Capítulo 2
El efecto de la muerte en la vida diaria de la gente
LA MAYORÍA de la gente se preocupa mucho en cuanto a lo que afecta su vida y la de sus familias en este mismo momento. Pero pocas están dispuestas a hablar o pensar extensamente acerca de la muerte.
Es verdad que la muerte no es una expectativa brillante, pero tiene un efecto claro y evidente en la vida diaria de uno. ¿Quién entre nosotros no ha experimentado el desconsuelo y el profundo sentido de pérdida que se deben a la muerte de un amigo querido o un pariente amado? Una muerte en la familia puede cambiar todo el patrón o modelo de vida de la familia, destruir ingresos estables y causar un sentimiento de soledad o depresión en los sobrevivientes.
Desagradable como sea, la muerte es algo que sucede día por día y con lo cual uno tiene que contar. Uno no puede prolongar indefinidamente la ejecución de ciertos actos. Mañana pudiera ser demasiado tarde.
¿Qué efecto ha tenido esto en usted? ¿Siente a veces que lo corto de la vida lo obliga a hacer esfuerzos desesperados por sacar de ella todo lo que pueda? ¿O adopta usted el punto de vista fatalista, concluyendo que, bueno, lo que haya de ser será?
EL PUNTO DE VISTA FATALISTA
Muchas personas hoy creen que la vida y la muerte están gobernadas por el hado, el destino. Este es un concepto fundamental de más de 477 millones de hindúes. En realidad, los puntos de vista fatalistas son casi universales. ¿No ha oído decir a la gente: ‘Esto sencillamente tenía que suceder,’ ‘Le había llegado la hora,’ o: ‘Escapó porque no le había llegado la hora’? No es raro oír declaraciones de esa índole con relación a accidentes. ¿Son verdaderas? Considere un ejemplo:
Durante un vuelo de demostración en la Exhibición Aérea de París en 1973 el avión supersónico de empresa aérea TU-144, de la Unión Soviética, hizo explosión y mató a su tripulación. Grandes secciones del aparato aéreo se precipitaron sobre la aldea de Goussainville, Francia. Una señora de aquel lugar acababa de cerrar tras de sí la puerta de su dormitorio cuando parte de los restos del avión irrumpieron por la pared exterior y demolieron completamente el dormitorio. A ella no le sucedió nada.
Otros no escaparon. Entre las víctimas estuvieron los tres nietos de una señora de edad avanzada, pero no la abuela.
¿Murieron aquellos niños y otras personas debido a que les había llegado ‘la hora’? ¿Se libraron otros debido a que el destino o el hado no tenía fijado el llevárselos sino hasta más tarde?
Los que contestan “Sí” a estas preguntas creen que nada de lo que uno hiciera podría evitar su muerte si ‘le hubiera llegado la hora.’ Creen que, tomen las precauciones que tomen, sencillamente no pueden escapar de lo que el destino dicta. Este es un punto de vista similar al de los griegos antiguos que consideraban que el destino del hombre estaba controlado por tres diosas... Cloto, Laquesis y Átropos. Se suponía que Cloto tejía el hilo de la vida, Laquesis determinaba su largura y Átropos lo cortaba cuando llegaba la hora para ello.
¿Es razonable un punto de vista fatalista como ése? Pregúntese: ¿Por qué disminuye el número de muertes accidentales cuando se obedecen los reglamentos de seguridad y aumentan cuando se pasan por alto? ¿Por qué puede demostrarse que la mayoría de las muertes relacionadas con el tráfico son el resultado de descuido humano, borrachera, error o desafuero? ¿A qué se debe que en países en que hay normas elevadas de higiene y buena alimentación la gente tenga una duración media de vida mucho mayor que en los países en los cuales no hay estas cosas? ¿Por qué hay más muertes por cáncer pulmonar entre los fumadores que entre los no fumadores? ¿Cómo pudiera deberse todo esto a una fatalidad ciega que no pueda ser controlada? En vez de eso, ¿no sucede que hay razones para lo que le acontece al hombre?
