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Adoración de animales—antigua y modernaLa Atalaya 1956 | 1 de junio
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Adoración de animales—antigua y moderna
La Palabra de Dios declara que solamente Jehová Dios debe ser adorado. ¿Hasta qué grado han violado los hombres este mandamiento mediante la adoración de animales en tiempos pasados y en nuestro día? Este tema es de más que mero interés pasajero.
LA ESCENA es una calle en el antiguo Egipto. Se ve formarse una chusma airada; se apresura calle abajo hacia cierta casa donde un extranjero, ciudadano romano, está alojado, huésped del rey. El rey oye del tumulto que se forma y envía príncipes para que traten de disuadir a la multitud alborotada, pero es en vano. La chusma encolerizada invade la casa, agarra al romano y literalmente lo despedaza en ira frenética.
¿Qué había hecho el romano para que se le tratara así? ¿Cuál fué su crimen? ¡Había matado accidentalmente un gato callejero! ¿Increíble? ¿Absurdo? De ninguna manera. Debido a que ellos adoraban a la diosa gata Pacht, la cual era para los egipcios lo que Artemis era para los griegos y lo que Diana era para los romanos, todo gato era sagrado. Cuando moría un gato toda la familia se ponía de luto y a los gatos se les daba pompas fúnebres.
El caso del romano no fué excepcional ni era el gato el único animal que era adorado de este modo. “La cosa más repugnante de la religión egipcia era la adoración de animales. A cada deidad algún animal le era sagrado,” y los egipcios sobresalían en el número de deidades que tenían. El gato, el perro, la vaca, el toro, la oveja, el lobo, el león, el milano, el ibis, el gavilán, el cocodrilo, el hipopótamo, el icneumón, la rana, la anguila, la serpiente y la nutria, todos eran objetos de adoración. Heródoto dice que se ejecutaba al hombre que intencionalmente mataba un animal sagrado; si eso sucedía accidentalmente, el sacerdote estipulaba una multa; pero en el caso de un ibis o un gavilán, el matarlos aun accidentalmente se castigaba con la muerte y eso generalmente a manos de una chusma enfurecida. En tiempos de escasez se dejaba que los hombres se murieran de hambre, y hasta se prefería recurrir al canibalismo más bien que a comer animales sagrados.
¿Por qué será que tal adoración de animales, la cual no se limitaba a los egipcios, predominó entre ellos? La enseñanza de la metempsicosis, de que al ocurrir la muerte el “alma” se traslada a otra criatura, sin duda fué la causa de mucho de ello. Las tradiciones y la mitología también desempeñaron una parte, como también lo hizo el hecho de que algunos animales eran útiles, tal como para brindar protección contra insectos o para suministrar alimento y ropa.
Dice el historiador Rawlinson: “La peor forma de esta adoración de animales era la creencia de que una deidad sin duda alguna se encarnaba en un animal individual, y permanecía en esta forma hasta la muerte del animal. Los toros Apis eran de esta clase. Durante la vida [de estos animales] miles de personas los adoraban y les rezaban perpetuamente, y al morir los enterraban con el mayor cuidado en enormes sarcófagos, mientras todo Egipto se ponía de luto.”
La verdadera causa fundamental de la adoración de animales, sin embargo, nos la da el apóstol Pablo: “Aunque conocieron a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su corazón fatuo se obscureció. Aunque aseguraban que eran sabios; se hicieron insensatos y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en algo parecido a la imagen del hombre corruptible y de aves y de cuadrúpedos y de reptiles.”—Rom. 1:21-23, NM.
El apreciar estas condiciones del Egipto antiguo da énfasis a la magnitud de la victoria de Jehová al enviar él plagas sobre los egipcios y al libertar a su pueblo. También explica por qué los israelitas sucumbieron tan fácilmente a la adoración de becerros y otras formas de idolatría, tales como la adoración de la serpiente de cobre que Moisés había hecho en el desierto.—Éxo. 32:24; 2 Rey. 18:4.
LA ADORACIÓN DE ANIMALES EN LA INDIA HOY EN DÍA
Tal como Egipto fué sobresaliente en la adoración de animales en tiempos antiguos, así India lo es en tiempos modernos. Allí, hasta que el nuevo gobierno indio puso precio a las cabezas de los monos, éstos comían cada día una cantidad de alimentos que valía 2 millones de dólares, además de destruir enormes cantidades de grano anualmente. La gente padecía hambre, pero no los monos, ni los pavos reales, porque éstos también eran sagrados. Las serpientes siguen quitando un total de 50,000 vidas cada año porque las consideran sagradas.
