Preguntas de los lectores
● Al referirse a Jehová Dios, el Salmo 104:3 dice: “Aquel que construye sus aposentos de arriba con maderamen en las mismísimas aguas, que hace de las nubes su carro.” ¿Cómo puede decirse que Dios construye en “las mismísimas aguas”?
El Salmo 104:3, junto con su contexto, se refiere a las cosas de arriba; a saber, las cosas que son más altas que la Tierra y que están en los cielos. Por eso este versículo se refiere a Jehová como quien construye sus aposentos de arriba con maderamen. Se puede decir que éstas están sobre las mismísimas aguas, puesto que las nubes que contienen agua flotan en las regiones atmosféricas de arriba o en los aposentos de arriba de Jehová, al ser comparadas con el hombre muy abajo en la Tierra. De este modo se añade en lenguaje poético que Jehová hace de las nubes su carro en el cual viajar.
● ¿No violó el Segundo Mandamiento, que prohibía hacer imágenes, el hacer doce toros de cobre como base para el mar fundido en el patio del templo en Jerusalén, como se registra en 2 Crónicas 4:4?
Muchas personas aparentemente no leen con cuidado el Segundo Mandamiento, porque ese mandamiento no prohibió toda la hechura de imágenes o representaciones, sino solo el hacerlas como objetos de adoración, así como lo muestra la plena declaración del mandamiento: “No debes hacer para ti una imagen tallada o una forma parecida a cosa alguna que esté en los cielos arriba o que esté en la tierra debajo o que esté en las aguas debajo de la tierra. No debes inclinarte ante ellas ni ser inducido a servirlas, porque yo Jehová el Dios tuyo soy un Dios que exige devoción exclusiva.” Entre los que no leen con cuidado este mandamiento se hallan los musulmanes, quienes, como resultado, solo usan diseños geométricos en su arte para no violar este mandamiento.—Éxo. 20:4, 5.
El hecho de que Jehová no prohibió toda la hechura de estatuas o imágenes se manifiesta por sus mandamientos posteriores para hacerlas. Por eso, a Moisés se le mandó que hiciera dos querubines para el arca del testimonio así como que se bordaran querubines en las cortinas usadas en el tabernáculo. Más tarde, a Moisés se le mandó que hiciera una serpiente de cobre a la cual todos los israelitas que habían sido mordidos por serpientes tenían que mirar a fin de ser sanados. En relación con el templo, además de los toros grandes mencionados, Jehová también mandó que se hicieran dos querubines muy grandes para ser colocados en el Santísimo. Ninguno de éstos, sin embargo, había de ser adorado, y cuando la serpiente de cobre llegó a ser objeto de adoración, el fiel rey Ezequías hizo que se le machacara y se reduciera a pedazos.—Éxo. 25:18-22; 26:1; Núm. 21:8, 9; 2 Rey. 18:4.
Los toros usados para sostener el mar fundido sirvieron un propósito muy práctico y fueron una selección muy apropiada en vista del tamaño inmenso del “mar.”a El borde tenía un diámetro de 9.14 metros y el mar debe haberse pandeado considerablemente en el medio, ya que se decía que podía contener ¡111,287 litros de agua, o unas 117 toneladas! De hecho, el toro en las Escrituras se usa como símbolo de fuerza, porque leemos del “poder del toro,” y ciertamente era el más poderoso de los animales domésticos que tenían los israelitas. Apropiadamente, hallamos que la visión de Ezequiel del trono de Jehová y sus alrededores, y en la visión de Juan acerca del mismo, aparecen criaturas vivientes que tienen la apariencia de toros. (Eze. 1:6, 7, 10; Rev. 4:7) El toro en tal simbolismo se entiende que denota el atributo de poder de Jehová. Puesto que, en el símbolo de la Biblia, el agua por lo general representa la palabra de verdad (Efe. 5:26), podemos ver en este gran “mar fundido” de cobre y su fuerte base el poder ilimitado de Jehová para llevar a cabo toda su buena palabra. No hay duda en cuanto a ello: “Así resultará ser mi palabra que sale de mi boca. No volverá a mí sin resultados, sino que ciertamente hará aquello en que me he deleitado y tendrá éxito seguro en aquello para lo cual la he enviado.”—Isa. 55:11.
