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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 1/4 págs. 197-200

‘Conformes a este mundo’

¿Han hecho frente las iglesias de la cristiandad al desafío de la conformidad mundana del día de hoy?

Por mucho tiempo ha sido la tendencia del género humano conformarse a la opinión de la mayoría. Los resultados por mucho tiempo han sido lamentables. A pesar de que han sido tristes los resultados vez tras vez, humanos y organizaciones humanas siguen conformándose al mundo. Poco extraña el que hayamos llegado a lo que cierto educador llama “la época de la conformidad.” Organizaciones de comunicaciones y de educación en masa han sido censuradas por no haber hecho frente al desafío de la conformidad de hoy en día. ¿A dónde puede dirigirse la gente en busca de dirección para resistir la conformidad mundana?

Muchas personas esperan que las iglesias de la cristiandad suministren tal dirección. Creen que, de todas las organizaciones de hoy en día, ciertamente las iglesias deberían tomar la delantera en resistir la conformidad mundana. Y ¿no deberían especialmente las iglesias conformarse a principios bíblicos correctos más bien que al mundo?

No es irrazonable el que uno espere de los líderes religiosos que se adhieran a la regla que se halla en la Biblia en Romanos 12:2 (Mod) que dice: “No os conforméis con este siglo,” o según Bover-Cantera, “No os configuréis a semejanza de este mundo.”

Pues bien, ¿cómo están haciendo frente las iglesias al desafío de la conformidad mundana de hoy? ¿Señalan resueltamente a principios bíblicos? ¿Amonestan, con toda claridad, a los cristianos profesos acerca de los peligros del conformarse a este mundo? ¿Ponen el ejemplo las iglesias mismas por medio de no conformarse a este mundo?

Un afamado pedagogo recientemente inspeccionó el escenario religioso. Lo que descubrió está registrado en el libro The Age of Conformity: “En sus esfuerzos por mantener su influencia en una sociedad sensoria, las iglesias no han mantenido con claridad intransigente las normas espirituales de su origen. Algunas han acudido al entretenimiento popular para atraer a sus constituyentes por lo menos físicamente a sus casas de adoración. Los centros de comunidad de las iglesias funcionan con vigor concienzudo; se sirve café en la cripta después de la comunión, y los juegos de bingo avivan las catedrales. . . . Los sermones han venido a ser más mundanos y populares, y algunos eclesiásticos se han embarcado . . . en los polemísticos mares políticos y económicos de sus comunidades. Todos estos esfuerzos aparentemente no han tenido éxito en hacer que el público se dedique más a lo espiritual.”

MEDIO AMBIENTE DE CLUB SOCIAL

Cuando examinamos un programa típico de iglesia, sea semanal o mensual, hallamos a menudo el medio ambiente de un club social. Los boletines de iglesias abundan con referencias a un despliegue aturdidor de comidas, varias clases de giras al campo, contradanzas, acontecimientos sociales para los jóvenes, horarios de sucesos deportistas, remates y entretenimientos. “Muchos clérigos,” escribe J. F. Saunders, “temen que las funciones secundarias de la iglesia estén obscureciendo y desalojando la función principal. Existe la tendencia de dar más importancia al subido número de miembros que a la espiritualidad sana y a confundir con fervor religioso la búsqueda de actividades sociales.”

No hay duda de que el dar a la iglesia el medio ambiente de un club social aumenta maravillosamente la matrícula de miembros de la iglesia. Pero, ¿qué le hace a la iglesia? Kermit Eby, experto en sociología de la Universidad de Chicago, comentó que lo que pasa hoy día es que “la iglesia se ha hecho respetable, una institución que complace a la multitud en vez de una libre campeona de principios. . . . Esta tendencia hacia la respetabilidad y conformidad ha socavado a la iglesia como instrumento de Dios.”—Plain Dealer de Cléveland del 13 de agosto de 1956.

El sociólogo Eby en realidad ha suministrado algo en que pensar—”una institución que complace a la multitud en vez de una libre campeona de principios.” Esa frase bien describe a muchísimas iglesias; se han conformado a modos mundanos para conseguir miembros. En vez de conformarse a la multitud los cristianos primitivos se conformaban a la voluntad de Dios según se revela ésta en la Biblia. Cumplían con el mandato que se halla en Romanos 12:2: “Dejen de amoldarse a este sistema de cosas, mas transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos la buena y la aceptable y la completa voluntad de Dios.”

ESFUERZO POR SERVIR A DOS AMOS

¡Qué imposible, entonces, que la religión verdadera se conforme a este mundo! Uno no puede conformarse al mundo y a la misma vez conformarse a la voluntad de Dios. El Señor y Amo pronunció la regla inflexible: “Nadie puede ser esclavo de dos señores; porque u odiará al uno y amará al otro, o se adherirá al uno y despreciará al otro.”—Mat. 6:24.

Sin embargo las iglesias han tratado de servir a dos amos. El prelado inglés H. R. L. Sheppard escribió en su libro If I Were Dictator: “Lo que pasa con las iglesias es que tratan de ser cristianas y seglares a la misma vez. ¿No será esto dar a César las cosas de Dios? . . . Por el momento las iglesias están dedicadas principalmente a las finanzas y al prestigio. . . . Han condescendido en entrar en la arena del mundo.”

