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  • El bolekaja... transporte de vendedoras del África Occidental
    ¡Despertad! 1972 | 22 de junio
    • estación. Encontré allí solo un bolekaja. El motor estaba en marcha, el conductor ya ubicado en su asiento y, como de costumbre, el vehículo atestado de gente. Yo no hubiera tratado de subir de no haber sido por el cobrador quien, sentado en la parte trasera del vehículo, seguía dando voces en procura de más pasajeros.

      De modo que, con mi portafolios en una mano, y aferrándome a la puerta de madera con la otra, puse un pie en el escalón para atisbar adentro y ver si quedaba algún lugar desocupado. En ese momento el vehículo comenzó a moverse. ¡Para cuando pude darme cuenta de que no había asientos vacantes adentro, el conductor estaba viajando a ochenta o noventa y cinco kilómetros por hora en un camino muy desigual!

      Mi corbata volaba al viento y mi saco desabrochado volaba también hacia un lado. No obstante, el aprieto en que me hallaba no pareció impresionar al cobrador en lo más mínimo. Insistía en que pagara mi pasaje, a pesar de que le era muy fácil ver, o al menos así me parecía a mí, ¡que soltarme de la puerta resultaría en una caída instantánea a la muerte! Sin embargo me cuidé mucho de decir algo que pudiera provocar una pelea. Me limité a orar pidiendo no caer. Después de algunos kilómetros nos detuvimos para que bajaran pasajeros, y entonces tuve la oportunidad de sentarme adentro y pagar mi pasaje.

      A un hombre que acababa de entrar y que se había sentado enfrente de mí, también se le pidió que pagara. No obstante, resueltamente dijo que no pagaría hasta llegar a su destino. No sé por qué rehusó pagar, pero quizás recientemente habría viajado en un bolekaja que se descompuso antes de llegar a su destino y, según la costumbre, no se le devolvió el importe del pasaje.

      Sea como fuere, el cobrador insistió en que pagara su pasaje de inmediato. Después de intercambiar algunas palabras nada corteses, comenzaron a darse empujones, y el resto de los pasajeros tomó partido. Poco después el vehículo se detuvo y el conductor se acercó a la parte de atrás. Unió su voz a la demanda de que se pagara el pasaje; de no hacerlo así el hombre debería apearse del vehículo. Tanto el conductor como el cobrador trataron de arrastrarlo fuera, y luego sucedió lo que era de esperar. Hubo una pelea. Todos nosotros tuvimos que esperar mientras los transeúntes trataban de zanjar la disputa. Finalmente se pagó el pasaje, y nos pusimos en marcha nuevamente. Pero ese día llegué a la oficina con una hora de retraso.

      Hace algún tiempo se proscribió que el bolekaja y el mauler entraran a Lagos debido a la congestión en el puente y al tránsito denso de las horas tempranas de la mañana, pero esta ley fue públicamente desafiada y nunca llegó a ponerse en vigor.

      Estoy seguro de que si usted visita los países de África Occidental, y especialmente Nigeria, todavía hallará a los bolekajas y a los maulers en circulación. Mientras existan pobres en la tierra, y mientras otros medios de transporte sean inadecuados, sin duda el Mammy Wagon del África Occidental seguirá floreciendo.

  • El agua es excepcional
    ¡Despertad! 1972 | 22 de junio
    • El agua es excepcional

      ● La próxima vez que usted beba un vaso de agua fresca o descanse dentro de una bañera llena de agua tibia, quizás podría pensar en la declaración que un profesor de hidrología hizo en el artículo titulado “Recursos del agua”: “(1) El agua es la más abundante de todas las sustancias que se hallan en la superficie de la Tierra, (2) es casi el único líquido inorgánico que puede hallarse en la naturaleza que a menudo se encuentra como gas, líquido y sólido a la vez, (3) el agua tiene un poder disolvente mucho mayor que cualquier otro fluido. Y éstas son solo unas pocas de las propiedades excepcionales del agua.”

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