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Venciendo los temores de esta generaciónLa Atalaya 1956 | 1 de enero
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más pólizas de seguro, ni aun seguros de vida, porque Jehová garantiza el futuro de usted: “Porque así como los nuevos cielos y la nueva tierra que voy a hacer, permanecerán delante de mí, dice Jehová, así también permanecerá vuestro linaje y vuestro nombre.” (Isa. 66:22) Nunca, nunca volverá a haber temor de la enfermedad o temor de la muerte, porque Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni tampoco habrá más duelo ni lloro ni dolor.” (Apo. 21:4, NM) Y nunca más temerán los hombres al temor, porque la libertad del temor será una realidad absoluta. Dios lo dice: “Se sentarán cada cual debajo de su parra, y debajo de su higuera; y no habrá quien los espante: porque la boca de Jehová de los Ejércitos lo ha dicho.” (Miq. 4:4) El clima del temor habrá cedido al clima del amor.
Aun ahora usted puede estar libre de los temores de esta generación. Adquiera conocimiento, fe y amor. Un paso más es preciso. Le hace falta el clima del amor ahora; le hace falta el clima del denuedo ahora. Si usted se asocia con el viejo mundo se contaminará con el temor. Asóciese más bien con gente que no tiene temor y participe del denuedo de que ella disfruta. Sí, enfréntese confiadamente al futuro en compañía con la sociedad del Nuevo Mundo que no tiene temor, nunca dejando usted demostrarle amor a su prójimo por medio de invitarlo a unirse con los testigos de Jehová ahora y decir “a los que sienten palpitar su corazón con violencia: ‘¡Valor, no teman!’”—Isa. 35:4, UTA.
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“Las mujeres hablan demasiado”La Atalaya 1956 | 1 de enero
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“Las mujeres hablan demasiado”
Ese es el título de un artículo escrito por Sophie Kerr que se publicó en el Saturday Evening Post del 11 de diciembre de 1954. Después de su declaración de apertura de que “las mujeres se han hecho asombrosamente capacitadas para hablar sin que se le haya agregado cosa especial a su corazón, mente o espíritu sobre lo cual hablar,” dice ella acerca de la conversación mujeril: “Ninguna oración de parte de una u otra se termina sin interrupción, ninguna pregunta se contesta alguna vez cabalmente, nunca se permite que llegue a su fin algún relato, y si por casualidad una idea entra por equivocación en la arena no se le reconoce, mucho menos se le desarrolla.” Aunque uno logre conseguir la palabra, “no piense ni por un instante que la contraria verdaderamente esté escuchando; no, la contraria permanece acuclillada tensa en su rincón, forjando lo que ella va a decir” cuando pueda interrumpir. “La regla es: Todo el mundo habla. Nadie escucha.” La autora Kerr llama a la mujer supralocuaz de hoy día “la operadora de la ametralladora de palabras, cargada de municiones.” Pero lamenta que la mayor parte de lo que se dice es trivial, que no vale la pena mencionarlo, y termina: “Enfrentémonos a ello. Las mujeres necesitan menos palabras y más pensamiento; menos charla y más silencio meditativo; una mejor selección de lo que dicen y más urbanidad al decirlo.”
¡Cuán diferente puede ser esto entre las mujeres teocráticas de la organización visible de Jehová! Ellas tienen muchas cosas buenas en la mente y corazón y espíritu de las cuales hablar, sin embargo escuchan cortésmente mientras otros hablan, para determinar de qué manera sus respuestas pueden prestar la mayor ayuda. La conclusión a que se llegó acerca de las mujeres del mundo también es cierta acerca de los hombres—tanto un sexo como el otro haría mejor si empleara menos palabras con más pensamiento, y pudiera tener una mejor selección de material si meditara sobre lo que dice la Palabra de Jehová concerniente a los tiempos críticos y difíciles de manejar a que ahora se enfrenta el género humano perplejo.
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