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  • ¡Gran testimonio mundial en 1972!
    La Atalaya 1973 | 1 de marzo
    • con las congregaciones alrededor del mundo. Esto no es tanto como el año anterior, pero se espera que durante el año de servicio de 1973 muchos consideren con oración sus circunstancias y hallen posible emprender ya sea el servicio de precursor regular o temporero y gozar de él. Si lo hacen, sobrepasaremos las muchas horas dedicadas a la predicación en 1971, año en que se alcanzó el máximo. Aunque este año, en comparación con 1971, tuvimos 57.430 horas menos, ciertamente tuvimos muchas más personas en la predicación y un número mayor de personas se bautizaron.

      9, 10. (a) ¿A qué grado ha bendecido Jehová esta obra de predicar en los últimos cuantos años? (b) Por consiguiente, ¿qué pregunta se presenta, con qué respuesta muy obvia?

      9 De este breve resumen del informe de servicio para 1972 podemos ver que los testigos de Jehová en toda la Tierra ciertamente están disfrutando de la abundante bendición del Dios en cuyo nombre han escogido andar. (Miq. 4:5) No hay duda alguna de que él está dando prosperidad a la obra feliz en que ellos participan para alabanza de él. ¡Imagínese! ¡En los últimos cinco años 680.871 personas han dedicado su vida a hacer Su voluntad suprema!

      10 ¿Quiere usted también lograr asirse firmemente de la vida que lo es realmente, la vida eterna en una Tierra paradisíaca? Entonces no se demore en asociarse con estos dedicados seguidores de los pasos del Señor Jesucristo. Así, junto con ellos, usted también puede participar en la adoración y servicio de Jehová Dios.

  • ¿Suministran las iglesias refugio de la cólera divina?
    La Atalaya 1973 | 1 de marzo
    • ¿Suministran las iglesias refugio de la cólera divina?

      HAY poca duda en la mente de la gente de que este mundo se enfrenta a una crisis. ¿Hay algún lugar donde una persona puede hallar refugio si la amenaza de una tercera guerra mundial llegara a ser una realidad? Sobre todo, ¿hay un lugar de seguridad durante un tiempo de juicio divino de este mundo? ¿Hay algo que se puede hacer que será reconocido divinamente como protección cuando Dios haga valer su gobernación plena sobre los asuntos de la Tierra?

      ¿Asegurará protección el ser miembro de una iglesia? ¿Considera Dios a las iglesias de las llamadas naciones “cristianas” como lugares sagrados de refugio, como ha sido la práctica en la cristiandad?

      O si una persona ha dejado las iglesias de la cristiandad y asiste a las reuniones con los testigos de Jehová, ¿puede confiar en que esto le suministre refugio seguro? Aun cuando uno tenga mejor conocimiento de la Biblia que la mayoría de los que afirman ser cristianos, ¿provee esto protección segura?

      Cuando consideramos lo que Dios hizo en tiempos pasados en relación con su pueblo Israel, podemos decir que la respuesta a estas preguntas es: “No, hay mucho más envuelto en cuanto a los requisitos que hay que satisfacer para recibir protección divina.” Podemos obtener el punto de vista del Gobernante Divino sabiendo lo que hizo tocante a la ciudad de Jerusalén y su templo sobre los cuales había colocado su nombre.

      En el año 612 a. de la E.C., la tierra de Judá con su ciudad capital Jerusalén se encontró en una situación muy parecida a la de la cristiandad hoy día. Había contaminación, tanto literal como moral. El desafuero y la violencia llenaban la tierra. La idolatría y otras formas de adoración paganas, degradadas, eran predominantes entre los que decían servir a Dios. Aun en el mismo templo se llevaban a cabo algunas de las prácticas más horrorosas. También, había mucho temor e inquietud debido a la amenaza constante de una guerra destructiva con la potencia mundial pagana Babilonia. Hoy problemas similares acosan a la cristiandad.

      UNA OBRA DE ‘MARCAR’ Y DE DESTROZAR

      Por consiguiente, como Gobernante Divino invisible de Israel, Jehová se vio obligado a obrar. ¿Consideraría a Jerusalén y su templo inviolables, un santuario para los que estaban en ellos? Como es práctica de Jehová, reveló con anticipación lo que se proponía hacer. Mientras el profeta de Dios, Jeremías, estaba advirtiendo a la gente en Jerusalén de Su desagrado, a Ezequiel, en cautiverio allá en Babilonia, se le dio, por el poder de Dios, una vista visionaria de Jerusalén. Informa, en su libro profético:

      “Y [Jehová] procedió a clamar en mis oídos con una voz fuerte, diciendo: ‘¡Que se acerquen los que dan su atención a la ciudad, cada uno con su arma en su mano para arruinar!’”—Eze. 9:1.

