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  • La intolerancia... desde el pasado hasta el presente
    ¡Despertad! 1984 | 8 de febrero
    • La intolerancia... desde el pasado hasta el presente

      BUM... bum... bum. Jean Calas recibió fuertes golpes en las piernas, los brazos y el pecho con la barra de hierro. Entonces su cuerpo quebrantado se expuso sobre una rueda de carreta horizontal en una plaza pública de Tolosa, en el sur de Francia. Después de esto lo quemaron hasta que solo quedaron sus cenizas.

      Calas murió en la rueda como criminal condenado. El día antes, el 9 de marzo de 1762, se declaró a este hugonote (protestante francés) culpable de haber asesinado a su hijo a fin de impedir que se convirtiera al catolicismo. Se honró al hijo de Calas con un entierro solemne como mártir católico.

      Pero el filósofo francés Voltaire sospechaba que Calas había sido víctima de la intolerancia de los católicos. Después de probar que en realidad el hijo de Calas se había suicidado, Voltaire lanzó una campaña de tres años para despertar la opinión pública por toda Europa. La estrategia de Voltaire dio resultados. Finalmente logró hacer que las autoridades francesas investigaran el caso, y el 9 de marzo de 1765, se declaró a Calas inocente después de muerto. Este caso evidente de prejuicio anti-hugonote llegó a ser uno de los procesos célebres del mundo. Impulsó a Voltaire a escribir su famoso Tratado sobre la tolerancia.

      La intolerancia... ¿buena, o mala?

      Son pocas las personas que tratarían de justificar tal fanatismo, prejuicio e intolerancia que culminara en asesinato. No obstante, bajo ciertas circunstancias la intolerancia tiene su lugar. El asesinato, el robo, el ultraje sexual y el secuestro son actos que se consideran intolerables en la mayor parte de las sociedades, y con razón. Además, en el pasado, ha sido lo mismo en el caso de la religión. Al dar los Diez Mandamientos a la nación de Israel, Jehová Dios declaró que él era “un Dios que exige devoción exclusiva” (Éxodo 20:5). El resultado fue que el pueblo de Dios ‘no toleraba rivalidad alguna’ de dioses falsos. (Números 25:11-13; vea también 2 Reyes 10:16.) Por lo tanto, la adoración falsa era una ofensa capital.

      Pero el lector debe tener presente que Dios, como Soberano, ciertamente tiene el derecho de decidir lo que tolerará y lo que no tolerará en asuntos de religión. Los seres humanos no tienen esta prerrogativa. Así, cuando los israelitas ejecutaron a los cananeos depravados, que adoraban a los demonios, lo hicieron bajo mandato divino (Génesis 15:16; Éxodo 23:23, 24). No obstante, Dios no dio a los israelitas la comisión de viajar por tierra y mar para eliminar la adoración falsa en otros países. Tampoco se autorizó a la congregación cristiana para que ejecutara a los incrédulos.

      Por lo tanto, la intolerancia que resultó en la muerte de Jean Calas —y de otros incontables millones de personas— no provino de Dios. ‘Pero el mundo de seguro ha dejado atrás tal intolerancia’, tal vez razonen algunas personas. ¿Qué nos muestra la historia? ¿Cómo empezó la intolerancia? ¿Hay razón para creer que este horrible fenómeno aparezca de nuevo?

      Los perseguidos se convierten en perseguidores

      El concepto de la “libertad religiosa” y el de la “separación de la iglesia y el estado” casi no existían en la antigüedad. A los gobernantes de la antigüedad frecuentemente se los consideraba sacerdotes de la divinidad principal o dioses mismos. Los pueblos conquistados o adoptaban los dioses de los conquistadores o éstos permitían que dichos pueblos siguieran adorando a sus propios dioses. De hecho, en muchos casos la gente adoraba a las mismas divinidades bajo diferentes nombres.

