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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
w78 15/3 págs. 13-15

¿Qué quiso decir el sabio?

Están en las manos de Dios

Sabio como lo fue, el rey Salomón no pudo sondear todo lo que abarcaba la obra de Dios... las cosas que el Altísimo no solo hace sino que también tolera en el desenvolvimiento de su magnífico propósito. Sin embargo hubo una verdad vital que Salomón ‘tomó a pechos’ después de efectuar una investigación cuidadosa de los asuntos humanos. ¿Cuál fue? “Los justos y los sabios y sus obras están en la mano del Dios verdadero.”—Ecl. 9:1.

Sí, tanto en lo que toca a sus personas como a sus acciones, los justos y los sabios están en las manos o en el poder del Altísimo. Aunque él permita que les sobrevenga calamidad, de ninguna manera perderán su galardón. Jehová Dios “conoce a los que le pertenecen” y hará que todas las obras de él resulten ‘para el bien de los que lo aman.’ (Rom. 8:28; 2 Tim. 2:19) Esto puede ser una fuente de consuelo y estímulo cuando vemos que hay personas justas que sufren mientras los inicuos están prosperando.—Ecl. 8:14.

Doctos bíblicos de los últimos siglos se han preguntado con perplejidad exactamente qué habrá querido decir Salomón con su siguiente declaración en Eclesiastés 9:1: “Los hombres no se dan cuenta de todo el amor o el odio que hubo antes de ellos.” Bien pudiera ser que estas palabras se hayan escrito adrede de tal manera que se puedan sacar varios conceptos prácticos de ellas. Por ejemplo, esto se pudiera entender con el significado de que, debido a que la muerte pone fin al amor y el odio de la gente, los vivos no tienen idea alguna de cuánto amor y odio hubo antes de nacer ellos, es decir, en la vida de la gente que vivió antes de su propio tiempo.

O puede ser que las palabras de Salomón deban considerarse en el contexto ya expresado de que Dios tiene poder sobre los justos y los sabios así como sobre sus obras. El amor y el odio que tanto ellos como los demás de la humanidad experimentan son el resultado del permiso o tolerancia de Dios. También, el Altísimo previó mucho antes del nacimiento de ellos que los seres humanos experimentarían tanto amor como odio. Permitió que llegara a existir una raza humana pecaminosa, con su amor y odio. Después de la rebelión de Adán y Eva, Jehová Dios declaró: “Pondré enemistad entre ti [la serpiente original, Satanás el Diablo,] y la mujer [no Eva, sino la “mujer” de Dios (Gál. 4:26-31),] y entre tu descendencia y la descendencia de ella.” (Gén. 3:15) Por eso, aunque Dios no ‘ignoraba el amor o el odio’ que se produciría entre la humanidad, esto era algo que el hombre mismo llegaría a conocer solo por medio de dura experiencia.

Por otra parte, la declaración del sabio en Eclesiastés 9:1 se pudiera explicar como sigue: Entre los seres humanos imperfectos las emociones del amor y el odio con frecuencia se expresan sin ton ni son. De modo que los seres humanos carecen de conocimiento, entendimiento o comprensión del motivo de todo el amor y todo el odio que se hubiesen expresado antes de ellos. Comprendidas así, las palabras de Salomón enlazarían con su siguiente consideración de las incertidumbres de la vida y lo imposible de prever cuándo la muerte le puede poner fin a todo. El amor y el odio pueden ser exactamente igual de ciegos e incomprensibles.

En virtud de estar en un mundo imperfecto y pecaminoso, los seres humanos, justos o inicuos, pueden experimentar tanto lo bueno como lo malo, amor y odio. Jehová Dios permite que tanto justos como inicuos disfruten del alimento y la bebida así como de sus otras provisiones generosas para sustentar la vida. (Mat. 5:45; Hech. 14:16, 17) Además, cuando se trata de morir, no hay ninguna distinción. Continuó Salomón: “Todos son lo mismo en lo que tienen todos. Un mismo suceso resultante hay para el justo y el inicuo, el bueno y el limpio y el inmundo, y el que sacrifica y el que no sacrifica. El bueno es lo mismo que el pecador; el que jura [leve o irreflexivamente] es lo mismo que cualquiera que ha temido un juramento.”—Ecl. 9:2.

Puesto que exteriormente quizás parezca que no hay diferencia entre lo que le acontece al justo y al inicuo durante su vida, y especialmente puesto que todos acaban en la muerte, pudiera parecer que no hay verdadera ventaja en llevar una vida recta, con temor de Dios. Salomón señaló esto como una razón para el mal proceder que persiste entre la humanidad, al decir: “Esto es lo calamitoso en todo cuanto se ha hecho bajo el sol, que, porque hay un mismo suceso resultante para todos, el corazón de los hijos de los hombres también está lleno de lo malo.”—Ecl. 9:3.

