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  • La Biblia... un libro de esperanza
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 15/4 págs. 14-17

La Biblia... un libro de esperanza

WILLIAM GLADSTONE, de quien se ha dicho que fue “el más grande estadista inglés del siglo diecinueve,” dijo en una ocasión lo siguiente: “La ciencia y la investigación han contribuido mucho a sostener la validez histórica del Antiguo Testamento: . . . esto ha dado vigor al argumento que afirma que en sus páginas encontramos una revelación divina; . . . si consideramos la evidencia racionalmente, tanto en su contenido como en sus resultados, nos vemos obligados a plantarnos sobre lo mismo que se plantaron nuestros antepasados, sobre la inexpugnable roca de las Santas Escrituras.”

La Biblia realmente ha sobrevivido a las adversidades del tiempo como una roca inamovible. La persona que se sitúa sobre esta roca puede mirar desde las sublimes alturas de ésta, no solamente hacia el lejano pasado, sino, además, bien adelante hacia el futuro. Vamos ahora a examinar la evidencia interna que prueba que la Biblia es un libro de esperanza en el cual podemos confiar.

ARMONÍA INTERNA ALREDEDOR DE UN TEMA CENTRAL

Los 66 libros de la Biblia fueron escritos durante 16 siglos por 40 diferentes escritores. Esa declaración es fácil de leer. Pero reflexione en ella un momento. ¿Conoce usted algún libro que hubiera comenzado a escribirse, digamos, para el fin del cuarto siglo de nuestra era común y cuya escritura hubiese continuado efectuándose de tiempo en tiempo, hasta nuestro mismo día, por docenas de diferentes hombres de toda posición en la vida?

No existe tal libro. Pero si existiera tal libro y hubiera sido escrito desde el tiempo del Imperio Romano, y abarcara el período de las monarquías y el tiempo de las repúblicas del día moderno, y los escritores fueran tan diferentes uno del otro como soldados, reyes, sacerdotes, pescadores, y aun pastores y un médico, ¿esperaría usted que todas las partes de este libro tuviesen un mismo enfoque fundamental y que siguieran el mismo tema central? ¡Difícilmente!

Sin embargo, la Biblia realmente fue escrita por un espacio de tiempo similar, bajo diferentes regímenes políticos, por hombres de todas esas diferentes clases y, además, en tres idiomas. No obstante, existe armonía en toda ella. Su mensaje básico tiene el mismo impulso de principio a fin. ¿No es sorprendente esto?

Pero si no hubiese habido un espíritu unificador no afectado por el tiempo que llenara al entero grupo de escritores, tal armonía interna hubiese sido imposible. Ese espíritu era la fuerza activa de Dios. El apóstol Pedro dio testimonio de este hecho, cuando dijo: “Ninguna profecía de la Escritura proviene de interpretación privada alguna. Porque la profecía no fue traída en ningún tiempo por la voluntad del hombre, sino que hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo.”—2 Ped. 1:20, 21.

Bajo la misma dirección divina, estos escritores de la Biblia desarrollaron un solo tema central: La vindicación de la soberanía de Jehová y el cumplimiento final de Sus propósitos para la Tierra por medio de su reino bajo Cristo, la “Descendencia” prometida. (Vea el cuadro de la página 16.)

UN LIBRO DE PROFECÍA

Tal vez la razón principal para creer que la Biblia no es obra del hombre, sino obra de Dios, es el hecho de que es un libro de profecías sobresalientes. Los hombres, a pesar de tener tanto equipo científico complejo, aún no pueden pronosticar constantemente y con exactitud el tiempo, mucho menos predecir centenares de sucesos. Sin embargo, la Biblia contiene literalmente centenares de profecías que han resultado sorprendentemente exactas. ¿No señala esto al hecho de que la Mente Creadora y Directora detrás de esas profecías es Aquel que declaró: “Yo soy Dios, no hay otro como yo. Yo anuncio desde el principio lo que viene después y desde el comienzo lo que aún no ha sucedido”?—Isa. 46:9, 10, Biblia de Jerusalén.

Muchas de las profecías principales de la Biblia están enlazadas con el tema central: La vindicación de Dios por medio del reino de la “Descendencia” prometida. A fin de evitar toda duda tocante a la identidad correcta de la “Descendencia,” Dios inspiró a muchos diferentes profetas para que suministraran detalles concernientes al nacimiento, la vida y la muerte del libertador prometido. Estas profecías acerca de la “Descendencia” o el “Mesías” —de las cuales se han contado más de 300— todas se cumplieron en Jesucristo.a

Algunos librepensadores han sugerido que Jesús ajustó su vida para que encajara con estas profecías y así tramó el cumplimiento de ellas. Por lo general estos librepensadores se jactan de ser lógicos en su modo de pensar. Pero, ¿es razonable y sensato alegar que Jesús tramó nacer en Belén (Miq. 5:2; Mat. 2:1, 5, 6), ser de la tribu de Judá (Gén. 49:10; Luc. 3:23, 33) y descendiente del rey David?—Isa. 9:7; Mat. 1:1.

