El deseo vehemente de sentir excitación
“¡ES EXCITANTE!” Ese es el mensaje que los periodistas deportivos tratan de impartir a sus auditorios. Están muy conscientes de la atracción que tienen las cosas excitantes. Y es cierto que a menudo la excitación produce un sentimiento agradable, cuando el corazón de uno late más rápidamente, cuando uno respira más aceleradamente y cuando sus nervios están hormigueando. Sin duda, ciertas cosas que son excitantes pueden hacer más interesante la vida de uno.
Por ejemplo, está la excitación que sienten los inventores; la historia ha registrado la excitación que provocaron las invenciones del telégrafo y el teléfono. Una obra de arte sobresaliente, sea una ópera o una sinfonía, un cuadro o una escultura, puede producir excitación. Y lo mismo puede hacer el mirar maravillas de la creación como el Gran Cañón, las Cataratas de Victoria, y los Alpes suizos.
La excitación tiene su lugar, y debemos mantenerla en ese lugar. Fácilmente puede descontrolarse y hacernos perder la perspectiva apropiada, lo cual podría ser perjudicial para nosotros. Puede hacer que nos domine un deseo vehemente por una cosa mala. No hay nada malo con un deseo noble, pero por lo general es un deseo malsano, egoísta. Es por eso que la Biblia prohíbe desear vehementemente de manera egoísta las posesiones del prójimo y también habla de los deseos vehementes de los inicuos.—Deu. 5:21; Sal. 140:8; Pro. 10:3.
La excitación de la velocidad
Entre los modos en que muchos jóvenes de hoy en día tratan de satisfacer sus deseos vehementes de sentir excitación está el de conducir sus automóviles a una velocidad atolondrada. Este pasatiempo se ha hecho tan popular que hay una revista, Hot Rod, que se dedica a este deporte. No hay duda acerca de ello, el moverse velozmente sobre la carretera es emocionante, pero, ¿vale la pena arriesgar la vida por el placer de disfrutar esa excitación? Los jóvenes pagan las más altas tasas de seguro. ¿Por qué? No necesariamente debido a que carezcan de habilidad, sino debido a que el deseo de excitación hace que muchos de ellos se arriesguen tontamente. Con demasiada frecuencia esto resulta en accidentes y muertes.
Este deseo de conducir velozmente y de sentir la excitación asociada con el peligro también da cuenta de las grandes muchedumbres de espectadores en las carreras de automóviles. Estas, también, vez tras vez, son empañadas por accidentes fatales.
Las carreras de automóviles son solo uno de los muchos deportes a los que la gente afluye para satisfacer su deseo vehemente de sentir excitación. Entre otros está el boxeo, la lucha libre y los partidos de tenis, y los juegos de fútbol, baloncesto y béisbol, y ni decir de la atracción de las corridas de toros y las Olimpíadas. Y mucho más numerosos son los que miran esos deportes por TV.
Concerniente a los narradores de esos deportes, un sociólogo de Alemania Occidental, asociado con un colegio suizo, declaró: “Convierten sus informes en una manipulación de emociones, la clase de emociones que convierten a los jugadores y a los espectadores en fanáticos y que hacen de los estadios campos de batalla.” Y, advierte él, “cuanto más éxito tienen los medios de comunicaciones en conjunto en suscitar emocionalmente a los jugadores y a los espectadores, mayor es el peligro de reacciones negativas, agresivas, de parte de ambos.”—Sports Illustrated, 1 de octubre de 1973.
La fiebre del juego
El jugar por dinero es una actividad que se efectúa en todo el mundo y se remonta a miles de años. Aunque muchos de los jugadores dan diversas razones para ello, como el querer ganar dinero, en realidad la mayor parte de los jugadores buscan lo que se conoce como “la extraña tensión” que se experimenta en el juego. Sí, se informa que “el deseo de esta extraña emoción frecuentemente eclipsa el deseo de ganar.” De hecho, según el libro Gambling (publicado por R. D. Herman de Pomona, California College), los “jugadores más inteligentes enfatizan el motivo irracional en el juego: el elemento emoción”; “emoción” es solo otro término para excitación.
Debido a su deseo vehemente de sentir esta emoción, los jugadores piden dinero prestado después que se quedan sin dinero para poder seguir jugando. Y también se debe a eso que casi nunca se contentan con haber ganado una suma, sino que de inmediato la juegan y la pierden. Lo que evidentemente los hace continuar es su deseo vehemente de sentir la emoción del juego.
¡Y cuán amargos son los frutos que se reciben! Para pagar por las pérdidas de sus juegos, hombres desfalcan fondos de los bancos y otras empresas en las que trabajan. Los funcionarios públicos quedan comprometidos con sujetos del hampa debido a sus deudas de juego, deudas que, a veces, cuestan la vida de los jugadores como víctimas de asesinato o suicidio. Hasta un juego aparentemente inofensivo como el bingo representa una enorme pérdida en tiempo y dinero debido a que tantas amas de casa son aficionadas a éste. Como aquellos a los que se refiere la Biblia, pasan por alto al Dios Todopoderoso para preparar una mesa para su dios que se llama el dios de “la Buena Suerte.”—Isa. 65:11.
