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  • ¿Por qué esperar que Dios escuche la oración?

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  • ¿Por qué esperar que Dios escuche la oración?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
w65 1/7 págs. 389-392

¿Por qué esperar que Dios escuche la oración?

LA ORACIÓN, sin duda, es la cosa más común de todas las prácticas religiosas. El hombre religioso, ya sea el aborigen australiano o el científico moderno, usa la oración. Los adoradores del vudú hindúes y africanos, musulmanes y judíos, católicos y protestantes, así como también los testigos cristianos de Jehová, todos oran. Indicando el interés que se tiene en el tema se halla el hecho de que en la biblioteca de un seminario teológico bien conocido de la ciudad de Nueva York hay 1,200 libros sobre el tema.

Especialmente en tiempos de emergencia la gente empieza a orar. Como lo expresó un personaje de caricatura religiosa cierto domingo por la mañana: “¡Tenía tanto miedo que hasta empecé a orar!” Típica fue la reacción de la esposa del comandante del submarino estadounidense impulsado por energía atómica, el Thresher. Al enterarse de que la armada había quedado fuera de comunicación con aquel submarino por ocho horas, ella dijo: “Entonces debemos empezar a orar.” Con razón el general Eisenhower declaró en una ocasión: “No hay ateos en las trincheras.”

Sí, el hombre, especialmente en su necesidad, instintivamente se dirige por ayuda a algún poder mayor que él, a Dios. Pero cuando consideramos cuán grande es el Dios del universo, el Creador de la expansión infinita con sus innumerables cuerpos celestiales, bien podemos preguntarnos por qué se interesaría él en el diminuto hombre, una menuda motita en una menuda motita. Esa es, de hecho, la actitud del deísta, que, aunque reconoce la existencia de Dios como el Creador, niega que Dios le haya dado al hombre alguna revelación de sí mismo y niega que esté interesado en la suerte del hombre. Según el deísta, Dios es “un Dios absentista, que, habiéndole dado cuerda a la máquina del mundo una vez por todas, ha dejado que ésta siga marchando por su propio derrotero y que efectúe su propia autoevolución.”

Pero el Creador no dejó al hombre sin guía. ¿Por qué debería discriminar a su más elevada creación terrestre? Dotó a todos los animales inferiores de instintos infalibles para guiarlos, ¿no es verdad? Ciertamente, entonces, también proveería una guía infalible para el hombre, y eso lo hizo en su Palabra, la Biblia. El mismísimo hecho de que el hombre tiene las cualidades de amor, sabiduría y justicia argumenta que Dios tendría las mismas, y, teniendo las mismas, no crearía al hombre con una mente inquiridora y razonadora y luego no satisfaría esa mente con las respuestas que necesita para su propio contentamiento y felicidad. El hombre no necesita saber la duración de un año luz para estar feliz, pero sí necesita saber el propósito de su existencia, de dónde vino y cuál es su destino. Y solo una revelación puede darle esta información, lo cual hace la Biblia.

La Biblia también nos da varias razones por las que podemos esperar que Dios escuche la oración. Y que no se pase por alto que la oración no solo incluye peticiones, súplicas y solicitudes, sino también alabanza y acción de gracias.

DIOS NOS MANDA QUE OREMOS

Ante todo, podemos esperar que Dios escuche la oración puesto que él mismo manda que su pueblo le ore, y su Palabra da muchos ejemplos de siervos fieles de Dios que oraban; tanto así que puede decirse que la Biblia es El Libro de Oración. Por eso, el salmista manda: “¡Oren por la paz de Jerusalén!” Y Jesús dijo a sus apóstoles: “Oren de continuo, para que no entren en tentación.” El apóstol Pablo repetidamente instó a aquellos a quienes escribió diciéndoles que oraran y continuaran en la oración: “Persistan en la oración.” “Oren incesantemente.” Y el discípulo Santiago, hermanastro de Jesús, escribió: “Por lo tanto confiesen abiertamente sus pecados los unos a los otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. El ruego del hombre justo, cuando está en acción, tiene mucho vigor.”—Sal. 122:6, NR; Mat. 26:41; Rom. 12:12; 1 Tes. 5:17; Sant. 5:16.

En cuanto a ejemplos de oración, hallamos éstos en la Biblia desde el primer libro hasta el último. Pudiera decirse que la ofrenda sacrificatoria de Abel fue una oración representada dramáticamente, y muy probablemente fue acompañada de petición verbal. Y el apóstol Juan cierra el libro de Revelación con dos breves oraciones. ¡Y qué hombre de oración fue David! De sus más de setenta salmos, casi todos son oraciones o contienen oraciones en forma de alabanza dirigida a Dios, acción de gracias y/o petición.