      Pero no fue así en el caso de la nación judía cuando ésta fue conquistada. Después que la nación judía cayó en 607 a. de la E.C., los gobiernos que acogieron a los judíos dispersos se enfrentaron al problema de tener entre sus ciudadanos una minoría religiosa que exigía la libertad de adorar a Dios conforme a las propias leyes religiosas de ellos. ¿En qué resultó esto? En muchos casos hubo persecución severa. No obstante, con el advenimiento del cristianismo, los judíos aparentemente olvidaron lo que ellos mismos habían experimentado y se convirtieron en ávidos perseguidores de los seguidores de Cristo. (Hechos 3:14, 15; 4:1-3; 8:1.)

      Los cristianos siguieron este ejemplo deplorable también. Al principio, fueron víctimas de la intolerancia de los judíos. Pronto se enfrentaron a la oposición de otras esferas. Debido a que rehusaban adorar a dioses paganos o a gobernantes divinizados del estado, los cristianos primitivos se vieron en conflicto con las autoridades centrales y locales del Imperio Romano.

      Con el transcurso del tiempo, llegó a ser un delito capital llevar el nombre de Cristo, y se dio muerte a grandes cantidades de cristianos. Las olas de persecución continuaron hasta 313 E.C., cuando, por razones políticas, los coemperadores Licinio y Constantino emitieron el Edicto de Milán, mediante el cual se estableció la tolerancia religiosa dentro del Imperio Romano. Con el tiempo, Constantino hizo que el “cristianismo” fuera la religión privilegiada del Imperio Romano... esfuerzo intrépido por consolidar un imperio, que estaba en estado de desintegración, por medio de fusionar el paganismo y el cristianismo.

      Pero el “cristianismo” estaba dividido en sectas rivales. Dos ciudades, Bizancio (que luego se llamó Constantinopla) y Roma, afirmaban ser el hogar de la iglesia verdadera. En ambas existía la intolerancia para con los que diferían sobre puntos doctrinales. Los perseguidos habían vuelto a convertirse en perseguidores.

      La intolerancia católica

      La ley canónica católica declara: “Sostenga con suma firmeza y no tenga la menor duda de que todo hereje o cismático ha de tener parte con el Diablo y sus ángeles en las llamas del fuego eterno, a no ser que antes del fin de su vida sea incorporado en la Iglesia Católica y sea restaurado a ella”. Además, hasta el día de hoy el juramento de los obispos católicos romanos declara: “Con todo mi poder perseguiré a los herejes y les haré la guerra”. Así se incorporó la intolerancia en el modo de pensar católico. Pero para justificar esta actitud, el autoritativo Dictionnaire de Théologie Catholique declara: “Como guardián de la verdad, la fe y las normas morales reveladas, la iglesia no puede tolerar la propagación de ninguna enseñanza que sea perjudicial para la fe de los fieles”.

      Así la Iglesia Católica en muchos casos ha perseguido a los “herejes”, los ha sometido a juicio y los ha entregado a las autoridades seglares para que éstas los castiguen. The New Encyclopaedia Britannica dice: “En la iglesia imperial [después de Constantino] —especialmente después del emperador Teodosio, a fines del siglo IV— la herejía llegó a ser una transgresión criminal castigable por el estado. El que era enemigo de la iglesia era considerado enemigo del imperio también. Por eso los obispos que asistieron a los sínodos imperiales entre los siglos IV y VIII intentaron calificar de herejes a la minoría de disidentes y eliminarlos como enemigos del estado”.

      La iglesia también se valió de las autoridades seglares para mostrar su intolerancia hacia los judíos, los musulmanes, los cátaros y los albigenses (matados en masa durante una “guerra santa” en el sur de Francia a principios del siglo XIII), los herejes y los protestantes europeos. Es cierto que la mayor parte de esta sangre fue derramada por la “espada seglar”. Pero el papa Bonifacio VIII, en su bula Unam Sanctam, emitida en 1302, decretó que “la espada seglar” tiene que someterse a la “espada espiritual” de la iglesia y “utilizarse a favor de la Iglesia... bajo la dirección del poder espiritual” (The Catholic Encyclopedia, Tomo 15, página 126). Por eso la Iglesia Católica no puede librarse de la responsabilidad de la sangre que se derramó como resultado de su política de intolerancia religiosa.

