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  • Cómo orar y ser oído por Dios
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969
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    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969
w69 1/10 págs. 581-583

Cómo orar y ser oído por Dios

LA Biblia dice acerca de Jehová Dios: “Oh Oidor de la oración, aun a ti vendrá gente de toda carne.” (Sal. 65:2) Sí, Dios oye las oraciones. Y personas de toda la Tierra que aman la verdad, que anhelan hacer su voluntad, y que se acercan a él de la manera que él aprueba, pueden disfrutar de este precioso privilegio. (Hech. 10:34, 35) Realmente, ¡qué maravilloso privilegio es poder hablar al glorioso Gobernante de todo el universo y saber que él le escucha!—Sal. 8:1, 3, 4; Isa. 45:22.

Animadoramente, su Palabra escrita promete: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo por oración y ruego junto con acción de gracias dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales por medio de Cristo Jesús.”—Fili. 4:6, 7.

No obstante, algunos quizás personalmente sientan incertidumbre en cuanto al asunto de la oración porque parece que muchas de sus oraciones no han recibido respuesta. ¿A qué se debe esto? Es importante que sepamos. En su Palabra, Dios dice claramente lo que es su voluntad en cuanto a la oración.

LA MANERA DE ACERCARSE A DIOS EN ORACIÓN

La Biblia nos dice que “el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que viene a ser remunerador de los que le buscan encarecidamente.” (Heb. 11:6) Note que este texto bíblico dice que debemos ‘acercamos a Dios.’

Como el Dios vivo y verdadero, Jehová quiere que le oremos a Él, no a alguna otra persona. La oración es parte de nuestra adoración y por esta razón debe dirigirse solamente al Creador, Jehová. (Mat. 4:10) Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar a su ‘Padre que está en los cielos.’ (Mat. 6:9) Jesús no les enseñó a orar a él, ni a su madre humana María, ni a ninguna otra persona. Jehová es todopoderoso, omnisciente, perfecto en justicia y amor. En vista de esto, ¿por qué deberíamos ir a cualquier otra persona de menos importancia? Además, el apóstol inspirado Pablo nos asegura que Dios “no está muy lejos de cada uno de nosotros,” si lo buscamos de la manera correcta.—Hech. 17:27.

Pero quizás usted diga: “¿Cómo podemos nosotros, como criaturas imperfectas con pecado heredado, orar a un Dios que es perfecto y justo?” Amorosamente, Jehová ha tomado esto en consideración y ha provisto un “ayudante” para que hable por nosotros en el cielo. Ese ayudante es “Jesucristo, uno que es justo.”—1 Juan 2:1, 2.

Jesús dio su vida como rescate para la humanidad. Además, Jehová lo ha nombrado su Sumo Sacerdote. Jehová exige que reconozcamos el puesto de su Hijo en Su propósito y que ofrezcamos todas nuestras oraciones en su nombre. Es por eso que Jesús dijo a sus seguidores: “Nadie viene al Padre sino por mí.” (Juan 14:6) Jesús también dijo: “Si le piden alguna cosa al Padre se la dará en mi nombre.” (Juan 16:23) Para que nuestras oraciones sean aceptables a Dios, entonces, tenemos que orar a Jehová Dios por medio de su Hijo, es decir, en el nombre de Jesús.

ORACIONES QUE AGRADAN A DIOS

En 1 Pedro 3:12 leemos: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y sus oídos atentos a su ruego.” Así, si queremos que nuestras oraciones agraden a Dios, tenemos que ser sinceros al tratar de vivir nuestra vida en armonía con los principios justos de la Palabra de Dios. Si uno rechaza la Palabra de Dios y Su voluntad no debe esperar que Dios conteste sus oraciones por ayuda en tiempo de dificultades. La Biblia dice claramente: “El que está apartando su oído de oír la ley... hasta su oración es cosa detestable.”—Pro. 28:9; 15:29.

También, a los que no respetan lo sagrado de la vida, Dios dice: “Aunque hagan muchas oraciones, no estoy escuchando; sus mismísimas manos se han llenado de derramamiento de sangre.” (Isa. 1:15) En este “tiempo del fin” cuando la violencia, la inmoralidad, la falta de honradez, la adoración falsa y otros tipos de mala conducta se están haciendo cada vez más comunes, ciertamente es necesario que consideremos seriamente la manera en que vivimos nuestra vida diaria si queremos que nuestras oraciones sean oídas por Dios.—1 Juan 3:21, 22.

Lo que pedimos en oración también tiene mucho que ver con determinar si Dios contestará nuestras oraciones o no. Jesús dio a sus discípulos una oración modelo para guiarlos en cuanto a la clase de oración que Dios acepta. Él dijo: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra. Danos hoy nuestro pan para este día; y perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, sino líbranos del inicuo.’”—Mat. 6:9-13.

Esta oración muestra que el nombre y los propósitos de Dios deben ser nuestro interés principal. Después, podemos pedir lo que necesitamos materialmente, perdón y liberación de tentación y del inicuo. Note, también, que Jesús nos enseña a orar al “Padre nuestro” para que ‘nos dé hoy nuestro pan’ y para que ‘nos perdone.’ Esto muestra que, cuando ora, la persona no debe pensar solo en sí misma, ni en sus propios problemas y necesidades. En vez de eso, altruistamente debe ampliar sus oraciones e incluir a otros. Debemos incluir, no solo a nuestra propia familia y parientes, sino a otros que están esforzándose por agradar a Dios, y especialmente a los que se encaran a pruebas y dificultades en su servicio a Dios.—Sant. 5:16; Efe. 6:18-20.

