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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1964
w64 15/7 págs. 439-440

Jerusalén—la ciudad famosa

NINGUNA otra ciudad de la historia bíblica resalta tan prominentemente como Jerusalén. Por más de mil años después que David la capturó, fue el centro de la vida religiosa para el pueblo de Israel en pacto con Dios. Allí fue donde David llevó el arca sagrada del pacto, y allí fue donde Salomón construyó un templo magnífico. Se requería que cada varón israelita fuera a aquella ciudad tres veces al año para asistir a fiestas. Allí fue donde los reyes de Judá residieron y desde allí gobernaron a sus súbditos. Durante el tiempo en que las doce tribus de Israel estuvieron divididas en dos reinos, la mayor parte de los acontecimientos importantes en la historia del reino meridional, el reino de Judá, tomó lugar cerca de Jerusalén, la ciudad capital.

La historia de Jerusalén se remonta tanto en la antigüedad que su edad y su principio se pierden en el tiempo. Más de 1,900 años antes de la venida de Jesucristo era una ciudad conocida como Salem. Abrahán llegó cerca de ella, y dio dones a su rey, Melquisedec, que era sacerdote de Jehová Dios. (Gén. 14:17-20) Con el tiempo llegó a estar ocupada por jebuseos, que la llamaron Jebus.

Aunque la ciudad cesó de ser llamada Jebus después que David la tomó, el nombre “Jerusalén” aparentemente no se lo dieron los israelitas. Parece que ese nombre le fue dado antes de entrar ellos en la Tierra Prometida. Las cartas de Tell el-Amarna, que fueron enviadas por ciertos gobernantes de Canaán a los egipcios alrededor del tiempo en que los israelitas invadieron el país, contienen ese nombre para la ciudad. Usan la forma “Urusalim.”

Jerusalén está ubicada en una altiplanicie, a más de cuarenta y ocho kilómetros desde el mar Mediterráneo y a una altura de unos 777 metros. Conduciendo a ella desde la llanura de la costa hay valles que atraviesan la Sefelá o colinas a los pies de montañas que yacen entre la altiplanicie de Judea y la llanura de la costa. Por siglos dos de estos valles han sido rutas importantes de viaje entre Jerusalén y la costa. También han sido sitios de muchas batallas a causa de ejércitos que atacaban las altas tierras de Judea por ellos o a causa de ejércitos que descendían precipitadamente de aquellas tierras altas para atacar a la gente de las tierras bajas.

La más importante de estas rutas es el valle de Ayalón. Es una llanura ancha que provee una fácil subida a la región alta. Varios caminos conducen desde el valle hasta la altiplanicie de Gabaón, que solo queda a unos cuantos kilómetros al norte de Jerusalén. Por estos caminos y a través del valle de Ayalón siempre ha sido la ruta más fácil para viajar de Jerusalén a la ciudad de Jope en la orilla del mar Mediterráneo. El valle de Ayalón fue donde Josué, mientras peleaba contra los amorreos, pidió a Jehová que hiciera que se detuviera el Sol. (Jos. 10:5, 12) En 66 (d. de J.C.) cuando el gobernador romano Gayo Cestio Galo se retiró de sitiar a Jerusalén, los judíos infligieron grandes pérdidas sobre su ejército al retirarse éste por los caminos que atravesaban los desfiladeros que conducían hasta el valle de Ayalón. Debido a estos desfiladeros, la ruta a Jerusalén era peligrosa para una fuerza militar. Unos cuantos hombres bien situados podían cerrar la ruta. El valle de Sorec, la otra ruta de viaje importante, está un poco al sur del valle de Ayalón e igualmente era cerrada fácilmente por el ejército defensor de Jerusalén. Cuando estas puertas naturales desde el oeste hasta las colinas de Judea se cerraban, Jerusalén estaba razonablemente segura de los ejércitos hostiles que periódicamente arrasaban de una parte a otra las llanuras de la costa.

El camino hacia el este de Jerusalén que la conectaba con Jericó pasaba por el desolado desierto de Judea. Los profundos desfiladeros de esta región, la empinada subida de 1,006 metros desde Jericó hasta Jerusalén en un tramo de veinticuatro kilómetros y la falta de agua hacían que el acercarse a la ciudad fuera cosa arriesgada para un ejército atacante.

Uno de los caminos principales de viaje atravesaba a Jerusalén de norte a sur. Hacia el norte de la ciudad el camino pasaba por Siquem, Samaria y finalmente se conectaba con la carretera principal de Damasco que pasaba por el mar de Galilea en camino a la carretera bien transitada de la costa. Hacia el sur de Jerusalén la carretera central pasaba por Belén, Hebrón y la población meridional de Bersabé. Luego entraba en el desierto, cruzaba la península de Sinaí y entraba en Egipto. Otra carretera del desierto entraba en Bersabé desde el mar Rojo. Así la carretera central conectaba a Jerusalén con Egipto y el puerto del mar Rojo, Eziongeber, al sur y la ruta comercial bulliciosa pasaba por Damasco hasta Mesopotamia al norte.

Había defensas naturales por todas partes excepto el lado septentrional de Jerusalén, lo cual la hacía una ciudad difícil de ser tomada. Este era el lado que los ejércitos enemigos atacaban por lo general. A lo largo del lado oriental de la ciudad está el valle de Cedrón, que tuerce hacia el sudeste y entra en el desierto de Judea. En el lado occidental, y torciendo alrededor sobre el lado meridional para unirse al valle de Cedrón, está el valle de Hinom. Estas barrancas profundas dieron a la ciudad una fuerza natural además de la que tenía por estar en una región montañosa que no era alcanzada fácilmente por un ejército. Hoy en día las barrancas no están tan profundas como estuvieron en otro tiempo a causa de los escombros que han caído de la ciudad durante el transcurso de los siglos.

Durante su larga historia Jerusalén ha estado bajo sitio muchas veces y fue destruida más de una vez, pero no hay registro de que sus habitantes sufrieran jamás por falta de agua. Cisternas en las torres, varios depósitos y el manantial de Gihón en el valle de Cedrón los mantuvieron abastecidos de agua. Temprano en la historia de la ciudad se hizo un túnel a través de la roca hasta un lugar donde un tiro de doce metros bajaba hacia un estanque en el cual fluía el agua del manantial. De esta manera los habitantes podían obtener su abastecimiento de agua sin peligro.

Debido al hecho de que Jerusalén fue la ciudad que Jehová Dios había escogido para ser el asiento de su teocracia típica y el lugar para su templo, llegó a ser una ciudad sobresaliente en la historia humana. Pero ya no tiene el favor de Jehová Dios. Debido a que sus habitantes rechazaron y mataron a su Hijo, Jehová la ha abandonado. (Mat. 23:37, 38) Aunque ahora es famosa por su antigüedad y su historia singular y aunque sus habitantes individualmente pueden optar por servir al Dios verdadero, ya no tiene la distinción de ser el lugar que Jehová ha escogido para hacer que en él resida su nombre.

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