Pero ¿les beneficia el que se entreguen al desafuero? No, pues el sabio declara: “Hay locura en su corazón durante su vida, y después de eso... ¡a los muertos!” (Ecl. 9:3) Mientras están vivos, obran como si estuvieran fuera de sí; siguen sus deseos e inclinaciones incorrectos sin restricción alguna. Finalmente, su vida de francachela y concupiscencia termina abruptamente en la muerte. Entonces, ¿cuál es el derrotero verdaderamente sabio?

Disfrute de su vida de manera sana

Uno debe apreciar su vida y usarla bien. Escribió Salomón: “Pues respecto a cualquiera que está unido a todos los vivientes existe confianza, porque un perro vivo está en mejor situación que un león muerto. Porque los vivos están conscientes de que morirán [un pensamiento que comunica equilibrio y seriedad y que debería moverlos a utilizar su vida de manera beneficiosa]; pero en cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, porque el recuerdo de ellos se ha olvidado. También, su amor y su odio y sus celos ya han perecido, y no tienen ya más porción hasta tiempo indefinido en cosa alguna que tenga que hacerse bajo el sol.”—Ecl. 9:4-6.

Solo cuando uno está vivo puede haber alguna confianza, alguna esperanza. Entonces es el tiempo en el cual edificar un buen nombre con el Creador. Mientras haya vida, hay esperanza de que haya mejoramiento, aun en el caso del individuo que obra con desafuero. Cuando llega la muerte es demasiado tarde. Por lo tanto, el perro vivo, aunque despreciado, está en mejores circunstancias que la bestia regia, un león, muerta. Los vivos todavía pueden efectuar cosas, pero los muertos no participan en ninguna actividad ni en las emociones del amor, el odio y los celos que constituyen gran parte de la existencia terrestre del hombre.

Por lo tanto, debemos disfrutar de las obras de nuestras manos como personas que tememos a Dios. Salomón amonesta: “Ve, come tu alimento con regocijo y bebe tu vino con buen corazón, porque ya el Dios verdadero se ha complacido en tus obras. En toda ocasión resulten blancas tus prendas de vestir [resplandecientes y limpias, reflejando, no duelo ni lobreguez, sino gozo], y no falte el aceite [que igualmente representa el gozo, pues el aceite es refrescante,] sobre tu cabeza. Ve la vida con la esposa que amas todos los días de tu vida vana que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad, porque ésa es tu porción en la vida en tu duro trabajo con que estás trabajando duro bajo el sol. Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismísimo poder, porque no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol, el lugar adonde estás yendo.”—Ecl. 9:7-10.

El disfrutar sanamente de la vida, incluso del alimento y la bebida, es correcto, apropiado. Es don de Dios y, por lo tanto, tiene su aprobación. Evidentemente eso es lo que Salomón quiso decir cuando tras el estímulo que dio en cuanto a deleitarse en el alimento y la bebida puso las palabras: “porque ya el Dios verdadero se ha complacido en tus obras.” Sí, el Altísimo no quiere que llevemos una vida austera, y nos privemos de todo gozo. Puesto que él es un Dios feliz, quiere que la gente sea feliz en el vivir cotidiano, incluso en su vida conyugal. (Hech. 14:17) Esto, por supuesto, no es abogar por una vida en la cual falte la sobriedad y simplemente se busque el placer. Salomón estimuló el trabajo, aprovechar las oportunidades de ejercitar las manos en hacer lo bueno antes de que uno quede totalmente incapacitado por la muerte y acabe en el Seol, el sepulcro.

En este mundo, pues, el proceder más sabio es disfrutar de la vida mientras se pueda, haciéndolo dentro de los límites de las leyes morales de Dios. Muy rápidamente la muerte puede reducirlo todo a nada, porque muy a menudo sucede lo inesperado. El corredor más rápido puede tropezar y perder la carrera. Un ejército poderoso puede ser derrotado por fuerzas inferiores. El sabio quizás no pueda conseguir buen trabajo y por eso padezca hambre. Gente que tenga excelente entendimiento de administración comercial pudiera verse imposibilitada, por las circunstancias, de poner a trabajar su entendimiento, y así encontrarse en pobreza. Puede ser que personas informadas incurran en la ira de los que estén en autoridad y caigan en disfavor. Esto es algo que notó de paso el rey Salomón, pero, después de reconsiderarlo más cuidadosamente, escribió: “Me volví para ver bajo el sol que no tienen los veloces la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tampoco tienen los sabios el alimento, ni tampoco tienen los entendidos las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos. Porque tampoco conoce el hombre su tiempo [pues la muerte puede venir inesperadamente]. Justamente como peces que se cogen en una mala red, y como pájaros que se cogen en una trampa, así son cogidos en lazo los hijos de los hombres en un tiempo calamitoso, cuando cae sobre ellos de repente.”—Ecl. 9:11, 12.

De modo que, así como los peces pueden ser atrapados inesperadamente en una red y los pájaros en una trampa, la muerte puede alcanzar de repente a los seres humanos, sin aviso. ¡Qué vigorosa lección dio Salomón acerca de disfrutar sana y remuneradoramente de la vida y sus beneficios y oportunidades verdaderos mientras uno puede!

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