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  • ¿Realmente resolverá la ciencia los problemas de usted?
    La Atalaya 1975 | 15 de julio
    • el propósito del monarca caldeo era aprovecharse de lo que ellos sabían.”

      Lo mismo es cierto hoy día, los cristianos verdaderos tienen un punto de vista equilibrado en cuanto al conocimiento científico, y esto produce buenos resultados. No son extraviados por ideas “científicas” que a menudo son más opinión personal que hecho establecido. Karl Popper, filósofo de la ciencia, confiesa: “La ciencia no es un sistema de declaraciones seguras o bien establecidas; . . . no sabemos: solo podemos conjeturar. Y nuestras conjeturas son guiadas por lo no científico, lo metafísico . . .” Lo que el apóstol cristiano le dijo sabiamente a Timoteo es apropiado aun hoy día; le aconsejó que se apartara “de las vanas palabrerías que violan lo que es santo y de las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento.’”—1 Tim. 6:20.

      La sabiduría divina, que se encuentra en la Biblia, ayuda a los cristianos verdaderos al justipreciar el valor de cualquier material científico. De consiguiente, por ejemplo, cuando un científico habla de rehacer este presente sistema de cosas mundial con el fin de “mejorarlo,” el cristiano verdadero no es engañado. Sabe que, según la Biblia, “el mundo va pasando,” y la evidencia indica que su salida se acerca. Un nuevo sistema —un sistema diseñado por Dios— seguirá en el cual todo el conocimiento, incluso la erudición científica, se usará para bien del hombre y para gloria de Dios.—2 Ped. 3:7-13; 1 Juan 2:15-17.

      En realidad, es muy razonable acudir a Dios por ayuda al tratar de resolver los problemas de la humanidad. ¿Por qué decimos esto? Bueno, ¿no es verdad que la mayoría de los problemas grandes a los que se enfrenta la ciencia están fuera de su control? Definitivamente. La ciencia, entre otras cosas, está vinculada a los sistemas políticos y económicos modernos. Por eso aun cuando la ciencia engendra una “revolución verde” la gente todavía pasa hambre. ¿Por qué? Porque los burócratas políticos u otros que están interesados únicamente en la ganancia personal impiden que el alimento llegue a la gente hambrienta. Sí, la ciencia está inevitablemente baldada por el sistema en el cual se encuentra.

      Otra cosa: el conocimiento de la ciencia, aun cuando exacto, por lo general es incompleto. Por ejemplo, la ciencia recientemente acortó la proporción de muertes a causa de enfermedad en algunos países usando drogas maravillosas y DDT; pero la ciencia no ha impedido que esas mismas personas se mueran de inanición debido a escaseces de alimento. La presa Asuán de Egipto fue planeada y construida para suministrar cosas como energía eléctrica e irrigación. Pero también ha contribuido a que se esparza más rápidamente la temida esquistosomiasis. De modo que un aparente adelanto científico a menudo neutraliza otro. Lo que se necesita es un conocimiento de todo el ambiente del hombre. ¿Quién posee éste?

      Aquel que creó el universo ciertamente tiene el conocimiento de la ecología de la Tierra y el poder para controlarla. Puesto que originalmente diseñó los intrincados sistemas productores de alimento de la Tierra, ciertamente está en la mejor posición para deshacer el daño que el hombre, en su ignorancia de las interrelaciones de los sistemas de vida, ha causado y así hacer que estos arreglos funcionen para el bien de la humanidad. Por lo tanto, sus promesas, registradas en la Biblia, de que acabará con tales cosas como el hambre y la contaminación son confiables.

      Podemos creer a Dios cuando dice: “Jehová de los ejércitos ciertamente hará para todos los pueblos . . . un banquete de platos con mucho aceite, un banquete de vino mantenido sobre las heces.” (Isa. 25:6) De modo similar, podemos aceptar con plena confianza su promesa de que él va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”—Rev. 11:18.

      Hay todavía otra razón para acudir a Dios —no a la ciencia humana— para resolver los problemas del hombre.