      Estos “que dan su atención a la ciudad” como ‘arruinadores’ no serían Sedequías, el rey de Judá en aquel tiempo, y sus príncipes, porque estos gobernantes habían recurrido a Faraón de Egipto para que les ayudara a desviar la amenaza de Babilonia. ¿A quiénes llamó Jehová? Ezequiel los vio y los describió:

      “Y, ¡mire! había seis hombres que venían de la dirección de la puerta superior que mira al norte, cada uno con su arma para destrozar en su mano; y había entre ellos un hombre vestido de lino, con un tintero de secretario a sus caderas, y procedieron a entrar y plantarse al lado del altar de cobre.”—Eze. 9:2, New World Translation.

      Estos hombres, que ascendían a siete en total, eran un equipo completo para acción. Vinieron de la dirección que Babilonia habría de venir contra Jerusalén, pero no se dijo que los “seis hombres” que tenían armas de destrozo eran soldados babilonios. Sin embargo, sí representaban un ejército celestial, que podía, en realidad, usar a soldados babilonios como agentes terrestres.

      ¿Fue el séptimo “hombre” un soldado? No, era un secretario, en una misión de paz. Enseguida Ezequiel nos dice:

      “Y respecto a la gloria del Dios de Israel, fue elevada de sobre los querubines sobre los cuales estaba hacia el umbral de la casa, y él empezó a clamar al hombre que estaba vestido con el lino, a cuyas caderas estaba el tintero de secretario. Y Jehová pasó a decirle: ‘Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y tienes que poner una marca en las frentes de los hombres que están suspirando y gimiendo por todas las cosas detestables que se están haciendo en medio de ella.’”—Eze. 9:3, 4, NW.

      De modo que el ‘hombre vestido de lino’ evidentemente fue enviado a una misión pacífica, salvavidas. Antes de dar al secretario su comisión la Presencia Divina se mudó del carro de guerra celestial, descrito antes en la visión, al “umbral de la casa,” evidentemente significando el umbral del Santísimo dentro del templo mismo. Desde aquí Jehová expidió su mandato al ‘hombre vestido de lino,’ equipado con pluma y tinta para efectuar la obra de marcar.

      ¿Quiénes habrían de recibir la marca que los distinguiría de los demás habitantes de Jerusalén? Los que no estaban en armonía con la idolatría, inmoralidad y otras cosas repugnantes que ofendían a Dios, provocándolo a cólera. Estaban “suspirando y gimiendo” debido al desacato e insulto para con la justicia y el nombre de Dios.

      El simbólico ‘hombre vestido de lino’ tendría que ir de casa en casa, a todo hogar en la ciudad de Jerusalén, para hallar a todos éstos que merecían la marca. Tenían que ser marcados, porque eso era indicio de que eran adoradores verdaderos de Jehová.

      LOS PRIMEROS QUE HABRÍAN DE SER DESTROZADOS

      ¿Qué valor tenía la marca? Jehová da la respuesta en su siguiente mandato a los “seis hombres” que estaban armados con armas para destrozar:

      “Pasen por la ciudad detrás de él y hieran. No se sienta apenado su ojo, y no sientan ninguna compasión. A anciano, joven y virgen y niñito y mujeres deben matar... hasta arruinamiento. Pero no se acerquen a ningún hombre sobre el cual esté la marca, y desde mi santuario deben comenzar.”—Eze. 9:5, 6.

      Note dónde habría de comenzar el destrozo de cabezas: ¡desde el santuario de Jehová! Es posible que los israelitas idólatras se hayan sentido seguros dentro del templo, porque pensaban que los cuerpos de los que fueran muertos violentamente contaminarían el santuario pero que su adoración falsa con ídolos no contaminaba ese lugar santo. Sin embargo, Jehová se había mudado muy lejos de su santuario nominal, y en evidencia de eso quería que fuera contaminado por los cuerpos violentamente muertos de los que estaban contaminando el santuario con sus idolatrías. Por consiguiente, “comenzaron con los ancianos que estaban delante de la casa. Y además [Jehová] les dijo: ‘Contaminen la casa y llenen los patios con los que son muertos violentamente. ¡Salgan!’ Y salieron e hirieron en la ciudad.”—Eze. 9:6, 7.