La oración ocupó un lugar prominente en la vida de Jesucristo, el Hijo de Dios. Repetidas veces leemos que él oró, cuando fue bautizado, cuando alimentó a las multitudes, exactamente antes de escoger a los doce apóstoles, tiempo en que continuó toda la noche en oración, así como de aislarse repetidas veces para meditar y orar. Especialmente notamos que oró en el último día que estuvo sobre la Tierra como hombre: en la institución del memorial de su muerte, luego la oración registrada en Juan 17, tres veces en el jardín de Getsemaní y dos veces en el madero de tormento.

Luego hay el ejemplo del apóstol Pablo. En sus cartas él trata sobre el tema de la oración unas setenta y cinco veces. Lo importante que él consideró el orar se puede discernir por instar él a los cristianos a orar inmediatamente después de haberles dicho que se pusieran la armadura completa de Dios: “Con toda forma de oración y ruego se ocupan en orar en toda ocasión . . . y con ruego a favor de todos los santos, también por mí, para que se me dé habilidad para hablar al abrir la boca, que con toda franqueza de expresión dé a conocer el secreto sagrado de las buenas nuevas, . . . para que hable con relación a ellas con denuedo como debo hablar.” ¿Esperaron David, Jesucristo y el apóstol Pablo que Dios escuchara la oración?—Efe. 6:18-20.

POR CAUSA DE SU NOMBRE

El hecho de que Dios nos manda que oremos y llena su Palabra, la Biblia, con ejemplos de sus siervos orando debe bastar para mostrar que podemos esperar que Dios escuche las oraciones. Pero, puede preguntarse: ¿Por qué debe escuchar este gran Eterno, el Altísimo y Soberano Universal, las oraciones de sus siervos? Una razón apremiante es que está implicada la reputación de su nombre. Por eso, Moisés repetidamente imploró a Dios con buen éxito sobre la base de que el nombre y la fama de Dios estaban implicados: “¿Por qué, oh Jehová, debe encenderse tu cólera contra tu pueblo . . . ? ¿Por qué debieran decir los egipcios: ‘Con mala intención los sacó para matarlos’?” “Si tú dieras muerte a este pueblo como a un solo hombre, entonces las naciones que han oído de tu fama ciertamente dirían esto: ‘Debido a que Jehová no podía introducir a este pueblo en la tierra acerca de la cual él les hizo juramento él procedió a matarlos atrozmente en el desierto.’”—Éxo. 32:11, 12; Núm. 14:15, 16.

Por eso, también escuchó Jehová a Josué cuando, después de la derrota en Ai, oró: “Perdóname, oh Jehová, pero, ¿qué puedo decir después de que Israel ha vuelto las espaldas ante sus enemigos? Y los cananeos y todos los habitantes de la tierra oirán de ello, y ciertamente nos rodearán y cortarán nuestro nombre de la tierra; y, ¿qué harás por tu gran nombre?” Lo mismo fue verdad de la oración que hizo Ezequías, fiel rey del reino de Judá de dos tribus, cuando se enfrentó a los desafíos con escarnio del burlón rey de Asiria, Senaquerib: “Y ahora, oh Jehová nuestro Dios, sálvanos, por favor, de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que tú, oh Jehová, tú solo eres Dios.”—Jos. 7:8, 9; 2 Rey. 19:19.

Por otra parte, en el Salmo 79:9, leemos la oración: “Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, a causa de la gloria de tu nombre.” Y también Daniel oró, según se registra en Daniel 9:19: “Oh Jehová, oye, sí. . . . No te demores, por consideración a ti mismo, oh mi Dios, porque tu propio nombre ha sido llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.” Se podría dar muchos ejemplos más, pero éstos deben ser suficientes para mostrar que se puede esperar que Jehová Dios escuche la oración, particularmente cuando está relacionada con la vindicación de su nombre.

POR HABER RETENIDO INTEGRIDAD

Otra razón por la que los siervos de Dios pueden esperar que Dios escuche sus oraciones es su amor a la justicia: “Jehová es justo; él sí ama los actos justos.” A causa de esto leemos: “Jehová está muy alejado de los inicuos, pero él oye la oración de los justos.” Los que siguen por un derrotero recto pueden venir a Dios sobre la base de haber retenido integridad con Dios.—Sal. 11:7; Pro. 15:29.

Por eso, Job hizo una súplica elocuente a Dios sobre la base de haber seguido por un derrotero justo. (Capítulos Job 29-31) Así mismo el rey David, al orar por la bendición de Dios al tiempo de recoger materiales para construir el templo, dijo: “Yo bien sé, oh Dios mío, que tú eres un examinador del corazón, y que es en la rectitud que tú te complaces. Yo, por mi parte, en la probidad de mi corazón he ofrecido voluntariamente todas estas cosas.”—1 Cró. 29:17.