Recurriendo a las drogas
Otros, incluso muchos jóvenes, usan drogas para sentir excitación. Comenzando con la marihuana, la cual les da una sensación agradable, pasan a drogas más poderosas en su deseo vehemente de sentir excitaciones más grandes. Muchos artistas de “rock” recurren a las drogas para producir excitación y estimular el uso de drogas en otros... todo lo cual resulta en daño para el cuerpo, la mente y la moral.
¡Y cuán terrible precio pagan los aficionados a las drogas por su deseo vehemente de sentir excitación! Se convierten en esclavos de los narcóticos y frecuentemente se dedican a asaltos y robos o, si es una mujer, a raterías en las tiendas y a la prostitución. Prominentes artistas del “rock” como Jimi Hendrix, Janis Joplin y Brian Jones de los “Rolling Stones” pagaron con sus vidas por su afición a las drogas. La Biblia habla de algunos que son ‘esclavos al pecado,’ y cuando las drogas fuertes “pescan” a alguien, la persona ciertamente llega a hacerse un miserable esclavo.—Rom. 6:16.
La excitación de quebrantar las leyes de Dios
En la Roma antigua las sangrientas batallas de los gladiadores satisficieron el deseo vehemente del populacho de sentir excitación. Y hoy día muchas más personas quieren ver y oír cosas que son igualmente impresionantes, horribles y heladoras de sangre. El cine y los programas de TV glorifican la violencia y hacen héroes de los asesinos y los violadores, todo con el fin de alimentar el deseo vehemente de sentir excitación de sus auditorios.
La gente también halla excitación al hacer lo que viola sus principios éticos o morales. Así es que hay mujeres que se habitúan a robar en las tiendas, no porque desean o necesitan los artículos que roban, sino por la “emoción,” la excitación, que acompaña el robar sin ser sorprendidas. Sí, es excitante ir en pos de actividades que están prohibidas. El mismísimo hecho de que están prohibidas hace que parezcan deseables a muchos.
Típico de esto es la atracción que ejercen las relaciones sexuales ilícitas. Prometen excitación por lo que está implicado en ellas y por las consecuencias que pueden producir, así como el intenso placer egoísta que esperan recibir. De modo que las personas solteras y casadas juegan con la inmoralidad y prosiguen a cometer fornicación y adulterio. Este deseo vehemente de sentir excitación hace que otros participen en actos contranaturales o pervertidos. Es por eso que algunas mujeres cristianas se quejan de que sus esposos quieren que ellas participen en sodomía o en sexo oral. Es innecesario decir que, las prácticas pervertidas y contranaturales están lejos de expresar amor, afecto y ternura por el cónyuge. Todo ese comportamiento sensual es repetidamente desaprobado por la Palabra de Dios.—Rom. 1:24-32; Sant. 4:1, 3.
Música de “rock”
No ha de pasarse por alto el papel que la música de “rock” desempeña en los deseos vehementes de sentir excitación de la juventud. Según se informó en el Sunday News de Nueva York, del 13 de mayo de 1973, el “rock” es una “trinidad profana de . . . violencia, sexo y ruido.” Otro autor lo define de este modo: “Tres cosas distinguen al ‘rock’... el inexorable ritmo, la libertad de concepción y el volumen abrumador. . . . Aunados al ritmo pulsante y rápido, crean una excitación apasionada, una tensión casi sexual... uno quiere moverse, bailar.” Según un fanático del ‘rock,’ “la fuerza del volumen hace que uno se sienta impetuoso, que se sienta enloquecer.”
Con respecto a esta alimentación de los deseos vehementes de sentir excitación del auditorio, un prominente astro del “rock” dijo: “Viene el tiempo cuando habrá que matar a alguien en el escenario para ‘ganarse’ [satisfacer] al auditorio. La juventud está interesada en las mismas cosas que siempre la ha excitado... el sexo y la violencia. Eso es lo que quiere, paga para verlo.” Con tal dieta musical, ¿es de asombrarse que entre los jóvenes el crimen esté aumentando aun más rápidamente que entre los adultos?
Ciertamente debe de evitarse el deseo vehemente de excitación que por una parte es extremado, y por la otra, se manifiesta en conducta relajada o desaforada. ¿Cómo puede uno contrarrestarlo? Un modo es por medio de razonar sobriamente acerca del asunto. El buen juicio recomienda la moderación, tal como lo hace la Biblia.—1 Tim. 3:2, 11.
Las cosas edificantes de la vida también pueden proveer excitación, pero de un modo saludable. Esta ha sido la experiencia de los testigos cristianos de Jehová. Así es que, uno de ellos escribió recientemente a la Sociedad Watch Tower: “También quiero agradecerles hermanos por producir la más excitante publicación que he leído . . . Por supuesto estoy hablando de God’s Kingdom of a Thousand Years Has Approached.”
Estos Testigos también hallan excitante el asistir a las asambleas, y especialmente a las más grandes. De igual modo hallan excitante cuando en su predicación de casa en casa hallan gente que busca a tientas a Dios y que tiene hambre y sed de justicia. Y también hallan excitación al aprender nuevas verdades acerca de los propósitos de Dios.
Sí, las cosas del espíritu, no solo las que atraen al hombre natural, pueden proporcionar el placer de la excitación. Y estas cosas del espíritu prometen bendiciones que no solo son temporarias, sino bendiciones eternas que no hay que lamentar.—Pro. 10:22.