En el caso de muchas muertes accidentales, ¿no es asunto de que sencillamente sucede que la persona entra en una situación peligrosa? Para ilustrarlo: Un hombre sale de su casa a cierta hora cada día laborable. Cierta mañana, mientras pasa por el hogar de su vecino, oye gritos y alboroto. Apresura el paso y, precisamente al doblar la esquina, le da una bala errante. Su muerte se debe a que estuvo en la esquina cuando no le era conveniente; la circunstancia fue imprevista.
Habiendo observado lo que realmente sucede en la vida diaria, el sabio escritor del libro bíblico de Eclesiastés dijo: “Me volví para ver bajo el sol que no tienen los veloces la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tampoco tienen los sabios el alimento, ni tampoco tienen los entendidos las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos.”—Eclesiastés 9:11.
El individuo que comprende esto no pasa por alto los reglamentos de seguridad y se arriesga innecesariamente, pensando que es inmune a la muerte mientras no le haya llegado la ‘hora.’ Se da cuenta de que un punto de vista fatalista puede ser peligroso, tanto para él mismo como para otros. Este conocimiento, aplicado sabiamente, puede añadir años a la vida de uno.
Por otra parte, un punto de vista fatalista puede llevar a acciones temerarias, y también puede hacer que uno descuide el informarse de asuntos que pudieran afectar profundamente a uno mismo y a su familia.
VIVIENDO SOLO PARA EL PRESENTE
Además del punto de vista fatalista, los acontecimientos del siglo veinte han ejercido influencia en lo que la gente hace.
Considere por un momento lo que ha sucedido. Millones de personas han perecido como víctimas de la guerra, el crimen, los motines y el hambre. El aire y el agua que sostienen la vida están siendo contaminados a velocidad alarmante. La vida del hombre está siendo amenazada, aparentemente desde todo ángulo. Y no hay nada que suministre garantía verdadera de que la humanidad podrá resolver sus problemas en el futuro cercano. ¡La vida parece tan insegura! ¿En qué resulta esto?
Muchos de los habitantes de la Tierra viven solo para el presente, para sacar todo lo posible del día de hoy. Se sienten impulsados a hacer eso, pues razonan que la vida que tienen ahora es toda la vida que alguna vez pueden esperar tener. Aptamente describe la Biblia la actitud de éstos: “Comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir.”—1 Corintios 15:32.
En un esfuerzo por escapar de las duras realidades de la vida, quizás recurran al alcohol o las drogas. Otros tratan de hallar un camino que los saque de sus frustraciones y su preocupación por lo corto de la vida por medio de participar personalmente en experiencias sexuales de toda clase... fornicación, adulterio, homosexualidad, lesbianismo. Dice el libro Death and Its Mysteries:
“Parece que hoy es mayor el número de personas normales a quienes afecta este temor a la muerte colectiva, por lo menos subconscientemente. Esto es por lo menos una explicación parcial del desorden de nuestros tiempos, que se expresa en crimen injustificado, vandalismo, erotismo y el paso acelerado en la vida. Hasta la música y los bailes modernos parecen expresar la desesperación de una humanidad que ya no cree en su propio futuro.”
¿Qué efecto ha tenido todo ese vivir para el presente como si no hubiera de haber mañana?
Los que se dan a beber mucho y a la borrachera quizás olviden temporáneamente sus problemas. Pero sacrifican su dignidad y, mientras están embriagados, a veces se causan daño a sí mismo y causan daño a otros. Y el día siguiente descubren que han añadido un dolor de cabeza tremendo a los problemas que ya tenían.
Los que se habitúan a las drogas pagan también un precio alto por los esfuerzos que hacen por escapar de la realidad. A menudo experimentan daño físico y mental permanente. Y, para sostener su costoso hábito, pudieran descubrir que están degradándose cometiendo robos o prostituyéndose.
¿Qué se puede decir de las relaciones sexuales con promiscuidad? ¿Ayudan a mejorar la situación de uno en la vida? Al contrario, frecuentemente el fruto de esto es una repugnante enfermedad venérea, preñeces no deseadas, hijos ilegítimos, abortos, un hogar roto, amargos celos, peleas y hasta asesinato.
