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    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • Una de las primeras cosas que usted notaría acerca de Gloria, neoyorquina de 24 años de edad, es una horrible cicatriz que le va del mentón a la clavícula. Tuvo cinco hermanos. Cuando el padre de ella estaba borracho a menudo golpeaba a su esposa e hijas. Para librarse de la violencia la madre de Gloria a veces huía del hogar. Pero regresaba.

      Gloria empezó a usar heroína para hallar escape del problema. Su próximo paso fue abandonar el hogar y casarse con Roberto, otro narcómano. Él le pegaba, pero debido a su niñez, a Gloria eso sencillamente le parecía parte normal de la vida de familia. Al quedar encinta, Gloria buscó tratamiento para vencer la afición a la heroína. Después de nacer su hijo, el llanto del niño hizo la vida más difícil. Ella comenzó a beber en exceso. Bajo la presión de su matrimonio y de tener que cuidar a un infante, Gloria comenzó a maltratar al bebé... le daba bofetadas, le pegaba y hasta le quemó los pies con una plancha caliente; en una ocasión hasta le rompió los dos brazos. Cuando el bebé tenía poco más de un año de edad lo pusieron en una casa de crianza.

      Roberto respondió pegándole más a Gloria y por fin la abandonó. Poco después ella empezó a vivir con Alberto y confió en que las cosas de veras cambiarían. Pero él era una persona irascible y cuando se encolerizaba la atacaba ferozmente. Durante una riña golpeó tan mal a Gloria que ella terminó en el hospital con las costillas rotas. ¿Fue esta una sacudida lo suficientemente grande como para hacerlos cambiar? Difícilmente. Mientras Alberto la llevaba de vuelta a casa del hospital se volvió a encolerizar. Recogiendo una botella que alguien había arrojado en la cuneta, la rompió y le dio un tajo a Gloria en la garganta, dejándole la horrible cicatriz que mencionamos.

      La familia comenzó a obtener ayuda de los asistentes sociales. Gloria ha cesado de beber y se esfuerza por proveer una dieta más equilibrada para la familia. Alberto está tratando de controlar su ira y a veces pasa semanas sin pegarle a su esposa.

      Pregúntese: ¿HASTA QUÉ GRADO ESTABA RELACIONADA LA BEBIDA CON EL PROBLEMA? ¿CÓMO AFECTÓ A GLORIA LA EXPERIENCIA DE SU NIÑEZ?

      El matrimonio de Sara ciertamente no se hizo más tierno con la edad. Sufría agresiones a manos de su esposo con cada vez más frecuencia. Además de los calmantes que tomaba, la reciente historia de Sara —dos costillas rotas, un diente caído, magulladuras, heridas y el haber estado hospitalizada tres veces— testificaba del hecho de que su esposo se estaba enojando con cada vez mayor facilidad. Los dos hijos adolescentes de ella también podían ver eso.

      Un día el esposo de Sara, antes de marcharse al trabajo, le dijo a su hijo de 16 años de edad que limpiara el garaje. Para el almuerzo esto no se había hecho y el joven dijo que se iba a nadar con sus amigos. Esto atemorizó a Sara, pues sabía que su esposo derramaría su cólera sobre ella. Tenía los nudillos blancos en la parte trasera de la silla de la cocina cuando le dijo a su hijo: “Tienes que limpiar el garaje hoy.” “¡No me fastidies!” le gritó él, y precipitadamente subió las escaleras hacia su habitación. Corriendo tras él, Sara le agarró el brazo y comenzó a decir: “No te vas a ninguna parte hasta que . . . ” Pero no terminó de decirlo. Él se viró y le dio un violento empujón sobre el pecho. Sara trató de agarrarse del pasamano, pero no pudo hacerlo y cayó hasta el mismo fondo de la escalera, quedando como una masa inerte.

      Pregúntese: ¿ESTABA LA SOLUCIÓN EN ESPERAR? ¿QUÉ RELACIÓN PARECÍA EXISTIR ENTRE EL TEMPERAMENTO Y LAS ACCIONES DEL PADRE Y DEL HIJO?

