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  • “Háganse bondadoso los unos con los otros”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 15/5 págs. 291-292

“Háganse bondadoso los unos con los otros”

¡QUÉ placer es asociarse con personas bondadosas! Su consideración e interés activo en el bienestar de otros resaltan en agudo contraste con el egoísmo de los que son severos y rudos.

Los que desean agradar a Dios tienen buena razón para interesarse en mostrar bondad. Jehová Dios, el Creador de la humanidad, quiere que todos nosotros cultivemos esta cualidad a plenitud. La bondad es un fruto de Su espíritu. (Gál. 5:22) La Biblia da esta exhortación a los que aman a Dios: “Vístanse de los tiernos cariños de compasión, bondad, humildad de mente, apacibilidad y gran paciencia.”—Col. 3:12.

El ejemplo que Jehová Dios ha puesto al mostrar bondad debe impelernos a querer desplegar esta admirable cualidad en nuestra propia vida. Con ese mismo fundamento, el apóstol Pablo nos amonesta, diciendo: “Háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros así como Dios también por Cristo libremente los perdonó a ustedes.”—Efe. 4:32.

Ciertamente Jehová Dios ha sido bondadoso al perdonarnos nuestras transgresiones. Como declaran las Escrituras: “Bondadosamente nos perdonó todas nuestras ofensas.” (Col. 2:13) Por lo tanto, ¡qué incorrecto sería que abrigáramos rencor o resentimiento para con nuestro congénere debido a sus transgresiones de menor importancia contra nosotros! Realmente sería falta de bondad el evitarlo o el rehusar hablarle porque nos hubiera desilusionado de alguna manera. ¿Nos gustaría que otros reaccionaran de esa manera debido a faltas de menor importancia que cometiéramos? Y ¿cómo nos iría si Jehová Dios nos cobrara todos los muchos errores que cometemos nosotros?—Sal. 130:3.

Si queremos que Dios continúe beneficiándonos con su bondad, tenemos que estar anuentes a cubrirnos mutuamente las transgresiones de menor importancia. Como señaló Jesucristo: “Si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes; mientras que si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco perdonará su Padre las ofensas de ustedes.”—Mat. 6:14, 15; vea también Lucas 6:35, 36.

Sin embargo, la bondad para con otros no se circunscribe a estar uno dispuesto a perdonar. También incluye el hablar y obrar con consideración. A veces uno pudiera tender a tomarse libertades con personas con quienes está allegado, sus parientes y amigos. Al tratar con extraños, pudiera ser muy cortés y decir “por favor” y “gracias,” y pudiera mostrar consideración sobresaliente por lo que sintieran o pensaran. Pero al tratarse de miembros de su propia familia y amigos, pudiera descuidarse en cuanto a sus palabras y acciones. Uno probablemente razone que los que en realidad lo conocen comprenderán, prescindiendo de cómo uno obre o se exprese. Aunque esto puede ser cierto hasta cierto grado, ¿les hace la vida realmente más agradable y deleitable a estas personas más estrechamente asociadas con uno? ¿No es cierto que más bien les dificulta a ellas mostrar su bondad?

Considere lo que han hecho los ángeles fieles al tratar bondadosa y respetuosamente con las personas humanas. Aunque los ángeles son superiores en fuerza y poder, jamás se les describe en las Escrituras como si se sugiriera que se hubieran tomado libertades al hablar a personas humanas en la Tierra. (2 Ped. 2:11) Fueron muy respetuosos; concedieron debida dignidad a las personas a quienes hablaron. Por ejemplo, el ángel representativo de Jehová dijo “por favor” cuando habló con Abrahán. (Gén. 13:14) ¿No deberíamos nosotros estar dispuestos a hacer lo mismo por nuestros congéneres humanos y otorgarles bondadosamente la dignidad y respeto que les corresponde?

Se concede que en este mundo desprovisto de bondad quizás no sea fácil mostrar bondad. Uno pudiera verse obligado a tratar con personas rudas, carentes de principios morales. Pero ¿significa esto que estaría fuera de lugar el tratar con bondad a éstas? De ninguna manera.

Piense en el hombre llamado Lot y la situación a que se encaró en Sodoma. Cuando hospedó a visitantes angelicales en su hogar, una muchedumbre rodeó su casa y exigió, con propósitos inmorales, que les entregara sus huéspedes. ¿Qué hizo él? ¿Perdió el control de sí mismo y censuró encolerizadamente a la chusma? No, Lot ejerció gran restricción e hizo un llamamiento a la chusma con palabras bondadosas: “Por favor, hermanos míos, no obren mal.”—Gén. 19:7.

Puesto que Lot habló tan bondadosamente a hombres muy viles, ciertamente nosotros no deberíamos querer hacer menos para con los que son compañeros nuestros en buscar a Dios, aunque quizás muestren falta de consideración de alguna manera. Debemos esforzarnos por expresarles gran bondad, tal como lo hacemos para con los que no muestran ningún interés en el mensaje de la Biblia. De esta manera, obramos en armonía con esta admonición inspirada: “Mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe.”—Gál. 6:10.

El escritor de este consejo inspirado, el apóstol Pablo, hizo exactamente eso. Cuando le escribió a Filemón que recibiera de vuelta con bondad a su esclavo fugitivo Onésimo, que había llegado a ser un hermano recién convertido, Pablo mismo demostró gran bondad. Pablo pudo haberle ordenado a Filemón que hiciera lo que él, como apóstol, consideraba apropiado. Pero el apóstol Pablo optó por hacer un llamamiento al amor a lo correcto de Filemón. Escribió: “Aunque tengo gran franqueza de expresión con relación a Cristo para ordenar que hagas lo que es propio, te estoy exhortando más bien sobre la base del amor, siendo que soy tal como soy, Pablo hombre de edad avanzada.”—File. 8, 9.

Ciertamente este enfoque bondadoso, afectuoso, del asunto fue mucho más eficaz para llegar al corazón de Filemón de lo que hubiera sido un mandato autoritativo. Una bondad de esa índole impele a uno a querer responder favorablemente al que la muestra. La bondad también contribuye al desarrollo de fuertes vínculos de amor y cariño.

Hasta en personas desprovistas de bondad esta cualidad puede tener un poderoso efecto en cuanto a moverlas a un mejor proceder. Como dice la Biblia: “Si tu enemigo tiene hambre, aliméntalo; si tiene sed, dale algo de beber; porque haciendo esto amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza.” (Rom. 12:20) Las palabras y hechos bondadosos de uno para con alguien que no fuera bondadoso podrían hacer que se avergonzara de la manera en que hubiera obrado. Esto pudiera ablandar la actitud de esa persona para con uno. Su corazón pudiera verse movido a responder con bondad, y así saldría a flote lo mejor de su personalidad. ¿No sería ésa una magnífica y remuneradora bendición por haber desplegado bondad?

En vista de los beneficios que resultan de mostrar bondad, decididamente debemos esforzarnos por cultivar esta cualidad a mayor grado. Esto contribuirá mucho a la felicidad de otros y de ese modo también a nuestra propia felicidad. “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir,” dice la Palabra de Dios. (Hech. 20:35) Sobre todo, así obtenemos y mantenemos la aprobación de nuestro bondadoso Padre celestial, Jehová Dios.

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