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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
w66 1/11 págs. 643-644

“Sigue reteniendo el modelo de sanas palabras”

LAS palabras pueden penetrar como una espada, rompiendo amistades y causando disgustos. O pueden ser tan agradables como un panal de miel, impartiendo salud y uniendo amigos. “Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una espada, pero la lengua de los sabios es una curación.” Otro proverbio bíblico dice: “Los dichos agradables son un panal de miel, dulces al alma y una curación a los huesos.”—Pro. 12:18; 16:24; Sal. 55:21.

¡Es un hecho! Las palabras que edifican y estimulan verdaderamente contribuyen al bienestar de uno. En particular las palabras del consejo espiritual sano resultan en curación. Si estas palabras hacen que una persona siga un derrotero de vida sabio y honorable, se logra salud espiritual y mental, sin mencionar la salud física mejorada que a menudo resulta de obedecer los principios piadosos.

En sus cartas al joven Timoteo, el apóstol cristiano Pablo recalca la importancia de prestar atención a sanas palabras. Primero, escribió: “Sigue enseñando estas cosas y dando estas exhortaciones. Si cualquier hombre enseña otra doctrina y no se aviene a palabras sanas, las de nuestro Señor Jesucristo, ni a la enseñanza que va de acuerdo con la devoción piadosa, está hinchado de orgullo, no entiende nada.”—1 Tim. 6:2-4.

Note que el apóstol identifica las “palabras sanas” como palabras “de nuestro Señor Jesucristo.” El seguir las enseñanzas de Ese resulta en que uno tenga una mente sana, una disposición amorosa, consideración para con otros, sí, todas las cualidades que conseguirán la aprobación de Dios y la bendición final de vida eterna en Su justo nuevo orden. ¡Cuán vitalmente importante, entonces, es hacer caso del siguiente consejo del apóstol Pablo en su segunda carta a Timoteo: “Sigue reteniendo el modelo de sanas palabras que oíste de mí con la fe y amor que están relacionados con Cristo Jesús”!—2 Tim. 1:13.

Sin embargo, hoy día, muchos no prestan atención a este consejo. Algunos que pretenden ser cristianos, o que alguna vez fueron seguidores de Cristo, se han apartado del modelo de sanas palabras. Sus vidas están enredadas y confusas por haberse dejado desviar por palabras falsas y morbosas. Por lo tanto es preciso ‘seguir reteniendo el modelo de sanas palabras.’ Ulises V. Glass, un instructor de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, escogió este consejo como el tema de sus palabras dirigidas a una reciente clase graduada de misioneros.

“Pablo habla de sanas palabras,” explicó Glass, “porque le está advirtiendo a Timoteo respecto a falsos apóstoles que hablan palabras morbosas. Estas palabras que ellos hablan no resultarán ni en salud ni en vida, sino que los llevarán por el camino de la muerte.” Para ilustrar, Glass señaló a las palabras gangrenosas de Himeneo y Fileto, de quienes Pablo escribió: “Estos mismos se han desviado de la verdad, diciendo que la resurrección ya ha ocurrido; y están subvirtiendo la fe de algunos.”—2 Tim. 2:16-18.

Evidentemente estos hombres enseñaban que el levantar los bautizados a una nueva vida era su resurrección, que ésta ya había ocurrido, y que, por lo tanto, ya no habría ninguna futura resurrección de entre los muertos. Pablo indicó que estas enseñanzas estaban subvirtiendo la fe de algunos. ¿Por qué? Porque aquellos cristianos aparentemente habían desconocido el modelo de sanas palabras.

Según Clarke’s Commentary la palabra griega para modelo “significa el esquema, plano o diseño de un edificio, cuadro, . . . y aquí se refiere al plan de salvación que los apóstoles le habían enseñado a Timoteo.” De modo que, si se separan las palabras o ideas del verdadero modelo, comienzan a perder su significado. Entonces sería posible que hombres como Himeneo y Fileto vinieran y comenzaran a presentar palabras en un modelo diferente, que pareciera razonable, pero que no encajarían en el cuadro completo que Pablo describió. Y si los cristianos olvidan el modelo verdadero, podrían ser desviados.

Como ilustración, considere por un momento el templo de Salomón. El modelo para el templo era de inspiración divina. Jehová Dios se lo dio a David, y David a su vez tenía que transmitirlo a Salomón perfectamente. Luego los hombres que Salomón empleó para construir tenían que tener el modelo en la mente. Tenían que tenerlo tan claro que cuando todas las piedras fuesen transportadas a lo alto del monte Moría, cada una encajaría en su sitio. Así es que, no bastaba con solo tener en la mente las medidas de cada piedra individual; también tenían que tener un modelo general perfecto en su mente.—1 Cró. 28:1-21.

Lo mismo es con el estudio de las Escrituras. Tenemos que tener claro en la mente el modelo de sanas palabras. Timoteo recibió este modelo de Pablo, un represente de la congregación cristiana. El eunuco etíope bajo el poder de la reina Candace estaba familiarizado con las Escrituras. Aun así, no comprendió el modelo sino hasta que fue instruido por Felipe, otro representante de la organización cristiana. (Hech. 8:26-38) También nosotros, hoy, necesitamos igual instrucción y guía para obtener este modelo de sanas palabras. Pero, al mismo tiempo, tenemos que analizar cuidadosamente los textos bíblicos individuales para que encajen apropiadamente en este modelo.

Una vez que tengamos el modelo de sanas palabras, es vital que sigamos reteniéndolo. De lo contrario, igual que algunos cristianos del primer siglo, nuestra fe podría ser subvertida. Hombres como Himeneo y Fileto quizás se acerquen y presenten ideas de un modelo diferente. Quizás parezcan razonables sus ideas, pero no encajan verdaderamente en el cuadro general. Por lo tanto, a menos que tengamos el modelo verdadero bien fijo en la mente, podríamos ser desviados.

¡Cuán vital, entonces, es que estudiemos las sanas palabras habladas por Cristo Jesús! Tenga claramente presente el modelo de sus enseñanzas, ¡y manténgalo asido firmemente! No olvide nunca el consejo de Dios: “Hijo mío, pon atención a mis palabras, sí. A mis dichos inclina tu oído. No se aparten de tus ojos. Guárdalos en medio de tu corazón. Porque son vida a los que los hallan y salud a toda su carne.”—Pro. 4:20-22.

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