      [Carta a un consejero:] “Tengo 13 años de edad y escribo esta carta no solo por mí sino por mis cuatro hermanos y hermanas menores. Tienen 11, 10, 9 y 6 años de edad. Nuestros padres no dejan pasar ni una sola noche sin reñir. Estamos hartos de sus gritos y chillidos e insultos, y de que se tiren las puertas y los platos. Papá trabaja duro y es muy bueno. En el momento en que entra por la puerta mamá le lanza una lista de quejas. Él le dice que se calle y entonces comienza la batalla. Cuando terminan de reñir, mamá se pone a llorar y dice que papá no la quiere. Está equivocada. La quiere muchísimo. Pero si no la quisiera, ¿podría usted culparlo? ¿A quién le gusta que lo reprendan constantemente? Por favor, ayúdenos a enderezar a estos dos. No queremos que nuestra familia se divida, pero así no se puede vivir.”

      Pregúntese: ¿QUIÉN ERA RESPONSABLE DE ESTAS RIÑAS VIOLENTAS? ¿QUÉ PODRÍA HACERSE PARA EVITAR ESCENAS TAN COLÉRICAS? ¿SABE USTED DE NIÑOS QUE PUDIERAN TENER RAZÓN PARA ESCRIBIR UNA CARTA COMO ÉSTA?

      Consuelo quedó casi sin sentido de la paliza que le había dado su esposo de muchos años. Demasiado aborchornada para ir al hospital en busca del tratamiento necesario, se dirigió a un asilo para mujeres golpeadas que había sido establecido cerca de donde vivía, en San Antonio, Texas. Sin explicar las tensiones o frustraciones mutuas que produjeron el estallido de cólera, Consuelo describió de este modo la ocasión en que su esposo le pegó.

      Su esposo había venido a casa, pero no estaba en su estado normal. Estaba tan borracho que se caía, y olía a cerveza. En la confrontación emocional que siguió Consuelo lo abofeteó. Era la primera vez en sus años de casados que ella había hecho eso. “Entonces,” recuerda ella, “me agarró. Comenzó a golpearme como si yo fuera un hombre... dándome puñetazos en el estómago y en el cuello. Y después que caí al suelo, me pateó.” Fue un ataque brutal, una agresión.

      Pregúntese: ¿QUIÉN FUE CULPABLE DE LA VIOLENCIA EN ESTE CASO? ¿CÓMO HUBIERA PODIDO EVITARSE ESA RIÑA? ¿QUÉ HUBIERA HECHO USTED SI HUBIERA SIDO CONSUELO?

      Aunque estos ejemplos no abarcan todo el campo de la violencia en el hogar, ejemplifican algunos de los aspectos más comunes del problema. Y es posible que las preguntas subsiguientes le hayan ayudado a comprender mejor el problema de la violencia en el hogar. En los artículos siguientes se consideran algunos de los factores envueltos en estos relatos verídicos. Además, específicamente concentraremos la atención en las causas y los resultados de la violencia en relación con los esposos, esposas e hijos. Entonces podremos apreciar a mayor grado el consejo que se nos brinda para resolver este problema o evitar este azote esparcido que está destruyendo las familias y vidas de tantas personas hoy día.

  • Esposas golpeadas/esposos golpeados... ¿qué hay detrás de ello?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • Esposas golpeadas/esposos golpeados... ¿qué hay detrás de ello?

      TAN común es la violencia en el hogar que muchos de nosotros hemos visto el daño que ha producido. Al mirar a su vecino o a su compañero de trabajo, puede que usted note efectos que son comunes de muchas riñas de familia... magulladuras y arañazos solo parcialmente disimulados por medio de espejuelos oscuros, un suéter de cuello alto o una abundancia de maquillaje. Usted se pregunta: ‘¿Qué clase de matrimonio tendrá ella (o él)? De seguro se amaban cuando se casaron. Por eso, ¿qué sucedió?’

      Sí, ¿qué hay detrás de todas estas golpizas? ¿Quiénes son los que golpean a sus cónyuges? ¿Principalmente los esposos? ¿Qué ambiente hogareño provoca la violencia en la familia? ¿Son comunes ciertas influencias exteriores? De maneras prácticas, ¿qué podemos hacer en cuanto a ello? Consideremos el asunto.

      ¿Qué clase de hombre golpea a su esposa?

      En cuanto a la violencia en el hogar, vienen a la mente ciertos estereotipos. La gente a menudo se forma una imagen mental del “obrero” —tal vez un camionero, un peón caminero o un basurero— que se detiene en el bar de la localidad, se llena de cerveza y se dirige a casa tambaleando y listo para reñir. Muchos son así, como vimos antes en los casos de Consuelo y Gloria.

