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  • ¡A toda prisa “a las montañas”!
    La Atalaya 1954 | 1 de febrero
    • En pleno acuerdo con nuestra esperanza, y para que banqueteemos juntos más y trabajemos juntos como sociedad del Nuevo Mundo, el Dios feliz Jehová nos ha suministrado mediante su sociedad del Nuevo Mundo este nuevo libro de 384 páginas en inglés, intitulado “NUEVOS CIELOS Y UNA NUEVA TIERRA”.

  • Los siervos de Dios son diferentes
    La Atalaya 1954 | 1 de febrero
    • Los siervos de Dios son diferentes

      NO ES secreto. Desde el principio de la historia del hombre, desde el tiempo de Abel, hijo de Adán, a través de los siglos, los que han adorado y servido a jehová Dios han sido un pueblo separado, extraordinario y característico, diferente de todos los demás pueblos sobre la faz de la tierra. La historia registrada lo demuestra. Hechos modernos bien conocidos lo certifican. Las personas informadas lo admiten. El hombre Abel se halla a la cabeza de la larga lista de los fieles siervos de Dios. “Por fe Abel ofreció a Dios un sacrificio de mayor valor que Caín, por cual fe se le dió testimonio de que era justo.” (Heb. 11:4, NM) Debido a que fué justo y puro en su adoración Abel fué martirizado. Mártir significa “testigo,” por lo tanto Abel fué el primer testigo de Jehová. Enoc, el padre de Matusalén, fué diferente a los demás de su generación y no tuvo miedo de hablar claro y dar testimonio concerniente a los juicios de Jehová en contra de los pecadores impíos de quienes se componía la muchedumbre popular de su día.—Gén. 5:22-24; Heb. 11:5, 6; Judas 14, 15.

      Noé fué otra persona de ese mundo antediluviano quien fué diferente a los demás porque “andaba con Dios.” Él no sólo tuvo fe, sino que apoyó su fe con obras. Obedientemente trabajó e hizo lo que a los mofadores de su día pareció ser una empresa fantástica y extravagante llevada a cabo por un loco. Allí estuvo, en terreno elevado, a millas del mar, construyendo un barco colosal en el cual iba a refugiarse de algo que nadie había visto hasta entonces—¡lluvia! A medida que Noé construía también predicaba arrepentimiento, urgiendo a sus prójimos a buscar el favor de Dios mientras todavía había oportunidad. Cosa extraña, ¡sólo otros siete de toda aquella multitud le creyeron! Pero toda la risa y escarnio y sin duda persecución violenta de los tiranos y matasietes (Nefilim u hombres poderosos, Gén. 6:4) fracasaron en desviar a Noé de la obra asignada divinamente. Nosotros estamos muy agradecidos, también, de que Noé fuera diferente a los insensatos, simples e ignorantes de su tiempo, porque si él hubiera sido semejante a ellos no estaríamos aquí hoy.—Gén. 6:5-22; Mat. 24:37-39; Heb. 11:7; 2 Ped. 2:5.

      Igual que el Abel de la antigüedad, los modernos testigos de Jehová, poseyendo fe análoga, ofrecen a Dios un sacrificio aceptable, ‘el fruto de los labios,’ aunque son martirizados por los que pretenden ser sus hermanos. (Heb. 13:15) Igual que Enoc, estos testigos modernos impávidamente amonestan a esta generación impúdica acerca de la ira furiosa de Jehová contra ella. Jesús

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