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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
w65 15/12 págs. 741-743

Consideración para los humildes

¿Quiénes son los humildes? ¿Cómo se les puede mostrar consideración?

LAS cosas encumbradas se apoderan de la atención del hombre y producen una profunda impresión en su mente. Por esta razón él ha escogido lugares elevados para las estatuas de sus héroes y dioses. Para sus gobernantes ha erigido tronos. El hombre se impresiona con los encumbrados, pero Dios se siente atraído a los humildes; “al encumbrado solo lo conoce desde alguna distancia.” (Sal. 138:6) Jesucristo dijo: “Lo que entre los hombres es encumbrado, cosa repugnante es a la vista de Dios.” (Luc. 16:15) Por lo tanto, las Escrituras amonestan sabiamente: “Mejor es ser humilde de espíritu con los mansos que dividir el despojo con los autoensalzados.” “No tengan la mente puesta en las cosas encumbradas, sino déjense llevar con las cosas humildes.”—Pro. 16:19; Rom. 12:16.

Al mostrar consideración para los humildes, Dios nuestro Hacedor ha puesto un ejemplo para nosotros, y resultará en felicidad genuina para nosotros el que lo imitemos. La razón por la cual mora con el quebrantado y humilde de espíritu es para “revivir el espíritu de los humildes y para revivir el corazón de los que están siendo quebrantados.” (Isa. 57:15) Su consideración es un interés franco en su bienestar. Y ésta debe ser nuestra razón para considerar a los humildes.

Dios ha sido magnánimo en el apoyo de los humildes. Les suministra su espíritu revitalizador y fortalece su corazón con las promesas infalibles de su Palabra. Los ha rescatado con la preciosa sangre vital de su Hijo unigénito, abriendo así el camino para que consigan vida eterna. Tal consideración sirve como recomendación para nosotros.—1 Juan 4:7-16.

¿Quiénes son estos humildes? Estos no son necesariamente los pobres del mundo, porque no todos los pobres del mundo son humildes. A menudo los mundanos pobres son criaturas bastante presumidas y arrogantes. Al humilde digno de consideración celestial Dios mismo lo identifica, diciendo: “A éste, entonces, miraré, al afligido y contrito de espíritu y que tiembla ante mi palabra.” (Isa. 66:2) Tal humildad, por lo tanto, no se refiere a ser inferior. Tiene que ver con el estar consciente uno de su pequeñez ante Dios. El humilde es el hombre que conoce a Jeho­vá Dios y tiembla ante su Palabra.

Así se ve que la verdadera humildad brota de varias cosas. Primero, tiene sus raíces en la gratitud. El que está familiarizado con la majestad de Dios se pregunta por qué Dios siquiera lo considera. “¿Qué es el hombre mortal que lo tienes presente, y el hijo del hombre terrestre que cuidas de él?” (Sal. 8:4) La persona pensadora se siente humilde al comprender la condescendencia de Dios. La humildad también tiene sus raíces enclavadas en la reverencia. ¿Cómo puede un hombre pecaminoso presumir de acercarse al Creador mismo? No obstante, Dios ha hecho posible esto. Consciente de su fracaso inherente, está contrito ante su Hacedor. La humildad también surge de saber que se otorga perdón de los pecados de uno. Los humildes reconocen sus pecados con simplicidad pueril, y con gozo y esperanza aceptan el perdón liberal que se les extiende. Es de la Palabra de Dios la Biblia que aprenden del perdón de Dios. Tiemblan ante el pensamiento del amor y la generosidad de Jehová. ¿Qué más puede pedir un hombre moribundo que el que le sean perdonados sus pecados? El conocimiento verdadero de Dios lo compele a ser modesto, manso y humilde. Es ésa la humildad que agrada a Dios, porque revela al hombre lo que verdaderamente es-una criatura que depende de su Creador.

DECHADO DEL HOMBRE

Sin duda, el ejemplo supremo de humildad entre los hombres fue el hombre Jesucristo. Fue el Hijo de Dios; no obstante, se humilló y lavó los pies de sus discípulos. (Juan 13:1-17) Jesús fue humilde al no avergonzarse de hacer el trabajo de un esclavo. Fue humilde porque apreció su relación con su Padre Jehová. En una ocasión él dijo: “El Hijo no puede hacer ni una sola cosa por su propia iniciativa, sino únicamente lo que ve hacer al Padre.” (Juan 5:19, 30) En otra ocasión, cuando invitó a la gente a venir a él, Jesús dijo de sí mismo: “Vengan a mí, . . . porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas.” (Mat. 11:28, 29) Del ejemplo de Jesús aprendemos que la verdadera humildad de unos para con otros estriba finalmente en que seamos humildes ante Dios.

Así como Jehová no desprecia a los humildes, tampoco lo hace Jesús, ni deberíamos hacerlo nosotros. Los pecadores son atraídos a Dios en oración, porque él es abordable y porque está accesible. El que dirige el universo no está demasiado ocupado para los más humildes. En sus oraciones ellos declaran todo lo que está en sus corazones, y él escucha. Su omnipotencia y sabiduría no los asusta, porque Dios no abusa de su poder ni ostenta ante ellos su intelecto. Ellos descansan cómodamente en el calor de su amor. (Isa. 55:8, 9) Jesús imitó este maravilloso ejemplo de su Padre. Aunque era perfecto, las personas humildes nunca sintieron que Jesús estaba demasiado por encima de ellas, tampoco temieron su poder. De hecho, la gente traía sus hijos a él, para que los bendijera. (Mar. 10:13-16) Personas despreciadas: prostitutas, recaudadores de impuestos, incapacitados físicamente y los enfermos afluían a él. Tenía tiempo para ellos. Cuando la gente objetó a que él se asociara con tales personas, Jesús contestó: “Vayan, pues, y aprendan lo que esto significa: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio.’ Porque no vine a llamar a justos, sino a pecadores.” (Mat. 9:13) Todos hacemos bien en meditar en el significado de esas palabras y el ejemplo que se puso. ¿Acuden los pecadores a usted por ayuda? ¿Lo buscan a usted por consuelo? Esto es una buena regla para juzgar el grado de la propia humildad de uno.