      LA CIENCIA NO PUEDE CAMBIAR A LA GENTE... DIOS SÍ

      A la raíz de muchos de los problemas del hombre está el hombre mismo. La ciencia realmente no puede cambiar a la gente... sus motivos. Como un caso a propósito, considere el problema del crimen. Los expertos pueden inventar equipo especial para tratar de impedir la diseminación del crimen, pero no pueden desarraigar el deseo incorrecto en la gente que, si es lo suficientemente ladina, simplemente encuentra modos para eludir cualquier dispositivo nuevo. Pero Dios hizo el corazón humano. ¿No está él en la mejor posición para saber quiénes tienen que ser removidos de la sociedad humana, si es necesario, a fin de que otros vivan sin ser molestados?

      De modo que es por esta razón que Él puede asegurarnos positivamente que cuando este presente sistema de cosas haya desaparecido y Su nuevo sistema llegue, no estará plagado de crimen: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña.”—Isa. 11:9.

      La sabiduría que proviene de Dios puede mostrar a los hombres la manera de usar acertadamente su erudición y ciencia. Con un estudio de la Biblia usted hallará que ésta le muestra la manera de resolver o enfrentarse mejor a los problemas verdaderos que arrostra diariamente. También, le ofrece una esperanza confiable para el futuro ¿No son éstas las cosas que usted quiere? Indudablemente. Consulte a los testigos de Jehová; ellos le ayudarán gozosamente a aprender más acerca de esta sabiduría divina verdadera.

  • Un vistazo a los samaritanos antiguos
    La Atalaya 1975 | 15 de julio
    • Un vistazo a los samaritanos antiguos

      EL MÁS grande maestro que jamás ha andado en la Tierra, Jesucristo, relató en una ocasión una ilustración agradablemente conmovedora en cuanto a ser amigable como buen vecino. Habló de un hombre bondadoso y compasivo, uno que estuvo anuente a gastarse a favor de alguien que le era completamente desconocido. Tanto un sacerdote como un levita pasaron por alto la situación de este forastero que había sido golpeado por asaltantes y dejado medio muerto en el camino de Jerusalén a Jericó. Pero el hombre compasivo atendió las necesidades inmediatas del forastero y pagó el equivalente del salario de dos días para que lo cuidaran. Hasta se obligó a pagar cualquier gasto en que se incurriera en exceso de esa cantidad. (Luc. 10:30-35) El hombre compasivo de la ilustración de Jesús era samaritano. ¿Qué quiso decir eso? ¿Quiénes eran los samaritanos?

      Otras declaraciones que hizo Jesucristo acerca de los samaritanos revelan que tenían una herencia que era en parte extranjera, no judía. Los excluyó específicamente cuando mandó a sus apóstoles que concentraran sus esfuerzos en las “ovejas perdidas de la casa de Israel.” (Mat. 10:5, 6) En otra ocasión se refirió a un samaritano como un “hombre de otra nación” o “raza.”—Luc. 17:16-18, Kingdom Interlinear Translation.

      Pero ¿cómo sucedió que un pueblo que no era de la “casa de Israel” llegó a vivir en una sección grande del territorio israelita? Esto sucedió después que el reino de diez tribus de Israel cayó a los asirios en el siglo ocho a. de la E.C. Los asirios se llevaron a muchos israelitas al exilio, y después los reemplazaron con pueblos extranjeros.—2 Rey. 17:22-24; Esd. 4:1, 2.

      Con el tiempo estos pueblos extranjeros llegaron a compartir ciertas creencias religiosas de los israelitas. ¿Cómo sucedió esto? Debido a que la conquista asiria devastó mucho territorio israelita, los leones aumentaron en el país y empezaron a vagar más cerca de las poblaciones y las aldeas. (Compare con Éxodo 23:29.) Evidentemente por esta razón muchos extranjeros caían presa de leones. Los nuevos pobladores razonaron que esto estaba sucediendo porque no adoraban al Dios del país, y le notificaron eso al rey de Asiria.

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