El 2 de abril de 1955 el primer ministro de la India, Nehru, tuvo que adoptar el medio extremo de amenazar presentar su renuncia para impedir la adopción de una ley que hubiera hecho ilegal matar vacas, un proyecto de ley que presentó un miembro de su propio partido en el Congreso. Informando acerca de esto, el Times de Nueva York del 3 de abril de 1955 declaró adicionalmente:
“El punto en disputa acerca de prohibir la matanza de vacas es uno que está vivo casi perpetuamente en muchas partes del país. Casi todas las semanas en Nueva Delhi pequeñas bandas de hindúes religiosos se pasean por las calles llevando estandartes amarillos en que se exige que se ponga fin a la matanza de vacas. Millones de vacas demasiado viejas para ser de uso alguno vagan por las calles mordiscando alimento en los puestos. Muchos hindúes tienen como costumbre guardar alimento para dárselo a las vacas. Las vacas de la India se encuentran entre las razas que menos leche producen en todo el mundo.” Ya que no puede matar las vacas inútiles y enfermas, el gobierno ha recurrido a la formación de centros de segregación para tales vacas, pero el progreso ha sido lento.
Para ilustrar lo tonto que es tal adoración de vacas y el sistema de castas tenemos este ejemplo: cuando un intocable había usado un pozo ¡tenía que santificarse éste echándole estiércol sagrado de vaca!
ADORACIÓN DE ANIMALES MIMADOS
En tierras occidentales, tales como los Estados Unidos de América del Norte, la adoración de animales toma la forma de tratar sentimentalmente a los animales mimados. En los años pasados la prensa pública ha dado importancia a tales artículos como: “Ciudadano de Colorado entierra perro en ataúd; Costó $1,000.” “He gastado $200,000 en los últimos treinta y cinco años en mis animales mimados, y no lamento ni un centavo de esto,” dijo Fred Schmitt, de Colorado. “Pastor hace apología en ritos para perro guía de mujer ciega. Amigo y mimado de autora y conferenciante es enterrado en ataúd forrado de seda. Un bien conocido ministro de Oak Park, el doctor Carl S. Winters, habló el viernes en el funeral del perro guía de ella.” “Gata callejera es gran personaje. Midgie es heredera de una casa de Omaha que vale $9,000.” Al tiempo de su muerte el señor Putnam, de 74 años de edad, sólo tenía como compañeros a una enfermera de edad madura y a Midgie. En su testamento él traspasó la casa a Midgie. ¡Su enfermera recibiría la casa al morir Midgie con tal que ella llevara a cabo sus instrucciones respecto a alimentar y cuidar de la gata!
Y note también la súplica que hace la Sociedad Felina Americana, una organización internacional que gasta unos $25,000 anualmente en popularizar el gato y en animar a la gente a cuidar de gatos errantes: “Necesitamos ayuda urgentemente: Más voluntarios—más miembros—más contribuciones cuantiosas.” Esta sociedad también “le insta a usted a hacerse miembro o contribuyente, adelantando de esa manera la causa del reino de los gatos.” El presidente de ella revela por su causa un celo y entusiasmo que es definitivamente religioso y por lo tanto es una forma de adoración de animales.
Y hay otros adoradores de animales. Aquellos que piensan que tiene que haber un lugar en el cielo para los animales mimados; aquellos que están tan preocupados por la situación de los animales inferiores que se olvidan de los requisitos de Dios o de las angustias de sus prójimos. Se incluye entre los tales a muchos de entre los vegetarianos y antiviviseccionistas. El celo de ellos se parece al de los antiguos egipcios.
EL PUNTO DE VISTA BÍBLICO
Dios le dió al hombre dominio sobre los animales inferiores. Los animales habían de ser para el provecho del hombre, no el hombre para el provecho de los animales. Pero el hombre tampoco había de abusar de sus súbditos como lo hacen algunos viviseccionistas, ni había de destruirlos por deporte como lo hacen muchos Nemrodes modernos. “El justo mira por la vida de su bestia.” Cuando el hombre todavía estaba en el Edén Dios le proporcionó pieles de animales para ropa y después del diluvio le dió carne de animales como alimento.—Pro. 12:10.
El mismo organismo de los animales inferiores, y especialmente su cerebro, es muy inferior al del hombre. Los animales no poseen entendimiento, no pueden razonar, no tienen sentido moral, son incapaces de adorar a Jehová—todo lo cual hace que parezca aun más absurdo el que el hombre los adore. Es sólo cuando el hombre se degenera que baja él al nivel de los brutos. “¡Entonces era estúpido y nada sabía; un bruto era para contigo!” Cuando el rey Nabucodonosor se volvió loco se portó como una bestia.—Sal. 73:22, UTA.
Los animales irracionales no fueron hechos para vivir para siempre, sino para morir. Por eso es que se compara a los inicuos con ellos: “Pero estos hombres, como animales irracionales nacidos naturalmente para ser prendidos y destruídos,” sufrirán la destrucción. “El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen.” La Biblia no ofrece resurrección ni esperanza celestial para la creación animal bruta.—2 Ped. 2:12, NM; Sal. 49:20.
El hombre fué hecho para adorar, no a sí mismo, ni a sus iguales, y ciertamente no a sus inferiores, sino a uno solo, a Jehová Dios: “Es a Jehová tu Dios que tienes que adorar, y es a él solamente que tienes que rendir servicio sagrado.” Los que no le tienen devoción de corazón a su Creador se hacen sentimentales hacia criaturas y les sirven. Esto es una forma de adoración.—Mat. 4:10, NM.
