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Un hombre que tuvo una visión¡Despertad! 1985 | 8 de octubre
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Un hombre que tuvo una visión
NACIÓ en Staunton, Virginia, E.U.A., el 28 de diciembre de 1856. Aunque no ingresó en la escuela sino hasta los nueve años de edad, progresó hasta que emprendió la carrera de pedagogía en la Universidad de Princeton. Luego entró en la política. Esta fue una decisión que había de llevarle a su mayor gloria y a su más grande angustia.
Tenía una visión de cómo traer la paz a la humanidad. La sombra de Woodrow Wilson como pacificador se ve aún de un lado a otro de nuestra Tierra desgarrada por la guerra. Basándose en el plan de paz formulado por él, algunos políticos y diplomáticos todavía están esforzándose por traer la paz al mundo.
¿Qué sucedió con la visión de Wilson? ¿Sabía él cómo resolver los problemas relacionados con el odio, la guerra y el derramamiento de sangre?
En 1913 Woodrow Wilson llegó a ser el vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos. Al año siguiente estalló la Gran Guerra en Europa. Esta fue una guerra de muerte y violencia en el barro y el lodo de trincheras llenas de agua estancada, al son de la artillería, las ametralladoras y ataques con gases venenosos, todo lo cual destrozaba los nervios. Se trataba de una matanza en escala masiva.
Al principio, los estadounidenses se opusieron enérgicamente a la idea de verse envueltos en la conflagración europea. Los estadounidenses querían permanecer libres de la lucha entre las grandes potencias europeas. La neutralidad era la idea fundamental de la nación.
El presidente Wilson, como presbiteriano, era un hombre muy religioso e idealista. Sinceramente quería conservar la neutralidad de los Estados Unidos y su aislacionismo. Pero hubo sucesos que él no pudo controlar. En 1915, un submarino alemán hundió el transatlántico Lusitania, lo cual resultó en la muerte de 128 estadounidenses. Pero Wilson rehusó declarar la guerra a Alemania. En 1916 fue reelegido presidente de los Estados Unidos bajo el lema “Él nos mantuvo fuera de la guerra”.
“Se tiene que crear un mundo seguro para la democracia”
El año siguiente los alemanes anunciaron que toda nave, fuera beligerante o neutral, sería un blanco para sus submarinos. Esto significaba que los barcos estadounidenses ya no estaban libres de peligro en alta mar. A Wilson aparentemente no le quedó alternativa. De mala gana declaró guerra a Alemania, y dijo: “Es espantoso dirigir a este gran pueblo pacífico a la guerra, a la más terrible y peligrosa de todas las guerras, en la cual la civilización misma parece estar en la balanza”.
En su discurso al Congreso, dijo que los Estados Unidos estarían luchando “para la paz final de la Tierra y para la liberación de sus pueblos”. Entonces pronunció su famosa oración: “Se tiene que crear un mundo seguro para la democracia”. El Congreso aprobó su decisión el 6 de abril de 1917. Sus compañeros del Capitolio y el público afuera lo vitorearon. Pero él no se sentía jubiloso. “Considera por qué estaban aplaudiendo —dijo él después a uno de sus asistentes—. El mensaje que pronuncié hoy fue un mensaje de muerte para nuestros jóvenes. ¡Qué extraño parece que aplaudan por eso!” Unos minutos después, “se limpió las lágrimas de los ojos y entonces bajó la cabeza sobre la mesa de la cámara del consejo de ministros y sollozó como si hubiera sido un niño”. (Mr. Wilson’s War, por John Dos Passos.)
La neutralidad había llegado a su fin. Su país tomaría ahora parte en la peor guerra que el hombre había conocido hasta entonces.
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La visión de la paz anhelada¡Despertad! 1985 | 8 de octubre
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La visión de la paz anhelada
EN 1916, antes que los Estados Unidos participaran en la guerra, Wilson empezó a promover su visión de un arreglo permanente para asegurar la paz en la Tierra. Según el biógrafo Gene Smith, él ideó “el establecimiento de una Liga o Sociedad de Naciones que serviría de foro para la dispensación de justicia a todos los hombres y eliminaría la amenaza de la guerra para siempre”. Luego en 1917, debido a que los Estados Unidos se vieron envueltos en la guerra, tomó la delantera en una campaña a favor de lo que él esperaba que fuera una paz duradera y la gloria culminante de su carrera.
Ahora dedicó sus energías a la propagación de su evangelio de la Sociedad de Naciones, como él la concebía. Su meta era una de “paz sin victoria” en la que no habría un pueblo alemán conquistado, sino, más bien, el derrocamiento de gobernantes militaristas y autocráticos.
Como base para las negociaciones de paz, él estableció sus famosos catorce puntos. Estos consistían en cinco ideales generales que todas las naciones contendientes tenían que respetar, además de ocho puntos relacionados con problemas específicos de índole política y territorial. El decimocuarto punto era el más importante, puesto que representaba el mismísimo corazón de la cruzada de Wilson... el establecimiento de una Liga o Sociedad de Naciones.
“El mayor éxito, o la más grande tragedia”
Él estaba tan convencido de que Dios lo apoyaba en su proyecto que insistió en asistir a la Conferencia de Paz de París en 1919... esto a pesar del hecho de que muchos amigos políticos opinaban que el presidente de los Estados Unidos debería permanecer independiente de las negociaciones de paz. Él estaba convencido de que tenía el respaldo de la gente del mundo aunque no lo apoyaran todos los políticos. Estaba convencido de que él era el instrumento de Dios para la paz. Él, más que nadie, tenía que ir a París.