Otros tal vez repliquen que si Jesús era el Hijo de Dios y había vivido anteriormente en los cielos podría haber hecho arreglos para que su nacimiento humano cumpliera tales profecías. Es verdad, pero si el librepensador usara ese argumento, simplemente derrotaría su propio propósito, que es precisamente el de negar que Jesús fuera más que meramente un hombre normal.

¿Y qué hay en cuanto a las circunstancias de la muerte de Jesús: el que lo golpearan, escupieran contra él y lo fijaran en un madero, y (algo que era muy raro para personas ejecutadas en un madero), que no le quebraran ni un hueso? (Isa. 50:6; Miq. 5:1; Isa. 53:5; Sal. 34:20; Mat. 27:26, 30; Luc. 23:33; Juan 19:33-36) ¿Pudo Jesús haber tramado todo esto también? ¡Imposible! De modo que éstas eran profecías verdaderas, que fueron escritas más de 700 años antes de que se cumplieran. ¡Ciertamente un testimonio poderoso a favor de lo confiable que es la Biblia!

Una de las profecías más notables, cuyo cumplimiento ha sido confirmado ampliamente por la historia seglar, fue la profecía que dio Jesús tocante a la destrucción de Jerusalén. Esta no era simplemente una predicción que cualquier pronosticador político astuto pudiera haber dado, en vista de que los judíos estaban bajo el régimen irritante de los romanos. Incluyó detalles que nadie que pronosticara el futuro por las tendencias del momento pudiera haber visto por adelantado. ¿Quién pudiera haberse imaginado que, en el año 66 E.C., el comandante romano Cestio Galo retiraría sus tropas de Jerusalén “sin ninguna razón,” como lo expresó Josefo, al momento preciso en que la ciudad estaba para caer en sus manos como una ciruela madura? Pero Jesús había predicho que habría alguna oportunidad de esa índole para que, individualmente, algunos pudieran huir de la ciudad bajo sitio. (Luc. 21:20-22) Sus discípulos, quienes estaban en espera de la señal, pudieron escapar. Entonces, unos cuatro años después, en el año 70 E.C., tuvo lugar la destrucción total de Jerusalén y su templo, tal como Jesús también había predicho.—Luc. 19:41-44; Mat. 24:2.

La profecía de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén en el primer siglo es de gran interés para nosotros, debido a que está entrelazada con su profecía concerniente al fin del presente sistema de cosas inicuo y el establecimiento del reino de Dios en manos de la “Descendencia” prometida. Tal como Jesús dio a conocer a los cristianos del primer siglo la señal que les ayudaría a saber que el fin de Jerusalén estaba cerca, para que pudieran huir a un lugar seguro, así también él ha dado a los cristianos hoy una señal por la cual pueden saber que Su reino se ha acercado.

Después de hablar acerca de guerras internacionales, grandes terremotos, pestes, escaseces de alimento y la persecución de los cristianos verdaderos, Jesús mencionó “angustia de naciones [no solamente de los judíos],” y predijo que los hombres ‘desmayarían por el temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada [no solo sobre Jerusalén].’ (Luc. 21:10-19, 25, 26) Estas expresiones por sí solas desmienten la afirmación de que la profecía de Jesús se cumplió por completo con la destrucción de Jerusalén en el año 70 E.C. Obviamente su profecía tenía un alcance mayor y se extendía hacia el tiempo en que, no solamente la Jerusalén apóstata, sino todas las religiones falsas y el resto del sistema de cosas inicuo de Satanás, serían destruidos para abrir el camino a la justa “nueva tierra que esperamos según [la] promesa [de Dios].”—2 Ped. 3:13.

Este hecho queda confirmado por la pregunta que los discípulos de Jesús le hicieron, a saber: “Dinos: ¿Cuándo serán estas cosas [acababa de hablar tocante a la destrucción de Jerusalén], y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas [fin del mundo, Versión Popular]?”—Mat. 24:3.

Otra prueba de que el pensamiento de Jesús se extendía a mucho más allá de la destrucción de Jerusalén y adelante hasta el tiempo en que él volvería en poder y se establecería el reino de Dios es que declaró: “Y entonces verán al Hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria. . . . Noten la higuera y todos los otros árboles: Cuando echan ya brotes, al observarlo conocen por ustedes mismos que ya se acerca el verano. Así también ustedes, cuando vean suceder estas cosas [guerras, terremotos, pestes, escaseces de alimento, persecución de los cristianos, angustia de naciones], conozcan que está cerca el reino de Dios.”—Luc. 21:10-31.