El cumplimiento de tales profecías bíblicas como el capítulo 24 de Mateo y 2 Timoteo 3:1-5 manifiesta que estamos viviendo en los últimos días. Todo lo que realmente importa ahora es que se obedezca el mandato de Jehová de ‘buscar a Jehová, la justicia y la mansedumbre,’ y ayudar a otros a hacerlo por medio de predicar las “buenas nuevas del reino.” Los cristianos, al mismo tiempo que no abusan de los animales inferiores ni los destruyen innecesariamente por deporte, ponen las cosas principales primero. Ellos darán la devoción de su corazón a su Creador Jehová Dios y seguirán ‘buscando primero el reino y su justicia.’—Sof. 2:1-3; Mat. 24:14; 6:33, NM.
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Predicando a los maronitas en el LíbanoLa Atalaya 1956 | 1 de junio
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Predicando a los maronitas en el Líbano
Por un misionero de la Watch Tówer en el Líbano
EL Líbano inmediatamente nos hace recordar los cedros del Líbano que el rey Salomón usó al construir el templo de Jehová. Entre las montañas donde todavía se hallan estos cedros hay muchos pueblos. Los habitantes de ellos en su mayoría son maronitas, una secta dentro de la iglesia de Roma y establecida, según se dice, por Juan Marón en el siglo séptimo (d. de J.C.). Como resultado de las cruzadas del siglo doce los maronitas reconocieron las pretensiones de Roma a la supremacía. No obstante, todavía tienen su propio patriarca, quien es elegido por los obispos de ellos. Varios rasgos han distinguido a los maronitas, entre ellos el permitir que sus sacerdotes se casen, servir a la gente el pan y el vino en la misa, el hundir la hostia en vino y ofrecerla en una cuchara, y ciertos días de fiesta religiosos propios de ellos.
Los testigos de Jehová de Trípoli predicaron las buenas nuevas del reino de Dios a esta gente cada domingo desde abril hasta diciembre de 1954. Se alquilaba un autobús y unos treinta ministros se reunían a las seis de la mañana y pasaban el día entero predicando de casa en casa, volviendo a casa de noche. Aunque la gente es muy religiosa, los testigos de Jehová no encontraron mucha oposición. No fueron pocas las oportunidades que tuvieron de pronunciar discursos públicos a grupos interesados que se hallaban en los cafés al aire libre y en las plazas.
Fué muy aparente que el corazón de muchas personas de disposición de ovejas fué hecho feliz por las buenas nuevas del Reino y muchos se regocijaron al ver la Biblia por primera vez. Muestra del espíritu bondadoso de esta gente es el que manifestó una viejecita que ofreció a los ministros de Jehová la única cosa que les podía dar, un poco de yogurt hecho de leche de oveja. Se le contó que Jesús había dicho que el que daba un vaso de agua fría no perdería su recompensa y que ella había dado más que eso. Ella respondió: “Ustedes merecen más. Les debemos nuestra vida por estas buenas nuevas acerca del Reino que hemos recibido de ustedes.”
En otro pueblo un sacerdote entró por casualidad en un hogar donde dos ministros estaban dando el testimonio a unas quince personas que escuchaban atentamente. El sacerdote trató de dispersar la reunión, declarando: “¡Cómo se atreven ustedes a venir aquí! ¿No saben que este lugar me pertenece a mí? ¡Yo soy el único que debe enseñar religión aquí! ¡Váyanse de aquí!” Pero el amo de casa fué de diferente opinión y rehusó echar a los testigos de Jehová. El sacerdote dijo que iba a la iglesia a repicar la campana para juntar a todos los aldeanos para que éstos echaran a los testigos fuera del pueblo y pidió que lo acompañaran los que estaban presentes. Algunos le siguieron y él amenazó con denunciar al obispo a los que rehusaron seguirle.
Con el repique de la campana los aldeanos empezaron a llegar, y ya que los testigos habían sido recogidos por su autobús, ellos inmediatamente entraron en conversación con los aldeanos, explicándoles su obra. Pronto la muchedumbre estuvo de humor bastante receptivo, así que un testigo les pronunció un discurso bíblico improvisado. Entre otras cosas él les contó cómo en los días de Jesús el clero se había opuesto a los que entraban en el Reino y que el clero católico romano estaba haciendo la misma cosa hoy en día, pero que no obstante las personas de disposición de ovejas se estaban manifestando. Después se oía a muchos decir que ‘los testigos de Jehová son los verdaderos cristianos, mientras que nosotros, y especialmente nuestros sacerdotes, no lo somos.’ De modo que el sacerdote, en vez de echar fuera a los testigos de Jehová, les había ayudado a predicar a mayores cantidades de personas.
Tomando en cuenta todo, unas 4,500 horas se usaron en esta obra y se dió el testimonio a sesenta y cinco pueblos, lo que resultó en la colocación de mucha literatura bíblica y el comienzo de varios estudios bíblicos en los hogares de la gente.
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