Así, en el uso de los toros en relación con el mar fundido del templo de Salomón, no vemos ninguna violación de la ley de Jehová contra el hacer imágenes para adoración sino, más bien, un diseño arquitectónico muy apropiado y práctico.
● ¿Ha habido testigos de Jehová en la Tierra en todo período de la historia humana? ¿Qué hay de la edad del oscurantismo?
No parece prudente contestar estas preguntas dogmáticamente. Sin embargo, sí parece que la razón y los hechos de la historia, junto con lo que la Palabra de Dios dice, permiten llegar a la conclusión de que ha habido testigos de Jehová en la Tierra en todo período de la historia humana.
El mero hecho de que solo tres Testigos se mencionan por nombre antes del Diluvio no significa que no haya habido otros. Es muy probable que Abel estuviera casado al tiempo que era Testigo fiel y por eso su esposa pudo haber continuado siendo Testigo después de la muerte de él. Y luego estuvo Lamec; al declarar él la profecía inspirada acerca de su hijo Noé también ha de haber sido testigo de Jehová.—Gén. 5:29.
Después del Diluvio hallamos que el fiel Sem sobrevivió hasta el día de Abrahán. Y, ¿no fueron Isaac, Jacob, José y Job fieles testigos, así como han de haber sido fieles testigos los padres de Moisés? Con la formación de la nación de Israel la entera nación llegó a ser una nación de testigos, así como muestra Jehová en Isaías 43:10-12. Esa nación continuó como testigos de Jehová hasta 36 E.C.
El hecho de que Jehová también ha tenido testigos sobre la Tierra desde el tiempo de Cristo hasta nuestro día parece indicarlo la parábola de Jesús del trigo y la mala hierba como se registra en el capítulo trece de Mateo. Allí Jesús declaró que tanto el trigo como la mala hierba continuarían creciendo juntos hasta la siega, cuando tendría lugar una separación. Puede entenderse que esta parábola denota que durante todo este tiempo, desde la primera siembra hasta la siega, habría algunos cristianos genuinos, “trigo,” aunque a veces la cantidad de ellos pudiera ser sumamente pequeña.
Así, a través de los siglos ha habido cristianos profesos que rechazaron el error de la trinidad, generalmente llamados “arrianos.” Hubo quienes observaron estrechamente el cristianismo primitivo y a los cuales se conoció como cuartodecimanos debido a celebrar el memorial de Cristo el 14 de nisán, manteniéndose firmes contra la tendencia paganizadora de Roma. Luego hubo los paulicianos del séptimo siglo en adelante, cuyas enseñanzas han sido llamadas “genuino cristianismo bíblico apostólico.” Solo aceptaban el “Nuevo Testamento,” practicaban el bautismo de adultos, creían que Dios en su amor había enviado un ángel a la Tierra que en su bautismo llegó a ser el Hijo de Dios. Rechazaban la tradición no bíblica, no tenían distinción de clero y laico, rehusaban reverenciar la cruz.
Entonces hubo los valdenses del siglo doce en adelante, que tenían mucho en común con los anteriores paulicianos al rechazar toda tradición falsa como purgatorio, la misa, etcétera, y concretarse estrechamente a la Biblia, aunque no se limitaron al llamado “Nuevo Testamento.” Las únicas dos ceremonias que reconocían eran el bautismo y la cena del Señor. Estrictamente observaban principios bíblicos en cuanto a moralidad y rehusaban celebrar fiestas religiosas populares como el domingo de Ramos, la Pascua florida, el Día de todos los santos, etcétera. Típica es la declaración de uno de ellos, que fue martirizado, de que ‘no se debería orar a la Cruz sino que debería detestarse como el instrumento de la muerte del Justo.’