      La intolerancia protestante

      Pero la Iglesia Católica no fue la única que manifestó intolerancia religiosa. Bajo la dirección del teólogo Juan Calvino, los protestantes ejercieron su propio régimen de terror. Philip Schaff, historiador protestante nacido en Suiza, admitió: “Es causa de gran humillación para las iglesias protestantes el que la intolerancia religiosa y aun la persecución hasta el punto de la muerte hayan continuado por mucho tiempo después de la Reforma. En Ginebra el estado y la iglesia pusieron en práctica la teoría perniciosa, aun hasta el punto de recurrir a la tortura y permitir que los hijos testificaran en contra de sus propios padres, con la aprobación de Calvino”. Además, cuando Jerónimo Balsec y Miguel Servet, respectivamente, pusieron en tela de juicio su teología sobre la predestinación y la Trinidad, Calvino hizo que el primero fuera desterrado de Ginebra y que el segundo fuera arrestado y sometido a juicio como hereje. Servet fue quemado en la hoguera. Se quemó a otros “herejes” también en la Ginebra del tiempo de Calvino, con la aprobación de teólogos protestantes como Teodoro de Beza.

      Martín Lutero mostró mucha intolerancia también. Él no solo se hizo “muy conocido como anti-semítico [anti-judío]”, sino que hasta hizo quemar a cuatro “brujas” en Wittenberg.

      Dentro de poco, en los siglos XVI y XVII, Francia y Alemania estarían hechas pedazos debido a feroces guerras religiosas... y en éstas tanto los católicos como los protestantes cometerían atrocidades.

      Surge la intolerancia seglar

      ‘Pero de seguro el hombre habrá escarmentado’, quizás diga usted. Y es cierto que últimamente las iglesias han demostrado una actitud más tolerante que en el pasado. No obstante, como dice The New Encyclopaedia Britannica: “El legado de la intolerancia cristiana y los métodos que ésta desarrolló (p. ej., la inquisición, o los lavados de cerebro) operan en la intolerancia de la ideología y las técnicas de las revoluciones políticas modernas”.

      Sí, mientras que en ciertos respectos ha disminuido la intolerancia religiosa dentro de la cristiandad, en nuestra generación se ha visto ir en aumento la intolerancia política y racial. Dicha intolerancia seglar ciertamente es un “legado de la intolerancia del cristianismo [apóstata]”. Un ejemplo de esto es la gran matanza efectuada por los nazis, es decir, el exterminio de unos seis millones de judíos. Además, según palabras atribuidas a Hitler, éste justificó su intolerancia para con los judíos como sigue: “Simplemente estoy continuando la misma política que la Iglesia Católica había adoptado por 1.500 años”. Otros dictadores desde Hitler se han valido de los lavados de cerebro y de métodos de tortura mental y física en su lucha contra “herejes” ideológicos. Por ejemplo, los testigos de Jehová en muchos casos han aguantado lo más recio de dicha intolerancia debido a su neutralidad en cuanto a asuntos políticos. En Cuba, cierto Testigo fue desnudado, envuelto en alambre de púas y puesto encima de un techo como cebo humano para los mosquitos hambrientos. En otro país, cinco Testigos fueron arrestados y sometidos a severas amenazas y palizas por varios días. Uno de ellos tuvo que ser hospitalizado debido a las heridas que sufrió. En tres países del nordeste de África se arrestó a los Testigos. (¡En un país hasta a 5 por 100 de ellos!) Muchos fueron torturados, y a tres se les dio muerte. Sí, los gobernantes políticos fanáticos han aprendido mucho de las iglesias acerca de cómo acallar a los disidentes.