      En consecuencia, el que una persona esté dentro del terreno de una iglesia o templo, o en un Salón del Reino de los testigos de Jehová, no protegerá a esa persona de la cólera de Jehová, si no está viviendo en armonía con las leyes justas de Dios. Aun los hijos cuyos padres no los crían en “la disciplina y regulación mental de Jehová,” en adoración pura, no serán protegidos. La edad o el sexo no era razón para que se le perdonara la vida al que fuera ofensor allá en Jerusalén cuando la cólera del Gobernante Divino se encendiera contra esa ciudad. Los padres ‘no marcados’ serán responsables de la muerte de sus hijitos.—Efe. 6:4, NW; Éxo. 20:5.

      El ver que se les daba muerte a esos idólatras allí mismo en el santuario de Dios quizás haya hecho surgir una pregunta en la mente de Ezequiel: Si en un lugar tan sagrado como el templo a nadie se le perdona la vida, ¿cómo habrá oportunidad de que se le perdone la vida a quien esté afuera en la ciudad de Jerusalén? Tan conmovido quedó Ezequiel por lo que vio que preguntó: “Y aconteció que, mientras herían y se me dejó permanecer, procedí a caer sobre mi rostro y gritar y decir: ‘¡Ay, oh Señor Soberano Jehová! ¿Estás arruinando a todos los que quedan de Israel mientras derramas tu furia sobre Jerusalén?’”—Eze. 9:8, NW.

      Jehová contestó la pregunta de Ezequiel: “El error de la casa de Israel y Judá es muy, muy grande, y el país está lleno de derramamiento de sangre y la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: ‘Jehová ha dejado la tierra, y Jehová no está viendo.’ Y en cuanto a mí también, mi ojo no se sentirá apenado, ni mostraré compasión. Ciertamente traeré sobre su propia cabeza su camino.”—Eze. 9:9, 10.

      Lo que Jehová dijo aquí realmente se cumplió cuando los babilonios destruyeron a Jerusalén cinco años después.

      LO QUE RESULTA EN PROTECCIÓN

      Debemos considerar estas cosas a la luz del derecho y la justicia, y sin dejar que el sentimentalismo enturbie nuestro juicio. Podemos estar seguros de que Jehová destruyó a los que estaban contaminando la tierra y haciendo las condiciones violentas e inaguantables para los que querían hacer lo que era correcto. (Sal. 89:14; 2 Ped. 2:9) También, sus ejecutores mataron a aquellos a quienes no les importaba, y que convenían tácitamente en las cosas detestables que se llevaban a cabo. Solo a los que realmente estaban afligidos se les perdonó la vida, los que no solo estaban afligidos porque sus propios “derechos” o intereses estaban siendo violados, sino principalmente debido a la injusticia que se practicaba y el vituperio que ésta acarreaba al nombre de Dios.

      Por eso, que ningún individuo crea que será preservado debido a la justicia de un padre o una madre, si es de edad responsable. Tampoco lo salvará el pertenecer a una iglesia, o el reunirse con otros que adoran a Dios, o el tener algún conocimiento de la Biblia. Dios no puede ser engañado. (Gál. 6:7) Sus ángeles dejarán vivos únicamente a los que están ‘marcados’ como adoradores de Dios “con espíritu y con verdad,” tanto en hecho como en palabra.—Juan 4:24.

      Allá en Jerusalén ningún hombre literal fue a todas las casas poniendo una marca literal en las frentes. Fue una obra de marcar simbólica. Pero según la promesa y protección divinas ciertos individuos sí escaparon de ser ejecutados, como Baruc el secretario de Jeremías y Ebed-melec, los recabitas y sin duda algunos otros. Simbólicamente Dios los tenía ‘marcados’ tan claramente como si tuvieran una marca literal en la frente, de modo que los “seis hombres,” sus fuerzas angelicales, discernieran la “marca” y no se acercaran a ellos.

      En este siglo veinte, en la cristiandad, que corresponde con Jerusalén y que dice ser el dominio del cristianismo, la violencia llena la tierra. Vituperios contra Dios y su ley aumentan de día en día. ¿Dónde puede hallarse protección? ¿Se está efectuando una obra hoy día que corresponde a la obra de ‘marcar’ de aquel tiempo? Si es así, ¿quién está efectuando la obra? ¿Cuál es la “marca,” y quién satisface los requisitos para recibirla hoy día? Estas preguntas proveen la base para una consideración en el próximo número de esta revista.

  • Una carta de Nicaragua
    La Atalaya 1973 | 1 de marzo
    • Una carta de Nicaragua

      POCO después del terremoto que devastó a Managua hacia fines de diciembre, se recibió la siguiente carta del hermano Witherspoon, superintendente de la sucursal de la Sociedad Watch Tower en aquel lugar. Muchos lectores de La Atalaya se sienten muy preocupados por el bienestar de sus hermanos cristianos de Managua, de modo que les será de gran interés este informe, fechado el 25 de diciembre. La carta fue dirigida a N. H. Knorr, presidente de la Sociedad Watch Tower:

      “Pude oírlo claramente en la conversación telefónica que tuvimos esta mañana. Gracias, hermano Knorr, por su amor y sincero interés en nosotros, y le damos las gracias a Jehová por la formación de esta organización de amor que él ha levantado en este período crítico. La ayuda que recibimos después del terremoto fue rápida.