Monetariamente, los resultados de esta política han sido gratificadores. Espiritualmente, los resultados han sido catastróficos. Poco extraña el que la cristiandad se halle en el peor apuro de la historia; el coloso de un derrumbe moral taconea a través de la cristiandad. La conformidad de las iglesias a los modos mundanos ha producido resultados embarazosos. Los miembros de las iglesias apenas difieren de los que no son miembros. No se les ha entrenado a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. El cristianismo no es solamente una manera de creer; es una manera de vivir. Las iglesias que se han conformado al mundo no han transformado a sus miembros en cristianos que se conformen a la voluntad de Dios.

Por lo tanto, no sorprende el que a menudo oigamos comentarios semejantes a éste que expresó en cierta ocasión el clérigo estadounidense Juan Haynes Holmes: “Hay alguna dificultad en pensar de los Estados Unidos como nación cristiana—es decir, si se piensa en el cristianismo en términos, no de creencia o profesión de fe, sino de la vida verdadera. Hay bastantes iglesias cristianas en este país. . . . Pero, ¿cuánto influyen estas iglesias en los pensamientos y la conducta del ciudadano de término medio, y qué diferencia haría en la vida de la comunidad si fueran clausuradas, y nunca más volvieran a abrirse?”

La respuesta es demasiado obvia. La conformidad al mundo es debilidad, no fuerza, transigencia, no integridad. El verdadero poder moral y espiritual proviene de la resuelta adherencia a la voluntad de Dios; cualquier otro proceder reduce la vitalidad espiritual. “El cristianismo de hoy en día se defrauda,” declara el Dr. Alberto Schweitzer, “con el embaimiento de que cada año está haciendo más fuerte su posición como iglesia. Se está acomodando al espíritu de la época por medio de adoptar una especie de mundanalidad moderna. . . . Exactamente en proporción a lo que gana en cuanto a poder externo, pierde en lo espiritual.”

MUNDANALIDAD ANTIBÍBLICA

¡Qué notoria es la mundanalidad antibíblica de las iglesias de la cristiandad! Poderosas verdades bíblicas han sido debilitadas tanto que los sermones vienen a ser pláticas que complacen a la muchedumbre. “Habrá un período de tiempo,” predijo el apóstol de Cristo, “en que no aguantarán la enseñanza sana, sino que, de acuerdo con sus propios deseos, acumularán maestros para sí mismos para regalarse los oídos.” ¡Los sermones regaladores de oídos son la especialidad de tantas iglesias!—2 Tim. 4:3.

Las iglesias han ido tras el prestigio y la ganancia monetaria. Han buscado gloria de parte del mundo, a pesar de la declaración precisa de Jesús: “Ay, cuando quiera que todos los hombres hablen bien de ustedes, porque cosas como ésta son lo que sus antepasados hicieron a los profetas falsos.” Han iniciado toda especie de métodos dudosos para obtener fondos, incluyendo juegos de azar. Han adulterado la Palabra de Dios con filosofía y psicología para complacer a más personas, a pesar de las palabras del apóstol Pablo: “Hemos renunciado a las cosas disimuladas de las que hay que avergonzarse, no caminando en astucia ni adulterando la palabra de Dios, sino haciendo manifiesta la verdad recomendándonos a toda conciencia humana.” Las iglesias han predicado la política y se han metido en la política a pesar de amonestaciones bíblicas concisas: “La forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es ésta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación, y mantenerse sin mancha del mundo.” “Adúlteras, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desea ser un amigo del mundo se está constituyendo un enemigo de Dios.”—Luc. 6:26; 2 Cor. 4:2; Sant. 1:27; 4:4.

¿Es extraño el que la conformidad a este mundo haga que uno sea enemigo de Dios? No, porque este mundo está bajo el dominio del “dios de este sistema de cosas,” Satanás el Diablo. (2 Cor. 4:4) Los caminos de este mundo están en conflicto directo con los justos requisitos de Dios. Y no obstante, como G. G. D. Kilpatrick, director del Colegio Teológico Unido de Montreal, dice acerca de las iglesias: “Hemos consentido en cuanto a convenciones, costumbres y miras que están totalmente discordes con los ideales y el espíritu de la religión que afirmamos profesar.”

¿Existe duda alguna de que las iglesias de la cristiandad se hayan conformado a este mundo? No según el Concilio Nacional de las Iglesias de Cristo de los Estados Unidos de Norteamérica, el cual declaró en su informe para 1954 que lleva el nombre State of the Churches Report: “La iglesia de término medio se ha con formado al mundo a tal grado que la gente se sorprende si ella desafía agudamente el comportamiento prevaleciente de la comunidad.”

Aunque las iglesias se han conformado a este mundo a pesar del mandato inequívoco: “No os conforméis con este siglo,” no hay por qué usted debiera proceder de la misma manera desobediente. La Biblia señala la voluntad de Dios. Aprenda esa voluntad. Modele su vida según ella. Deje que esta revista le ayude a hacerlo.

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