      Pero ¿podría suceder que las iglesias mismas llegaran a ser víctimas de la intolerancia seglar? ¿Cuán arraigada está la supuesta tolerancia que existe en nuestro día? Y ¿qué hay del ecumenismo? ¿Es éste una señal de mayor tolerancia, o meramente de mayor indiferencia para con la religión? Finalmente, ¿qué efecto tiene todo esto en nosotros individualmente? ¿Es posible tener fuertes convicciones religiosas sin ser intolerante? Estas preguntas se considerarán en el siguiente artículo.

  • El mundo actual... ¿tolerante, o indiferente?
    ¡Despertad! 1984 | 8 de febrero
    • El mundo actual... ¿tolerante, o indiferente?

      A ALGUNAS personas les parece que vivimos en la Era de la tolerancia... en un mundo en el que en la mayoría de los países es inconcebible matar o torturar a alguien debido a sus creencias religiosas. Pero ¿cuán profundamente arraigadas están en realidad las raíces de la tolerancia? ¿Pudiera ser que la extensamente aclamada Era de la tolerancia sea meramente una Era de indiferencia?

      La lucha por la tolerancia

      En realidad, la tolerancia es una adquisición relativamente reciente, aun en la civilización occidental. De acuerdo con el Webster’s Third New International Dictionary, la palabra “tolerancia” es de origen francés. La publicación francesa Vocabulaire de la Philosophie, de André Lalande, dice: “La palabra tolerancia [en francés] nació en el siglo XVI como resultado de las guerras religiosas entre los católicos y protestantes. Los católicos terminaron por tolerar a los protestantes, y viceversa”.

      En Francia las guerras religiosas terminaron en 1598 con el Edicto de Nantes, ley mediante la cual el rey Enrique IV concedió libertad limitada a los protestantes. Pero la libertad religiosa todavía no era segura en Francia. En 1685 el rey Luis XIV revocó este edicto y los hugonotes se encararon a otro siglo de encarcelamientos, trabajo obligatorio en las galeras o muerte en el acto. No fue sino hasta que comenzó la revolución francesa en 1789 que comenzó a garantizarse legalmente la libertad religiosa en Francia.

      En Alemania, las guerras entre los príncipes católicos y luteranos terminaron en 1555 con la Paz de Augsburgo. Sin embargo, esto les dio el derecho de imponer su religión a sus respectivos súbditos. No había libertad religiosa para los disidentes. La Guerra de los Treinta Años, entre los católicos y los protestantes de Europa, terminó en 1648 y el Tratado de Westfalia extendió la libertad religiosa a los calvinistas. Pero no fue sino hasta 1781 que el Edicto de Tolerancia de Alemania otorgó la libertad de culto a todos los no católicos, y aun aquella libertad era limitada.

      Inglaterra, también, tuvo una larga y enconada lucha por la tolerancia. Los católicos, los anglicanos y los puritanos se persiguieron los unos a los otros por turno a medida que tomaban sucesivamente el poder. En 1689, bajo el rey protestante Guillermo III, se publicó el Decreto de Tolerancia de Gran Bretaña; pero éste prohibía toda predicación en contra de la Trinidad, y a los disidentes no se les permitía ocupar puestos políticos. En el siglo XVIII se aprobaron varios decretos que progresivamente otorgaron la libertad religiosa a los que no eran miembros de la Iglesia Anglicana. Pero a los católicos, judíos y disidentes se les privaba de ciertos derechos civiles. No fue sino hasta la década de 1820 que se quitaron la mayoría de aquellas restricciones, y no fue sino hasta 1880 —hace solo un siglo— que a los disidentes religiosos de Inglaterra se les permitió enterrar a sus muertos de acuerdo con sus propias creencias.

      El ecumenismo... ¿tolerancia, o indiferencia?