El apóstol Juan escribe: “Esta es la confianza que tenemos para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye.” (1 Juan 5:14) Sí, toda parte de la vida del cristiano es asunto apropiado para oración. Pero lo importante es que lo que él solicite esté en armonía con la voluntad de Dios. Esta es una razón principal por la cual muchas oraciones no reciben respuesta. La persona no ha aplicado realmente el consejo bíblico: “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta . . . Teme a Jehová.”—Pro. 3:5-7.

De manera que, en vez de decidir lo que nosotros queremos hacer o tener, y orar a Dios acerca de ello, ¿no sería lo apropiado averiguar primero lo que Dios desea de nosotros, y entonces formular nuestras oraciones de acuerdo con eso? Ciertamente no deseamos estar clasificados entre aquellos de quienes está escrito: “Sí piden, y sin embargo no reciben, porque piden con un propósito malo, para gastarlo en los deseos vehementes que tienen de placer sensual.” Siempre debemos tomar en consideración la voluntad de Jehová en nuestras oraciones.—Sant. 4:3, 13-15.

Por nuestro estudio de la Palabra de Dios y por nuestra experiencia al servirle en asociación con otros cristianos verdaderos podemos llegar a entender su voluntad. (Rom. 12:2) El salmista oró: “Hazme entender, para que observe tu ley y para que la guarde con todo el corazón. Hazme pisar en el sendero de tus mandamientos, porque en él me he deleitado. Inclina mi corazón a tus recordatorios, y no a las ganancias.”—Sal. 119:34-36.

Si oramos a Dios con fe, él generosamente nos dará la sabiduría que necesitamos para enfrentarnos a los problemas de la vida. (Sant. 1:5-8) Nos ayudará a saber y hacer lo que traerá honra a su propio gran nombre, y esto resultará también en nuestra propia felicidad.—Sal. 84:11,12.

MANERA APROPIADA DE ORAR

¿Exige Dios que nos coloquemos en cierta posición particular cuando oramos o que vayamos a un edificio particular para orar? Su Palabra muestra que no. Por ejemplo, en los días del siervo de Dios llamado Esdras, los adoradores se postraban rostro a tierra. Daniel oraba en su cámara del techo tres veces al día, hincándose de rodillas. Otros se ponían de pie. Jesús alzó los ojos al cielo.—Neh. 8:6; Dan. 6:10; Mar. 11:25; Juan 11:41.

Jesús indicó que es bueno estar solo para hacer oración personal, yendo uno a su propio cuarto a orar. (Mat. 6:6) Y aunque Jesús mismo oró a veces en lugares públicos, fuertemente condenó el orar delante de otros solo para ser visto por ellos y para exhibir la “santidad” de uno. También mostró que Dios no aprueba el usar las mismas palabras vez tras vez en la oración. (Mat. 6:5, 7, 8) ¿A qué se debe esto?

Se debe a que lo que verdaderamente cuenta con Dios es lo que está en nuestro corazón. “Pues, en cuanto a Jehová, sus ojos están discurriendo por toda la tierra para mostrar su fuerza a favor de aquellos cuyo corazón es completo para con él.” (2 Cró. 16:9) ¿Cómo podrían nuestras oraciones expresar lo que está en nuestro corazón si simplemente leemos de un libro de oraciones? Por lo tanto, cuando oramos, debemos hacerlo desde el corazón, con humildad. “Dios se opone a los altivos, mas da bondad inmerecida a los humildes.”—Sant. 4:6.

No tiene ningún valor el que usemos en nuestras oraciones lenguaje poco usual o altisonante. Más bien, debemos hablar a Dios como lo haríamos a un amigo íntimo y en quien confiamos, y como un hijo a su padre. Nuestra oración puede ser hasta en silencio, en nuestro corazón. (1 Sam. 1:12, 13) A veces quizás no hallemos precisamente las palabras exactas que queremos para expresar nuestros pensamientos a Dios. Pero podemos confiar en que Dios conoce nuestras necesidades y entiende nuestra oración sencilla.

APRECIANDO EL PRIVILEGIO DE ORAR

En nuestra vida todos nos encontramos con ciertas ocasiones en que no hay ayuda humana disponible o en que la ayuda que ofrecen los hombres no es suficiente para nuestras necesidades. Entonces es solamente a Dios que tenemos que dirigirnos. No obstante, si amamos a Jehová y apreciamos el privilegio de orar, ciertamente no esperaremos hasta que surjan esas ocasiones para hablarle. En vez de eso, con regularidad nos acercaremos a él, frecuentemente, con expresiones de gracias y alabanza, así como con nuestras peticiones y solicitudes. (Efe. 6:18; 1 Tes. 5:17, 18) Una familia saca gran provecho de orar, aun de la sencilla expresión de gracias a Dios a la hora de las comidas, siguiendo el ejemplo de Jesús.—Mat. 14:19.

Verdaderamente, la oración privada, la oración de familia y la oración de congregación traen beneficios maravillosos. El orar muestra un reconocimiento franco de que dependemos completamente de Dios para todo. Nos estrecha a los que son compañeros nuestros en la adoración. Nos trae la paz del Creador amoroso. Promueve el fluir del espíritu santo de Dios en nuestra vida. Nos ayuda a mirar al futuro con confianza. Es una dádiva de Dios y una que debemos apreciar y usar.

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