Pablo el apóstol de Jesús mostró que Dios no favorecía a los encumbrados para que lo representaran en la Tierra. “No muchos sabios según la carne fueron llamados, no muchos poderosos, no muchos de nacimiento noble,” escribió Pablo. Sino que Dios escogió las cosas necias, las cosas débiles, “las cosas innobles del mundo y las cosas menospreciadas, las cosas que no son, . . . a fin de que ninguna carne se jacte a la vista de Dios.” (1 Cor. 1:26-31) Con razón, entonces, muchos de estos humildes escogidos serían individuos con antecedentes dudosos, con poca o ninguna educación y cuya personalidad pudiera estar lejos de ser ilustrada. No obstante, Dios los ha escogido y les ha derramado con abundancia sus secretos sagrados de verdad y vida.

Allí estuvo Zaqueo. Era un hombrecito que se subió a un árbol para echar un vistazo a Jesús. En la comunidad se le consideraba un terrible pecador. ¿Jesús venir a su hogar? ¡Inconcebible! Era indigno de tan grande honor. Pero, ¿qué hizo Jesús? El mismo se invitó a la casa de Zaqueo. El relato dice: “[Zaqueo] lo recibió con regocijo como huésped.” Tan conmovido estuvo Zaqueo por la visita de Jesús que se puso en pie y dijo: “‘¡Mira! La mitad de lo que poseo, Señor, la doy a los pobres, y todo cuanto le arranqué a persona alguna por acusación falsa le devuelvo el cuádruplo.’ Entonces Jesús le dijo: ‘Este día ha venido la salvación a esta casa . . . Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.’” (Luc. 19:1-10) ¡Cuán conmovido estuvo Zaqueo debido a que Jesús tomó la iniciativa! A menudo, queda del fuerte dar el primer paso. Los humildes se sienten demasiado indignos para invitar a personajes prominentes a sus hogares, pero se sentirían eternamente agradecidos si éstos se invitaran por sí solos. Tales visitas son bendiciones inolvidables y un estímulo para los humildes.

ALGUNOS MERECEN ATENCION ESPECIAL

Algunos humildes tienen una tendencia a apartarse. Llegan a ser introversos. A menudo éstos llevan la vida como si estuviesen dentro de una cápsula. Necesitan ayuda. Una viuda humilde de Sarepta fue visitada por el profeta Elías. (1 Rey. 17:8-24) Su visita resultó ser una bendición para ella. Viudas y viudos a menudo viven una vida en que se sienten solos. Una visita ayudará a cambiar esto.

En la vejez la mente a menudo se desenfrena y la imaginación también. Las personas de mayor edad se sienten dejadas atrás. Los jóvenes pueden mostrarles consideración incluyéndolas en algunos de sus asuntos. Nada es tan estimulante como que alguien toque inesperadamente la puerta: un visitante joven. Al mostrar a las personas de mayor edad un poco de consideración, uno puede ayudarles a sentirse como nuevos haberes en vez de viejos debes.—Mat. 15:4-6; Exo. 20:12.

Hágase un programa sencillo pero organizado para mejorar su relación con los que están incapacitados físicamente, con personas de pocos bienes de este mundo o que quizás tengan problemas de personalidad. ¿Qué puede hacer usted? Haga citas por horario con tales personas para visitarlas. Cuando se tiene una comida especial, la tendencia es agasajar a invitados prominentes. ¿Por qué no invitar a los humildes también que pueden disfrutar de tal asociación? A los que se hallan en posiciones encumbradas de la vida constantemente se les agasaja y colma de regalos. Vea lo que Jesús dijo: “Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos. . . . Pero cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás feliz, porque ellos no tienen con qué pagártelo. Pues se te pagará en la resurrección de los justos.” (Luc. 14:12-14) Dé a esto consideración cuidadosa la siguiente vez que prepare un banquete.

Estos humildes por lo general están conscientes de sus debilidades. Sin duda se les ha recordado eso docenas de veces. De modo que lo que necesitan es estímulo, consideración, amor. Saben que tienen que ser personas más sociables, más sueltas en la conversación, pero para con algunos esto requiere tiempo. Lo que usted puede hacer es amarlos y dejar que lo amen a usted y a su familia. Usted puede ayudarlos a ser hacedores de cosas por medio de estímulo, invitándolos a trabajar con usted en asambleas cristianas o en el ministerio. Usted puede ayudarlos a mantenerse en comunicación con otras personas visitándolas, trayendo a alguien con usted.

Nada de este esfuerzo se desperdicia. La Biblia dice: “Feliz es cualquiera que obra con consideración para con el de humilde condición; en el día de calamidad Jehová le suministrará escape.” (Sal. 41:1) Con seguridad vendrá la felicidad, y ésta no es pequeño galardón. Estos humildes con seguridad lo recordarán a usted en sus oraciones, lo cual en sí mismo es una bendición inefable. Pero además de todo esto, Jehová promete protección a los que muestran consideración a sus humildes. ¿Qué otro esfuerzo podría valer más la pena?

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