      Pero si usted cree que la violencia en la familia se limita principalmente a tales personas, se equivoca. “La violencia en la familia,” declara la columna “Intelligence Report,” “rebasa las razas, las clases y los antecedentes de la gente. Está muy difundida y ocurre en lo más alto de la clase media con la misma frecuencia que en la clase trabajadora.” (Parade, 16 de octubre de 1977, pág. 18) Wife Beating: The Silent Crisis señala lo siguiente:

      “Los que trabajan asistiendo a las mujeres golpeadas informan que entre las víctimas hay esposas de médicos, abogados, profesores universitarios y hasta de miembros del clero. En el estudio que el Dr. Gelles ha efectuado sobre el maltrato de cónyuges, las familias en los que había más violencia eran los que tenían los ingresos más elevados”—Pág. 7.

      ¿A qué se debe que la violencia en la familia pueda debilitar y debilite todo tipo de familia? Hay una razón implícita que la mayor parte de los sociólogos pasan por alto. El estar consciente de ella le ayudará a percibir la raíz del asunto, sea que usted esté pensando en su propia familia o en la familia de algún amigo o pariente allegado.

      El más antiguo registro de la vida de familia, la Biblia, muestra que al principio el matrimonio humano era perfecto. Al principio de su casamiento, Adán y Eva estaban exentos de pecado. Su pensar, acciones y emociones estaban debidamente equilibrados. En ese estado no hubieran experimentado violencia en el hogar, ¿verdad? Pero, con el tiempo desobedecieron a Dios, y se hicieron imperfectos. En cuanto a uno de los efectos de la desobediencia de la primera pareja, Dios miró al futuro y le dijo a la mujer: “Tu deseo vehemente será por tu esposo, y él te dominará.” (Gén. 3:16) Sí, la mayoría de las mujeres tendrían un deseo tan intenso de tener un esposo que hasta estarían dispuestas a aguantar a un hombre altanero, brutal. Milenios de historia recalcan este hecho lastimero. Además, Jehová Dios previó que muchos esposos, desequilibrados por la imperfección, llevarían su jefatura a un extremo, y se convertirían en tiranos que les pegarían a sus esposas. Así, ¿cuál es el común denominador en todos los casos de violencia en la familia? La imperfección humana.

      Es vital que reconozcamos que todos hemos descendido de esa primera pareja y que hemos heredado una naturaleza humana imperfecta. (Rom. 5:12) Por lo tanto, la semilla maligna de ser violento en el hogar existe dentro de todos nosotros... seamos ricos o pobres, analfabetos o muy cultos. ¿Qué, pues, la hace brotar y florecer? La frustración, las bebidas alcohólicas, la falta de comunicación, los celos y los sentimientos de rechazo o inseguridad son como las sustancias nutritivas en el agua que hacen germinar la semilla de la violencia. Antes de considerar lo que puede hacerse acerca de estos factores, examinemos el modo en que algunos de ellos ocasionan la violencia en muchas familias hoy día.

      Hombre frustrado... ¿hombre violento?

      Al fijar la atención en un factor común de la violencia en el hogar, un médico hizo el siguiente comentario: “Me parece que tenemos que ver el acto de pegar a las esposas dentro del contexto de una sociedad en la que hay una inmensa cantidad de frustración y tensión. Vivimos en un período extraordinario en el que las tensiones económicas y el desempleo son muy grandes. Es inevitable que presiones de esta índole se transmitan a la familia.”

      Convirtamos esto en términos cotidianos. Imaginemos a un esposo que regresa del trabajo tenso. Quizás haya estado cansado cuando se marchó a trabajar por la mañana y haya tenido que enfrentarse a embotellamientos del tráfico o a ruidosos trenes subterráneos. En el trabajo el jefe o los clientes riñeron con él repetidas veces. Pero tuvo que reprimir su frustración. Cuando por fin llega a casa, quizás de inmediato tenga que enfrentarse a niños lloricones o a su esposa que tiene un motivo justificado para quejarse y que ha estado esperando para contárselo. ¿Qué sucede? A veces la frustración y la tensión estallan y se convierten en violencia. Por temor de perder su trabajo, no podía ponerse furioso con su jefe y no podía entrarle a golpes al tráfico embotellado. ¡Pero ay de su esposa o hijos! “Cuando el hombre se enfada,” dice un terapeuta marital, “no se supone que llore. Es más masculino darle un puñetazo a la pared. Solo que a veces la pared es su esposa.”