      Por eso, se puede ver que la supuesta tolerancia de hoy día tiene raíces poco profundas en la historia. Por lo tanto, ¿qué hay detrás de las actitudes tolerantes que imperan hoy día? ¿El reconocimiento sincero de los derechos de otras personas, o la indiferencia religiosa?

      La Iglesia Católica Romana opta por la segunda alternativa: The Catholic Encyclopedia declara el asunto sin rodeos: “La tolerancia apareció solo cuando la fe ya había desaparecido de la escena”. Esta misma obra dice: “Por eso, la Iglesia parecería extrañamente inconsecuente, pues, mientras reclama la tolerancia y la libertad para sí misma, ella ha sido y continúa siendo intolerante para con todas las demás religiones”.

      Por ejemplo, en el Concilio Ecuménico Vaticano II, que terminó en 1965, la Iglesia Católica Romana por primera vez en la historia reconoció que se necesitaba la libertad religiosa. Pero una lectura cuidadosa de la declaración oficial de Pablo VI sobre dicha libertad revela que él estaba más interesado en la libertad de la Iglesia Católica en los países donde está amenazada que en la libertad de las religiones no católicas. Y el hecho de que el presente papa insista en la adoración de María y en el celibato clerical indica que su concepto del ecumenismo es que los protestantes regresen al seno de la Iglesia de Roma.

      En cuanto al ecumenismo de hoy día, en el que se destaca el Concilio Mundial de Iglesias Ortodoxas y Protestantes, The New Encyclopaedia Britannica declara: “El movimiento ecuménico del siglo XX ha estado tratando de ayudar a vencer la división eclesiástica precisamente mediante la clarificación de los factores no teológicos”. (Las cursivas son nuestras.) En otras palabras, el movimiento ecuménico procura unir a las iglesias con relación a todos los asuntos, menos los de índole espiritual. Trata con cuestiones sociales y políticas. El Concilio Mundial de Iglesias supuestamente provee fondos para “movimientos de liberación” en diversos países. Recientemente el Ejército de Salvación se retiró del Concilio Mundial de Iglesias y lo acusó de dejarse guiar “por la política más bien que por el evangelio” y de proveer apoyo financiero para movimientos de guerrilla. Por lo tanto, está bastante claro que la tolerancia doctrinal del movimiento ecuménico es, de hecho, un indicio de indiferencia doctrinal. Por otro lado, su participación en la política definitivamente no está contribuyendo a que se granjee las simpatías de ciertos gobiernos políticos.

      Fuertes convicciones sin la intolerancia

      En la Cyclopaedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, de M’Clintock y Strong, leemos: “La Iglesia de Cristo, en su pureza, no conoce lo que es la intolerancia, y por eso nunca puede ser culpable de persecución”. (Las cursivas están en la enciclopedia.) La Cyclopaedia cita a John Jortin, protestante inglés del siglo XVIII nacido de padres franceses hugonotes, quien dijo: “Donde comienza la persecución, allí termina el cristianismo”. Además dice: “Fue después que el cristianismo se había establecido como la religión del imperio [romano], y después que se había concedido riqueza y honor a sus ministros, que el monstruoso mal de la persecución adquirió una fuerza gigantesca, y arrojó su influencia explosiva sobre la religión del Evangelio”.

      Sí, no fue sino hasta después que empezó la apostasía que los “cristianos” se convirtieron en perseguidores intolerantes. Al predecir esta apostasía, el apóstol Pablo escribió: “Vendrá un momento en el que no soportarán la doctrina sana [...] cerrarán el oído a la verdad y se volverán a los mitos” (2 Timoteo 4:3, 4, Cantera-Iglesias). Los credos de las iglesias de la cristiandad contienen muchos mitos inventados por el hombre, y fue precisamente debido a tales mitos que los cristianos apóstatas se convirtieron en perseguidores. Por ejemplo, el mito de las “tres divinas personas en un solo Dios” hizo surgir disensión y persecución violentas entre los llamados cristianos del cuarto siglo de la E.C. Los antitrinitarios continuaron siendo perseguidos durante siglos.