      “La primera y más severa sacudida azotó a Managua como a las 12:40, a principios del nuevo día del 23 de diciembre. Todos los misioneros estaban durmiendo. Cuando cesó, salimos rápidamente al centro de la calle. Hubo otras dos sacudidas después, en un período breve. Por todos lados se desplomaban las casas. Sin embargo, no recibimos siquiera un rasguño. Una espesa nube de polvo cubría la ciudad. Después que ésta se disipó y permitió que pasara la luz de una luna casi llena, conseguimos nuestro primer vistazo de la vecindad. No sabíamos entonces que la misma devastación se extendía por toda Managua.

      “Nuestros vecinos quedaron aturdidos y silenciosos. Entonces, después de un rato, estallaron gritos de desesperación y lamento. A solo media manzana de allí doce personas habían sido enterradas vivas en una colonia. Se hizo difícil el trabajo de rescate debido a la falta de herramientas. En las manzanas circundantes el relato era el mismo: Tres enterrados aquí, uno allá, otros veinte a tres manzanas de distancia. La muerte nos rodeaba. Un resplandor rojo sobre la sección del comercio nos indicó que tras el terremoto venía el incendio. A medida que rayaba el alba fría sobre la ciudad devastada empezamos a ver el horror que se había producido.

      “Nuestra preocupación se concentró en nuestros hermanos cristianos, y ellos también se preocuparon por nosotros. Los misioneros que eran superintendentes partieron para averiguar la condición de sus hermanos. Yo me quedé en la sucursal para esperar informes y averiguar lo que se necesitaría. Los momentos cargados de inquietud parecían horas a medida que iban llegando lentamente los informes. Pero lo casi increíble fue que no se informó la muerte de ningún hermano. Sin embargo, algunos de los padres o parientes de los hermanos sí perdieron la vida, y una persona que iba a bautizarse esta semana en nuestra asamblea de distrito perdió cuatro de sus hijos.

      “En caso tras caso lo que los hermanos relataban era lo mismo. La casa simplemente se derrumbó encima de ellos y tuvieron que desenterrarse y salir de la mejor manera posible. Muchos salieron cortados y magullados pero hasta ahora no se ha informado de nadie que haya sostenido siquiera una fractura. ¿Qué ocupaba el primer lugar en la mente de estos hermanos?

      “Bueno, después de primero preguntar acerca de nosotros y los otros hermanos, preguntaban, consternados, cómo afectaría esto la venidera asamblea de distrito, pues temían que sería cancelada... para ellos esto representaba la tragedia más grande, el perderse la asamblea. No estaban pensando en la pérdida de sus hogares o posesiones materiales. Créamelo, hermano Knorr, eso hace que a uno se le forme un nudo en la garganta.

      “A las diez de la noche del mismo día en que ocurrió el terremoto, menos de veintidós horas después, llegó la primera ayuda material de los hermanos en Honduras. Esto fue el sábado por la noche. Todos pasamos la noche en la calle; de hecho, todo el mundo hizo lo mismo en Managua. Las sacudidas siguieron durante toda la noche, algunas fuertes, otras ligeras, pero nada que pudiera compararse en duración o fuerza con la primera de aquel sábado por la mañana. Pasamos una noche muy intranquila. El domingo, a las siete de la mañana, el hermano Shepp (superintendente de sucursal) llegó de Costa Rica con más socorro. Él también deseaba saber lo que se necesitaba para volver enseguida y hacer los arreglos para conseguir más ayuda. Después que determinamos las cosas básicas que necesitábamos, recorrimos por dos horas y media la ciudad. Quedamos atónitos por lo que vimos. ¡Managua ha sido destruida! La sucursal de la Sociedad, según mi parecer, era el edificio menos dañado de toda la ciudad.

      “Antes del mediodía del domingo llegaron más suministros de El Salvador. Ellos también deseaban saber lo que se necesitaba, de modo que se preparó una lista. Se estaban manteniendo abiertas las fronteras para dejar entrar los vehículos con auxilio de emergencia. No se requieren visados, de modo que los hermanos pueden hacer viajes rápidos de ida y vuelta. Ayer por la mañana, el domingo, teníamos listos los arreglos para dispensar auxilio en el Salón del Reino de la sucursal. Se les avisó a los hermanos y empezaron a venir. Cuando

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