      Si el lector es un esposo, ¿puede verse dando salida a la frustración de ese modo? Si usted es una esposa, ¿puede usted imaginarse a su esposo reaccionando de manera tan violenta? ¿Se necesita algún conflicto grande antes que esto suceda?

      En realidad la chispa que puede hacer estallar la violencia puede ser en sí misma pequeñita: La cena no está lista a tiempo, la esposa declara que quiere emprender un curso universitario o dice que no desea tener relaciones sexuales. Su esposo, tenso y frustrado, quizás piense que tales factores están desafiando su autoridad. Estalla en cólera violenta.

      “El que es tardo para la cólera,” dice Proverbios 14:29, “abunda en discernimiento, pero el que es impaciente está ensalzando la tontedad.” Muchos hombres que han golpeado a sus esposas, después, avergonzadamente, se han dado cuenta de la veracidad de ese proverbio. Una vez que el hombre deja salir sus frustraciones reprimidas pegándole encolerizadamente a su esposa o hijo, por lo general siguen más problemas. La primera paliza a menudo conduce a la segunda. Puede ser como una grieta en una presa; puede crecer con facilidad hasta que un torrente de salvajismo inunda el matrimonio.

      Dos estudiantes de derecho se entrevistaron con víctimas del maltrato de esposas y con funcionarios públicos que traían con el problema. ¿A qué conclusión llegaron?

      “Pegarle a la esposa propende a ser no un solo desafortunado estallido sino el síntoma de un mal crónico. [A 95 por ciento] de las mujeres a las cuales hablaron les pegaron durante el primer año de su matrimonio, y con el transcurso de los años las agresiones por lo general se hacían más frecuentes y más violentas. Si no se les hubiera controlado, hubieran podido causar al fin la muerte. . . . Por lo general, lo que causó los ataques de cólera fue alguna molestia relativamente menor... claramente solo un catalizador de alguna ira más profunda o alguna vieja frustración.”

      El primer año del matrimonio es especialmente crítico debido a las nuevas presiones que pueden intensificarse. Además de estar tratando los cónyuges de ajustarse el uno al otro, el esposo siente ahora un mayor peso económico. Y si la esposa queda encinta, esto aumenta la presión que él siente y a la vez posiblemente despierte resentimiento o celo debido a la emoción y preocupación que ella siente por algo que significa menos atención para él.

      Las bebidas alcohólicas... ¿la causa?

      A menudo las bebidas alcohólicas entran en el cuadro. Una encuesta llegó a la siguiente conclusión: “En 60 por ciento de los casos, el consumo de bebidas alcohólicas por el agresor siempre estaba presente al tiempo del ataque.” El director de un centro de crisis de Washington, D.C., dice que hasta 80 por ciento de las palizas que sufren las esposas están relacionadas con las bebidas alcohólicas.

      Pero, ¿es la bebida efectivamente la causa? Tal vez la respuesta es No; pero muchas veces la respuesta es Sí. En cuanto a la relación que existe entre el beber y el pegarle a la esposa, la sicóloga Dra. Lenore Walker declara: “Quizás se le use como excusa pero no parece que haya relación directa de causa y efecto.” Sin embargo, la Biblia hace esta perspicaz observación: “El vino es burlador, el licor embriagante es alborotador, y todo el que se extravía por él no es sabio” (Pro. 20:1) ¿No ha observado usted que la bebida tiende a disminuir las inhibiciones, de modo que la persona se hace alborotadora o menos controlada? Así, cuando el esposo que está frustrado o que está encolerizado con su esposa se pone a beber, puede hacérsele más fácil ponerse violento. Después de estudiar el problema, el Dr. Richard J. Gelles informó:

      “El bebedor puede usar el período en que está borracho como un ‘tiempo de asueto’ en el que no es responsable de sus acciones. El alcohol también puede servir como excusa . . . nada anda mal con la familia, la culpa la tiene el ‘demoníaco ron.’”

      ¿Encierra esto una lección en cuanto al uso de las bebidas alcohólicas?

      ¿Comunicación o puñetazos?

      Como quizás usted comprenda, los cónyuges que recurren al maltrato físico a menudo son muy débiles en cuanto a comunicación. Les es difícil expresar sus sentimientos, incluso sentimientos tan poderosos como los celos, la soledad, la inseguridad y el temor. “Aunque vivimos en una sociedad sumamente verbal,” dice el sociólogo Sherod Miller, “somos pocos los que hemos aprendido a hablarnos unos a otros acerca de cuestiones sensitivas.”