Tan cierto como que la profecía de Jesús acerca de la destrucción de Jerusalén resultó verídica hasta el más mínimo detalle, así también su profecía en cuanto al fin del inicuo sistema de cosas actual se cumplirá. Desde 1914 tenemos evidencia en abundancia de que las profecías de Jesús registradas en los capítulos 24 y 25 de Mateo, el capítulo 13 de Marcos y el capítulo 21 de Lucas se están cumpliendo. Después de declarar que “todas estas cosas son principio de dolores de aflicción,” Jesús agregó: “Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”—Mat. 24:8, 14.

Sí, el tiempo de “aflicción” actual anuncia el cumplimiento de una gloriosa esperanza. “Estas buenas nuevas del reino” están siendo predicadas hoy “en toda la tierra habitada” por los testigos de Jehová. Ellos están anunciando en todas partes de la Tierra las noticias más grandiosas, que pronto la soberanía de Jehová Dios quedará vindicada y que Su propósito para la Tierra se cumplirá, cuando el reino de la “Descendencia,” Jesucristo, destruya a los inicuos y se encargue de que la voluntad de Dios se haga en la Tierra como en el cielo. (Mat. 6:9,10) Entonces todos los hombres y mujeres que aman la justicia, tanto los que sobrevivan al fin del presente sistema de cosas y los millones de personas que resuciten, tendrán la oportunidad de vivir para siempre en una Tierra paradisíaca.—Juan 5:28, 29.

Esta es la grandiosa esperanza que la Biblia extiende a la humanidad. Los filósofos, científicos y políticos de este mundo no pueden ofrecerle tal esperanza. ¿Por qué, entonces, rechazar al único libro de esperanza que existe hoy, LA BIBLIA? Los testigos de Jehová se complacerán en ayudarle a llegar a conocer mejor la Biblia.

[Nota a pie de página]

a Para una breve lista de estas profecías sobre el Mesías, vea el libro “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa,” páginas 343-345, publicado por la Sociedad Watch Tower.

[Recuadro en la página 16]

LA BIBLIA DESARROLLA UN TEMA CENTRAL:

La vindicación de la soberanía de Jehová Dios y el cumplimiento final de su propósito para la Tierra, por medio de su reino bajo Cristo, la “Descendencia” prometida

LA VERDAD FUNDAMENTAL:

“En el principio . . . Dios”—Gén. 1:1

DIOS DIO BUEN COMIENZO AL HOMBRE:

“Vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire! era muy bueno.”—Gén. 1:31

DIOS TENÍA COMO PROPÓSITO HACER DE TODA LA TIERRA UN PARAÍSO:

“Y les dijo Dios: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla.’”—Gén. 1:27, 28; 2:8

EL PRIMER HOMBRE SE REBELÓ Y TRANSMITIÓ LA MUERTE A TODOS SUS DESCENDIENTES:

“Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres.”—Rom. 5:12

DIOS PROMETIÓ LIBERACIÓN POR MEDIO DE LA “DESCENDENCIA”:

“Por medio de tu descendencia [la de Abrahán] ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra.”—Gén. 22:17, 18; compare con Génesis 3:15

CRISTO ES LA “DESCENDENCIA” PROMETIDA:

“Ahora bien, las promesas se hablaron a Abrahán y a su descendencia. No dice: ‘Y a descendencias,’ como si se tratara de muchos, sino como tratándose uno solo: ‘Y a tu descendencia,’ que es Cristo.”—Gál. 3:16

EL REINO DE DIOS BAJO LA “DESCENDENCIA” CUMPLIRÁ EL PROPÓSITO DE DIOS PARA LA TIERRA:

“Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.’”—Mat. 6:9, 10; Rev. 12:10

LA DESTRUCCIÓN DE TODOS LOS REBELDES VINDICARÁ EL NOMBRE Y LA SOBERANÍA DE JEHOVÁ DIOS:

“Oh sean avergonzados y perturbados para todo tiempo, y queden corridos y perezcan; para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra.”—Sal. 83:17, 18

EL REINADO DE 1.000 AÑOS POR CRISTO RESTAURARÁ EL PARAÍSO ENTRE LA HUMANIDAD:

“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre éstos no tiene autoridad la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y gobernarán como reyes con él por los mil años.”—Rev. 20:6

LOS EFECTOS DEL PECADO SERÁN BORRADOS:

“¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—Rev. 21:3, 4

SE RESTAURARÁ EL ORDEN Y FINALMENTE DIOS SERÁ VINDICADO:

“En seguida, el fin, cuando [Cristo] entrega el reino a su Dios y Padre, cuando él haya reducido a la nada todo gobierno y toda autoridad y poder. Porque él tiene que gobernar como rey hasta que Dios haya puesto a todos los enemigos debajo de sus pies. Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a la nada. . . . Pero cuando todas las cosas hayan sido sujetadas a él, entonces el Hijo mismo también se sujetará a Aquel que le sujetó todas las cosas a él, para que Dios sea todas las cosas para con todos.”—1 Cor. 15:24-28

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