      Pero los cristianos verdaderos no son perseguidores. Sin embargo, esto no significa que no tengan fuertes convicciones religiosas, o que no se opongan al error. El apóstol Pablo declaró la verdadera posición cristiana: “Porque las armas de nuestro guerrear no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente atrincheradas. Porque estamos derrumbando razonamientos y toda cosa encumbrada levantada contra el conocimiento de Dios; y estamos haciendo cautivo todo pensamiento para hacerlo obediente al Cristo”. (2 Corintios 10:4, 5.)

      Así también los testigos de Jehová usan las verdades bíblicas como su única arma para derrumbar los fuertemente atrincherados mitos religiosos inventados por el hombre. Pero nunca usan la coerción ni persiguen a los que no estén de acuerdo con ellos, aunque ellos mismos han sido víctimas de cruel persecución a manos de poderes políticos y religiosos. Obedecen el consejo de Pablo: “No devuelvan mal por mal a nadie. Provean cosas excelentes a la vista de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres. No se venguen ustedes mismos, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’”. (Romanos 12:17-19.)

      No obstante, algunos objetarían que los testigos de Jehová son, de hecho, intolerantes porque expulsan de la congregación a los malhechores y a las personas que no están de acuerdo con las creencias religiosas de ellos. Pero esta práctica no se debe a alguna norma humana o prejuicio personal. Es Dios quien ordena a los cristianos que expulsen a los malhechores (1 Corintios 5:9-13). Pero los testigos de Jehová no difaman ni calumnian ni hostigan de modo alguno a los expulsados. Los Testigos sencillamente obedecen el mandato bíblico de cesar de asociarse con tales personas. Así se mantiene tanto la pureza como la identidad de la congregación cristiana. ¡Qué diferente es esta acción de la de las iglesias que han perseguido y acosado sin misericordia a los disidentes!

      La religión ‘siega lo que ha sembrado’

      En cierta ocasión el apóstol Pablo dijo: “No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará” (Gálatas 6:7). Esto ciertamente aplica a las organizaciones religiosas que, por siglos, han practicado la intolerancia para con otras personas.

      En el último libro de la Biblia se pinta a la religión falsa como una ramera que comete “fornicación” con “los reyes de la tierra” (Revelación 17:1, 2; 18:9). Esto se refiere al hecho de que la religión se vende a la política en vez de obedecer el mandato de Jesús de ‘no ser parte del mundo’ (Juan 17:16). La Biblia predice que los elementos políticos antirreligiosos se cansarán de la intromisión de la religión y se volverán contra ésta. Por medio de ellos, Jehová Dios ‘ejecutará juicio sobre la gran ramera que corrompió la tierra con su fornicación, y vengará la sangre de sus esclavos de la mano de ella’. (Revelación 19:2; 17:16, 17.)

      Con este viraje inesperado en contra de la religión, surgirá la intolerancia como nunca antes en la historia. Ni los verdaderos cristianos escaparán de la ira que la sociedad antidiós expresará al destruir a la religión falsa. Pero el ataque lanzado sobre el fiel pueblo de Dios provocará la intervención de Dios. ¡Él sencillamente no tolerará a tales “reyes”, “comandantes militares” y “hombres fuertes” que atacan a Su pueblo en la Tierra! (Revelación 19:17-21; 17:14.)

      Todos los perseguidores intolerantes con disposición de cabra “partirán al cortamiento eterno”. Pero a sus discípulos con disposición de oveja, muchos de los cuales habrán sido víctimas de la persecución debido a la intolerancia, Cristo dirá: “Vengan, ustedes que han sido bendecidos por mi padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo” (Mateo 25:31-46). Por fin se contestará la oración de los cristianos verdaderos, a saber: “Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo”. (Mateo 6:9, 10, Versión Popular.)