      En especial es esto un problema para los hombres. “Una causa importante de violencia doméstica,” comenta Jan Peterson del Congreso Nacional de Mujeres de la Vecindad, “es que el hombre no puede comunicarse con las mujeres, excepto por medios físicos.”

      Sin embargo, si un hombre puede aprender a expresar sus sentimientos en palabras controladas —no en estallidos coléricos y en palabras obscenas— ¡cuánto mejor fruto producirá esto en su familia que el recurrir a la violencia! El antiguo rey Salomón dijo: “Del fruto de su boca un hombre comerá lo bueno, pero la mismísima alma de los que tratan traidoramente es violencia.”—Pro. 13:2.

      Aunque por lo general se cree que las mujeres son más propensas y tienen mayor aptitud en cuanto a expresar sus sentimientos en palabras, hay prueba de que muchas esposas contribuyen al problema de la comunicación. Paul Shaner, un consejero de familia, hace notar que a veces una esposa golpeada quizás esté “empleando estrategias para lograr fines coercitivos” por medio de darle a su esposo “el tratamiento de silencio.” Él explica que algunas esposas afirman que no les hablan a los esposos porque temen decir algo incorrecto, “pero el hombre lo ve como un táctica coercitiva.” Shaner llega a la siguiente conclusión: “Estos dos individuos no han hablado, no han tenido verdadera comunicación por largo tiempo.” Nosotros los casados hacemos bien en preguntarnos: ¿Es normal en nuestro matrimonio la comunicación?

      ¿Mujeres violentas?

      No es inusitado hablar de esposos que les pegan a sus esposas, ¿pero cree usted que muchos esposos son golpeados por sus esposas? ¿Adoptan muchas esposas la violencia, contribuyendo mensurablemente al problema de la violencia en el hogar? ¡Sí!

      “El crimen que menos se informa no es el de pegarle a la esposa,” dice la socióloga Suzanne Steinmetz. “Es el de pegarle al esposo. . . . En lo que toca a usar pequeñas cantidades de fuerza física, dar bofetadas, golpes, empujones, parece que no hay diferencias verdaderas entre los hombres y las mujeres. Una de las razones del fenómeno de las esposas golpeadas no es que los hombres sean más agresivos, sino que simplemente parecen tener más fuerza física y pueden hacer más daño.”

      Se oye menos acerca de golpear a los esposos debido a que ¿cuántos esposos están propensos a entrar en una estación de policía (o hasta telefonear a una) y decirle a un sargento corpulento: “Mi esposa me pega”? ¡No obstante muchas esposas están haciendo precisamente eso! El esposo quizás sea más pequeño, más viejo, más frágil o hasta esté enfermo. Y aun si es lo suficientemente fuerte para defenderse, quizás no lo haga por un sentido de caballerosidad o por temer que si da rienda suelta a sus fuerzas lastime gravemente a su esposa.

      Algunas esposas que en voz alta expresan su desaprobación de la violencia de su esposo pasan por alto la propia culpa de ellas. Por ejemplo, la esposa se entera de que el esposo ha puesto el dinero en el banco a nombre de él, en vez de en una cuenta conjunta. En el argumento que resulta ella lo abofetea. Quizás semanas más tarde ella parezca ser la malhechora, al renegar en contra de él o negarse a tener relaciones sexuales con él, y en cólera él la golpea. Cierto, quizás las magulladuras se vean en el cuerpo de ella ¿Pero no han sido culpables los dos por la violencia? Recuerde el caso de Consuelo que se presenta en la página 6. La violencia de la esposa puede ser la chispa que causa la explosión.

      ¿Cómo va a responder la esposa si el esposo, que es más fuerte que ella, la maltrata? Lo trágico es que en muchos casos lo hace por medio de agarrar y usar cualquier arma que esté a la mano... una olla, un jarrón, un cuchillo o un punzón para romper hielo. Considere lo que sucedió con Roxanne Gay de poco más de metro y medio de alto y 50 kilos de peso. Según los periódicos de 1977, ella repetidas veces llamó a la policía para quejarse de que su esposo le pegaba brutalmente. Él era Blenda Gay, de casi dos metros de alto y más o menos 120 kilos de peso, jugador de defensa del equipo de fútbol Águilas de Filadelfia. Por fin, durante una riña esta pequeña esposa tomó un cuchillo y lo hirió en el cuello. La policía lo halló muerto en un charco de sangre.