Por supuesto, muchas personas no han sucumbido de modo que vivan una vida disoluta. Aun así, no han escapado de la presión que tiene de darse cuenta, consciente o subconscientemente, de que su vida terminará. Sabiendo que el tiempo es limitado, pudieran esforzarse por adelantar en el mundo tan rápidamente como fuera posible. ¿Con qué resultado? Su deseo de posesiones materiales puede hacer que sacrifiquen la honradez personal. Como verídicamente declara el proverbio bíblico: “El que está apresurándose a ganar riquezas no permanecerá inocente.” (Proverbios 28:20) Pero eso no es todo.
Se usa tanto tiempo y energía en adelantar materialmente que queda poco tiempo para disfrutar de la familia de uno. Es verdad que los hijos quizás estén obteniendo todas las cosas materiales que deseen. Pero, ¿están consiguiendo la guía y corrección que necesitan para que se hagan hombres y mujeres jóvenes responsables? Muchos padres, aunque están al tanto de que el tiempo que pasan con sus hijos es algo limitado, en realidad no ven razón para preocuparse especialmente... hasta que ya es demasiado tarde. Sí, es muy doloroso enterarse de que el propio hijo de uno ha sido arrestado o de que la propia hija adolescente de uno va a ser madre sin haberse casado.
Por lo que está sucediendo hoy, ¿no es obvio que, a pesar de lo corto de la vida, es necesario que muchas personas aprendan un modo de vivir más satisfactorio?
La manifiesta inevitabilidad de la muerte no hace que toda persona arroje al viento los principios morales, ni produce una apatía fatalista en todas las personas. Al contrario, centenares de miles de personas hoy disfrutan de un modo de vivir saludable debido a que no les afecta adversamente la perspectiva de la muerte.
UN MEJOR CAMINO
Vista correctamente, la muerte nos puede enseñar algo valioso. Cuando la muerte hace víctimas, podemos beneficiarnos al pensar meditativamente en el modo en que estamos viviendo nuestra propia vida. Hace unos tres mil años un observador cuidadoso de la humanidad hizo resaltar esto, diciendo: “Mejor es un nombre que el buen aceite, y el día de la muerte que el día en que uno nace. Mejor es ir a la casa del duelo que ir a la casa del banquete, porque ése es el fin de toda la humanidad; y el que está vivo debe poner esto en su corazón. . . . El corazón de los sabios está en la casa del duelo, pero el corazón de los estúpidos está en la casa de regocijo.”—Eclesiastés 7:1-4.
La Biblia no está recomendando aquí la tristeza como algo que se ha de preferir al regocijo. Más bien, se hace referencia al tiempo en particular en que una casa está de duelo debido a la muerte de uno de sus miembros. No es tiempo para olvidar a los dolientes y pasar al propio banquetear y divertirse de uno. Porque, tal como la muerte ha terminado todos los planes y actividades del que ha muerto, puede hacer lo mismo para los nuestros. Uno hace bien en preguntarse: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Estoy edificando un nombre o reputación excelente? ¿Cuánto contribuyo a la felicidad y bienestar de otros?
No es en el momento del nacimiento, sino durante el transcurso pleno de nuestra vida, que nuestro “nombre” adquiere verdadero significado, identificándonos como la clase de persona que somos. La persona cuyo corazón está, como si fuera, en una “casa del duelo” es una que considera sinceramente la manera en que está viviendo su vida, prescindiendo de lo corta que sea. La trata como algo precioso. No refleja el espíritu frívolo y atolondrado que es característico de un lugar de juerga. Más bien, se esfuerza por llevar una vida con significado y propósito y contribuye así a la felicidad y el bien de sus congéneres.
¿Cómo puede alguien determinar si ahora está disfrutando del mejor modo de vida que le es posible, si verdaderamente vive una vida con propósito? Ciertamente se necesita una norma que sirva para juzgar. En cantidades cada vez mayores, personas sinceras de toda la Tierra están llegando a la conclusión de que la Biblia es esa norma confiable. El examen que han hecho de la Biblia les ha permitido hallar verdadero propósito en la vida ahora y les ha dado una espléndida esperanza para el futuro, una esperanza que envuelve la vida en medio de condiciones de justicia en esta misma Tierra. Han llegado a darse cuenta de que el propósito de Dios para la humanidad no es la muerte, sino la vida.
[Ilustración de la página 11]
¿Controla el hado su vida, como creían los griegos antiguos?