Dijo confidencialmente a Tumulty, su secretario privado: “Este viaje será el mayor éxito, o la más grande tragedia de toda la historia; pero yo creo en una Providencia Divina [...] Tengo fe en que ningún cuerpo de hombres, sea como sea que combinen su poder o su influencia, puede vencer esta gran empresa mundial”. (Las cursivas son nuestras.) Como lo declara cierta autoridad: “El presidente estaba resuelto a usar su poder y prestigio para hacer que el arreglo final de paz incluyera un plan para una Sociedad de Naciones”.
Allá en noviembre de 1918, los ejércitos alemanes estaban a punto de ser derrotados. Se les ofreció un armisticio que pusiera fin a la guerra. Se iniciaron negociaciones en las que participaron el primer ministro galés de Gran Bretaña Lloyd George, el tosco primer ministro francés Georges Clemenceau, el culto primer ministro italiano Vittorio Orlando, y el inescrutable representante japonés conde Nobuaki Makino. Wilson estaba resuelto a convencerles de que dicha Sociedad era la única solución de los problemas de Europa, así como los del mundo.
‘La estrella de Belén surge de nuevo’
Al hacer su gira de Europa antes de la Conferencia de Paz de París, Wilson era el héroe del pueblo. Como más tarde escribió Herbert Hoover: “Lo recibieron por todas partes con fervor casi religioso [...] Las ovaciones eran más grandes que cualquier otra que se haya presentado a un hombre mortal”. Su visión de paz y la iniciativa que él había tomado para establecerla habían excitado a las masas. Durante su gira por Italia, las multitudes gritaban: “Viva Wilson, Dios de la Paz”. Se le atribuyeron poderes casi sobrenaturales. Hoover añade: “Para ellos, no había aparecido un hombre con tal poder moral y político ni con tal evangelio de paz desde que Cristo predicó el Sermón del Monte. [...] Era la estrella de Belén que había surgido de nuevo”.
Evidentemente Wilson creía con fervor evangélico en su misión de establecer paz en la Tierra. El escritor Charles L. Mee declara: “En cierto punto, él dejó asombrados a Lloyd George y Clemenceau al explicar cómo la Liga o Sociedad de Naciones establecería una hermandad entre los hombres aunque la cristiandad no había podido lograrlo. ‘¿Por qué —recuerda Lloyd George que Wilson dijo— no ha logrado Jesucristo hasta ahora inducir al mundo a seguir Sus enseñanzas en estos asuntos? Se debe a que Él enseñó el ideal sin idear ningún medio práctico de alcanzarlo. Por eso estoy proponiendo un plan práctico para realizar las metas de Él’”. (The End of Order, Versailles 1919.)
Wilson ciertamente recibió ánimo de muchos sectores. Josephus Daniels, secretario de la Marina de los Estados Unidos, recibió la publicación del proyecto del pacto de la Sociedad de Naciones con el siguiente elogio: “El proyecto de la Sociedad de Paz es casi tan sencillo como una de las parábolas de Jesús y casi tan iluminador y animador. Es tiempo de que repiquen las campanas de las iglesias, de que los predicadores se pongan de rodillas, de que los hombres de estado se regocijen, y de que los ángeles canten: ‘¡Gloria a Dios en las supremas alturas!’”.
La Sociedad de Naciones y la Iglesia Católica
¿Se pusieron de rodillas los predicadores? Algunos ciertamente fueron prontos a aclamar esta Sociedad como la solución divina a los problemas de la humanidad. El papa Benedicto XV casi había atraído toda la atención pública a expensas de Wilson en agosto de 1917 cuando, de acuerdo con el escritor John Dos Passos, instó a las naciones en guerra para que “negociaran una paz sin victoria, basándose más o menos en los términos establecidos en los discursos pronunciados por Wilson antes que los Estados Unidos entraran en la guerra”. Pero a Wilson le parecía que estaba demasiado ocupado en hacer guerra para prestar atención al papa... es decir, hasta que recibió una carta importante de Colonel House, su ayudante principal. Esta declaró:
“He quedado tan impresionado con la importancia de la situación que lo estoy molestando de nuevo [...] creo que usted tiene la oportunidad de sacar las negociaciones de paz de entre las manos del papa y tomarlas en sus propias manos”.
Wilson tomó rápidamente medidas para asegurarse de no perder la iniciativa. La visión de la Sociedad de Naciones fue de él, no del papa. Y era él quien debía llevar el proyecto a su culminación.
No obstante, la Iglesia Católica dio su apoyo a la Sociedad de Naciones. El cardenal Bourne, arzobispo católico de Westminster hasta fines de 1934, declaró: “Recuerde que la Sociedad de Naciones, a pesar de sus imperfecciones, está llevando a cabo el deseo de la Iglesia Católica a favor de la paz, y realizando los deseos de nuestro Santo Padre, el papa”.
“La Sociedad de Naciones tiene sus raíces en el Evangelio”
El clero protestante tampoco vaciló en apoyar dicha Sociedad. El periódico The New York Times del 11 de enero de 1920, informó: “Las campanas de las iglesias de Londres han estado repicando esta noche en celebración de la conclusión de la paz con Alemania y el nacimiento oficial de la Sociedad de Naciones”.
Un folleto publicado en Inglaterra bajo el título The Christian Church and the League of Nations declaró: “La Iglesia Cristiana de Gran Bretaña apoya a la Sociedad de Naciones.
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