíamos llegado al extremo del territorio. Desde las Islas Vírgenes fuimos a las aisladas Islas de Sotavento e Islas de Barlovento. En todas las islas nos recibían bien. Muchos preguntaban: “¿Cuándo vuelven?” En San Martín un hombre de negocios dijo: “La gente nunca hablaba de la Biblia antes, pero desde que ustedes vinieron todo el mundo habla de la Biblia.” Muchos dijeron que ésta era la primera vez que ‘había venido la verdad a esta isla.’

      En julio de 1953, después de la asamblea en el estadio Yanqui, vino otro adelanto. Recibimos un yate de diesel de cincuenta y nueve toneladas y dos hélices que podía viajar más rápido y entrar en más lugares. Volviendo a Gran Inagua, Bahamas, y visitando al comisario que había tomado alguna literatura cuatro años antes, le conté acerca de los días agradables que pasamos en el estadio Yanqui y él me dijo: “¡Yo estuve allí!” Él también tenía algunas de las publicaciones más recientes que se presentaron por primera vez en el estadio. En Anguila, en las Antillas Inglesas, di el testimonio a dos policías. Uno dijo: “Soy anglicano pero no se necesitará mucho para que yo cambie de religión, y si lo hago seré testigo de Jehová.” El otro policía se sonrió, diciendo: “Si yo leo mucho más de ese libro ‘Nuevos cielos y una nueva tierra’ renunciaré de mi empleo.”

      En los cinco años desde 1953 a 1958 vi establecerse en tres de las islas aisladas, donde solamente por medio del uso de la embarcación se dio el testimonio, congregaciones de quince, de doce, y de seis publicadores, respectivamente. En otra isla aislada, Anguila, cinco personas simbolizaron su dedicación por medio del bautismo en agua. Uno de estos cinco se ha matriculado como precursor. Hay entre la gente de estas islas una demostración de buena voluntad que siempre aumenta. La mayoría de la gente de las islas menores es pobre, pero muchos muestran su bondad por medio de invitar a uno a comer algo o servirle una bebida dulce. Otros le ofrecen uno o más huevos que llevar, o lo que estuviere en sazón.

      La mayoría de los poblados de las islas pequeñas no tiene luz eléctrica, ni mucho entretenimiento. De modo que para efectuar una reunión pública colgamos nuestra lámpara de bencina en un lugar conveniente, generalmente en un árbol o en alguna casa cerca del camino. Pronto comienza a reunirse la gente. Después de la conferencia bíblica sigue una buena discusión, a veces durante una hora o más.

      Me gusta mi asignación en el extranjero, y no es nunca tan estrenua como las que experimenté en los Estados Unidos. La gente de aquí está siempre lista para hablar a los extraños y es amistosa. Muchos le invitarán a volver para un estudio cada día mientras esté en el puerto. Es como un pueblo natal donde todo el mundo se conoce.

      Durante el año de servicio de 1957 la Sociedad vendió la embarcación misional Light (Luz), así, que ahora, en vez de ser un capitán navegante, permanezco en tierra firme en la isla de San Maarten. Fue maravilloso ver el crecimiento de la obra en las islas del Caribe y cómo, en una isla tras otra, se comenzaron congregaciones y la obra se cimentó sólidamente. Ahora la mayor parte de las islas recibe un buen testimonio de parte de publicadores de congregación o de precursores especiales o visitas de siervos de circuito. San Maarten es una pequeña isla amistosa y es un verdadero placer traer el mensaje de vida a la gente de aquí. En el lado holandés de la isla, donde estoy yo, tuvimos diecisiete personas presentes para el Memorial en abril de 1958, lo cual nos alegró muchísimo a todos nosotros. La bendición de Jehová puede verse en este aumento. Fue un privilegio maravilloso el poder asistir a la Asamblea internacional “Voluntad divina” en la ciudad de Nueva York en 1958 y ahora estar de vuelta en la obra misional aquí.

      Le estoy muy agradecido a Jehová por haber tenido yo el privilegio de cumplir veinte años en el servicio de tiempo cabal, hasta ahora, y sólo lamento las ocasiones en que pude haber rendido mejor servicio.

      Sé que es solamente por medio de la bondad inmerecida de Jehová que uno puede ser miembro de su sociedad del nuevo mundo.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1960 | 1 de marzo
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Cómo podemos concertar los relatos de Hechos 7:2-4 y Génesis 11:31–12:4? El relato en Hechos indica que fue mientras estaba Abrahán en Mesopotamia que Dios le mandó: “Sal de tu tierra y de tus parientes y ven a la tierra que te mostraré.” El relato de Génesis parece indicar que se le dio este mandato en Carán después de la muerte de su padre Taré.—G. 0., EE. UU.

      El relato de Hechos aclara muy bien que el mandato que Dios dio a Abrahán de salir de su tierra natal y mudarse a la tierra que Dios le mostraría lo recibió Abrahán en Mesopotamia antes de fijar su residencia en Carán. Este mandato es claramente el mismo que se registra en Génesis 12:1. La fraseología del mandato aquí muestra que Abrahán

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