Muchos fueron los arrianos, paulicianos y valdenses, sin mencionar a otros, que debido a su religión basada en la Biblia sufrieron el martirio. No que esto en sí o junto con sus creencias como se ha hecho notar en lo susodicho indicara que todos ellos tuvieran la aprobación de Dios. ¿Por qué no? Porque repetidas veces muchos de éstos tomaban la espada para defenderse contra las cruzadas católicas romanas en violación de Mateo 26:52.
Los hechos susodichos, por lo tanto, parecerían demostrar dos cosas: (1) que a través de todos los siglos desde el tiempo de Abel hasta los tiempos modernos hubo quienes se adhirieron tan estrechamente a la Palabra de Dios como para ser considerados testigos de Dios que tuvieron su aprobación. (2) Que el número de ellos ha de haber sido pequeño. Esto estaría en armonía con el número limitado que compone el cuerpo de Cristo así como con el hecho de que números comparativamente grandes de éstos aparecieron en la siembra y en la mies.
● ¿Es correcta la cremación para los cristianos?
Al parecer, era práctica común entre los hebreos de la antigüedad sepultar a sus muertos en el suelo o en tumbas. (Gén. 50:13; Jue. 8:32; 1 Rey. 11:43) Pero en ocasiones se quemaban o se incineraban los cuerpos por diversas razones. Los hombres de Jabés-galaad llevaron los cadáveres de Saúl y sus hijos, inclusive el del fiel Jonatán, a “Jabés y los quemaron allí. Entonces recogieron sus huesos y los enterraron.” (1 Sam. 31:12, 13) David los elogió por aquel acto. (2 Sam. 2:4-7) Por eso, aunque por razones éticas o personales no sea la cremación la costumbre general de los judíos de hoy en día, “se concuerda generalmente que en la Biblia no se halla ley expresa que demande que el cuerpo humano sea enterrado.”—Jewish Encyclopedia, tomo IV, pág. 343.
Parece que los cristianos primitivos, muchos de los cuales eran judíos naturales, generalmente seguían la práctica judía de sepultar en el suelo. Pero dado que la Biblia no exige la sepultura, ellos no se preocupaban indebidamente acerca de alguna costumbre singular. No obstante, con el tiempo empezaron a introducirse prácticas y temores paganos en las creencias cristianas. The Catholic Encyclopedia, bajo el encabezamiento “Cremación,” señala que los “griegos y los romanos variaban en su práctica según sus puntos de vista en cuanto a la vida en el más allá.” Los perseguidores paganos entendieron mal la creencia cristiana y creyeron que la resurrección cristiana dependía de un cuerpo conservado. La misma publicación sigue diciendo: “Los paganos, con objeto de destruir la fe que se tenía en la resurrección del cuerpo, con frecuencia arrojaban los cadáveres de los mártires cristianos a las llamas, creyendo así, para complacencia de ellos mismos, que habían hecho imposible la resurrección del cuerpo.”—Tomo IV, pág. 481.
Por supuesto, el cristiano verdadero no tiene ningún concepto erróneo acerca del cadáver en relación con la resurrección. Aludiendo a los que han de gobernar con Cristo en el cielo, la Biblia claramente dice: “Carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios.” (1 Cor. 15:50) Por consiguiente, Dios proveerá cuerpos adecuados para los que hayan de ser resucitados de la muerte a la vida terrestre. Por eso, sea que el cuerpo torne a los elementos mediante la descomposición de éste en el suelo o sea quemado reduciéndose a cenizas, esto de ninguna manera afecta la habilidad de Dios de resucitar a la persona, si Él así lo desea.
Por lo tanto, los cristianos pueden tener en cuenta los requisitos legales de la localidad así como los sentimientos de los de la comunidad al decidir sobre este asunto. (Fili. 1:10) Puesto que Jehová no expresa en la Biblia que desaprueba la cremación, este asunto se deja para decisión de cada persona.
[Nota]
a En el templo de Herodes el mar estaba sostenido por doce leones, para lo cual, sin embargo, no había justificación bíblica.