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Dios despliega bondad amorosa al poner en vigor la justiciaLa Atalaya 1972 | 1 de abril
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que todos respiren el mismo aire, coman el mismo alimento, observen su hermosa creación y escojan el camino que quieran emprender.
CADA UNO RESPONSABLE DEL DERROTERO QUE ESCOGE
Ciertamente es correcto y justo, puesto que se le permite a cada individuo escoger lo correcto o lo incorrecto, que cada uno ‘coma el fruto de su camino.’ (Pro. 1:31) Nadie puede acusar correctamente a Dios de injusticia cuando una persona sufre calamidad debido a su propia maldad voluntariosa. Dios advierte bondadosamente para que el individuo pueda evitar el desastre. Dice al joven: “Regocíjate, joven, en tu juventud, y hágate bien tu corazón en los días de tu mocedad, y anda en los caminos de tu corazón y en las cosas vistas por tus ojos.” Sí, el joven está libre para hacer esto: Dios no se lo impide. “Pero,” Dios añade, “sabe que debido a todas éstas el Dios verdadero te traerá a juicio. Por lo tanto quita de tu corazón la vejación y evita a tu carne la calamidad; pues la juventud y la flor de la vida son vanidad.”—Ecl. 11:9, 10.
Dios no va a obligar a nadie a que le sirva. Pero si un individuo emprende el derrotero de la maldad, o marcha de acuerdo con un sistema de cosas que es corrompido, él mismo está participando en la maldad. O si continúa afiliado a una organización, religiosa, política o comercial, que está vituperando a Dios y que de esa manera hace a sus miembros partícipes tácitos de la falta de honradez o inmoralidad, entonces debe esperar rendirle cuentas a Dios por su derrotero.
Esto no significa que no haya perdón para el que haya sido persona de esa clase pero que llega a reconocer su propia imperfección, sus actos incorrectos o derrotero incorrecto. Puede volverse de ello y recibir perdón sobre la base de la provisión de Dios del sacrificio de rescate de Cristo. Dios no pasa por alto injustamente el castigo por el pecado; antes bien, sobre la base de la perfecta vida humana de su propio Hijo como sacrificio por los pecados los requisitos de la justicia quedan plenamente satisfechos. El apóstol Pedro dijo: “[Cristo] mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que acabásemos con los pecados y viviésemos a la justicia.” Por esta provisión del rescate Dios puede ser “justo aun al declarar justo al hombre que tiene fe en Jesús.”—1 Ped. 2:24; Rom. 3:26.
ADVERTENCIA Y PACIENCIA
De modo que Dios es amoroso para con su creación, y desea lo mejor para ella. Es lento para la cólera, lento para ejecutar justicia para con los que practican lo incorrecto, con la esperanza de que se arrepientan. (2 Ped. 3:9) Dios ejerce notable paciencia para con las personas que optan por no servirle. A algunos que decían que servían a Dios pero que practicaban cosas incorrectas, el apóstol Pablo hizo un llamamiento, escribiendo: “¿Desprecias las riquezas de su bondad y longanimidad y gran paciencia, porque ignoras que la cualidad bondadosa de Dios está tratando de conducirte al arrepentimiento?”—Rom. 2:4.
Sin embargo, no se puede permitir que la iniquidad florezca indefinidamente. Tiene que ser eliminada a favor de la paz y el orden en el universo, para el alivio y felicidad de los que quieren vivir pacíficamente con su semejante. Por lo tanto, los inicuos tienen que ser removidos. “El inicuo es un rescate para el justo; y el que obra traidoramente toma el lugar de los rectos,” dice el escritor inspirado, en Proverbios 21:18.
En otros términos, el precio de vivir pacífica y felizmente para las personas de la Tierra inclinadas a lo correcto es la remoción de los que no quieren vivir honesta y pacíficamente y que le ocasionan mal a su prójimo. Es como dijo el profeta de Jehová: “Aunque al inicuo se le muestre favor, simplemente no aprenderá justicia. En la tierra de derechura actuará injustamente y no verá la eminencia de Jehová.”—Isa. 26:10.
Cuando Dios por fin actúa es imparcial al poner en vigor sus justas leyes. Su cólera está controlada y él solo ejecuta a los que merecen la muerte. (Pro. 2:21, 22) Su guerra no es como las guerras de las naciones, que sin discriminación matan tanto a los buenos como a los malos. Podemos estar seguros de que Dios, “el Juez de toda la tierra,” hará lo que es correcto, y que, cuando destruye a alguien, ese individuo realmente no quiere la justicia. (Gén. 18:25; Pro. 21:10) No tiene lugar alguno para la justicia en su corazón.
UN PADRE AMOROSO
¿Qué otra clase de Dios querría alguien como su Dios? Apreciamos a los padres que disciplinan a sus hijos para el bien de ellos, y al mismo tiempo los aman y les suministran todas las cosas buenas necesarias. El apóstol dice a compañeros cristianos:
“Teníamos padres que eran de nuestra carne que nos disciplinaban, y les mostrábamos respeto. ¿No hemos de sujetarnos mucho más al Padre de nuestra vida espiritual y vivir? Pues ellos por unos cuantos días nos disciplinaban según lo que les parecía bien, pero él lo hace para provecho nuestro para que participemos de su santidad. Es cierto que ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia.”—Heb. 12:9-11.
Por consiguiente, nos corresponde acudir a Dios como acudiríamos a un Padre amoroso, aprender de él, ser corregidos por él, ajustar nuestros caminos a su Palabra escrita. Actualmente Dios está preparando a personas para la vida en un justo nuevo orden que abarcará toda la Tierra para la felicidad y el bienestar de todos. Usted, lo mismo que todos los demás, puede aprovecharse ahora de esa oportunidad.
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Preparándose para un nuevo orden de justiciaLa Atalaya 1972 | 1 de abril
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Preparándose para un nuevo orden de justicia
DIOS ha declarado su propósito de que la humanidad viva en felicidad en la Tierra gobernada en justicia por Sus leyes. Pero no es por medio de convertir al mundo que efectuará esta condición deseable para la humanidad. Se ve claramente este hecho cuando consideramos que las naciones están alejándose constantemente de las normas de la Biblia.
Dios no convirtió al mundo que existió antes del Diluvio, sino que lo destruyó. El relato dice: “Vio Jehová que abundaba la maldad del hombre en la tierra y que toda inclinación de los pensamientos de su corazón era solamente mala todo el tiempo.” Sin embargo, Jehová en su bondad amorosa “se sintió herido en su corazón.” Dio a los hombres 120 años antes de obrar contra ellos. El que sufrieran destrucción fue resultado de su propia selección de un camino malo.—Gén. 6:3, 5, 6.
Este hecho histórico nos es de interés,
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