De la misma manera hallamos orando a Nehemías: “Acuérdate de mí, oh Dios mío, concerniente a esto, y no borres mis hechos de bondad amorosa que he ejecutado en conexión con la casa de mi Dios y la custodia de ella.” El escritor de la carta a los hebreos, sin duda el apóstol Pablo, así mismo muestra la conexión que hay entre la oración con un propósito determinado y la conducta correcta: “Ocúpense en orar por nosotros, porque confiamos en que tenemos conciencia honrada, puesto que deseamos comportarnos honradamente en todas las cosas.” De hecho, este mismo principio se denota en la oración modelo que Jesús dio a sus discípulos: “Perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores.” Sí, debido al amor que Jehová le tiene a la justicia todos los que aman la justicia de Dios y se esfuerzan por practicarla pueden esperar que Dios escuche sus oraciones.—Neh. 13:14; Heb. 13:18; Mat. 6:12.

ORANDO SOBRE LA BASE DE PECADO HEREDADO

Una de las peticiones básicas que las criaturas imperfectas pueden hacer en sus oraciones es que Dios puede perdonarles sus pecados. Como lo expresa el apóstol Juan: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia.”—1 Juan 1:9.

Cuando se trata de orar por la misericordia de Dios y el perdón de pecado, los siervos de Dios pueden usar el hecho de su pecado e imperfección heredados. Por eso, David suplicó a Jehová que perdonara su pecado contra Urías: “¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre.” El rey Salomón tomó nota de la misma cosa en su oración en la dedicación del templo de Jehová: “En caso de que pequen contra ti (porque no hay hombre que no peque), y tú tengas que encolerizarte contra ellos y abandonarlos al enemigo, . . . y ellos de veras recobren el juicio . . . y realmente regresen y te pidan favor . . . tienes que perdonar a tu pueblo que había pecado contra ti.”—Sal. 51:5; 1 Rey. 8:46-50.

Efectivamente, Jehová mismo dice que él considera la imperfección heredada de hombre al tratar con él: “Nunca más invocaré el mal sobre la tierra por causa del hombre, porque la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud en adelante; y nunca más asestaré un golpe a toda cosa viviente así como lo he hecho.” Los siervos de Dios, por lo tanto, tienen amplia razón para esperar que Dios escuche sus oraciones cuando piden misericordia y perdón sobre la base de debilidad heredada, a causa del pecado original de Adán.—Gén. 8:21; Rom. 5:12.

BONDAD AMOROSA DE JEHOVÁ

Y por último, los siervos de Dios siempre pueden abogar por su causa con Jehová, es decir, esperar que él escuche sus oraciones, sobre la base de que es un Dios de bondad amorosa y de misericordia. Por eso, cuando Jehová estaba dispuesto a eliminar a los israelitas a causa de haberse rebelado, Moisés suplicaba, no solo sobre la base del nombre de Jehová como estando implicado, sino también sobre la base de ser un Dios de bondad amorosa: “Y ahora, por favor, hágase grande tu poder, oh Jehová, así como has hablado, diciendo: ‘Jehová, lento para encolerizarse y abundante en bondad amorosa, perdonando el error y la transgresión . . . Perdona, por favor, el error de este pueblo conforme a la grandeza de tu bondad amorosa.’” (Núm. 14:17-19) Sí, Jehová le había dicho a Moisés que Él es un Dios de misericordia y de bondad amorosa, cuando Moisés había pedido ver su gloria, y por eso Moisés ahora pudo recordarle apropiadamente a Jehová ese hecho. El rey David suplicó sobre esta base (Sal. 51:1) y también el profeta Daniel a favor de su pueblo: “Inclina tu oído, oh mi Dios, y oye . . . porque no de acuerdo con nuestros hechos justos estamos dejando que nuestros ruegos caigan delante de ti, sino de acuerdo con tus muchas misericordias.”—Dan. 9:18.

No hay duda acerca de ello, la Biblia no revela un Dios absentista como el deísta quisiera que creyéramos que es el gran Creador. No, él está interesado en sus criaturas, y lo está por buenas razones. Por lo tanto, las invita, sí, les manda que vengan a él en oración, en alabanza, en acción de gracias y con ruegos. Él recibe con regocijo sus oraciones sobre la base de su nombre y a causa de que hayan retenido integridad. Además, permite que aboguen sobre la base de su imperfección humana y pecado heredado y sobre la base del deleite de Él en mostrar bondad amorosa.

La Biblia se refiere a Dios como el “Oidor de la oración.” Pero eso no significa que él escucha y actúa favorablemente a favor de todas las oraciones, porque, como se halla implícito en lo susodicho, uno tiene que orar al único Dios verdadero y de la manera correcta y acerca de las cosas correctas para ser oído por Él. Los que llenen estos requisitos hallarán en su propia vida que Dios de veras es el “Oidor de la oración,” es decir, que oye en el sentido de escuchar y contestar la oración. ¡Felices son los que oran así!—Sal. 65:2.

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