      ¿Qué puede hacerse?

      Hemos examinado varias cosas que están detrás del problema de las esposas y los esposos golpeados. La raíz de la dificultad es la imperfección humana, lo cual significa que todos somos susceptibles a llegar a hacernos violentos. Las muchas frustraciones a las cuales nos enfrentamos en la vida moderna hacen de esto una posibilidad concreta. La falta del control de las emociones de uno, como el celo o el resentimiento, también inclina al individuo a tener estallidos de violencia. A menudo los actos de violencia en el hogar ocurren bajo la influencia de las bebidas alcohólicas. Y hemos visto que tanto los hombres como las mujeres son culpables de maltratar a su cónyuge.

      Aunque es importante tener esta comprensión de las causas de la violencia en el hogar, necesitamos más que eso. La ocurrencia común del problema exige que de manera positiva tratemos de evitar o resolver el problema. ¿Qué hay en cuanto a las siguientes preguntas? ¿Cómo deberíamos obrar cuando nos encolericemos? ¿Está envuelto en ello nuestro punto de vista de las bebidas alcohólicas, el dinero o nuestro trabajo? Si la violencia ya reina en nuestro hogar, ¿es el divorcio la mejor solución? ¿Puede la Biblia ayudar a la gente a efectuar verdaderos cambios en su personalidad y en sus reacciones? Los siguientes artículos tratan con esas preguntas.

      [Comentario de la página 10]

      “En los asesinatos que tuvieron que ver con esposos y esposas, la esposa fue la víctima en 52 por ciento de los incidentes y el esposo en el 48 por ciento restante.”—Estadísticas criminales del FBI.

      [Ilustración de la página 11]

      “Algunas esposas provocan a sus esposos. Aunque ciertamente éste no siempre es el caso, me parece que por lo general sí lo es. He visto varias parejas en las cuales la mujer era quien había pegado repetidas veces a su esposo antes de que él por fin le devolviera los golpes.”—Dra. Marguerite Fogel.

  • Los hijos en un ambiente de violencia
    ¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
    • Los hijos en un ambiente de violencia

      “CADA año, hasta 6,5 millones de niños son maltratados por padres u otros miembros de la familia. . . . Cada año a miles de niños sus padres les pegan tan brutalmente que requieren tratamiento médico. Otros 700.000 se ven privados de alimento, ropa y abrigo, y entre 60.000 y 100.000 son maltratados sexualmente”—“U.S. News & World Report,” 15 de enero de 1979.

      El maltrato de los niños es un problema verdaderamente desconsolador. En algunos casos, los niños víctimas simplemente son objetos débiles, disponibles, en los cuales los padres desahogan sus frustraciones, celos y cólera. Pero en muchos otros casos se trata de que los padres llevan a un extremo dañino algo que los niños sí necesitan... disciplina. El sabio y amoroso Originador de la vida de familia nos dice: “Castiga a tu hijo mientras existe esperanza.” “La vara y la censura son lo que da sabiduría, pero el muchacho que se deja a rienda suelta le estará causando vergüenza a su madre.”—Pro. 19:18; 29:15.

      Al estudiar el problema del maltrato de los niños, el sicólogo D. J. Madden halló que “los niños pueden sentirse oprimidos por demasiada disciplina o abandonados por demasiada lenidad.” Explica: “Los hijos esperan que los padres tomen decisiones. Cuando éstos no las toman, los niños dudan de que puedan depender de sus padres. Y si el niño toma las riendas del control, puede convertirse en la parte disciplinaria.”

      “¡Despertad!” del 22 de noviembre de 1976 trató extensamente sobre el maltrato de niños, incluso lo que los padres pueden hacer para asegurarse de que, aunque dan a sus hijos la disciplina que éstos necesitan, no se convierten en golpeadores de niños.

      Sin embargo, demos atención aquí a cómo son afectados los niños que viven en un ambiente de violencia entre esposo y esposa. ¿Es posible que los niños que vean tal maltrato aprendan lecciones importantes de él y de este modo, al crecer, tengan mayor móvil para no llegar a ser individuos que golpean a su esposa o esposo?

      Si un niño ve que maltratan a su madre o padre, él almacena ese cuadro mental. Más tarde, al llegar a ser adulto, cuando él o ella se encoleriza, fácilmente puede volver al patrón que vio en la juventud. Dicho

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