      ¿En qué posición estará usted cuando la intolerancia religiosa alcance su punto culminante? Usted no podrá seguir siendo indiferente. Como lo explicó el apóstol Pablo en Romanos 9:22, 23: “Dios, aunque tiene la voluntad de demostrar su ira y de dar a conocer su poder, toleró con mucha y gran paciencia vasos de ira hechos a propósito para la destrucción, a fin de dar a conocer las riquezas de su gloria sobre vasos de misericordia”. Sí, el que Dios haya ‘tolerado’ la iniquidad ha servido un buen propósito: Ha dado tiempo a las personas inclinadas a la justicia para que se pongan de parte de lo que es correcto. Sin embargo, Dios ha fijado un plazo a su tolerancia (Hechos 17:30, 31). Todas las pruebas indican que dicho período de tolerancia casi ha terminado. ¡Por eso la Biblia le exhorta a que se salga de la religión falsa antes de que sea demasiado tarde! (Revelación 18:4, 5.)

      Los testigos de Jehová gustosamente le ayudarán a librarse de la religión falsa, la cual ha desplegado tanta intolerancia en el transcurso de los siglos. Estudie la Biblia con los Testigos. Ellos pueden ayudarle a descubrir en ésta una esperanza maravillosa, la de vivir para siempre en un Paraíso terrestre, donde la intolerancia del hombre para con su prójimo será cosa del pasado.

      [Ilustración en la página 8]

      Los testigos de Jehová usan las verdades bíblicas, no la violencia, para combatir el error

      [Ilustración en la página 9]

      Las potencias seglares dejarán de tolerar a la religión mundana, la cual es simbolizada por una ramera en el libro de Revelación

  • “Yo era hechicera”
    ¡Despertad! 1984 | 8 de febrero
    • “Yo era hechicera”

      “Yo era hechicera”, escribió cierta mujer xhosa de Transkei. La carta que ella envió a la sucursal de la Sociedad Watch Tower de Sudáfrica continúa diciendo: “Yo tenía mis propios pacientes o estudiantes a quienes tenía que entrenar para que fueran hechiceros. Trabajaba arduamente para ayudarles, aunque mi salud iba desmejorando. Las manos, los pies y las rodillas estaban hinchados y me dolían mucho. Tenía que consultar con un médico europeo, pero fue necesario hacer llegar un automóvil hasta la misma puerta de mi casa y entonces me cargaron y me metieron en él, como una imagen esculpida que tiene extremidades pero no las puede usar. Mientras estuve enferma, los testigos de Jehová vinieron a mi hogar. Consideraron conmigo lo que dice Deuteronomio 18:9-12 y Eclesiastés 9:5, 6, 10”.

      Como resultado, esta señora comenzó a aceptar las verdades de la Biblia respecto a la hechicería y la condición de los muertos, y comprendió por qué sus creencias anteriores no servían para nada en cuanto a aliviar su sufrimiento. Aceptó un estudio bíblico y después se bautizó, convirtiéndose así en testigo de Jehová. Sin embargo, esto requirió que ella hiciera algunos cambios, como ella pasa a explicar: “Cuando aprendí que Jehová desaprueba la hechicería, quemé toda la ropa que yo usaba como hechicera, todas las medicinas y todo lo relacionado con dicha práctica. Los testigos de Jehová estuvieron presentes el día en que derramé queroseno sobre dichos artículos y los quemé (Hechos 19:19, 20). Ahora me siento mucho mejor de salud y, con gratitud, ‘cantaré a Jehová durante toda mi vida’ (Salmo 104:33)”.

      Han pasado aproximadamente dos años desde que esta ex hechicera escribió esta carta. Hoy ella sigue mostrando su agradecimiento para con Jehová Dios por medio de participar celosamente y con regularidad en la obra de ayudar a otras personas a entender Su Palabra.

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